El hombre que mató a Don Quijote
Dos veces había herido Selim Pamukoğlu al comandante de los arcabuceros enemigos. Una bala le había destrozado la mano. La coraza había amortiguado la otra. Selim apuntó cuidadosamente y disparó una última bala. El proyectil se estrelló en la cabeza de Miguel de Cervantes, que ya nunca imaginaría el Quijote.
Me alegro de que tu relato sea ficción. Una bala en la batalla de Lepanto se cebó con la mano izquierda de un autor que estaba llamado a pasar a la posteridad; por suerte, le quedó la otra para escribir, aunque de nada le hubiera servido si otro impacto hubiese hecho mella en esa mente privilegiada, algo que bien pudiera haber sucedido, un triste honor para el otro combatiente, que, por otra parte, sólo cumplía con su deber. Un relato oportuno para las fechas, que incide en todo lo que puede perderse cuando los hombres desatan su locura.
ResponderEliminarUn abrazo, Plácido
Plácido menos mal que tu relato no está basado en hechos reales ya que sino nos hubiésemos quedado sin uno de los mejores libros de las letras castellanas.
ResponderEliminarBuen relato Plácido, me ha gustado.
Un abrazo.
Quizá esa tercera bala, la que en realidad no mató a don Miguel, acabó con la imaginación de otro hombre que estaba gestando en su interior las vicisitudes de un gran personaje que, irremisiblemente, habita en un lugar de la nada de cuyo nombre es imposible acordarse.
ResponderEliminarOriginal y fiel a tu estilo, Plácido.
Un saludo.
Me gustan mucho las ucronías, Plácido. En esta has construido un genial homenaje a Cervantes y a su gigantesco legado, porque, como se dice por ahí: «Nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido».
ResponderEliminarNunca sabremos que tan cerca pasó la bala.
Un abrazo.
Vicente
Qué fácil es acabar con la vida de una persona, máxime en tiempos de guerra. Y cuántas obras artísticas ha perdido por ello la humanidad. La ficticia muerte de Cervantes en Lepanto nos hubiese dejado huérfanos del personaje más sobresaliente de nuestras letras. Afortunadamente, el joven soldado murió viejo escribiendo casi hasta su último suspiro y no nos privó a los lectores de sus grandes obras.
ResponderEliminarUn bello homenaje en este centenario, Plácido.
Un abrazo.
Don Plácido, espero que no acabemos los cincuentistas bajo su punto de mira, y en mis deseos incluyo el fin de las guerras, con sus francotiradores impunemente funestos. Un abrazo y enhorabuena.
ResponderEliminarMenos mal que es ficción y Cervantes pudo crear al hidalgo caballero. Muy ingenioso y original.
ResponderEliminarUn abrazo, Plácido.
Pablo.
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ResponderEliminarPlácido, con tu relato das un giro a la historia de Cervantes. Menos mal que la realidad no fe esta y podremos disfrutar de su obra para siempre.
ResponderEliminarBuen homenaje, aunque no se si a Cervantes le habría hecho gracia tu versión! Jajajaja!
Enhorabuena!
Besos
Si se trata de una historia de universos paralelos, sin duda este en el que conversamos nosotros ahora es mejor que el que dio como resultado la tercera bala del tal Selim.
ResponderEliminarBuen relato, Plácido.
Saludos.
Hay cosas que solo pueden ser de una manera, Plácido, así que lo que nos cuentas en tu micro no solo no puede ser, sino que además, es imposible. ;-) Me ha gustado mucho. Un saludo.
ResponderEliminar¿Cúantos Cervantes habrán muerto a manos de otros tantos selims antes de que pudieran haber escrito, pintado, inventado, descubierto, ..?
ResponderEliminarInteresante relato, Plácido.
Un saludo.
Me alegra enormemente que esa tercera bala sea producto de tu imaginación Pácido. Y coincido con Antonio en su reflexión, ¿cuántos Cervantes habrán muerto? Mejor no quiero pensarlo.
ResponderEliminarBuen relato, un beso.
Malu.
Cada vida, cada historia de un pueblo, de un país, de la humanidad entera, está hecha de infinidad de instantes imbricados. Cada acto tiene sus consecuencias en nuestra vida y en las vidas de los demás.
ResponderEliminarEsa elucubración sobre lo que pudo ser y no fue es muy pertinente y está siempre muy presente en nuestras vidas. ¿Qué hubiese pasado si...?, nos preguntamos en muchas ocasiones.
Pascal escribió que si la nariz de Cleopatra hubiese sido más corta, la historia del mundo hubiese cambiado.
En tu microcuento has imaginado una situación que pudo darse, de hecho, lo milagroso en que Cervantes saliese herido y se recuperase, aunque quedara imposibilitado de su mano izquierda, de la batalla de Lepanto, pues se empeñó en combatir a pesar de que tenía fiebre.
Y si bien Cervantes sobrevivió y muchos años después pudo regalarnos nuestra biblia literaria que es el Quijote, la muerte prematura de muchos artistas nos ha privado, sin duda, de obras extraordinarias. Por poner dos ejemplos que me vienen ahora a la memoria, Mozart murió con 35 años y Rafael Sanzio con 37.
Un saludo, Plácido y enhorabuena.