¿Dónde están los desaparecidos?
Como cada jueves, abuelas obstinadas desfilan alrededor de la Pirámide. Cubren con pañales blancos sus cabellos grises y exhiben, insolentemente, una pregunta sin respuesta. Entretanto alguna niña —con vestido nuevo, nombre nuevo y mamá nueva— pasea sonriente y ajena por calles empedradas y angostas que bordean la Plaza de Mayo.
Terrible lo ocurrido en Argentina. No se conformaron con quitarles la vida si no que además les robaron a sus hijos. Gracias a laa lucha de las "abuelas de La Plaza de Mayo", han podido recuperar a algunos de esos niños desaparecidos que habían sido entregados a otras familias ilegalmente.
ResponderEliminarLo has contado muy bien en tus 50 palabras.
Enhorabuena por cumplir tus 10 relatos!
Besos
Sobran las palabras. Solo los actos, los pasos inasequibles al desaliento y a la frustración, y que se apoyan en la esperanza en los momentos de debilidad, consiguen dejar huella.
ResponderEliminarUn abrazo, María José
Este relato es realmente bueno. Dejas en él la historia de esas mujeres de la Plaza de Mayo que siguen luchando por la justicia, a la vez que quizá, en algún punto de la ciudad y sin saberlo, se están cruzando con sus descendientes. Lo que una dictadura puede hacer a un pueblo va más allá de lo cruel.
ResponderEliminarMuy bueno, Mª José.
Un beso.
Un gran micro que nos recuerda errores que nunca deberían volverse a cometer. Como latinoamericano me identifico especialmente con las víctimas de estos actos de barbarie.
ResponderEliminarUn abrazo, María José.
Vicente
*Suena «Desapariciones» de Rubén Blades.
Unas mujeres sencillas lograron, con su constancia y determinación, sin hacer daño a nadie, que el mundo conociese una gran injusticia. Unas verdaderas heroínas dignas de todo elogio, que merecen un homenaje tan bueno como el que acabas de hacerles. El contraste con las niñas o jóvenes que pasean cerca de allí ajenas al drama puede simbolizar aquello de que la vida sigue, lo cual tampoco quita un ápice de mérito a esas abuelas obstinadas.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, María José
Ese pañuelo blanco y la pirámide son todo un símbolo de la luchas de esas madres por saber que ocurrió con sus hijos desaparecidos, aunque también les costó "desaparecer" a alguna de ellas. Todo un ejemplo de lucha constante y de amor. Queriendo creer que sus hijos estaban vivos, por ahí, en brazos de otros padres. Por eso rechazaban monumentos o cualquier otra forma de hacerles olvidar.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu relato. Un beso.
María José terrible historia la ocurrida en Argentina durante la dictadura, menos mal que estas abuelas de la Plaza de Mayo mostraron al mundo un ejemplo a seguir en la lucha por los derechos humanos y por sus hijos y nietos.
ResponderEliminarBesos.
Esas abuelas se merecen más que un homenaje, gracias por traerlo María José.
ResponderEliminarBesos.
Malu.
La Historia está lleno de hechos ominosos, cada país tiene sus cloacas y sus episodios vergonzosos y criminales, y éste de los desaparecidos por causa de la dictaduras de algunos países de Hispanoamérica es un episodio de los más negros de la segunda mitad del siglo XX.
ResponderEliminarSin embargo -como ocurre ahora mismo también en Ciudad Juárez ante la desaparición y el asesinato de tantas mujeres-, son las mujeres quienes se levantan contra ese horror y protestan y buscan y no se resignan y quieren respuestas. Primero las Madres de la Plaza de Mayo, después, las Abuelas.
Y ese drama de los desaparecidos tiene su segunda parte en esos niños arrancados de brazos de sus padres torturados y asesinados, niños dados en adopción, quizás, a quienes apoyaron a los verdugos de sus padres, o a sus propios verdugos, y es que la maldad humana es un pozo sin fondo.
María, mis saludos y mi enhorabuena por tratar un tema doloroso pero necesario.
María, gracias por no olvidar, por recordarnos una vez más uno de los episodios más crueles de la dictadura en Argentina. Excelente relato. Un abrazo.
ResponderEliminarLamentablemente todavía hoy, 40 años más tarde, las Abuelas siguen buscando a esa niña arrebatada que hoy pasea con una falsa identidad por la Plaza de Mayo.
ResponderEliminarMuy bien contado, María José.
Un beso.