Rictus
No son los mismos que entraron ayer a esa estancia monótona de cemento, otros vendrán mañana, pero el gesto es igual en todos. Quizá alguna vez obtengan respuesta del cielo, al que no cesan de observar con los ojos muy abiertos y los pulmones llenos de gas, camino del crematorio.
Es este un relato muy duro. Como lo declaré en mi comentario al micro «¿Dónde están los desaparecidos?» de María José Escudero, ruego porque estas páginas de la Historia no vuelvan a escribirse jamás.
ResponderEliminarEstupendamente contado, Ángel.
Un saludo afectuoso y mis felicitaciones.
Vicente
Víctimas incrédulas, verdugos sin atisbo de piedad a los que no les tiembla el pulso. Seres mal llamados humanos, capaces de las mayores atrocidades. Ojalá pudiéramos gritar: ¡"Nunca más"! y se cumpliese, como bien dices, que estas páginas "no vuelvan a escribirse jamás".
EliminarGracias y un abrazo, Vicente
Está claro que el cielo se olvido de ellos, y que la atrocidad más grande que pueden cometer los hombres se hizo realidad, y parece en ocasiones que no hemos aprendido, y hemos visto que la historia, aunque no a la misma escala, se repite.
ResponderEliminarEsa frase con la que describes esos cuerpos muertos por el gas es tan gráfica que me la imagino en blanco y negro como mil veces la hemos visto en documentales.
Muy buen relato, duro como dice Vicente.
Me ha gustado Angel.
Un abrazo.
Por desgracia es una escena fácil de imaginar, que se ha recreado muchas veces en la ficción pero fue real, como también lo es que brutalidades de esta especie o parecida, aunque sea en menor escala, no dejan de repetirse. Ni siquiera el cielo tienes respuestas ante lo impensable.
EliminarUn abrazo y gracias, Javier
Has logrado reflejar de forma muy visual esa dantesca escena de la muerte en las cámaras de gas. Aquel holocausto terminó, pero desgraciadamente los muertos y desaparecidos en las actuales guerras son incontables. El rictus de la muerte nos acompaña todos los días. No sé si hemos aprendido mucho. Me temo que esa respuesta del cielo no llegará nunca. Desolador micro el que nos traes, Ángel. Un tema para no olvidar nunca. Un abrazo.
ResponderEliminarQuien recibe la mayor de las afrentas deja como imagen fija un gesto al que no es ajena la sorpresa, para vergüenza máxima de los ejecutores y oprobio de la Humanidad entera. Siento tener que darte la razón respecto a que ese rictus no ha dejado de acompañarnos, como también es difícil no compartir el temor de que nunca llegue una respuesta del cielo.
EliminarGracias, Juana. Un abrazo
Y la historia se repite. Distintos métodos, pero la misma crueldad. Y los mismos espectadores mudos, esperando que todo se resuelva de la forma que menos moleste.
ResponderEliminarAquí hoy ha nevado tan fuerte durante un momento que he pensado que se nos iba a caer el cielo encima. Qué tonta, tu relato me ha recordado que el cielo se cayó hace mucho tiempo.
Un abrazo triste, pero sincero, amigo Ángel.
No lo has podido decir mejor: "Distintos métodos", "la misma crueldad"; frente a ello, como colaboradores necesarios por omisión, los "espectadores mudos". El cielo más tormentoso posible no deja de caer sobre los más débiles desde que el hombre es hombre. Quién o qué podría cambiar esto. Aprovecho y confieso que hoy me he acordado de ti y de María Belén, a raíz de haber estado en Soria, donde he coincidido con personas de Zaragoza, allí también nevaba lo suyo.
EliminarUn abrazo igual de sincero, amiga Patricia. Gracias
Angel, brutal tu relato, por el tema que trata y por cómo lo has descrito.
ResponderEliminarExcelente!
Besos
Algunas realidades son crudas en extremo, se miren por donde se miren. Poco podemos cambiar. Aunque no refleje más que nuestra impotencia, al menos podemos escribir sobre ello.
EliminarMuchas gracias, Pilar. Besos
¡Excelente texto, Ángel! Crudo, pero lleno de posibilidades reales.
ResponderEliminarLa literatura, o lo que se pretende que lo sea, puede representar realidades y crear nuevos mundos de una forma casi ilimitada, lo que no quita que existan episodios que merezcan ser retratados sin restar un ápice a su dureza, para que no vuelvan a repetirse.
EliminarGracias y un saludo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡Qué grande! Tanto en temas duros como en otros más melancólicos y agradables, te mueves como pez en el agua. Este de hoy golpea y recuerda esas imágenes mil veces vistas de los cadáveres acinados para su cremación.
ResponderEliminarDesgraciadamente no aprendemos y la atrocidad de la guerra y de los poderosos que zancadillean a los que escapan de ella sigue vigente. O el cielo actúa pronto o acabaremos unos con otros o nos suicidaremos al destruir el planeta.
Cuánto tendrían que aprender todos los que dejan que el mundo sea un lugar terrible de esta nuestra comunidad de cincuentistas donde vivimos en armonía y respeto.
Un abrazo, mi querido Ángel.
Pablo.
La falta de respeto, el desprecio al semejante, el egoísmo convertido en dogma, doctrina o fundamento, es la simiente de muchos males, si no de casi todos. Ya me gustaría estar en desacuerdo contigo por una vez y poder decir que es mentira eso de que no aprendemos, pero estaría faltando a la verdad. Por otro lado, es muy cierto lo que dices, la armonía que reina entre los cincuentistas no es moneda corriente, tras lo que aprovecho para decir que, con tu actitud positiva y tu humanidad, tú eres "culpable" en buena parte de esta situación, que ya quisiéramos que se prodigara en otros ámbitos. Fíjate lo que te digo, mejor nos iría si hubiese muchos Pablos.
EliminarUn abrazo fuerte
Gesto unánime, ojos abiertos y pulmones llenos de gas, tan duro visualmente que es la Lista de Schindler contada en cincuenta palabras. A veces una escena vale toda una denuncia. Has escrito un gran micro. Felicidades. Abrazos.
ResponderEliminarSpielberg es un genio que aglutina dos componentes que ya me gustaría a mí: talento y medios, aunque agradezco mucho tu amable comentario. Algunos días la sensibilidad nos lleva por estos derroteros.
EliminarGracias y abrazos, Miguel
El gesto de un grito silencioso ante la pérdida de fe en lo humano y en lo divino, y esa mirada que lanza una pregunta: ¿por qué? Muy bueno, Ángel, un relato que tristemente nos recuerda lo que somos y lo que podemos llegar a ser. Un abrazo.
ResponderEliminarUna mirada que sin duda lanza ese "¿por qué?", envuelto también en un "¿hasta cuándo?". Somos capaces de lo mejor y de lo peor. Quisiéramos pensar que, con independencia de circunstancias y condicionantes, podemos elegir.
EliminarGracias y un abrazo, Salvador
Sólo dos frases, Ángel, y dos palabras al final para situar tu historia y cambiarnos el rictus de la cara.
ResponderEliminarGenial.
Un abrazo
Gestos que nunca debieran haberse esculpido en rostro alguno, que de una u otra forma no dejan de repetirse.
EliminarMuchas gracias, Margarita
Un abrazo
No por conocida deja de ser increíble la crueldad humana. No por conocida debe olvidarse. Porque este infierno nos acompaña siempre. Nunca dejan de morir inocentes con ese gesto de incredulidad, buscando una explicación inútil en lo alto. Genial me mente contado, Ángel. Has desatado todos los demonios de imágenes reales y ficticias que llevamos impresas en nuestro cerebro. Un abrazo enorme.
ResponderEliminarCrueldad por un lado e incredulidad por el otro, así siempre. La Historia está escrita sobre los cimientos de millones de víctimas, entre las que los más débiles son terreno abonado. Parece como si no quisiéramos aprender, o como si diéramos por hecho que lo aberrante no es tan grave, siempre que no nos afecte de forma directa.
EliminarMuchas gracias, Carmen. Un abrazo igual de grande
Genialmente * (dichoso corrector)
ResponderEliminarTras leerlo la primera vez, piensas "Buff, qué bestia".
ResponderEliminarTras la segunda lectura, tras reparar en los detalles, tras imaginar la muda plegaria de los tristes protagonistas, tras releer el título y sentir que te cae encima como una losa que te impide respirar, piensas: "Buff, qué bueno".
Felicidades, Ángel.
Abrazos.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarUn texto sin concesiones, alejado a propósito del lado amable de la vida, ese que abandona para siempre a las víctimas a la peor de las suertes. Quién tuviese clarividencia para evitar que algo así vuelva a repetirse. Tal vez el primer paso pueda ser tomar conciencia de ello, no olvidar, ni a los de antes, ni a los de ahora.
EliminarMuchas gracias, Carles. Abrazos
Una descripción bastante explícita de los miles de seres humanos inocentes que tuvieron que vivir en el infierno. Como todos los que lo hicieron antes que ellos, lo hacen ahora y lo seguirán haciendo mañana. Siempre ha habido alimañas dispuestas a hacer el mayor daño posible a sus semejantes, personalmente, creo que la clave está en que los que no lo somos, no permitamos que las hagan. Dura, muy dura imagen, pero un gran relato, Ángel, felicidades. Un beso.
ResponderEliminarComo tú, creo que la clave de la Humanidad, la esperanza para todos sus problemas, sólo puede hallarse en la acción conjunta. Tanto más capaces de erradicar todo mal seremos cuanto más unidos, cuando la mayoría, con su silencio o su mirar para otro lado, deje de certificar lo que no puede admitirse.
EliminarMil gracias por tu comentario, Matrioska. Un abrazo
¡Lo has vuelto a hacer, Ángel! Tu relato golpea al lector y le hace pensar, situándolo en el preciso momento en el que le descubres que el ser humano tiene un componente de excesiva crueldad. Es cuando, yo al menos, he recibido un golpe seco en el estómago.
ResponderEliminarVa mi me gusta por cómo lo cuentas, pero no me gusta lo que cuentas. ¡Ojalá no tuviéramos que narrar hechos que nos tendrían que avergonzar como seres ¿racionales?!
¡Enhorabuena una vez más!
Un fuerte abrazo.
El pasado no lo podemos cambiar, pero cuándo podremos decir a ciencia cierta que nunca volverá a suceder algo así, que ha sido erradicado el reguero vergonzante de la violencia gratuita, esa excesiva crueldad que tan bien apuntas y parece innata a nuestra naturaleza, el contrasentido de que nos tildemos de racionales.
EliminarUn abrazo fuerte, José Antonio. Muchas gracias
Los sucesos pasados forman parte de la Historia. Podemos estudiarlos, sacar conclusiones y aprender de ellos. Pero aún así, no parece que avancemos, siempre se repiten las mismas atrocidades.
ResponderEliminarSin ir más lejos y en nuestras puertas, el drama sirio. Miles de personas huyendo del horror, intentando llegar a la culta y civilizada Europa y retenidas en un lodazal, entre plásticos y desprecio.
Es triste, pero para una gran mayoría no hay soluciones y no las habrá.
Igual que en la estancia de tu micro, nunca serán los mismos pero todos buscarán la misma respuesta que nunca llega.
Muy bueno, Ángel. Como siempre un relato impecable y, esta vez, para reflexionar.
Un abrazo.
Las víctimas cambian, el sinsentido permanece. Sepultamos a los refugiados con nuestra indiferencia, desde una comodidad que queremos intocable. Un drama que llama a unas puertas que mantenemos selladas y reforzadas, una cerrazón que ahonda en un infierno presente y será causa de males futuros. Solo he tratado de trasladar a media centena de palabras la inquietud que la mayoría sentimos; si al menos hace pensar un poco, me doy por más que satisfecho.
EliminarUn abrazo, José. Agradezco mucho tu comentario
Contesto con el corazón encogido, Ángel, qué atrocidades en la historia actual y en la no tan reciente. ¿Qué pasa por la cabeza de los dirigentes cuando ordenar ejecutar a inocentes siguiendo estúpidos ideales ilógicos? ¿No les tiembla la mano a los ejecutores? Desde luego que el rictus de las víctimas lo has dejado perfectamente reflejado en tu excelente micro.
ResponderEliminarUn beso fuerte y mi enhorabuena, siempre lo bordas y en este caso yo diría que con letras de oro.
Malu.
El punto de vista de los verdugos merecería un capítulo aparte, aunque todo esta relacionado. Si colgasen sus armas, dejando sin efecto las órdenes absurdas e inhumanas que reciben, tendríamos mucho ganado. Sé que soy un iluso y estas humildes letras representan poca cosa, apenas un brindis al sol, sin más efecto que el simbólico, pero no sé que más se podría hacer, desde nuestra posición de puntito en la masa, para paliar tanto sufrimiento.
EliminarUn abrazo enorme. Malu. Muy agradecido
Tremendo. La forma de contarlo, lo que cuentas y el título. Felicidades Ángel.
ResponderEliminarUn abrazo.
En este caso toda frivolidad estaría fuera de lugar. De ahí el intento de producir el efecto de un impacto en las entrañas que no debería abandonarnos nunca.
EliminarMuchas gracias, Paloma. Un abrazo
Con 50 palabras has escrito y descrito la esencia de, quizás, la mayor estupidez del ser humano y que parece ser que nadie desea que se repita, pero parece ser que se seguirá repitiendo bajo múltiples versiones. Lamentablemente creo que es condición sine qua non de la condición humana.
ResponderEliminarTe resultaré pesimista, pero sabes que a veces los pesimistas son los realistas informados.
Genial Angel. ¡Cómo siempre!
Un abrazo fuerte.
Me alegra siempre coincidir contigo, aunque en este caso y por una vez quisiera no tener que hacerlo, pero tengo que confesar que soy igual de pesimista que tú sobre este asunto, tampoco debemos ser muy originales, es un sentir general, porque nada induce a pensar de otra manera y es tontería engañarse. Dejemos, no obstante, un resquicio de esperanza, quizá alguna vez cambiemos, aunque sólo sea por la cuenta que nos trae.
EliminarUn abrazo grande, Isidro
La verdad sobre el Holocausto en 50 palabras, amigo Ángel, has sabido plasmar todo el horror en tú bello, pero tristísimo micro. Un abrazo.
ResponderEliminarAún podría resumirse más: un gesto inerte de incredulidad y la pregunta "¿por qué?", a la que nunca hemos sabido responder.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y un abrazo
Con el odio más fanático y voraz inhalado en los pulmones, la foto del horror en los rostros y un porqué en la mirada, haces pasar ante nosotros esta tanda de infelices sabiendo que todo ese espanto es únicamente un eslabón más de una larga cadena.
ResponderEliminarComo si de un cuadro de 50 palabras se tratara, compones la inhabitable estancia, la cadena de fabricación de la muerte, la mueca desencajada del pánico, la plegaria ante lo inimaginable y, en definitiva, el infierno en la tierra.
Ángel, tus relatos son como una sucesion de imágenes diestramente engarzadas que se apoyan entre sí hasta poner en pie historias que nunca dejan indiferente.
Enhorabuena, artista.
Un abrazo
Una larga cadena de horror que no se ha detenido nunca, que no sabemos a dónde nos podrá llevar, que aunque creamos haberla cortado halla la forma de reproducirse.
EliminarSabes muy bien que sobre gustos no hay norma fija, tanto más en la literatura, irremediablemente unida a la subjetividad de cada uno y alejada de toda regla exacta. Si al menos esta historia no ha dejado indiferente ya me doy por satisfecho.
En tus relatos, por tus comentarios y tu persona, tú sí que eres un artista.
Muy agradecido, Antonio. Un abrazo
Impresionante, en 50 palabras reúnes el horror de una historia que nunca debió suceder. Ójala no repitamos los mismos errores. Una abrazo, maestro.
ResponderEliminarMe temo que si lo impensable se convirtió en norma, podría perfectamente volver a repetirse; de hecho, no deja de hacerlo con distintos ropajes. Pese a ello, no caigamos nunca en el derrotismo de afirmar que no tenemos remedio. Hablando de errores, uno y muy grande sería el de no leerte a ti.
EliminarGracias, Belén.
Abrazos
Tan doloroso!!! Tan real!!! El humano contra el humano. El horror por el horror. Enhorabuena Ángel. Muy bien contado. Besos
ResponderEliminar"El humano contra el humano" y "el horror por el horror". Nada puede justificar los hechos que conducen a estas afirmaciones, tan ciertas como tremendas, que deberían avergonzarnos como especie.
EliminarMuchas gracias por pasarte, Carmen. Besos
Ángel, en este microcuento te has acercado a uno de los episodios más negros de la historia de la humanidad. ¡Y mira que la historia de la humanidad tiene episodios negros!
ResponderEliminarEn lo que me atañe, he leído mucho sobre ese abismo que, a nada que te lo imagines, te sobrecoge hasta lo más profundo de tu ser. ¿Cómo fue posible? ¿Cómo el culto pueblo alemán siguió hasta casi la autoinmolación a Hitler y su camarilla? No tengo respuestas, se ha escrito mucho sobre el tema, se ha reflexionado mucho, se han aclarado muchas circunstancias, pero, al final, la mesa de la comprensión de ese infierno se queda coja.
Recuerdo ahora el testimonio de un superviviente de Auschwitz, el cual, entre sollozos, daba testimonio en el apabullante documental Shoah, de Claude Lanzmann. Decía que el momento más terrible era cuando abrían las cámaras de gas. Lo que se veía entonces era difícilmente soportable. Decía que la gente aparecía apretada como si fuesen bloques compactos de piedra, y luego se derrumbaban”. Su descripción se me quedó grabada a fuego, más que el cuadro más espantoso de El Bosco.
Ese horror ante el que el Infierno de Dante parece de cartón piedra, al que hay que añadir otros muchos horrores de la Primera y la Segunda Guerra Mundial, está ahí mismo en el tiempo, y a mi entender, ya casi lo tenemos olvidado.
Y no debe olvidársenos por duro que sea, pues sólo la memoria y la toma de conciencia de lo que somos capaces de hacer los seres humanos podrá evitar atrocidades parecidas.
“Ha sucedido y puede volver a suceder”, escribió Primo Levi, uno de los supervivientes de los campos de concentración nazis y, quizás, quien más profundamente escribió sobre su experiencia, y quien, a pesar de que nada hacía preverlo, se suicidó, alcanzado, después de muchos años, por ese espantoso vacío.
Un abrazo, Ángel, y luchemos para que el mundo sea lo mejor posible, a pesar de las bofetadas que la realidad nos pega cada día.
Además de otras virtudes, has dejado clara una vez más tu sana inquietud, curiosidad, cultura, aspectos que suelen ir unidos. La maquinaria nazi, tan eficaz como equivocada, funcionó como un reloj en muchos aspectos, por desgracia, también en esa tristísima "solución final". La trilogía de Primo Levi es una lectura totalmente recomendable, pese a su dureza o precisamente por ella. La fría brutalidad fue tal que, como bien dices, no deja de sorprendernos, seguimos preguntándonos cómo fue posible llegar a esa masacre, además de vivir con miedo porque en el fondo sabemos que somos muy capaces de repetirlo.
EliminarMe satisface que estas humildes cincuenta palabras no hayan dejado indiferente. Te agradezco mucho tu comentario, me ha encantado leerlo, tanto que voy a hacerlo otra vez.
Un abrazo grande, Enrique
Escalofriante pero muy buen relato. Enhorabuena.
ResponderEliminarCuando las cosas llegan al peor de los extremos, las medias tintas o los paños calientes no tienen sentido, suavizar lo injustificable es desvirtuar la realidad. Lo escalofriante fueron aquellos sucesos. Rememorarlos en su verdadera dimensión es nuestra pequeña responsabilidad.
EliminarGracias, José Ramón. Un saludo
Muchas gracias, Ángel, por tus amables palabras. A mi comentario añadiré algo que me ha venido a la cabeza esta mañana, se trata de una reflexión del escritor Martín Amis, no sé en qué libro suyo la leí, y decía algo así como que la diferencia entre el Holocausto y el Gulag es que sobre este último se podían hacer chistes, a pesar de todo su crueldad y sinrazón, sin embargo, la llamada Solución Final no deja resquicio alguno para el humor.
ResponderEliminarUn abrazo grande, igualmente.
El humor debería ser parte integrante y no menor de nuestras vidas, pero en este caso estaría fuera de lugar. Estamos hablando de algo que no admite bromas, aunque sólo sea por el debido respeto a tantas víctimas.
EliminarTe mando otro abrazo, Enrique
Me cuesta imaginar una situación de mayor soledad y desamparo que la de estas personas en la antesala de una horrible muerte. Sospecho que ese rictus y esa mirada en busca de una ayuda imposible habrá formado parte de la humanidad desde su origen, y creo que ha sido un gran acierto por tu parte (que raro) contar todo basándote en ellos.
ResponderEliminarAparte de la ceguera, consciente o no, del pueblo ante semejantes barbaridades, creo que habría que mencionar la complicidad de la clase intelectual como elemento también necesario para que se produzcan.
Perfecto relato sobre el horror, Ángel, contado desde dentro, para que no haga falta ni la empatía para sentirlo.
Enhorabuena, amigo, y un abrazo.
Un gesto que ha acompañado al hombre durante su devenir, sin distinción de tiempo o nacionalidad; la incredulidad de las víctimas repetida y reflejada en ese gesto congelado, el peor de los horrores concebible; la muestra de lo que podemos ser capaces de hacer.
EliminarBien sea por miedo o afán de supervivencia, o por convicción, este tipo de atrocidades necesita de la connivencia o el mirar para otro lado de muchas personas.
Mil gracias por tu amable comentario amigo Enrique, así da gusto escribir.
Un abrazo fuerte
Impecable 50. Desde el título ya nos imaginamos esos rostros bañados en el horror, la incomprensión y la crueldad del ser humano. Una mirada al cielo buscando una respuesta o quizás un consuelo para ese aire toxicado que les va quebrando la vida.
ResponderEliminarEres grande con las letras, consigues siempre que nos sintamos participes de esa historia que narras, viéndola y viviéndola en primera persona.
un placer leerte Ángel.
Un beso enorme.
Dicen que escribir es describir, algo emparejado con pintar con palabras. Si me he acercado un poco a esas escenas duras para ponerlas de manifiesto y que no vuelvan a repetirse ya me doy por satisfecho, aunque ya sabes que pienso (y así es) que para grandeza la que tú derrochas, y no sólo con las letras, que ya sería mucha.
EliminarOtro beso grande
Mi abuela fue protagonista del horror que describes. También ella miraba con los ojos bien abiertos a un cielo que parecía no existir. Tuvo el coraje de escaparse de adentro de esa cámara que casi le llena los pulmones de gas. Excelente forma de contarlo, Ángel.
ResponderEliminarUn beso.
He tratado de relatar de la forma más respetuosa posible, aunque también sin restar dramatismo, algo que sólo puedo imaginar. Una realidad vergonzosa que hemos conocido gracias a personas como tu abuela, heroínas y héroes sin cuyo imprescindible testimonio uno de los oprobios más execrables habría quedado oculto.
EliminarMuchas gracias y un beso, Sandra
Mira que esquivo leer nanos y micros tan cortos, voy a terminar por leer sustantivos. Pero dado que por lo que te mueves últimamente, pues felicidades por escribir así. Breve y conciso. El día que dejemos de mirar al cielo y luchemos por nosotros mismos esto se acaba.
ResponderEliminar