Último vuelo
No era su día: el tiempo era malo, sabía que no tenía que haber volado y, menos, hacia ese aeropuerto. El ruido era ensordecedor, todo giraba. No paraba de dar vueltas, empezaba a marearse y perder el sentido.
La gaviota iba a ser destrozada por la turbina de aquel avión.
La gaviota iba a ser destrozada por la turbina de aquel avión.
Una víctima no solo anónima, sino ignorada también, como tantas otras que producimos a nuestro paso, bajo el que ni vuelve a crecer la hierba ni a caer la lluvia. Pobre de este pariente de Juan Salvador, del que nos quedará siempre un triste recuerdo de su trágico final.
ResponderEliminarMe ha gustado, Javier; contado con gran oficio.
Un abrazo.
Gracias Enrique por tu comentario, me alegra que te haya gustado.
EliminarLos hombres creo,que nos destruimos a nosotros mismos al ir detruyendo la naturaleza, como si no fuese cosa nuestra.
Un abrazo.
Pues no, no era su día. De hecho fue el último. Y es que todo podría ser distinto si hiciéramos más caso a ese Pepito Grillo interior que nos avisa y al que solemos desatender.
ResponderEliminarMe gusta tu relato, Javier. Su desarrollo se asemeja a una espiral que arrastra a tu desdichada ave hacia esa implacable turbina.
Gracias Antonio por tu comentario, me alegra que te haya gustado.
EliminarMuchas veces tendriamos que hacer caso a esa coz interior, pero somos muy cabezotas.
Un abrazo.
Un relato muy bien contado, Javier. Somos tan antropocéntricos, que ni por un momento pensamos que vaya a ser un ave la protagonista del último vuelo. Y tu narrador lo sabe y nos deja la sorpresa para el final. Enhorabuena. Me ha gustado mucho. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarHola Carmen, gracias por tu comentario, y me alegra que te haya gustado.
EliminarSi, hasta el final podría ser una persona la que tomará su último vuelo.
Un beso.
Genial tu micro Javi! Felicitaciones!
ResponderEliminarGracias Renate por tu comentario.
EliminarUn beso.
Una buena historia que nos mantiene en vilo hasta la última frase, con un final que sorprende.Esto merece un aplauso.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho cómo lo has contado.
Enhorabuena Javier!
Besos
s
EliminarJavier Puchades8/2/16 14:06
Muchas gracias Pilar por tu comentario, y me alegra que te haya gustado.
Eso,pretendía mantener la incognita hasta el final y que no se supiese quien tomaba ese último vuelo.
Tú sabes por nuestro trabajo los problemas que causan las aves en los aeropuertos y aviones.
Un beso enorme y cuídate mucho.
Me gusta porque parece una fábula, con su moraleja y todo.
ResponderEliminarSi hubiera volado por sus propios medios, en vez de dejarse atrapar por una tentación demasiado grande y peligrosa para ella...
Un abrazo, Javier.
Gracias Patricia por tu comentario y me alegra que te haya gustado.
EliminarEs posible que se pueda sacar la moraleja que dices, es cierto, buscar lo facil, lo tentador, sin mirar las consecuencias.
Un beso.
No es fácil la convivencia de los hombres con la naturaleza y sus seres vivos. Una cosa es ser la especie dominante, y otra arrasar con todo. Las carreteras están llenas de venados, jabalíes y otros animales atropellados. Para qué hablar de los mares. No les dejamos espacio. Lo peor es que la solución para este problema, como para tantos otros, no parece fácil.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier
Gracias Angel pormtu comentario.
EliminarLos hombres buscamos nuestro provecho sin mirar los daños que causamos. Y como dices, difícil solución.
Un abrazo.
Hay días en los que es mejor ser una simple espectadora del vuelo de los demás y quedarte en tierra diciendo adiós con un leve balanceo de la mano. Ya volverán o ya irás a su encuentro.
ResponderEliminarHay gente, y gaviotas, que no entienden de días.
Un beso, Javier.
Gracias Margarita por tu comentario.
EliminarHay días que más vale quedarse en casa y ver la vida pasar.
Un beso.
Además de lo que atinadamente han comentado los compañeros, encuentro en este cincuenta una condición metafórica. Cualquiera que se enfrente a lo desconocido (un niño en su primer día de escuela, un paciente en el quirófano, un enfermo desahuciado, etc.) se identificará muy bien con tu gaviota, Javier.
ResponderEliminarEstupendo.
Te mando un gran abrazo.
Vicente
Gracias Vicente por tu comentario, me alegra que te haya gustado.
ResponderEliminarNo hay nada peor que enfrentarse a lo desconocido, sin saber que pasará.
Un abrazo enorme.
Un vuelo libre con un final atropellado. Nada dejamos en la naturaleza, el hombre va conquistando el mar, el aire, la tierra y tras ello ve dejando un reguero de muerte.
ResponderEliminarun 50 bien narrado y que nos deja con una sensación de culpa y una idea en el aire.
Genial Javier. Abrazos.
Gracias Belen poe tu comentario y me alegra que te haya gustado.
EliminarTienes razón, avanzamos y no nos importa todo aquello que destruimos.
Un abrazo Belen.
Originalísimo relato contado desde el punto de vista de la víctima lo que deja un final soberbio. Esto hace que se relea de nuevo con gusto podrá volver a disfrutar de tú relato.
ResponderEliminarCada mes te vas superando, Javier.
Un abrazo
Muchísimas gracias Pablo por tu comentario y por tus palabras.
EliminarMe alegra que te haya gustado
Un abrazo enorme Pablo.
Las aves, que duda cabe, pueden ocasionar accidentes, pero hemos invadido su espacio; es su habitad, no el nuestro. Tendríamos que buscar medios que equilibren la seguridad y el respeto por la naturaleza. Muy buen micro, Javier. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Salvador por tu comentario.
EliminarEstá claro que somo nosotros los invasores de la naturaleza.
Un abrazo Salvador.
Aprovechando tu microcuento, Javier, y haciendo un poco de ironía -siempre necesaria para sobrevivir al ruido y la furia cotidianos-, no sé si esa gaviota no será la de cierto partido político que anda enfangado en la corrupción, la cual, por otra parte, no les ha salpicado sólo a ellos, sino a casi todo quisque con algo de poder en esta España que tanto les dolía a los de la generación del noventa y ocho.
ResponderEliminarAparte de este desahogo, el microcuento toca dos temas muy interesantes: uno el de las decisiones erróneas –yo hace poco he tomado una por la que aún me estoy llamando idiota-, y el de los desastres de la civilización. Las maravillas de la técnica se cobran sus victimas, pero claro, son seres inferiores, aunque, a veces, sean de nuestra misma especie.
Felicitaciones y un saludo, Javier.
Gracias Enrique por tu comentario.
EliminarEs difícil tomar decisiones,pero creo que es mejor tomarlas aunque uno se aquivoque, así aprendemos.
Un abrazo Enrique.
Pobre gaviota que sucumbe a nuestro progreso. Bello relato. un saludo. Gloria
ResponderEliminarGracias por tu comentario Gloria.
EliminarUn abrazo.
El avión tan solo la remató. En realidad, la gaviota murió en el momento en el que desoyó a su instinto.
ResponderEliminarSaludos cordiales, Javier.
Gracias por tu comentario Carles.
EliminarUn abrazo.
Tomar decisiones erróneas puede desembocar en circunstancias fatales, sea una gaviota o sea una persona quien las tome.
ResponderEliminarMe gusta tu microrrelato, Javier, porque hasta la última frase no he sido capaz, como otros lectores y comentaristas, de intuir quién era el protagonista de la historia. Esa intriga da un marchamo de calidad a tu texto que lo hace muy interesante e ingenioso.
Enhorabuena y mucha suerte.
Un abrazo.
Muchas gracias por tu comentario José Antonio, te agradezco tu valoración y me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Me gusta tu micro Javier.Bien llevado,se siente la angustia de la muerte. Y, aunque la victima sea un pajaro, te llega al corazon. Abrazos.
ResponderEliminarGracias Carmen por tu comentario, y me alegra que te haya gustado.
EliminarBesos.
Una máquina alada e insensible termina con una vida alada muy sensible. Una sorpresa final muy bien conseguida, Javier. Saludos
ResponderEliminarGracias Juana por tu comentario, me alegra que te haya gustado.
EliminarBesos.
Definitivamente, Javier, nos has llevado al huerto. El primer párrafo se lee con angustia esperando el desenlace de la situación que vive tu protagonista. La sorpresa final marca la diferencia entre un relato bueno y uno fantástico. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario Matrioska, y gracias por tu valoración.
EliminarBesos.
Bien pensé yo que se trataba de un loco e insensato instructor de vuelo, o una persona que ajena a las inclemencias del tiempo y el lugar decide volar en parapente, pero no, ha sido la caprichosa gaviota que debe ser que ese día se levantó con ganas de sobrepasar los límites del bien y del mal.
ResponderEliminarFelicidades por este último vuelo, Javier.
Un beso fuerte.
Malu.
Gracias Malu por tu comentario.
EliminarUna pobre gaviota que no ha sabido calcular por donde debía volar.
Un beso enorme.
Muy bueno Javier, afortunadamente -pero no menos triste- no fue un avión con pasajeros... (me dieron ganas de ver nuevamente "Y donde esta el piloto?).
ResponderEliminarSaludos y un abrazo.
Gracias Jean por tu comentario y me alegra que te haya gustado.
EliminarUn abrazo.
Indiscutible, no era su día. ¡Pobre gaviota!
ResponderEliminarBuen relato. Un beso
Gracias Olga por tu comentario y me alegra que te haya gustado.
EliminarBesos
Muy bueno Javier. Sin duda, alguna que otra vez somos gaviotas a merced de los elementos. Besitos y enhorabuena.
ResponderEliminarHola Carmen, muchas gracias por tu comentario y me alegra que te haya gustado.
EliminarSi en muchas ocasiones estamos a merced de los elementos.
Muchos besos.