El fertilizante
A Isidro no le gustaban los macarrones. Cuando no le veía su madre, en el almuerzo, los metía en una bolsita ad hoc. Luego, los desperdigaba por la huerta. Muy pronto, comenzaron a brotar las verduras y a crecer salvajemente.
—¡Viva la pasta italiana al dente! —decía, satisfecho y feliz.
—¡Viva la pasta italiana al dente! —decía, satisfecho y feliz.
Isidro debe ser el único niño al que no le gustan los macarrones jejeje
ResponderEliminarOriginal relato, el de tu huerto de pasta al dente.
Un saludo María José,
Jajaja, mi Isidro es de lo más excéntrico... Busqué, deliberadamente, ese sentido. Muchas gracias por tu comentario, Raquel. Un abrazo.
EliminarM. José, me parece que a las verduras les gustan los macarrones y crecen fuertes y en exceso. Es el único niño que conozco que no le gusten. Debería ver el efecto que han producido en las verduras y ver lo que se ha perdido.
ResponderEliminarBien contado.
Enhorabuena!
Besos
Muchas gracias, Pilar. En esta ocasión, he querido huir de temas serios y se me ha ocurrido pensar en macarrones fertilizantes, jajaja. Un fuerte abrazo.
EliminarAl niño, cosa poco común, no le gustan los macarrones, pero sí a las verduras del huerto. Y ríe gozoso al verlas crecer gracias a su secreto.
ResponderEliminarUn simpático micro, M. José.
Un abrazo.
Gracias, Carmen. Has resumido muy bien mi microrrelato. Pretendo hacer sonreír con él y creo que, en tu caso, lo he logrado. Besos.
Eliminar¡Vaya con Isidro! No sólo verduras brotan en su huerto, también una sana imaginación, cuyas semillas has sembrado tú, María José.
ResponderEliminarEncantador. Enhorabuena.
Un abrazo.
Vicente
Gracias, Vicente, por tus cariñosas palabras. A Isidro no le gustan los macarrones pero tiene la ocurrencia de meterlos en una bolsa y esparcirlos... Me parece que ni él mismo se esperaba el efecto que iba a producir en el huerto...
EliminarUn fuerte abrazo.
Simpático relato María José, un niño al que no le gustan los macarronea y unas verduras abonadas con macarrones.
ResponderEliminarMe has sacado una sonrisa.
Buen relato María José.
Besos.
Jajaja, de eso se trata, amigo Javier. De vez en cuando, temas ligeros como éste.
EliminarGracias. Un fuerte abrazo.
Genial, Mº José. es un relato que habla mucho de tu pluma: de un tema aparentemente sencillo nace un relato en que la imaginación toma el poder.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un beso.
Pablo.
Gracias, Pablo. Si en algo creo que estoy sobrada es en imaginación. Otra cuestión es lo de saber escribir...
EliminarUn cariñoso saludo.
María José
Hola. Soy Isidro. ¿Qué pasa aquí? A mí si me gustan los macarrones, además soy bastante macarra! Jejeje! Divertido relato. Enhorabuena y un abrazo.
ResponderEliminarJajaja, mi Isidro es muy raro, raro, raro... Lo normal es que la pasta italiana, sea al dente o no, nos guste a casi todos. Tendré que convencer a mi personaje sobre el placer de comer macarrones.
EliminarUn fuerte abrazo.
Un personaje peculiar, desde luego. Está claro que no le gusta la pasta, pero esperemos que las verduras sí tras haber improvisado tan buen fertilizante. Igual va para ingeniero agrónomo, nunca sabemos qué medios utiliza el destino para indicarnos la senda a seguir.
ResponderEliminarUn relato simpático y diferente, María José
Un abrazo
Gracias, Ángel. Confieso que me limité a transcribir un sueño que había tenido la noche anterior... Sí, sueño este tipo de cosas, jejeje.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Niño raro donde los haya... No sé si has elegido el nombre en honor a San Isidro labrador, patrón de los agricultores, por aquello de que fertilizaba el huerto con los macarrones que no se comía.
ResponderEliminarOriginal y simpático.
Un beso María José.
Malu.
Gracias, Malu. Más bien pensaba en un joven amigo que quería ser cocinero para especializarse en cocina italiana. Eso pensaba con once años, luego, cambió de rumbo.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte. Un abrazo.
Pues menos mal que Isidro decidió echar los macarrones a la huerta. Si llega a echarlos en el corral o en la pocilga, hubiera provocado, seguro, una rebelión en la granja con unos animales fuertes y poderosos.
ResponderEliminarIngenioso y onírico cincuenta el tuyo, María José. Y una pregunta: ¿En la huerta había plantados tomates? Si así fuera, la pasta ya incorporaría el "pomodoro" directamente.
Un saludo y enhorabuena por tu texto.
Jajaja, José Antonio. Pues en la huerta había de todo un poco... El poder fertilizante de los macarrones provocó un crecimiento salvaje de todo lo que estaba plantado, ¡como no podía ser menos!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Igual el pequeño Isidro, visto el poder de crecimiento de los macarrones, se decide a comerlos, jajaja. Muy original y divertido, María José. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Salvador. No sabes lo mucho que me alegra saber que está resultando un micro divertido. Me sentiría fatal, si eso no fuese así...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
De entrada, diré que a mí me gustan más los espaguetis y los tallarines que los macarrones, y eso desde siempre. Así que me solidarizo un poco con Isidro, y me solidarizo ya del todo con esa actitud que, pienso, todos, de niños, hemos tenido, con respecto a las comidas que no nos gustaban, es decir, que las hacíamos desaparecer de la forma que fuese, pues los mayores solían ponerse de lo más pesados intentando que comiésemos eso que odiábamos por las razones que fuera. Sobre gustos no hay nada escrito y esto es absolutamente válido para las comidas.
ResponderEliminarAsí que si al huerto le vienen de perlas esos macarrones al dente, pues fíjate qué bien, lo que no sé es si los pepinos y las calabazas han salido con algo agujero en medio.
Así que, al dente o al diente, que cada uno coma lo que más le apetezca. Por otro lado, y como ocurre en esta página de microcuentistas, en la variedad está el gusto, y a mí me ha gustado la ligereza y buen humor de este microcuento.
Un saludo, María José y enhorabuena.
Muchísimas gracias por tu sabia explicación sobre el arte que teníamos todos en camuflar o eliminar directamente aquello que no nos gustaba... Estoy de acuerdo contigo en que existe gran variedad de microcuentos. Sin ir más lejos, el anterior que presenté, en marzo, era tremendamente crudo y duro. Para mí, humor y seriedad van de la mano y, en ocasiones, se mezclan, hasta el punto de no saber bien qué predomina.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
A tu Isidro le decía yo cuatro cosas bien dichas. ¿Qué es eso de tirar los macarrones? Claro que, a lo mejor, al crío lo adoptaron en Zeta Reticuli, en ese caso lo dejaremos estar. :) Divertido contrasentido el de tu micro, María José. Me ha gustado mucho. Un beso.
ResponderEliminar¡Gracias, Matrioska! Me alegra mucho que te haya gustado y, sí, Isidro es un poco rebelde pero... ¡fíjate lo que ha logrado con su "hazaña"!, jajaja.
ResponderEliminarBesos para tí, también.
En vista de las reacciones que ha provocado tu relato diría que la semilla de tu imaginación ha caído en terreno abonado. Una historia llena se simpatía y magia.
ResponderEliminarEnhorabuena, Mª José.
Un abrazo.
Muchas gracias, Enrique. Ya he visto que tú estás sobrado de esas dos características que, amablemente, me atribuyes... Yo sólo soy una mujer llena de macarrones y otras cosas varias en mi cabeza...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.