Caradura
Mamá dice que no tiene tiempo; pero ayer encontré bastante entre las sábanas y salí a gastarlo con mis amigos y el fútbol. Hoy he notado, en su mirada, enojo y cansancio. Cuando desayune buscaré en el sofá alguna hora (perdida entre los cojines) apropiada para ayudarla con los quehaceres.
Beto tal como indicas en tu título, el o la protagonista de tu relato es un rato caradura, espero que ese tiempo que va a buscar entre los cojines del sofá lo encuentre y no se quede tumbado mirando la tele, que no me extrañaría.
ResponderEliminarBuen relato Beto.
Un abrazo.
Tu protagonista hace gala de un egoísmo propio de la juventud y de su edad, con el contraste de dos realidades que se dan en un mismo hogar, dos tiempos diferentes que comparten igual espacio. Sus pocos años no son excusa para que no contribuya a las tareas domésticas que sobrecargan a su madre y motivan el adjetivo que da título al relato. Sin embargo, parece que existe en él un atisbo de madurez que quizá germine, pues al menos se da cuenta de ello y hace un ligero propósito de enmienda, es un principio. Con más o menos matices, en primera persona o no, la mayoría hemos vivido situaciones similares, cotidianas y universales, fuente quizá de muchos roces y que tú has sabido retratar muy bien.
ResponderEliminarUn abrazo, Beto.
Qué original, Beto. Me encanta como juegas con el tiempo metido entre la vagueza de las sábanas y los cojines del sofá al igual que ese tiempo que empleamos para nuestras aficiones, quitando cada vez, ese tiempo que también necesitan las personas gracias a las que no nos falta de nada.
ResponderEliminarMuy ocurrente e ingenioso.
Un abrazo.
Pablo.
Sin duda, el mejor regalo para hacer el Día de la Madre, que se acerca, es TIEMPO. Tiempo para ella misma, para hacer lo que quiera, lo que más le guste... Quizás si colaboráramos un poco más tendríamos parte de ese tiempo y no tendríamos que robarlo.
ResponderEliminarMuy bonito tu relato, me gusta como nos lo cuentas.
Besos
Algunos psicólogos afirman que la pereza en la adolescencia es algo normal y transitorio. Ojalá este joven salga pronto de esta etapa y apoye a su madre con todas sus energías. Ahora que viéndolo bien, en ninguna parte del relato se menciona la edad del «caradura», ¿y si se tratara un parásito eterno? Ruego a Dios que no.
ResponderEliminarMuy bueno, Beto.
Saludos.
Un pequeño caradura que empieza a descubrir la senda de la responsabilidad. ¡Hay esperanza!
ResponderEliminarMuy tierno, Beto.
Un abrazo.
Bien podría tratarse de un adolescente malcriado que malgasta su tiempo levantándose tarde de la cama y apoltronándose en el sofá viendo la televisión. Menos mal que parece que hay un atisbo de esperanza y va a buscar una hora para ayudar.
ResponderEliminarMuy bien contada esa desidia del chaval, querido Beto.
Un beso grande.
Malu.
Beto, tu historia se repite a diario en muchos hogares. Lo que más me ha gustado es la forma tan poética con la que relacionas el tiempo con la holgazanería del protagonista.
ResponderEliminarAl menos parece que tiene proposito de enmienda.
Me ha gustado.
Besos
En el mito griego Cronos devora a sus hijos. Aquí se han invertido los papeles y es el hijo quien consume el tiempo de la madre, un tiempo poéticamente expresado en la pereza de las sábanas y los cojines del sofá.
ResponderEliminarMuy bien contado este problema tan cotidiano en muchas familias, Beto. Un abrazo.
Un relato en primera persona donde el protagonista nos golpea con la ironía propia de un caradura cuya conciencia está adormecida entre sábanas y almohadones. Su vida necesita urgentemente un punto de inflexión que le ayude a valorar el tiempo y usarlo para madurar. Muy bueno como siempre, Beto. Un abrazo.
ResponderEliminarComo compensación al hurto, el protagonista cree necesario repararlo con su ayuda doméstica que, de otra forma, nunca llegaría a realizar.
ResponderEliminarBuena moraleja.
Saludos desde allende los mares
Me ha encantado la forma tan imaginativa que has escogido para reflejar la indolencia de un joven. Como parece que ante el enfado de la madre se ha dado por aludido, mantengamos la esperanza de que este caradura acabará poniéndose las pilas. Muy bueno y original, Beto. Saludos.
ResponderEliminarQué bien lo cuentas, Beto. Me ha gustado especialmente la materialización que haces del tiempo, tan intangible y etéreo, consiguiendo que pueda sujetarlo entre las manos y darle forma.
ResponderEliminarUn abrazo
La indolencia de muchos jóvenes que no ven el momento de echar mano en su casa, de contribuir a llevar las tareas y quehaceres del hogar. Ejemplo a no seguir: el personaje de José Mota, El Fumi de Morata, ese que se levanta a las dos (y a mesa puesta). Menos mal que se vislumbra algo de colaboración al final del relato. Pero no estoy yo del todo seguro de que eso vaya a ser así. Habrá que esperar acontecimientos y tener fe.
ResponderEliminarOcurrente tu historia, Beto, y muy bien contada, con ese buscar tiempo por ciertos rincones domésticos donde, como la madre, otros miembros no saben hurgar.
Van mi me gusta y mi enhorabuena.
Un saludo.
Un micro muy original y bien planteado. El tiempo tratado como algo material que se puede utilizar o, simplemente, malgastar. Me ha gustado, Beto. Felicidades y un saludo.
ResponderEliminarAh, muy bien, esa búsqueda de las horas perdidas. Últimamente, también puedes encontrar unas cuantas tras ciertas pantallas.
ResponderEliminarSaludos cordiales, Beto.
Tu protagonista parece tener una edad que mezcla ingenuidad, inocencia y egoísmo, cóctel del que brota un micro entrañable que deja al descubierto el convulso mundo interior de los niños.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato, Beto.
Un abrazo.
Estimados amigos y compañeros de 50 palabras, gracias por sus generosos y amables comentarios. Quiero utilizar este espacio para pedirles disculpa por no contestar a cada uno de ustedes y a la vez comentar sus trabajos. Un asuntillo personal me tiene alejado de la escritura y por tal motivo estaré fuera del blog por un tiempo (espero sea breve). Seguiré leyendo sus trabajos y, en lo posible, comentando, hasta pronto.
ResponderEliminarSaludos.
Esperemos que vuelvas pronto, Beto. Mientras tanto disfrutaremos de este relato, inteligente y hermoso a partes iguales, en el que describes de una manera poética y surrealista esa actitud tan extendida entre los jóvenes, adolescentes y no tanto, y a la que imprimes cierto optimismo con su final.
ResponderEliminarSaludos cordiales.