La clase de literatura
No podía creerlo, el profesor tenía ocho patas; se desplazaba con seis y las dos delanteras eran sus manos, pero a ninguno de mis compañeros le llamaba la atención.
Al terminar, todos salieron del aula arrastrando sus ocho patas mientras yo permanecía en una esquina mirándome en silencio los pies.
Al terminar, todos salieron del aula arrastrando sus ocho patas mientras yo permanecía en una esquina mirándome en silencio los pies.
Me temo que te has metido en una arácnida clase de literatura. Tú protagonista, como no escape, pronto será Spiderman.
ResponderEliminarGran imaginación al servicio de cincuenta palabras.
Me ha gustado, Crispín.
Un abrazo.
Pablo.
Gracias, Pablo, el alumnado es cada ves más raro, a veces solo tiene dos piernas.
EliminarTu protagonista o se ha tomado algún alucinógeno o el raro de toda esta historia es él.
ResponderEliminarBuen relato Cripín, me ha gustado.
Un abrazo.
Gracias, Javier. Cualquiera de las dos versiones, como otras muchas, es válida.
EliminarEn esa clase de literatura no tocaría estudiar a kafka, ¿no? No quiero pensar qué pasará cuando le llegue el turno a Stevenson o a Tolkien...
ResponderEliminarMe gusta el surrealismo de tu historia, Crispín. Mezclando fantasía con realidad consigues una lectura entretenida con un final abierto e inquietante.
Un abrazo.
Quizás fuera Kafka el protagonista, o el profesor o alguno de los alumnos...
EliminarGracias por tu comentario, Antonio.
Bien por esta «Metamorfosis» hecha cátedra. Además de lo atractiva que resulta la imagen de un salón de clases lleno de bichos —creo que los profesores de bachillerato opinarían lo contrario, je, je—, puede tomarse también como una metáfora de la marginación que sufren algunos alumnos en la escuela.
ResponderEliminarMuy bueno, Crispín.
Saludos.
Gracias, Vicente.
EliminarCuando mi relato da pie a interpretaciones, siento que ha cumplido su objetivo.
Coincido con Antonio y Vicente en su criterio de que detrás de este relato está Kafka y su "Metamorfosis". ¿Podría ser que el alumno no metamorfoseado fuera de ciencias y un mal lector? Mientras profesor y compañeros empatizaron hasta el máximo, este extraño alumno quedó íntegro y sorprendido. Alguien le debería decir que lea y sienta lo que lee.
ResponderEliminarVa mi me gusta, Crispín, y mi enhorabuena por tan fantástica, en toda su significación, historia.
Un saludo muy cordial.
Ser distinto o sentirse distinto no siempre es fácil a esas edades, pero la curiosidad y la capacidad de asombro siempre son un valores positivos.
Eliminar¿Das clases particulares, Crispín?
ResponderEliminar¡Fantástico!
Un saludo
Gracias, Margarita.
EliminarTengo una academia para dar clase a alumnos de ocho patas.
Un individuo normal deja de serlo en un mundo de monstruos, para convertirse en extraño. Nunca es fácil ser diferente, todos queremos que nos acepten, de ahí la lógica extrañeza de tu protagonista en la última frase, al cuestionarse su propia naturaleza. Le veo pegándose unas patas de cartulina en la clase de manualidades. Un relato abierto a interpretaciones y también a una posible continuidad.
ResponderEliminarUn saludo, Crispín
Gracias, Ángel.
EliminarEstudiaré esa posible continuidad.
A veces nos cuesta darnos cuenta de que los diferentes somos nosotros. Presuponemos la normalidad con demasiada facilidad. Muy imaginativo, Crispín. Saludos.
ResponderEliminarEfectivamente. La normalidad está por definir.
EliminarGracias por tu comentario.
Una de las cosas que más me gusta de la literatura es que no necesita justificar estas situaciones decidiendo que todo había sido un sueño. Ahí está tu historia, con un niño que ve a los demás como arañas (tal vez porque lo son), haciéndonos buscar interpretaciones.
ResponderEliminarEstupendo relato, Crispín.
Saludos.
Así es. Hay que abrir los ojos y ver lo que los demás son y lo que somos nosotros. Una tarea compleja.
EliminarGracias por tu comentario.
Por lo que veo ese día tocaba realismo fantástico en la clase. Muy original tu micro, bueno, como siempre Crispin.
ResponderEliminarUn saludo,
Gracias por tu comentario, Raquel.
EliminarMe ha gustado tu escuela de arácnidos. Lo que no acaba de entender el protagonista es que él es uno de ellos. Puede que sea un sueño.
ResponderEliminarUn beso.
Lo dicho, conocerse y conocer.
EliminarGracias, Olga.
Mirándose los pies y sintiéndose un bicho raro. Cuando la literatura está por medio, cualquier realidad es posible. Muy bueno, Crispín. Un saludo.
ResponderEliminarLa literatura es la que nos permite tener ocho pies, o dos, o cualquier otra rareza.
EliminarSin duda un bicho raro con sus dos pies!!! Genial!!! Besitos
ResponderEliminarRaros somos todos, y los microrrelatistas, con sus obsesiones, más.
EliminarGracias por tu comentario.
Y es que cuando hay algo distinto en nosotros en clase, ya nos vienen todos los miedos, pues podemos ser blanco de las burlas del resto de alumnos. (Justo es el mismo tema de mi próximo micro que se publica en breve).
ResponderEliminarDivertida historia llena de patas.
Un saludo Crispín.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarGracias, estaré atento en espera de tu relato.
EliminarEste microcuento fantástico puede tener varias lecturas, tal y como demuestran los comentarios que anteceden al mío, y eso lo enriquece bastante.
ResponderEliminarNo sabemos si lo que se narra ocurre en un planeta de otra galaxia, o quizá de otro universo. Aunque también puede que todo sea un sueño en el que el narrador sólo es un personaje más. Ya que si él tiene pies –se supone que dos- y el resto patas, ocho, en concreto, como los pulpos, no tiene lógica alguna que esté en esa clase, pero estamos en una historia fantástica.
¿O quizás el microcuento es la manera en la que alguien expresa su extrañeza ante los demás? No es raro que después de ver actuar a ciertos personajes, y de oírles hablar, nos los imaginemos como monstruos, con muchas patas, con garras, con cuernos, con rabos... Y esta especulación nos lleva directamente a La metamorfosis de Kafka, aunque el pobre Gregor Samsa nada tenía que ver con esos individuos que se me han pasado por la imaginación.
Le he sacado mucho jugo a la historia, pero aún tiene mucho más. Enhorabuena y un saludo afectuoso, Crispín.
Haciendo una pequeña broma, firmaré como El Capitán Trueno.
Gracias, Enrique.
EliminarLa grandeza que tienen los microrrelatos (entre otras), es que dejan abierta la posibilidad de participación del lector.
Un abrazo.
Crispín no me quiero imaginar lo que los alumnos almorzarán en la hora del recreo.
ResponderEliminarUn buen micro.
Enhorabuena!
Besos
Bueno... de ahí sale otro relato.
EliminarEn la clase de literatura todo es posible Crispín.
ResponderEliminarMe encanta el relato, lo interpreto como ese día en el que uno mismo toma conciencia de lo distinto que es a los demás. Pero que a la vez se siente aceptado por los otros que en ningún momento le han hecho sentir diferente.
Un beso.
Malu.
Gracias por tu doble interpretación, con su parte positiva.
EliminarUn beso, Malu
Ah, buen final y buen relato, Crispín. Me ha sorprendido, que a estas alturas no es poca cosa.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Gracias, Carles, intentar sorprender en cincuenta palabras siempre es un estímulo.
EliminarKafkiano por un tubo o al menos me lo ha sugerido desde la primera línea.
ResponderEliminarLe has dado una vuelta de tuerca a la metamorfosis del austriaco.
Muy bueno Crispín. Me encantan este tipo de relatos.
Un abrazo.
Gracias por tu comentario, las metamorfosis dan mucho de si.
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