Lisa
Al encontrarla, en un rincón oscuro, le habían robado la vida y el dinero. Aunque la policía acordonó el área, la curiosidad y el morbo se arremolinaron alrededor. El murmullo pronunció un nombre al reconocerla, era la que sonreía cuando le lanzaban piropos. Trabajaba en las calles, era muy mona.
Un obituario en forma de sonrisa. Y quizás también de hipocresía. Y un recuerdo para todas aquellas personas que, de un modo u otro, se ven abocadas a terminar en la calle.
ResponderEliminarSaludos cordiales, Beto.
En cierta medida es así, Carles, he querido llamar un poco la atención sobre esas chicas cuya situación particular las lleva a trabajar en las calles, donde están expuestas a peligros extremos. Gracias por la amabilidad de tu lectura y comentario.
EliminarSaludos.
Un trágico final para una vida desgraciada. Otra de esas muertes anónimas que tú has dotado de nombre, has tratado con ternura y has revestido de humanidad. Poco más podías hacer por ella. Me ha gustado mucho, Beto. Enhorabuena y un afectuoso saludo.
ResponderEliminarA veces nos enteramos del asesinato de una de estas chichas “anónimas”, una desconocida más, pero a ésta, a fuerza de verla siempre en la calle o quizá por utilizar sus servicios, algunos sabían su nombre. Gracias Enrique por tu comentario, me alegra que te haya gustado.
EliminarSaludos.
genial relato, Beto. Una triste historia con nombre propio que, como suele ser habitual cuando eres tú el que firma el relato, está muy bien escrita.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Saludos.
¡Qué te puedo decir Pablo! tu comentario me halaga y ruboriza, eres muy amable. Muchas gracias.
EliminarSaludos.
Me gusta mucho como cuentas la historia, sugiriéndola con unas delicadas pinceladas. Chapó, Beto, un placer leerte.
ResponderEliminarA mí me gusta la generosidad de su comentario. Gracias Belén, por distinguirme con su lectura y comentario.
EliminarSaludos.
Tantos crímenes cuyas víctimas se diluyen en el anonimato. Como dice Enrique, has rescatado a una al regalarle un nombre. Ahora será más difícil de olvidar, confío.
ResponderEliminarMuy bueno, Beto.
Saludos.
Vicente
En realidad esas víctimas son anónimas para nosotros, quienes las olvidamos tan pronto pasamos la página del periódico o apagamos el televisor, pero para sus padres e hijos sus nombres quedan grabados con el dolor de la tragedia y seguro que nunca las olvidan. Gracias Vicente, por premiarme con tu lectura y comentario.
EliminarSaludos.
Original propuesta la que presentas, Beto, enmarcando la última imagen de esta mujer.
ResponderEliminarUn saludo
Aunque este mes he optado por un relato enmarcado en la tragedia, me alegra que le guste. Gracias Margarita, por leerme y dejar su comentario.
EliminarSaludos.
Una sonrisa inmortalizada en el tiempo que contrasta con las sonrisas, en agradecimiento forzadas, de una mujer con nombre pero anónima para el mundo y victima de la miseria humana. Muy bueno, Beto y originalísimo engranaje del titulo y la palabra final. Un abrazo y mucha suerte.
ResponderEliminarSalvador, esa sonrisa es la que inspiró esta historia, no todas son iguales. Algunas permanecen en el tiempo y otras son efímeras y, en ciertas circunstancias, obligadas; por eso me tomé la libertad de jugar con el título y la palabra final. Gracias, amigo, por leer y comentar.
EliminarSaludos.
Una víctima más de las que se producen en las ciudades, cada vez más impersonales. Alguien a quien apenas dedicarán una referencia breve en las noticias, y eso en el mejor de los casos. Todo el mundo tiene derechos y dignidad, no hay víctimas de primera y de segunda, con mayor razón si cabe cuando se trata de alguien capaz de regalar sonrisas. Un relato muy humano, que pone en su justo lugar un suceso que de otra forma podría pasar desapercibido.
ResponderEliminarUn abrazo, Beto
Si, ángel, eso he intentado; como ya dije, el anonimato de esas víctimas es muy subjetivo, ellas tienen dolientes y parientes y ellos conocen sus nombres, el de esta historia es Lisa. Como tú bien dices, ojalá sucesos como estos nos conmuevan y nunca pasen desapercibidos. Muchas gracias, ya sabes que me gusta que me leas y comentes.
EliminarSaludos.
Triste murmullo el que suena en tu 50.
ResponderEliminarFantástica manera de narrarlo, con una suavidad que es grato leerlo a pesar de su trágico final.
Un abrazo Beto.
Donde nunca hay tristeza es en sus comentarios, son una maravilla, adornados siempre con la suavidad de sus letras. Gracias María Belén, aprecio que me lea.
EliminarSaludos.
Un nombre, una vida triste pese a su sonrisa y un final trágico.
ResponderEliminarMe encanta la frase "le habían robado la vida".
Beto me ha gustado mucho tu relato, enhorabuena.
Un abrazo
Javier, a veces me da con escribir sobre temas tristes, pero si recibo comentarios como el tuyo me quedo encantado de hacerlo y mucho más al decirme que te ha gustado. Muchas gracias.
EliminarSaludos.
Beto, has contado con gran delicadeza y humanidad la triste historia de Lisa. Has puesto nombre a una sonrisa anónima y la has dotado de dignidad hasta el final.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Besos
Me alegra leer lo que comenta de mi relato, la intención era escribir una historia de asesinato sin incomodar al lector, por sus palabras parece que me he acercado al intento. Muchas gracias Pilar, es un lujo que me lea y comente.
EliminarSaludos.
Una mujer que, al final, no era tan invisible para los demás como ella creía. Quizás no fuese mucho, pero ese murmullo sí sabía su nombre, que era bonita, que frecuentaba ese lugar y que sonreía. Tu micro me parece más un pequeño homenaje a esas personas que se sienten solas y perdidas, que a la muerte en sí de la chica. Me ha parecido muy bueno, Beto. Felicidades y un saludo.
ResponderEliminarSi, Matrioska era una mujer visible y expuesta a todos tipos de peligros. Ese nombre que se escucha entre el murmullo de los curiosos, probablemente lo ha dicho algún cliente. Gracias por la lectura y el análisis que hace de la historia, me gusta.
EliminarSaludos.
¡Y a cuantas mujeres anónimas les habrá ocurrido algo parecido!
ResponderEliminarBien, Beto por tu micro denuncia y la sinceridad al expresarlo.
Saludos desde allende los mares.
Leemos o vemos en las noticias casos de asesinatos para robar y a veces nos indignamos, depen-diendo de la víctima; pocas veces nos conmovemos cuando aparece muerta una mujer que trabaja en las calles, es como si creyéramos que ella se lo ha buscado, por su oficio. Por eso lo he escrito, para llamar un poco la atención. Gracias María Jesús, contento de que me lea y comente.
EliminarSaludos, desde el caribe.
Vidas duras, difíciles y anónimas que salen a la luz cuando precisamente dejan de ser vidas.
ResponderEliminarMe ha gustado el protagonismo que le has dado al titular el micro con su nombre.
Muy bien contado señor Don Beto, enhorabuena.
Un beso grande.
Malu.
Estimada Malú, hay quienes se hacen visibles sólo cuando mueren, incluso algunos creen que los muertos pueden salir de sus tumbas. De esta chica se conoce el nombre, porque era habitual en el entorno donde trabajaba. Muchas gracias por leerme, contento de que le haya gustado.
EliminarSaludos.
El cadáver de una prostituta, robada y asesinada, sería anónimo una vez más si no fuera, en este caso, porque tú, Beto, le has dado nombre. Un gran relato, lisa y llanamente (perdón por la licencia).
ResponderEliminarVa mi me gusta y junto a este mi enhorabuena por tu dramática y real historia.
Un saludo muy cordial.
Es sabido que algunas prostitutas usan nombres falsos, ojalá no sea el caso de esta víctima ya que, de lo contrario, seguirá en el anonimato. Gracias José Antonio, qué bueno que te ha gustado.
EliminarSaludos.
Como decimos jocosamente por aquí: Mancantao!
ResponderEliminarBuen relato amigo Beto. Un abrazo.
Yo quedo contento y encantaisimo con tu comentario, muchas gracias Isidro, es un lujo que me leas y comentes.
EliminarSaludos.
No creo que la investigación abierta para dar con el culpable se alargara mucho en el tiempo. Estas personas importan muy poco, son de clase inferior, como de usar y tirar. Has conseguido en cincuenta palabras hacer un nítido reflejo de la realidad. Muy triste y bien contado. Saludos, Beto.
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