¡Maldita guerra!
Se encontraron en el bosque, llevaban distinto uniforme. Se detuvieron y se miraron desafiantes. De pronto, se reconocieron.
—¡Bojan! —dijo uno.
—¡Amar! —exclamó el otro.
Durante minutos, ambos se apuntaron con sus fusiles. Bojan disparó, Amar cayó.
—¡Maldita guerra! —gritó Bojan mientras Amar, su antiguo y buen vecino, se desangraba.
—¡Bojan! —dijo uno.
—¡Amar! —exclamó el otro.
Durante minutos, ambos se apuntaron con sus fusiles. Bojan disparó, Amar cayó.
—¡Maldita guerra! —gritó Bojan mientras Amar, su antiguo y buen vecino, se desangraba.
La guerra no conoce ni vecinos ni amigos. Por un momemto he pensado que no dispararían al reconocerse, pero tu final demuestra que los uniformes y los bandos pueden más que la amistad.
ResponderEliminarBuen relato Enrique, me ha gustado.
Un abrazo.
Muchas gracias, Javier, por tu comentario, ciertamente, eres una de las almas de esta página, siempre estás ahí con tu generosidad y tus ánimos. Un abrazo también por mi parte.
EliminarDicho esto, la situación que narro se habrá dado muchísimas veces en las infinitas guerras que ha habido desde que decidimos bajarnos de los árboles y caminar por la Tierra a dos patas, o piernas. Supongo que empezaríamos con patas y no sé si nos hemos ganado lo de que las llamemos piernas.
Las guerras sacan lo peor, y también, a veces, lo mejor del ser humano, en este caso, en vez de haberse dado un abrazo y haberse ido cada cual por su lado, uno de ellos mató al otro, aunque después se lamentase.
Lo dicho, gracias y un abrazo.
Cuando soplan vientos de guerra, hasta los lazos más fuertes se ven afectados. No dejaré de preguntarme por qué, si se destinan tantos recursos a la estrategia y la 'inteligencia' para sacar ventaja en un conflicto bélico o político, no se hace lo mismo para terminarlo y alcanzar la paz. Tu emotivo relato, Enrique, me recuerda la triste historia de Divac y Petrovic, la cual seguramente conoces:
ResponderEliminarhttp://www.marca.com/2014/10/15/baloncesto/nba/noticias/1413368547.html
Un abrazo, amigo.
Saludos.
Vicente
Recordaba vagamente la historia de Divac y Petrovic, y eso que cuando ocurrió yo era mucho más aficionado al baloncesto que ahora, así que la he vuelto a dar un repaso buscándola en Google.
EliminarEl microcuento está inspirado en la Guerra de los Balcanes, Bojan es un nombre serbio y Amar un nombre bosnio. Y sobre dos reflexiones que me llamaron la atención, una de Muñoz Molina, acerca de lo fácil que resulta que todo lo que parece sólido se vaya al garete en un pispás sin que nos demos cuenta, de hecho, escribió un libro para explicar la crisis española titulado Todo lo que era sólido; y la otra sobre un comentario de Félix de Azúa, a quien intelectuales de la antigua Yugoslavia le habían contado ese hecho precisamente: cómo individuos que eran familiares, amigos, compañeros que habían convivido y compartido muchas cosas, a raíz de la guerra se convirtieron en feroces enemigos. También podría retrotraerme a la Guerra Civil Española. En fin, lecciones hay muchas en la Historia, lo que no sé es si somos capaces de aprender algunas.
En cuanto a tu pregunta sobre por qué no se utilizan los enormes recursos de los que disponemos para alcanzar la paz, supongo que algunas de las respuestas serían descorazonadoras.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.
Supongo que cada uno pensaría: "O él o yo".
ResponderEliminarNo quiero ni imaginar qué pudieron sentir en ese interminable momento en el que se apuntan mutuamente desde un pasado que les ha vuelto la espalda. Supongo que Bojan no pudo aguantar la presión y decidió cabalgar primero sobre uno de los caballos del apocalipsis. Seguramente parte de la vida de Bojan se la llevó ese reguero carmesí que empapó el suelo del bosque.
Impactante, Enrique, con una fuerza expresiva como merece la maldita guerra.
Enhorabuena.
Un abrazo.
En una situación como esa la disyuntiva es terrible, porque antes de llegar hasta ahí cada de ellos ya habría sido adoctrinado, presionado y deshumanizado.
EliminarHay situaciones humanas que desde la pura racionalidad no tienen ningún sentido, pero cuando entra en juego el magma de nuestras emociones, cuando la psique está sometida a una presión máxima, cuando en la coctelera del cerebro se mezclan el miedo, el odio, la furia y los delirios ideológicos, nos podemos convertir, de hecho nos convertimos, en el peor ser vivo que pisa este planeta.
También es cierto que la historia podría haber sido de otra manera, y que hay ejemplos de valentía y generosidad en las guerras, de personas que incluso se han jugado la vida para salvar a desconocidos.
En fin, los seres humanos somos de una complejidad que nos supera, como dijo Freud, no somos los dueños de nuestra casa, al menos, la inmensa mayoría.
Muchas gracias por tu comentario, Antonio, y un abrazo.
Yo también albergaba la esperanza, como comenta Javier, de que al reconocerse soltarían las armas y se darían la mano como buenos vecinos. Hubiera sido irreal, por desgracia lo que ocurre comunmente es lo contrario. A veces, no solo en la guerra, las mayores rivalidades se dan precisamente entre los más cercanos. Basándome en los nombres de los protagonistas de tu relato, uno bosnio y el otro servio, podría estar inspirado en la guerra de los Balcanes. Muy interesante este tema para la reflexión, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarEfectivamente, Juana, el microcuento está inspirado en la guerra de los Balcanes. Podría haber pasado lo que tú dices, de hecho, en las guerras hay ejemplos de todo, aunque lo que abunda es el crimen y el horror.
EliminarLo que no me cabe en la cabeza es cómo los seres humanos somos capaces de dar esos pasos hacia el abismo, es terrible que la vida de miles de personas dependan muchas veces de la voluntad de un solo individuo, pienso ahora mismo en el jefe del estado de Corea del Norte, Kim Jong-un, como se le vaya un día la olla –y muy compacta no debe de tenerla- se lía a lanzar bombas atómicas a diestro y siniestro.
Yo creo que si los seres humanos hubiésemos aprendido algo de los horrores del siglo XX, el arma más sofisticada que tendríamos sería un tirachinas, pero parece que queremos emprender una carrera hacia el abismo construyendo cada vez armas más potentes, el equilibrio del terror, le llaman.
Así que, como ves, en esto de la guerra los temas de reflexión son innumerables y de poner los pelos de punta.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.
Un acto irracional, como la propia guerra. Tensión, suspense y tragedia en un gran relato.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique.
Cierto, José, un acto irracional, en la guerra, la razón deja de existir y el absurdo se apodera de las mentes. Me imagino dos ejércitos frente a frente que, de pronto, alguien dijese: “¿Pero se puede saber qué hacemos? ¿Vamos a matarnos unos a otros personas que ni siquiera nos conocemos? ¿Es que nos hemos vuelto todos chalados de repente? Anda, vamos a hacer una comida, vamos a cantar y a bailar, vamos a disfrutar de la vida que son dos días y uno y medio malo”.
EliminarPero no, con encarnizamiento, llevados por el absurdo y por un extraño delirio, los ejércitos se acometen y se masacran. No entiendo nada.
Gracias por tu comentario y un abrazo.
La guerra quiebra amistades, fractura familias y atenaza conciencias. Amar nunca creyó que sería abatido por fuego amigo. Muy bueno, Enrique, y enhorabuena por este relato que nos hace reflexionar y, sobre todo, maldecir la sinrazón de la guerra. Un abrazo.
ResponderEliminarLa guerra suele acabar con muchas cosas, y no sé cómo le tenemos esa afición, creo que hay un mal congénito en nuestro cerebro, porque si no fuese así deberíamos aborrecerla como el peor de los males que pueden acaecernos.
EliminarEn el microcuento he presentado una historia mínima de las innumerables y cruentas de las que se compone cualquier conflicto bélico, pero llena de dramatismo, pues se trata de saber si vencerá la parte humana de los contendientes o se dejarán llevar por sus peores instintos. Bojan dispara y mata a su antiguo vecino con quien compartió muchas cosas y con quien vivió buenos momentos y, con ello, también él muere en parte, pues ese episodio es probable que quede en su memoria para siempre como un agujero negro.
Muchas gracias, Salvador, por el comentario y un abrazo.
Matar o morir, la regla última y cierta por la que se rigen los hombres cuando dan rienda suelta a su locura. Un amigo y vecino convertido en enemigo porque unos cuantos hombres con poder no pudieron o no quisieron entenderse. Malditas sean todas las guerras y sus consecuencias. Qué necesario y útil puede ser escribir cuando se trata de remover las conciencias, como tú has hecho con este buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique
Si no recuerdo mal, y nuestra memoria no es algo de lo que uno pueda fiarse al cien por cien, creo que fue el poeta Luis Cernuda, cuando se marchó al exilio, el que dijo algo así como “¿Qué puede hacer un hombre solo ante la locura de todos?”
EliminarPues en las guerras no es posible decir que eres pacifista, o que no te identificas con ninguno de los bandos contendientes, tienes que tomar partido, aunque veas que ninguna de las dos partes tiene razón, que casi son idénticas en su cinismo y ferocidad.
Y lo que señalas tú es terrible, cómo personas que nos son desconocidas y que sólo buscan poder, nos imponen cuáles deben ser nuestros afectos, y no sólo eso, si llega el caso, debemos matar a ese a quien amamos porque ellos han decidido que es nuestro enemigo, y si no lo hacemos somos un traidor a la patria.
Así que, aunque tratar estos temas no sea agradable en absoluto, es necesario hacerlo, y ya se ve cómo en los microcuentos que van apareciendo en esta página se muestran los temas más sangrantes y dolorosos de nuestra humana condición.
Muchas gracias por tu comentario, Ángel, y un abrazo de mi parte.
Micro muy bien estructurado. Presentas la situación. Haces que los personajes intercambien saludos. Suspense. ¿Qué pasará? Al final la cruda realidad se impone y gana el más rápido/desconfiado/frío. Un relato que nos conecta con el instinto de supervivencia más básico y con el lado más oscuro del ser humano. ¿Qué habría hecho yo en el lugar de Bojan?
ResponderEliminarMe has hecho reflexionar, Enrique.
Un saludo
Cuando uno cuenta una historia se convierte un poco como en el dios de sus personajes, puedes decidir que les ocurra una cosa u otra, de hecho, esta circunstancia ha dado mucho juego en la literatura. Cierto es que Bojan y Amar podrían haber tirado sus fusiles y haberse abrazado, era otra opción, pero elegí la más trágica.
EliminarY, por otra parte, piensas en esos personajes que has creado y quieres saber algo más de ellos. Por ejemplo, ¿qué pensaba Amar? Si él también apuntaba a Bojan con su fusil, quiere decir que en su cabeza había una lucha, que, quizá, de no haberlo hecho antes Bojan, él hubiese disparado, y las tornas se habrían cambiado.
Luego, llevando la historia a una situación real, uno se pregunta qué hubiese hecho en el lugar de cualquiera de los dos personajes. Y ojalá que el destino no nos ponga nunca en situación tan trágica como esa, pues entonces, esos instintos, esos miedos, esas emociones que bullen en nuestro interior, son como ríos subterráneos que horadan nuestra psique.
En fin, muchas gracias, Raquel, por tu amable y preciso comentario, y si te he hecho reflexionar ya he conseguido algo.
Saludos afectuosos.
Muy duro pero real. Porque la guerra es así de jodida. A pesar de pocas excepciones, siempre gana la muerte.
ResponderEliminarUn abrazo, Enrique.
Pablo.
La guerra debe de ser algo terrible, ojalá nunca tengamos la desgracia de conocer ninguna. Cuando uno se detiene un poco a pensar en un país como Siria, que lleva cinco años de guerra, se estremece ante el enorme sufrimiento que ese conflicto ha podido causar. Por no hablar de Irak o Afganistán, que han ido enlazando un conflicto tras otro, con lo que parece que no hace falta que vayamos a la otra vida, que ya en esta existen el paraíso, el purgatorio y el infierno. Como bien dices, en la guerra, la muerte siempre gana.
EliminarMuchas gracias por tu comentario, Pablo y un abrazo de mi parte.
Un micro muy bien planteado, Enrique. Nos hace reflexionar sobre nuestra propia des humanización en situaciones extremas, como lo son todas las guerras. ¿Avanzo para abrazar a mí buen vecino o disparo antes que él? El desenlace es crudo y realista. Gana el instinto de supervivencia. Así de terribles son todas las guerras.
ResponderEliminarGracias por hacer que nos enfrentemos a estas duras reflexiones. Me ha encantado el tono, la tensión y el dramatismo.
Un abrazo, Enrique.
Carmen, como apuntas, lo peor de las tiranías, de la opresión y de las guerras, que sería ya el último escalón de la ignominia, es que nos deshumanizan.
EliminarLos malos ambientes sociales son como atmósferas enrarecidas que nos van contaminando los pulmones del alma, por eso, como dijo Ortega y Gasset, somos hijos de las circunstancias, y por eso es tan importante que haya justicia social, que las oportunidades sean similares para todos, que cada cual pueda desarrollar lo mejor de sí mismo, porque somos muy imperfectos y enseguida, salvo excepciones, nos entregamos al fatalismo y a la autodestrucción.
En cuanto a la dureza del microcuento, y en esta página van apareciendo unos cuantos de extrema dureza, Susan Sontag decía algo así como que una persona adulta debe conocer el mundo en el que vive, debe saber de todos sus horrores, y no mirar para otro lado y hacer como no existiesen. Eso no es óbice para que se ame la vida y se intente disfrutar de ella lo más que se pueda, equilibrio este que, a mi entender, requiere una sabiduría especial, que yo, desde luego, no poseo.
Muchas gracias por tu comentario y un abrazo.
deshumanización*
ResponderEliminarmi buen vecino*
Estremecedor relato que ha aumentado el asco vital que llevo sintiendo desde que una panda de inhumanos sin compasión han decidido que las personas que llaman a nuestras puertas no merecen ayuda sino deportación sin contemplaciones. Y los guardianes de las fronteras obrarán de acuerdo a las órdenes recibidas, como el Bojan de tu historia, sin la sensatez de pensar por sí mismos en la barbarie de unos actos contra los que no se atreverán a rebelarse.
ResponderEliminarPa ti, un abrazo, Enrique.
Muy cierto lo que dices, Patricia, los seres humanos somos olvidadizos y engreídos. “La risa va por barrios”, es un dicho que le he oído decir muchas veces a mi madre, y entiendo que quiere decir que nadie tiene nunca la prosperidad ni la felicidad aseguradas, que todo se puede venir abajo por diversas circunstancias, y que entonces necesitamos la ayuda de los otros.
ResponderEliminarEuropa quedó destrozada después de la Segunda Guerra Mundial y tuvo sus ayudas, la guerra civil española diseminó muchos españoles por el mundo, los cuales fueron acogidos en distintos países...
En fin, que la raza humana es sólo una, pero no acabamos nunca de entenderlo y no hacemos más que buscar diferencias y luchar por tener privilegios sobre los demás, lo cual, aparte de trágico es de una estupidez supina.
Muchas gracias por tu comentario, y un abrazo.
Enrique, tu micro me ha hecho pensar inmediatamente en la Guerra Civil Española. Las guerras son todas terribles, pero las que se producen las fraticidas, entre hermanos, vecinos, etc son las más horribles.
ResponderEliminarUn buen relato para la reflexión.
Besos.
Desde luego que la situación que cuento es válida para la maldita, igualmente, Guerra Civil Española, cuyas consecuencias, a mi entender, aún seguimos pagando, pero yo pensé en la más cercana Guerra de los Balcanes.
EliminarSi ya las guerras de por sí son horribles, la que es entre individuos de un mismo país es el summun de la locura y el horror, pues, como suele pasar, las familias, los amigos, los compañeros, los conciudadanos con quienes hemos compartido buenos momentos y a quienes apreciamos y amamos se convierten, de la noche a la mañana, porque unos fanáticos ávidos de poder y codiciosos así lo deciden, en nuestros enemigos, y nos arrojan a unos contra los otros, y nos amenazan con matarnos si no matamos a esas personas que nos son queridas.
Así que, por supuesto, un tema para la reflexión. Muchas gracias Pilar, por tu comentario, y besos igualmente.
Ya con el título nos sitúas en el contexto de una maldita guerra, o mejor, de la maldita guerra. Pero nos mantienes en vilo durante unos minutos eternos en los que sentimos el tacto duro y frío del fusil apretado contra nuestro hombro mientras en nuestro cerebro bullen las imágenes de lo que un día fuimos y lo que somos ahora. Y nuestro dedo recibe la orden de apretar el gatillo.
ResponderEliminarMe pillas leyendo "La guerra no tiene rostro de mujer" y, llámame loca, pero a pesar de tanta crudeza, desesperación y horror, yo sigo teniendo esperanza en el ser humano.
Un cordial saludo, señor Angulo
Margarita, el episodio que he pergeñado es una de las miles de situaciones que podrían imaginarse que se dan en una guerra, que sabemos que se dan en una guerra por documentales, libros, revistas, películas y testimonios de quienes las vivieron.
EliminarEn cuanto a tu lectura, supongo que es absolutamente recomendable, aunque nada tranquilizadora, hace poco leí el libro de Svetlana Alexiévich Voces de Chernóbil, y es un continuo escalofrío y un descenso a uno de esos círculos infernales –éste real- que somos capaces de crear los seres humanos, así que me imagino algo en la misma línea, en el que la autora bielorrusa dará todo su protagonismo a las víctimas.
Y en absoluto te llamaré loca por tener esperanza en el ser humano, pues si, según el mito, eso fue lo único que le quedó en su caja a Pandora –que para mí que fue un tal Pandoro, pues los hombres siempre hemos echado grandes culpas a las mujeres cuando en la balanza del horror nosotros hemos puesto muchas más pesas-, no estamos para desdeñarla. Lo que ocurre es que si el bien es el agua, el mal es como la tinta: unas pocas gotas puede enrarecer muchos litros de agua clara.
Saludos cordiales, que, lo cordial, según la primera acepción del DRAE, tienen la virtud de fortalecer el corazón, y falta nos hace fortalecer a órgano tan currante.
Supongo que una situación parecida se habrá repetido a lo largo de la historia infinidad de veces en las, doblemente desgarradoras, guerras civiles. Consigues narrar una imagen muy visual del fatal encuentro entre vecinos combatientes. Me ha gustado mucho, Enrique. Un abrazo.
ResponderEliminarCiertamente, esa escena que imaginé habrá sucedido muchas veces a lo largo de la historia, y otras mucho peores. Puestos a buscar atrocidades lo que sobran son situaciones, y ni siquiera hace falta ir a los libros de historia, basta con escuchar las noticias o leer los periódicos. La realidad supera a la ficción con creces en todo, pero en esto de las guerras y sus horribles consecuencias creo que faltarían plumas en el mundo para narrar esos miles de infiernos que vamos dejando a nuestro paso por la vida.
EliminarMuchas gracias, Matrioska, por tu comentario, y me alegra mucho de que te haya gustado. Un abrazo de vuelta.
Esos minutos de duda que reflejas tras el encuentro son también minutos de esperanza para el lector que quisiera ver cómo dos enemigos, pero amigos, se dan un abrazo y aparcan definitivamente sus diferencias.
ResponderEliminarLamentablemente, y lo que es peor, porque es lo que sucede en la cruda realidad, la situación no se resuelve así: uno de ellos, siempre hay uno, dispara sobre el otro. Tal acción, canalla, refleja el sin sentido de la guerra, sobre todo aquella que se disputa entre compatriotas.
Va mi me gusta, Enrique, aunque no me gustan las guerras, que como bien calificas son "malditas".
Un abrazo.
En esos minutos de duda he querido reflejar la lucha interior de cada uno de los contendientes, algo así como en esas películas de dibujos animados en las que aparece un ángel bueno y un ángel malo, cada uno intentando llevarse al huerto la voluntad del individuo al que acosan con sus consejos.
Eliminar¿Qué podrá más el llamado deber a la patria, o los buenos sentimientos hacia una persona a la que se aprecia? Imagino que en esos momentos un cóctel de sentimientos pasaron por los cerebros de ambos, incluido el miedo, que es uno de nuestros mayores enemigos. Supongo que Bojan, disparó casi como quien, al borde de una piscina, dubitativo entre bañarse o no, se tira al fin al agua como impulsado por un resorte.
¿Qué iba a hacer Amar? No lo sabemos. Quizá él hubiese dado un paso hacia ese abrazo que es lo que pide la sensatez y la moral. Un mínimo gesto quizá pudo salvarlos a los dos, victima y victimario. En definitiva, muchas opciones al respecto.
Muchas gracias, José Antonio, por tu amable comentario y un abrazo.
Relato sin concesiones con una terrible conclusión: En tiempos de guerra no hay lugar para la esperanza.
ResponderEliminarMe queda un sabor amargo, pero te felicito, Enrique.
Saludos cordiales.
Los tiempos de guerra, que por suerte no hemos vivido, y de los que hemos oído, leído y visto en documentales y películas multitud de historias, deben de ser terribles, en primer lugar, porque la vida está en juego en todo momento, y en segundo lugar, porque nos vemos enfrentados a situaciones en las que, o hacemos caso a nuestro imperativo categórico, como diría Kant, o nos dejamos freír al incumplir órdenes.
EliminarA veces, si se tiene la oportunidad, y si uno no se identifica ni con los hunos ni con los hotros, como dijo Unamuno en su momento, lo mejor es salir por piernas. Hubo un familiar de mi madre que lo hizo, pero murió en el exilio sin volver a ver su patria.
Muchas gracias por ese comentario y por esa felicitación, Carles, y recibe mis más afectuosos saludos.
No has necesitado mucho para mostrar una vez más el sinsentido de la guerra. El que dos amigos se enfrenten a muerte por una causa con la que quizá ni se identifiquen, bien podría ser uno de los paradigmas del absurdo más terrible. Enhorabuena, Enrique, y un abrazo.
ResponderEliminarLo del sensintido, lo del absurdo de muchas de las cosas que suceden en este mundo es algo realmente preocupante. Por lo que me atañe, a mí me deja muy perplejo hasta qué extremos y aberraciones podemos llegar los seres humanos, y me digo a mí mismo que la naturaleza, o lo que quiera que sea que haya creado este mundo, ha hecho un enorme desperdicio de neuronas. ¡Unos 86 mil millones para cometer tales dislates! Aunque claro, también para componer La flauta mágica, pintar Las Meninas, o descubrir La teoría de la relatividad. Y esta disparidad no sé si hace todavía más extraña la vida y el universo donde se desarrolla. Y mucho me temo que no le voy a encontrar las respuestas a estas preguntas.
EliminarMuchas gracias, Enrique, por tu comentario y tus amables palabras y un abrazo de vuelta.
Perfecta manera de contar cómo la guerra es capaz de deshumanizarnos hasta convertirnos en sus propios engranajes.
ResponderEliminar¡Maldita guerra!
Un beso, Enrique.
Muchas gracias por tu comentario, Sandra, de entre todo lo horrible que hacemos los humanos, o que hacen algunos humanos, la guerra es el culmen. Y uno de sus peores aspectos es convertirnos en sombras de nosotros mismos, o en fantasmas erráticos.
EliminarUn beso, igualmente.