La petición
Tras varios meses, Juan se decidió a invitar a salir a la camarera del bar de enfrente. Cruzó enérgico la calle soñando con que algún día ella sería su Julieta.
Él nunca fue su Romeo, sino la anécdota de aquel tipo al que cruzando la calle lo mató un autobús.
Él nunca fue su Romeo, sino la anécdota de aquel tipo al que cruzando la calle lo mató un autobús.
Vaya carita que se me ha quedado.
ResponderEliminarSaludos, I. Thoreau.
Te doy la bienvenida a 50palabras.
ResponderEliminarTriste relato y mala suerte ha tenido el protagonista.
Buen relato.
Un abrazo.
Pues mira, si la camarera era rusa, tal vez el destino no se le haya reído tanto a tu pobre protagonista. Pregunta a Carles.
ResponderEliminarTriste, pero así son los golpes de la vida.
Muy bueno, I punto.
El amor hiere y hasta veces mata.
ResponderEliminarDespués del trabajo que le había costado, resulta que se encuentra con un final inesperado. Me recuerda a los policías de series o películas que reciben un balazo mortal el día antes de jubilarse. Suponemos que ella aceptó salir con él, de ahí su euforia, aunque si hubiese recibido una negativa quizá el resultado no habría sido muy diferente, nunca está claro si tenemos un destino o nos lo buscamos.
ResponderEliminarUn saludo
Pobre, más le hubiese valido seguir con su indecisión. Me gusta cómo lo has contado, Thoreau. Un saludo.
ResponderEliminarThoreau, triste relato que nos demuestra que hay que decidirse y no desprovechar ni un solo minuto de vida.
ResponderEliminarBien contado.
Enhorabuena.
Besos
La indecisión suele ser mala compañera, sobre todo cuando uno intenta conseguir algo que considera el mayor bien de su existencia, como es el amor de la persona a la que se ama. Pero esa es la teoría, la práctica es otra cosa, y esa misma responsabilidad nos paraliza y nos convierte en procrastinadores, es decir, que damos mil vueltas antes de decidirnos a hacer lo que más deseamos.
ResponderEliminarY suele ocurrir que uno se decide en el peor momento, con el pulso acelerado, ciego a todo cuanto le rodea. De ahí el accidente del protagonista del microcuento, él sólo iba pensando en cómo le iba a decir a su Julieta que quería invitarla a salir juntos, iría pensando en el plan que le iba a proponer, etcétera. Consecuencia: se lo llevó por delante un autobús.
Y ahí entra en juego el hado de cada cual, las miles de circunstancias imbricadas que conducen a que un hecho fatal suceda en un instante del tiempo y en un lugar del espacio.
Así, ese pobre Romeo sólo vivió su amor dentro de su cabeza y murió en acto de servicio combatiendo en las legiones del dios Cupido, lo cual, según cómo se mire, para un amante, es un glorioso final.
Enhorabuena por el microcuento, Thoreau, y un saludo.
¡Qué injusta es a veces la vida! Uno que resulta que es atrevido y sólo encuentra fatalidad y, lo que es peor, pasar desapercibido.
ResponderEliminarBuen relato, I., aunque el mensaje que deja es, sin duda, descorazonador.
Saludos cordiales.
Estupendo, I. Thoreau. No sé qué me gusta más, si la idea o el modo en que la has contado.
ResponderEliminarEnhorabuena y saludos.
I. Thoreau, un muy buen relato. De los que con el giro da una sorpresa final de las que me gusta. Y de camino, una historia vista desde dos puntos de vista. Realmente bueno.
ResponderEliminarSaludos.
Jope, si es que hay que estar en lo que hay que estar: primero se pasa y despues se liga, porque si no se liga un bus y pasa lo que pasa.
ResponderEliminarMuy bueno. Inesperado final y/o accidente
Dejas, I. Thoreau, al lector totalmente planchado con ese trágico final de un Romeo que no llegó a ser ni aspirante. La vida no le dio una opotunidad, sino más bien un golpe mortal.
ResponderEliminarVa mi me gusta por tu espléndida manera de narrarnos un amor que no fue tal y aprovecho para darte mi calurosa bienvenida a la familia cincuentista.
Un saludo.
Vaya mala pata. Quizá si se hubiera decidido antes no hubiera tenido ese triste final.
ResponderEliminarBienvenid@ a la familia.
Besos.
Malu.