Una historia del museo de historia
El hombrecillo de barro salió de su vitrina del pabellón Egipcio y fue a la sala de la Grecia Clásica.
A la luz de la luna, la Venus desnuda le recordó dolorosamente a la bella esposa del Faraón.
—Cubríos, por favor —le rogó, apartando la mirada—. No soy de piedra.
A la luz de la luna, la Venus desnuda le recordó dolorosamente a la bella esposa del Faraón.
—Cubríos, por favor —le rogó, apartando la mirada—. No soy de piedra.
La desnudez de ella, la luna llena (o nueva), el silencio nocturno del museo, cerrado a curiosos,... Seguramente la figurilla se sintió más frágil que nunca.
ResponderEliminarVa mi me gusta, Carles, porque nos demuestras que el amor no tiene espacios concretos ni materiales específicos.
Un abrazo y enhorabuena.
Yo también creo que el hombrecillo sucumbió a la belleza del momento y se resquebrajó.
EliminarMuchas gracias por tus amales palabras, José Antonio, y otro abrazo para ti.
Solo se me ocurre una palabra: GENIALIDAD. Así, con mayúsculas.
ResponderEliminarGracias, Carles, por el regalo. Gran relato.
Un abrazo.
Pablo.
¡Caramba, Pablo! GRACIAS.
EliminarAbrazos, amigo.
Buen relato Carles, este hombrecillo de barro demuestra que tiene corazón. Me encanta ese final "no soy de piedra".
ResponderEliminarMe gusta Carles.
Un saludo.
Gracias, Javier. Te confesaré que este relato lo construí al revés. Lo único que tenia claro al comenzar era que terminaría con la frase "no soy de piedra".
EliminarSaludos cordiales.
Nadie podria decir que este Adan, no se enamoraria de una Eva tan hermosa. Como lo es tu micro Carles. Un abrazo
ResponderEliminarYo creo que era imposible que no se terminara enamorando, pues está en su naturaleza.
EliminarGracias por comentar, Carmen y saludos cordiales.
Has conseguido un micro muy visual con ese hombrecillo de barro paseándose por el museo y por la historia. Y además, aun siendo de barro, seguía manteniendo vivos sus instintos. Muy imaginativo y mágico. Enhorabuena, Carles. Saludos
ResponderEliminarEres muy amable, Juana. Valoro mucho tus palabras porque precisamente tú eres de las autoras más imaginativas que he leído.
EliminarBesos.
Ay, ay, ay, de aquellos barros, estos lodos. Tiene mucha historia detrás este hombrecillo de barro, ese recuerdo a la bella esposa del faraón y esta rápida reacción ante la belleza de Venus me da que pensar sobre la naturaleza de la figura en cuestión. Aunque me quedaré con la parte romántica y diré que el hombrecillo es un romántico empedernido y se deshace (ya sabemos que no es de piedra) con las bellas féminas que tienen a bien pasar a su lado.
ResponderEliminarIngenio al poder querido Notinc.
Te mando un beso enorme y mis felicitaciones por este cincuenta.
Malu.
Seguro que nos sorprenderíamos de las andanzas de nuestro hombrecillo. Lo que ya no sé es si son demasiado exitosas. Muchísimas gracias por tus palabras, Malu y recibe también un beso grande de mi parte.
EliminarQué delicia, Carles. Estoy en la sala de espera del dentista con una sonrisa. Besos y gracias.
ResponderEliminarJa, ja. Sonriendo en el dentista, menudo oxímoron.
EliminarBesos, Belén
Hum, un hombre revivido en barro por la luz de la luna, recuerdos dolorosos de una mujer fatal, lealtades tal vez traicionadas... ¿Qué te ocurrió, Sinuhé?
ResponderEliminarMagnífico noir egipcio.
Saludos, escritor antes llamado Notinc.
Mi burbujeante Patricia, muchas gracias por tu crítica. Yo creo que, efectivamente, nuestro hombrecillo tiene algún pecado a sus espaldas, pero más de pensamiento que de obra. Besos.
EliminarCarles, con tu micro has dejado claro que para el amor no hay barreras de espacio, de tiempo y de materia.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Besos
En efecto, Pilar. La fuerza del amor trasciende los límites físicos, pero, a veces, duele.
EliminarGracias por comentar y otro beso de vuelta.
¿Una noche en el museo?
ResponderEliminarPues mira, te diré que durante un momento pensé en ponerle ese título, hasta que caí en la cuenta que ya hay una película llamada así.
EliminarSaludos, Ricardo
Si es la Venus de Milo, le va a costar un poco cubrirse. Quizás él se acerque con una mantita y quién sabe...
ResponderEliminarMe gustó mucho y me pareció muy divertido el final.
Un beso, Carles.
Sí, pobre, sin manos, está completamente desvalida.
EliminarBeso, Sandra y feliz de que te haya gustado.
Tiene un tono cautivador esta historia tuya, Carles. Esos personajes de mundos tan distintos y distantes, que se encuentran e intercambian belleza y vivencias, tal vez se hayan topado para pasar el resto de los siglos juntos, a pesar de la edad, del tamaño y del material con el que están hechos.
ResponderEliminarIronía, ternura y fantasía mezclados de una forma tan sutil, no es tarea fácil, amigo mío. Enhorabuena.
Un abrazo.
Realmente era mi intención mezclar esos ingredientes que señalas y me alegro de que los hayas puesto de manifiesto, Antonio.
EliminarUna vez más, gracias, por tu comentario.
Abrazos.
Ya sólo el título es una obra de arte digna de museo. El resto es para no dejar ni una sola vitrina sin visitar. Y volver al día siguiente. Y otra vez.
ResponderEliminarUna joya de coleccionista.
Beso, Carles.
Ya que mencionas el título, mi querida Margarita, es sabido que es una parte esencial de los microrrelatos (más si cabe en los de cincuenta palabras). A veces constituyen la llave que abre la puerta del significado del micro; otras veces, por el contrario, lo cierran; y otras veces, como en este, ayudan a contextualizar (con lo que luego puedes ahorrarte alguna palabra).
EliminarPor lo demás, las puertas de este museo siempre estarán abiertas para ti.
Beso.
Esa venus también me ha cautivado!
ResponderEliminarFelicidades Carles, es un cuento espectacular. Una obra de arte.
Un beso.
Muchas gracias, Anaid. Eres muy amable.
EliminarBeso.
Qué maravilla, Notinc, desde la primera a la última palabra de las 56 que lo componen. Además del gran placer con que se lee, creo que has logrado algo tal difícil como importante en literatura, y que es crear un gran personaje; pienso tú lo has conseguido con un adverbio en su justo momento y pocas palabras más. Por lo demás, me encanta la dulzura que respira toda la historia, construida con sencillez, y que ya anticipa esa expresión tan sugerente y bella: "El hombrecillo de barro".
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena y un abrazo.
Y pues, tras este análisis de texto/elogio desmesurado/muestra de afecto sólo puedo decir: Muchas gracias, Enrique.
EliminarAbrazos.
Una gran sensibilidad la de tu hombre de barro. Todo un romántico evocando a su antiguo amor.
ResponderEliminarUn 50 narrado con una gran delicadeza y una imagen que nos es fácil percibirla con lo poquito y bien elegido de tus palabras.
Un gusto leerte siempre Carles. Abrazos y besos.
La debilidad no está reñida con la sensibilidad, si un caso, le añade un matiz más dramático.
EliminarMuchas gracias por comentar, Mª Belén.
Besos.
He oído que los hombrecillos de barro son un poco ingenuos y de gran corazón. El tuyo se va a llevar más de una sorpresa si continúa su paseo por el museo.
ResponderEliminarDelicioso relato, Carles.
Un abrazo.
Mientras no visite la sala de la antigua Roma y se tropiece con Diana, la cazadora...
EliminarGracias por tus palabras, Jose y saludos cordiales.
Has creado todo un personaje que tiene que caernos bien a la fuerza. El pobre no tiene nada que hacer con la esposa del faraón (que no se entere éste) Además, es respetuoso con la Venus griega, lo que no quiere decir que sea de piedra. Propongo elevar a este hombrecillo de barro a la categoría mítica de otros papeles de cuento, como el protagonista de "El soldadito de plomo" o "El hombre de Gengibre".
ResponderEliminarUn abrazo, Carles
Como siempre, has dado con la esencia del relato. Un torrente de sentimientos atrapados en un continente débil e inadecuado.
ResponderEliminarEn relación con el personaje, creo que ha logrado hacerse un hueco en mi imaginario, y a lo mejor regresa en otra ocasión.
Un placer saludarte, Ángel. Abrazos.
Magnífico micro, desde el título. Como tú dices, el título,en esta clase de textos, suele ser la llave, y el tuyo, con esa repetición de la palabra historia nos sugiere lo que más adelante se cuenta: en el museo de la Historia, así con mayúsculas, sucede otra historia que, aunque con minúscula, no menos trascendente, al menos para su protagonista, ese hombrecillo de barro que visita nocturna y fantásticamente otras épocas, hasta encontrarse con la Venus, que le recuerda a su amada, en su Egipto de barro. Por cierto, su condición de hombrecillo de barro podría sugerir un rito egipcio desconocido -distinto de la momias, y ahí el humor que se logra con la última frase "no soy de piedra". Esta frase cierra el micro sabiamente dispuesto en tres párrafos con ese toque humorístico, ese juego con la frase hecha y manida. Muchos micros nacen de ese juego irónico con lo tópico y la frase hecha, con la subversión del lenguaje, y en tu micro está, ya digo, sabiamente integrado en la historia. Así, me recuerda esos finales, como el de Con faldas y a lo loco, -nadie es perfecto-, finales que son una vuelta de tuerca con humor a un relato de caja chinas (una historia en el museo de historia). Bueno, que me estoy liando, creo, y te felicito por no dejarnos de piedra con la lectura de tu micro. Saludos.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, Enrique.
EliminarEn cuanto a lo del rito desconocido que apuntas, lo ignoro, pero sí puedo decirte que hace más de veinte años vi en el British Museum varios de estos hombrecillos, representadndo tareas cotidianas del Antiguo Egipcio, y que han permanecido en mi memoria desde entonces.
Saludos cordiales.
La perfección del hombrecillo de barro nada tiene que envidiar a las de la Venus o la esposa del Faraón, porque su autor le ha dotado hasta de la sensibilidad masculina.
ResponderEliminarGenial, Carles. Enhorabona.
Bien vista esa perfecta imperfección, Rafa.
EliminarGràcies!
Resulta que tras esa pequeña figurita de barro, material humilde donde los haya, se esconde un enamoradizo y sensible corazón que, sin él saberlo, compite en grandeza con nobles damas de mayor condición y materia. Has escrito un micro original, seductor y lleno de encanto. Me ha encantado, Notinc, felicidades y un beso.
ResponderEliminarGracias, Matri. Me dejas un poco ruborizado, pero contento.
EliminarPor cierto, el cincuenta del mes que viene te lo dedico a ti.
Besos.
Qué guay, gracias. ¿Qué será, Notinc, algo para quedarse helado, o para tocar madera?;-) Ansiosa estoy de leerlo. Un beso.
Eliminar¡Qué divertido, Carles!, Ingenioso y estupendo.
ResponderEliminarMe ha encantado.
A tus pies, María Jesús.
EliminarSaludos.
Mancantao!!
ResponderEliminar;))
Eliminar¡GENIAL! y de rabiosa actualidad...
ResponderEliminarBesicos
Gracias, Cabopá, pero estoy un poco perdido con eso de la rabiosa actualidad. Cuando miro la tele no veo más que jueces y presuntos culpables por doquier.
EliminarBesos.
Creo que el hombrecillo de barro, aunque hubiese sido de piedra, hubiera sucumbido de igual forma a las redondeces armoniosas y simétricas de la Venus desnuda.
ResponderEliminarEn poco tiempo, y atravesando unas cuantas salas del museo, el hombrecillo de barro ha dado un gran paseo por la Historia, ha saltado de una gran cultura a otra gran cultura que le debe muchísimo a esa primera gran cultura. Casi me ha salido un trabalenguas surrealista como el de Groucho Marx de la parte contratante.
Además, con los rayos de luna acariciando sus delicadas formas, y al hacerle evocar la belleza de la esposa del faraón -Nefertiti, un suponer-, la cual, sin duda, sería su gran amor imposible, el hombrecillo estaba inerme ante esa esplendidez de la Venus desnuda, y Cupido le habrá asaeteado sin piedad el corazón que, no por ser de barro, parece menos ardoroso.
Si no fuese porque Góngora ya le queda muy lejano en el tiempo, quizá debería recitar aquello de Déjame en paz amor tirano...
Me le veo retornando a su sala, melancólico, para seguir rumiando esos amores imposibles. Mientras, por el día, indolentes turistas pasarán ante él desconocedores de toda la sabiduría y de todos los sentimientos que atesoran esas formas de barro que le configuran.
Notable microcuento. Mis enhorabuena y saludos al autor.
¡Ostras, qué lujo de comentario! Gracias por tu exhaustivo análisis, Enrique, con referencia marxista incluida.
EliminarSaludos cordiales.
Este hombrecillo de barro es un personaje de mucha sensibilidad que, parece ser, sentía un amor platónico por la esposa del faraón. Carlés, en tu historia mezcla muy bien el amor, lo sexual provocador (Venus desnuda) y el humor, con ese cierre fantástico. Muy bueno tu micro.
ResponderEliminarSaludos.
Quedo muy agradecido por tus palabras, Beto.
EliminarSaludos cordiales
El amor enjaulado en la mente, en su vida terrenal, y ahora inerte escondido tras la vitrina. La incitante y excitante Venus le recuerda que el amor puede traspasar los límites del tiempo. Muy bueno, Carles. Un abrazo.
ResponderEliminarLa magia del amor todo lo puede, en efecto, Salvador.
EliminarAbrazos.
Un relato delicioso con el entrañable y enamoradizo hombrecillo atravesando salas, culturas y materiales. Todo lo puede el amor y tu ingenio, Carles. Un abrazo.
ResponderEliminarNuestro hombrecillo está hecho de barro, cierto, pero también de los rayos de sol que un día lo secaron. Quizás fuera un sol de una mañana de primavera de esas que el amor flota en el aire.
EliminarAbrazos, Carmen.
La de andanzas que habrá por los museos cuando no hay nadie...
ResponderEliminarMuy bueno que "no sea de piedra" :-))
Un petó.
¡Ah! Si las paredes hablaran...
EliminarPetons, Carme.
Es que la Venus, es la Venus... No se puede resistir a sus encantos, siendo de barro o siendo de piedra, da igual. Me ha gustado ver pasear a ese hombrecillo por las estancias del museo.
ResponderEliminarUn beso.
Y quién no sucumbiría ante la Diosa del amor. El hombrecillo estaba irremisiblemente perdido antes siquiera de cruzar la puerta.
EliminarGracias por comentar, Olga.
Realmente no era de piedra, pues era de barro como Adán.
ResponderEliminarPero Adán, como tu hombrecillo, no fue el que sucumbió ante la manzana.
Y hasta aquí puedo leer. jejeje!
Muy divertido relato amigo Carles. Vaya mi abrazo de 700 kms.
¿Me lo parece a mí, o estás añadiendo un poco de perfidia a la historia del Museo de Historia?
ResponderEliminarOtro abrazo de vuelta, Isidro.