Reacción en cadena o el motín de la masa crítica
En las bancas del parque, los ancianos descansan mientras los niños corren tras un centenar de palomas. Sólo son seres oníricos que la estatua de bronce sueña para no olvidar. La soledad del fuego comenzó aquel día en que el sol de plutonio acabó con el tiempo de los hombres.
Me ha recordado al cuento El Príncipe Feliz, de Oscar Wilde. Pero en este caso, es la estatua la que añora un mundo ya perdido, y sigue teniendo corazón, mucho más que los humanos que lo esculpieron. Buen micro Vicente. Abrazos.
ResponderEliminarEs evidente la intertextualidad, Carmen. Si aquella estatua empleaba sus propios fragmentos para remediar la necesidad de la gente, a esta no le queda ni ese consuelo. No queda nadie a quien ayudar.
EliminarMuchas gracias por leer y comentar.
Un abrazo de regreso.
Vicente
Y los recuerdos saltaron de una estatua a otra, hasta que hubo tantas rechazando el olvido que las imágenes se transformaron en sombras, a la luz del nuevo sol, y una vida que parecía verdadera se instaló de nuevo frente a ellas.
ResponderEliminarQué preciosidad de relato, Vicente.
Me da vergüenza, pero sólo tengo mi viejo sombrero de plumas para hacerte mi mejor reverencia.
¡Muchas gracias!
EliminarEl avergonzado soy yo, Patricia, la maestría de tu comentario le ha dado lustre a mi relato. Impecable.
No te preocupes por la edad de tu sombrero, que la protección y holgura de un viejo amigo siempre serán mejores para confiarles la testuz.
Te envío un gran abrazo y otra reverencia.
Vicente
Vicente, me parece un originalísimo relato. Primero, una foto de un parque cualquiera y luego das la vuelta Trasladándonos a los sueños de una estatua, que inventa su mundo para no encontrarse tan sola.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Pablo.
Gracias por tu gentileza, Pablo.
EliminarEn el fondo es la historia de muchos, de todos aquellos que encuentran en la imaginación una puerta para escapar del desamparo.
Abrazos.
Tras un suceso apocalíptico, suena tan bello pensar que la estátua de bronce tiene corazoncito y sueña con imágenes de los humanos que la rodearon hasta entonces. Esto demuestra que también tiene cerebro y capacidad para soñar.
ResponderEliminarBello, pero desolador...
Muy bonito tu micro Vicente.
Enhorabuena.
Besos
Sí, querida Pilar, me ha parecido apropiado dotar a un ser típicamente inanimado de una memoria, un refugio para la semilla de la humanidad que ella misma no ha sabido proteger.
EliminarGracias... muchas gracias.
Un abrazo.
Vicente
Me gusta mucho Vicente.
ResponderEliminarUn saludo,
Si ha conseguido gustarte, mi texto ha superado un filtro muy valioso y puedo sentirme satisfecho.
EliminarMuchas gracias, Raquel.
Saludos.
Jejeje :)
EliminarUn mundo en el cual las estatuas son las que recuerdan es un mundo desolador y triste.
ResponderEliminarBuen relato Vicente, me ha gustado. Has empezado de una forma tranquila, sosegada y luego nos has llevado a una realidad futurista.
Un abrazo.
Un mundo muy triste que espero aún podamos evitar, Javier.
EliminarAgradezco enormemente tus palabras y la generosidad de tus juicios.
Abrazos.
Vicente
Impresionante. Menudo pedazo de imagen nos dejas, Vicente. Felicidades por este gran micro. Un beso.
ResponderEliminar¡Qué bueno que te gustó, Matrioska!
EliminarIntento ponerme a tono contigo y los demás maestros de por aquí.
Gracias por tu amabilidad y tu aliento.
Te mando un afectuoso abrazo.
Vicente
Uf, he visto a las palomas volar espantadas. Muy bueno, felicidades.
ResponderEliminarMil gracias, María.
EliminarSi has visto las palomas, esta vez lo he conseguido. Me haces muy feliz.
Saludos.
Un paisaje desolado y, como único testigo, una estatua que sueña con esos humanos, culpables de su soledad. Un micro que nos lleva a reflexionar acerca de la sinrazón. Muy bueno, Vicente.
ResponderEliminarSaludos.
Un estupendo y generoso análisis, Beto. La sinrazón puede llevarnos a través de un camino sin regreso.
EliminarMuchas gracias.
Saludos.
En medio de la devastación, la amarga ironía del que recuerda habiendo sido creado para ser recordado, como una hierática reminiscencia de sus extintos creadores capaces, además, de la más absoluta destrucción.
ResponderEliminarHistoria de desolación y dramatismo. pero que también contiene belleza, la que tú, Vicente, eres capaz de extraer hasta del apocalipsis.
Muy bueno. enhorabuena.
Un abrazo.
«La amarga ironía del que recuerda habiendo sido creado para ser recordado», gran frase, Antonio. En ella resumes de forma inmejorable la idea de mi relato.
EliminarDa gusto leer comentarios como los tuyos, donde no existe el desperdicio.
Muchas gracias.
Otro abrazo de vuelta.
Quizás, como en tu microcuento, que se sitúa en un mundo posapocalíptico, ya estemos todos muertos sin habernos dado cuenta, y nos parece que todo continua como si nada: los ancianos se sientan en los bancos y hablan de sus familias o de su pensiones, los niños persiguen a las palomas o dan patadas a un balón...
ResponderEliminarTodo sucede dentro de la más normal de las cotidianidades, pero, quizás, somos el producto de un sueño, no sé si de una estatua, como en tu microcuento, o de un albañil que vive en otra dimensión y al que, en unas horas –esto dentro de su tiempo relativo, que puede representar miles de años para nosotros-, le despertará algún artefacto sonoro para que vaya a currar a una obra, haciendo que todos nos evaporemos en la inexistencia.
Se entrecruzan en tu microcuento la espada de Damocles de la guerra nuclear –nuestra mayor amenaza de autodestrucción-, y esa sensación extraña de que la vida es sueño; de que, a veces, la realidad parece irreal, de que, cada noche entramos en un mundo misterioso donde nos suceden cosas extrañas, como la de convertirnos en asesinos –yo hace poco me cargué a no sé cuántos en uno de mis sueños- de que, en definitiva, somos una nube en pantalones o en faldas, por recordar el poema de Mayakovski.
Me ha gustado mucho, mis felicitaciones, Vicente.
Wow! ¡Gracias, Enrique!
EliminarMe gusta el giro que planteas para mi historia, si es que la historia existe o es sólo el eco de nuestros párpados.
Genial lo tuyo.
Un gran abrazo.
Un futuro que por desgracia no puede descartarse, donde lo único vivo son los sueños imposibles de una creación inanimada. Ese sol de plutonio ha respetado a la estatua, algún vestigio más quedará de unos seres inteligentes que no supieron ponerse de acuerdo.
ResponderEliminarTan bueno como inquietante, con un tinte poético. Buen relato, Vicente.
Un abrazo
Tengo la esperanza de que algo en nosotros cambie, estimado Ángel y que la vida acompañe a esos sueños imposibles de tu comentario. La humanidad ha cometido demasiados errores y, de seguir así, el precio será muy doloroso de pagar.
EliminarUn gran abrazo de vuelta.
Vicente
Amigo Vicente, una lágrima radiactiva resbala por la rugosa cara del metálico ser, imaginando espectros, sombras y aleteos. El tiempo del hombre tiene que acabar consumido por el fuego, la ley que soñó Heráclito. La estatua de sal ve como desparecen en el tiempo Abram, Sara y Lot, y no puede evitar que el pasado de la tentación sea consumido de nuevo. Magnífico tu relato sobre la soledad inanimada.
ResponderEliminarUna joya de comentario, tan lleno de imágenes y poesía que dan ganas de leerlo varias veces.
EliminarMuchas gracias, Pepe, por tus reflexiones a propósito de mis humildes letras.
Un abrazo.
Vicente
¡Vaya idea más preciosa, imaginativa y emocionante!Podría dar para una película. Me imagino a esa estatua de bronce en la que ha quedado a salvo el espíritu del escultor, que con nostalgia va recreando con sus recuerdos el mundo que conoció. Tal vez, en otros parques haya más esculturas "viviendo" lo mismo y no todo esté perdido. Me ha encandilado tu micro, Vicente. ¡Enhorabuena! Saludos.
ResponderEliminarNada me complace más que saber que a alguien de tu talla le haya agradado este pequeño relato, Juana.
EliminarMi agradecimiento infinito por tan amable crítica.
Saludos.
Vicente
Hermoso y desolador micro, Vicente. Los humanos erigimos estatuas, las acompañamos en diversas etapas de la vida y desaparecemos como especie en un apocalipsis que debemos evitar. Serán estas estatuas las que nos recordarán a nosotros con añoranza. Curioso cambio de papeles.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. Enhorabuena y un abrazo.
Mil gracias, Carmen. Qué bueno que te gustó.
EliminarHe intentado construir una historia donde, partiendo del recuerdo de unos seres extintos, la esperanza sobreviva como una pátina en el metal.
Un abrazo de vuelta.
Vicente
Parece que no hemos parado hasta conseguir acabar con "nosotros mismos". Sólo hemos dejado las cosas inertes, como la estatua.
ResponderEliminarMe ha gustado como lo planteas. Un beso.
Así es, Olga, es como si quisiéramos arruinarnos a propósito.
EliminarMuchas gracias por leer y comentar.
Saludos.
Una fría estatua donde aún queda una pequeña parte del alma de los seres que la esculpieron. Un reconfortante sueño que rinde homenaje a esa brizna insignificante que fue el ser humano. Me ha gustado mucho, Vicente. Un abrazo.
ResponderEliminarQuizás, en la propia fragilidad de la vida esté su magia y su belleza, Salvador.
EliminarA mí me ha gustado mucho tu manera de resumir la idea de este micro.
Muchísimas gracias.
Abrazos.
Vicente
Una estatua inerte, pero pensadora, es el único recuerdo que queda en una tierra devastada de que aquí hubo una vez vida ¿inteligente?
ResponderEliminarVa mi me gusta, Vicente, por tu relato que invita a la reflexión antes de que esto llegue a un "se acabó lo que se daba" irreversible.
Enhorabuena y un saludo.
Ojalá que no sea tarde, estimado José Antonio y podamos avisparnos como especie. Comparto contigo las dudas sobre el buen juicio de la humanidad.
EliminarAgradezco enormemente tus benévolos comentarios.
Un abrazo.
Vicente
Impecable microrrelato, tanto por su exposición como por el tema.
ResponderEliminarTe envío mi me gusta y un abrazo. Quédatelo!
¡Gracias, Isidro!
EliminarMe quedo con tu abrazo y el buen sabor de tu comentario.
Saludos.
Que gran relato nos has regalado Vicente, concuerdo con el comentario de arriba sobre "El príncipe feliz", con tu cuento me imagino a estatuas robot simulando vidas humanas para no morir de pena,así hasta que el Sol verdadero se vuelva una gigante roja que arrase todo el Sistema Solar.
ResponderEliminarSaludos y un gran abrazo amigo mio.
Este giro hacia la ciencia ficción me parece magnífico, Jean. Además de típico en situaciones post apocalípticas.
EliminarMil gracias. Otro abrazo, igual o más grande.
Una estatua que sueña para no olvidar ... Querido Vicente, solo a ti se te puede ocurrir una genialidad así.
ResponderEliminarQuiero pensar que dentro de no mucho surja otra reacción en cadena que haga posible que los sueños dejen de serlo y se conviertan en realidad.
Magnífica historia contada con gran maestría.
Un beso grande.
Malu.
¡Qué amable, Malu!
EliminarAl igual que tú, tengo la esperanza de que este final sea el principio de una era mejor.
¡Gracias!
Abrazos.
Vicente
Precioso, Vicente. No permitamos que la estatua deje de soñar.
ResponderEliminarUn beso.
Desde luego, Sandra, no hay que permanecer impasibles ante una posibilidad tan terrible. Está en nosotros.
EliminarMi agradecimiento eterno por tus palabras.
Te envío un fuerte abrazo.
Nos dibujas un paisaje desolador, con tintes negros, pero a la vez bello y poético.
ResponderEliminarTu estatua debe resistir, las pesadillas son la antesala de un nuevo amanecer.
Gran historia, Vicente.
Un abrazo.
Muchas gracias, José. Ojalá que las pesadillas a las que atinadamente te refieres terminen pronto.
EliminarUn abrazo de vuelta.
Vicente
"La soledad del fuego ...", me quedo con esa imagen, que es título de cuento o novela apocalíptica. En tres frases das cuenta del día después, de ese mundo sin nosotros, como en aquel poema de Juan Ramón: Y yo me iré..., también me ha recordado esas pelis con calles desiertas y edificios que se desmoronan. Sólo una estatua es testigo de melancolía y rabia de broce por la estupidez humana. Estupendo micro, Vicente. Un saludo.
ResponderEliminarMil gracias por tus impresiones, Miguel. Hablando de frases, yo me quedo con esta tuya: «testigo de melancolía y rabia de bronce por la estupidez humana».
EliminarUn abrazo.
Los seres inanimados son los que ahora cobran vida y tu protagonista hecha de piedra contiene alma.
ResponderEliminarUn evocar imágenes de cuando aún había esperanza y serenidad entre la humanidad, un no querer sentirse en la soledad que abarca el mundo desde que un rayo de Plutón decidió acabar con todo aquello que respiraba.
Original y visionario 50.
Fabuloso Vicente. Buena lectura.
un abrazo grande.
Muchas gracias, Mª Belén. Se siente muy bien recibir comentarios tan alentadores y bonitos como el tuyo.
EliminarAbrazos.
Vicente
¡Vaya, Vicente, qué escalofrío!
ResponderEliminarMe encanta la secuencia que sigues en la narración: el bullicio del parque que se difumina lentamente en el interior de una estatua aislada entre el silencio y la devastación. Además, los colores variados y chillones de las primeras líneas se fusionan y neutralizan para terminar con una imagen monocromática que te encoge el corazón. Hace frío.
Un cálido abrazo.
¡Guau, Margarita!
EliminarAl leer tu comentario me pareció contemplar un cortometraje. Has hecho florecer mi narración aunque sea sobre un desierto helado.
Mil gracias.
Otro abrazo con todo el espectro cromático.
Vicente
Estamos tan desnaturalizados que hemos perdido hasta el instinto de conservación, y al final no vamos a tener otra opción que organizar ese motín que planteas.
ResponderEliminarExcepcional relato, Vicente, que por lo que veo ha dado pie a magníficos comentarios tanto propios y como ajenos. Sobrecogedor tu planteamiento sobre esa posibilidad de permanecer de algún modo en el recuerdo de los objetos que nos acompañaron. Te veo en la final de este febrero de tan alto nivel.
Un abrazo y mi enhorabuena.
Así es, he querido valerme de testigos inanimados para mitigar el apocalipsis que nos acecha.
EliminarMuchas gracias por tu valoración, esimado Enrique. En la final estamos todos, cada uno a su manera.
Te envío enorme abrazo.
Vicente
Hace muchos años (muchos, muchos) leí una novela que se titulaba "Los hombres van y vienen, pero la tierra permanece". Seguramente un día nos extinguiremos y si eso sucede, no creo que la Tierra pierda un solo segundo en recordarnos. Menos mal que quedará la memoria de tu estatua de bronce, Vicente.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Muchas gracias, Carles. Confiemos en la memoria de la estatua.
EliminarSaludos.
P.D. Quizás te refieres a «La Tierra Permanece" de George R. Stewart, un hermoso clásico de la ciencia ficción.