No estábamos preparados
Aunque era descorazonador verlo tan pálido sobre la cama, visitarlo al hospital se hizo inexcusable para todos. Abarrotábamos la habitación, pero también salíamos al bar; tomábamos café, reíamos, fumábamos, comentábamos la pena que daba mirarlo..., además de hacer planes para quedar luego.
Ninguno supimos encajar la repentina noticia del alta.
Escrito por Enrique Mochón Romera - Twitter
Ninguno supimos encajar la repentina noticia del alta.
Si sigues a este nivel pronto tendré que comprarme una libreta nueva y dedicarla exclusivamente a los micro-Mochones.
ResponderEliminarSacas lo mejor de una historia cotidiana de gente corriente, en el que los personajes van dejando sus vivencias que a todos nos resulta familiar. ¿Quién no ha visto en un hospital más de una vez una reunión de amigos que saludan al enfermo y luego echan la tarde en los pasillos o en el bar entre risas?
Ese final da el broche de oro a este gran relato que demuestra de nuevo tu maestría e ingenio, ambos unidos de la mano.
Un final digno de un gran relato, un auténtico Mochón con denominación de origen.
Un fuerte abrazo.
Pablo.
Menudos comentarios me haces, Pablo, y cuánto los agradezco aunque sobredimensiones las cosas. Me encanta el nombre que has puesto a mis historias; si alguna vez, pongamos dentro de diez años, veo que tengo material como para autoeditar un libro de esos que se reparten entre la familia y los amigos, te aseguro que ya tiene título asignado, y no es broma.
EliminarMuchas gracias como te decía por esa entrañable atención que siempre encuentro en ti, incluso en historias tan simples como esta, en la que he querido reflejar algo que supongo que alguna vez (en mayor o menor grado) nos ha pasado a casi todos.
Un fuerte abrazo.
Si algún día recopilas tus cuentos en uno o más libros seré el primero en comprarlos. "Micro-Mochones", término recién acuñado por nuestro genial amigo Pablo, sería un título apropiado, pues definiría una forma de sentir lo cotidiano que necesariamente implica al lector, que le hace sentirse reflejado. No menos genial es ese final inesperado, que descoloca. Pese a la enfermedad y la pérdida, de una forma o de otra, la vida sigue para los demás, de ahí las risas, ese asombro inicial de los que ya daban por desahuciado al enfermo cuando le ven reengancharse. Creo que nunca estamos preparados para casi nada. Por ejemplo, tus relatos no dejan de sorprender aunque sepamos que van a sorprendernos antes de leerlos.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, Enrique
Muchas gracias a ti también, Ángel. Me gusta mucho que aprecies en mis relatos esa cotidianeidad, pues es algo que sin darme apenas cuenta busco casi siempre como base de lo poco que escribo, y creo que es por ese motivo que dices, esa necesidad de conectar con el lector, aunque también porque me gusta escribir de lo que medianamente conozco. Defines muy bien también eso de que la vida sigue en cualquier circunstancia. Espero no ser el único que, por ejemplo, en situaciones de estas se queda mirando (sin querer) un escote o unas piernas.
EliminarUn fuerte abrazo.
Veo que me vais a quitar de las manos esa antología de micromochones. Este Pablo...
EliminarBuenísimo Enrique, es que los hospitales son lugares de encuentro de dan mucho de sí, sé de lo que hablo...
ResponderEliminarY cuan aburrida es la vida de mucha gente que necesitan motivos "inexcusables" para relacionarse.
Un final inesperado y magnifico
Besicos, amgio
Muchas gracias, Carmen. Ese ambiente de los hospitales, en efecto, tiene una doble vertiente, si bien no todas las experiencias en ellos acaban tan "felizmente", como también es verdad eso que dices de que hay gente que necesita de estas situaciones para tener algo de vida social. Triste, sin duda.
EliminarBesicos para ti también, amiga Carmen.
No sé si ya lo había contado anteriormente pero una mujer de mi ciudad llegó al extremo de fingir su muerte para hacer que sus familiares se reunieran por primera vez en muchos años. Es verdad que el dolor de ver a un ser querido postrado es inmenso. También es cierto que alrededor del enfermo se fortalecen los vínculos afectivos y algo más.
ResponderEliminarExcelente, Enrique. Te aplaudo.
Vicente
P.D. Yo también me apunto para ordenar un ejemplar de los «Micro-Mochones».
Jajajaja. De momento estoy haciendo marcas en un papel para saber cuántos volúmenes tendré que encargar para la primera edición.
EliminarNo sabía esa historia, pero, además de ser muy bonita, tiene un aspecto triste y otro que definiría como esperanzador. En ese "algo más" que señalas como una de las cosas que se fortalecen en estas situaciones, creo ver esa "comunión" que inevitablente se produce cuando se comparte un mismo sentimiento, más intensa cuanto más graves son las circunstancias.
Muchas gracias por todo, estimado Vicente.
Un fuerte abrazo.
Un sorprendente final feliz, Enrique, aunque quizás no para los amigotes. Cómo me gusta leerte, eres un verdadero maestro de la palabra. Abrazos para ti y gracias por compartirlo.
ResponderEliminarPues lo mismo que a mí me gusta leer a la gran maestra Belén Sáenz. Gracias a ti por dedicarme tus palabras, siempre tan gratificantes.
EliminarUn fuerte abrazo.
Simplemente genial, el final es buenisimo, un gran relato que ademas te hace pensar, enhorabuena.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias por tan entusiastas palabras, Jose Antonio; me alegran bastante, como me alegra eso que dices de que hace pensar; era una de mis intenciones.
EliminarUn saludo.
Genial relato, Enrique. Los visitantes del enfermo desahuciado se van acostumbrando a la idea de perderlo y continúan con sus vidas al calor del afecto común. Ni ellos ni tus lectores estábamos preparados para el sorprendente desenlace.
ResponderEliminarUn abrazo de admiración y otro porque te lo mereces.
Eso es, Carmen, "al calor del afecto común". Muy bien descrito el catalizador de ese fenómeno tan habitual. Incluso en las ceremonias religiosas podría tener aplicación la misma fórmula, ya que muchas de ellas hacen celebración de sucesos luctuosos, pero el sentimiento general es de un sumo bienestar cercano a la pureza interior, algo que yo me pierdo por la desgracia de no ser creyente, :-).
EliminarMuchas gracias, Carmen, y otro fuerte abrazo para ti, merecido y admirado.
Al ir a los hospitales, salas de espera de dentistas, fisioterapeutas, centros de salud y similares es cuando una cae en la cuenta de la cantidad de personas que precisan de conversación, de lo necesitada que está la sociedad de socializar (valga la redundancia).
ResponderEliminarA estos amigos que se reunían en torno a su enfermo se les ha acabado el chollo...
Por favor, me uno a la causa y solicito una edición urgente de "Micro-Mochones".
Un beso grande, Enrique y a por el libro, ¡ya!
Malu.
Bueno, bueno, la que ha liado este Pablo con los micromochones. Algún desvelaré que vamos a medias en las ventas.
EliminarUna vez oí en el tren una conversación entre dos médicas que creo que tiene relación con lo que dices. Contaba una que a su consulta acudía diariamente una mujer mayor, pero que una vez estuvo un tiempo sin ir. Al ser preguntada por el motivo, la mujer dijo que era porque había estado "malilla". Supongo que se trataba de uno de esos casos que apuntas sobre gente tristemente "necesitada".
Muchas gracias, Malu, y otro beso grande para ti. Apunto otro ejemplar para ti.
Mordaz y cruel historia, Enrique. Por desgracia, has clavado la realidad.
ResponderEliminarSaludos afectuosos
Es evidente que abunda la hipocresía en este tipo de situaciones, aunque yo me planteo continuamente la aceptación de la condición humana como algo necesario, ya que hay cosas que no tienen arreglo. Tampoco podemos obligar a los sentimientos, ni debemos olvidar que a veces hasta pueden ser compatibles emociones muy dispares. Somos tan complicados...
EliminarMuchas gracias, María Jesús.
Un abrazo.
Este micro-Mochones tiene tanta guasa que he hecho un experimento: leerlo con acento andaluz. ¡Qué grande! Yo quiero el CD y el DVD con las tomas falsas.
ResponderEliminarPago con abrazotes. Ya dirás a cuánto salen.
Pues espero que lo hayas hecho con un acento diferente al mío, porque yo tengo más poca gracia... El caso es que, ahora que lo dices, alguna omaíta en el grupo llamando al niño por la ventana daría mucho juego.
EliminarApunto también tu CD y tu DVD. Serán caros, pero si pagas así te los cobraré en cómodos plazos, ;-).
Abrazos, Patricia.
Alta es la calidad que tú tienes, Enrique, porque eliminar los olores a desinfectante, pollo cocido sin sal y bacterias gordas y coloradotas de un hospital solo tú lo puedes lograr. Vamos, que dan ganas de hacerse un corte, pequeño, en la rodilla para irse a urgencias y empezar a intercambiar teléfonos. De ahí a planta..., todo es intentarlo.
ResponderEliminarUn cariñoso abrazo.
Por cierto, yo también quiero un libro de esos "Micro-Mochones" tan hospitalarios que escribes.
Apuntado otro acogedor micromochón para Margarita (qué canción más bonita, por cierto).
EliminarCuanto me alegro de que no hayas percibido en tu intensa lectura de costumbre todas esas cosas de las que hablas. Para eso siempre tenemos tiempo, y si no llega la ocasión, mejor. Mientras tanto hay que celebrar todo lo bueno que nos aportan las cosas, incluso estas. A mí me molesta bastante un hombro; si logro que me encamen os digo enseguida el número de habitación.
Muchas gracias y otro abrazo lleno de cariño.
¡Qué bien reflejas, Enrique, el poder de socialización que tienen las visitas a enfermos! Es tal cual tú dices. Para muchos, el que algún familiar o amigo enferme es motivo para verse y charlar, de todo un poco, tras años de alejamiento, hubiese sido este deseado, o no. Cuando el enfermo se cura, se vuelve a la rutina de "cada uno por su lado", de ahí el egoísmo cruel de que no se desee su curación rápida...
ResponderEliminar¡Enhorabuena! Un abrazo.
A veces no conviene profundizar demasiado en nuestras introspecciones, jajaja. Pero es cierto que, sobre todo en estas situaciones, todos tenemos pensamientos y sentimientos encontrados, y que los recuerdos que nos dejan (casi siempre bastante remarcados) tiene el mismo contradictorio cariz.
EliminarMe alegran bastante tus palabras, Mariá José. Este relato se queda en poco si lo despojamos de ese aspecto psicológico que tú comentas.
Muchas gracias y un abrazo.
Mi primera reacción, tras leer la frase final, ha tenido forma de sonrisa. "¡Qué pillo!", he pensado. Pero luego, me ha dado por pensar en el modo en el que afrontamos las desgracias de los demás, en la manera en la que construimos arquetipos y nos encerramos en ellos, y en lo bien que escribes, mi estimado Enrique.
ResponderEliminarAbrazos.
Me alegra mucho el que estéis valorando ese aspecto más "serio" de mi relato. Y me gusta también eso que dices de los arquetipos. Creo que cuando somos jóvenes pasamos casi todos por un momento de "crisis" en el que nos planteamos la aceptación o no de ciertas convenciones sociales, pero que finalmente la inmensa mayoría acabamos claudicando a lo que desde generaciones han venido haciendo nuestros mayores.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, estimado Carles, incluidos los piropos.
Abrazos.
Buen humor negro. Me gustó mucho el micro. Todo encaja como debe en sus 50 palabras. En cuanto a "los que no estaban preparados", a lo mejor tienen que plantearse empezar a quedar y verse sin excusas, a lo loco
ResponderEliminarMuchas gracias, Luisa. Mucho me temo que nada será ya lo mismo por mucho que lo intenten, :). Con suerte operan a alguno de ellos, aunque sea del menisco... Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn fuerte abrazo.
Plasmar en pocas palabras la esencia del entorno social y familiar que bulle en una larga estancia hospitalaria, y hacerlo en forma de retrato costumbrista usando las palabras como precisos trazos, está al alcance de pocos.
ResponderEliminarPosees, a mi modo de ver, las tres grandes cualidades necesarias para construir una relato: Crear una historia atractiva, saber vestirla con los personajes adecuados y desarrollarla con habilidad e ingenio.
Lo he dicho y lo repito, Enrique; tus textos son escuela. Tomas el control de lo que escribes con precisión; enganchas con frases contundentes al inicio y desarrollas los acontecimientos captando el interés para, finalmente, dejar escapar la sorpresa en el momento exacto.
En el caso de este micro, ese momento se encuentra justo en la última palabra, reservada con maestría para que, de repente, todo el relato viaje a otra dimensión, y nosotros con él.
Otra joya, Enrique. Enhorabuena.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias por tantas cosas buenas que me dices, Antonio. Es evidente que son desmedidas, y más cuando no confiaba demasiado en este relato, pero quiero decirte también que me animan muchísimo a tomar confianza escribiendo. Defines muy bien unos conceptos que me parecen primordiales para llegar al lector, si bien no siemprelos tengo presentes cuando planeo una historia, lo que pone de manifiesto que tú sí que tienes mucho de lo que aprender; no hay más que leer tus textos. Creo por otro lado que son muy beneficiosos para todos este tipo de comentarios; de hecho, pienso que cada día vamos mejorando a base de aprender unos de otros, sin olvidar que este magnífico ambiente, lleno de sana amabilidad, motiva enormemente a intentar mejorar con cada historia.
EliminarMil gracias de nuevo, amigo Antonio. Veo que no ha entrado tu relato este mes, aunque estará al caer. Seguramente a mí me pasará lo mismo el que viene.
Un fuerte abrazo
El enfermo era la excusa para quedar, incluso algunos haría tiempo que no se veían. Esto es como el dicho ese que dice "muerto el perro se acabó la rabia", pero en tu relato ocurre al contrario, la curación del enfermo es lo que no encajan bien.
ResponderEliminarEnrique genial y buenísimo relato, lo cuentas de una manera tan bella que una situación normal y cotidiana escrita por ti se convierte en algo extraordinario.
Me ha gustado Enrique.
Un abrazo.
Muchas gracias, Javier. Si es que una cosa no quita la otra. Quiero pensar que también querían que sanara el amigo, aunque quizá algo más despacio...
EliminarEstoy encantado con vuestros comentarios. Y me sorprende, por ejemplo, que encuentres belleza en esta historia cuando no era esa mi pretensión, algo que me anima bastante a "buscar" ciertas cosas.
Un fuerte abrazo.
Madre mia Enrique. Tu relato se sale de madre. Es como un rio, fluye y te lleva hasta un increible final. Te dire que me ha parecido muy bueno, con su poquito de pena, para luego reirme con el final. Todo un maestro, me quito el sombrero. Abrazos.
ResponderEliminarCuánto me alegra tu comentario, tan entusiasta. Muchas gracias, Carmen; cosas así animan a intentar hacer las cosas lo mejor posible.
EliminarUn fuerte abrazo
Brillante Enrique, como siempre.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias, Raquel. Qué más quisiera yo que siempre gustara lo que hago.
EliminarUn fuerte abrazo.
Enrique, una vez más nos llenas con tus 50 palabras. Las familias a veces necesitan una excusa o algo que les reuna como una enfermedad, para retomar las relaciones, tan deterioradas o inexistentes en muchas de ellas.
ResponderEliminarExcelente Enrique,
Besos
Muchas gracias, Pilar. Así más o menos nos ocurre a casi todos. Tal vez deba ser de este modo. También es cierto que muchas veces nuestra conducta en este sentido no responde siempre a los sentimientos, y se dan casos de no ver en largo tiempo a personas a las que quieres bastante.
EliminarBesos para ti también, y ¡enhorabuena! Te espero en la arena con mi traje de gladiador, :).
Muy bueno Enrique. Cómo nos gusta generar excusas, aunque sea des esa índole, para romper con la rutina.Saludos.
ResponderEliminarEs verdad, Tati. A menudo vienen bien ciertos cambios en nuestros hábitos, aunque sean temporales; siempre hay tiempo después para retomar la "normalidad", anodina o no, pero siempre rutinaria.
EliminarMuchas gracias y afectuosos saludos.
Es la hipocresía de la socialización, pautas de comportamiento donde los sentimientos, seguramente sinceros, se van diluyendo a medida que pasa el tiempo. Muy bueno, Enrique, y por supuesto apúntame para un "Micro-Mochones", aunque sea para la segunda edición. Un abrazo.
ResponderEliminarComo bien dice Carles, construimos arquetipos y nos encerramos en ellos, y supongo que será porque es como más cómodos nos sentimos. De algún modo esto se puede aplicar también a nuestro lenguaje diario, lleno de frase hechas a modo de kit de herramientas multiuso.
EliminarMuchas gracias, Salvador. Te apunto para otro volumen de micromochones, aunque de momento solo tiene escrito el título.
Un fuerte abrazo.
Genial como siempre, Enrique. Menudas tertulias se montarán en los pasillos y cafeterías de ese hospital. Porque lo que es al enfermo, un abrazo, cuatro palabras de ánimo y un hasta mañana que no te quiero cansar.
ResponderEliminarEn los centros sanitarios pasan cosas muy curiosas. Por ejemplo, los profesionales con extremo cuidado de preservar la confidencialidad respecto a los diagnósticos, tratamientos... y luego sale el paciente de la consulta y le pregunta uno: "qué te ha dicho?" Y le cuenta delante de todos su enfermedad con todo lujo de detalles.
Un beso y apúntame en la lista de los micromochones.
¡Asun! Que alegría verte. Espero que hayas traído el justificante.
EliminarDesde luego que al enfermo cuanto menos se le agobie, mejor; lo saludas y le dejas la caja de surtido "Cuétara", o la lata de melocotón en almíbar, y para la cafetería. Estoy seguro de que presenciarás cosas en el hospital como para llenar libros de relatos. ¿Has escrito alguno sobre el tema? Mi próximo micromochón, ahora que lo pienso, repite tema.
Por supuesto que te apunto en la lista. Ve leyendo otra cosa mientras tanto, por si tarda en publicarse.
Muchas gracias, Asun.
Un fuerte abrazo
Una situación tan trivial como la visita a un amigo hospitalizado (también podría situarse, digo yo, en un tanatorio en lugar de un hospital) nos encamina hábilmente al terreno de la reflexión. Puede que nos interese el estado del enfermo (o el lamento y el dolor de los familiares del finado; incluso la pérdida de este), pero ese contexto también nos sirve para el reencuentro con otras personas a las que no vemos normalmente, situación esta que deja aparcada, a un lado y de qué manera, el principal motivo de tal reunión.
ResponderEliminarHasta aquí, todo entra en esa normal reflexión que digo que provoca el primer párrafo del espléndido cincuenta que, nuevamente, nos ofrece Enrique. Pero claro está, tratándose de Enrique Mochón Romera, el microrrelato no podia quedarse en esa insustancialidad, en esa banalidad. Esa rotunda última frase de texto nos hace sacar una sonrisa (o una carcajada, que eso depende de cada cual). Eso sí, una sonrisa dentro de una historia de humor negro, porque nos disgusta, en esta ocasión, una buena nueva. Hay un cierto trasfondo de deseo de que el mal perdure porque es el principal motivo, la excusa perfecta, para seguir con esos encuentros que, de otra manera, parece que no tendrían sentido. Así somos...
Enorme, Enrique. Va, por supuesto, mi me gusta por delante, porque no es necesario que justifique más el hecho de que tu relato es muy bueno. Van con ese clic mi enhorabuena y mi admiración por tu facilidad de relatarnos historias. Y, además, me sumo a la ola "micro-mochona" (suena mucho peor que el ingenioso neologismo de Pablo, "Micro-Mochones) que se ha generado con tu cincuenta (y diría que también con los anteriores, que ninguna va a la zaga). Por cierto, ¡qué bien traído el título!
Un abrazo muy fuerte, amigo Enrique. Nos seguimos leyendo (yo por lo menos te seguiré leyendo).
Muchas gracias, José Antonio. Menudo comentario (grande en todos los sentidos) que me has dejado. Aún no lo he dicho, pero este relato fue a parar a las manos de Álex gracias a que el amigo Pablo me convenció para que lo mandara, porque yo no estaba muy seguro de su aceptación por parte vuestra (Álex hasta ahora no me ha rechazado ninguno, :-)). El caso es que estoy contento de haberle hecho caso, sobre todo al ver que vuestros comentarios se han ido encargando de desmenuzar todo lo que la historia podía dar de sí. El tuyo en concreto me parece completísimo en su análisis, aparte de generosísimo en su valoración.
EliminarYo suelo decir que siempre escribo de lo mismo (quizá de mí mismo y de lo que veo en los demás), así que aquí he querido reflejar un pequeño detalle de esos que hacen del género humano algo inefable.
Te apunto para el libro. Igual pido a Ignacio que me diseñe la portada, y a Álex el stock de marcapáginas que quizá guarde por ahí, jajaj.
Un fuerte abrazo, amigo, y por supuesto que nos seguimos leyendo, con mucho gusto.
Magnífico micro. Describes perfectamente toda esa cordialidad y camaradería que casi siempre generan esta clase de situaciones en hospitales, velatorios, etc., en el que un escenario de pérdida hace que nos relacionamos más con los vivos. Claro que… yo tampoco estaba preparada para ese giro brusco en tu historia, y me ha encantado. Genial, Enrique, mis felicitaciones. Un besote.
ResponderEliminarMuchas gracias, Matrioska, siempre tan estimulantes tus palabras. En efecto, se produce algo especial en estos casos; yo diría que hasta nos sentimos más puros y mejores durante ese tiempo que estamos cerca del dolor ajeno y dentro de esa particular atmósfera de conexión colectiva. Aunque siempre somos algo contradictorios, y eso es lo que he querido señalar con este final.
EliminarOtro beso para ti y enhorabuena por estar entre los finalistas. ¡Suerte!
“Dios está entre los fogones”, decía Santa Teresa. Y las buenas historias también pueden estar en la más plana cotidianeidad. Estamos rodeados de historias, sólo hace falta mirar un poco y dejar que el cerebro se esponje para que pueda absorber una mínima parte de esa descomunal realidad en la que somos como un espermatozoide perdido entre millones de ‘colegas’ camino de no se sabe qué fecundación.
ResponderEliminarDesde luego que los hospitales dan mucho de sí, aunque a mí no es un lugar que me guste demasiado, ni siquiera como visitante, también me ha tocado sufrirlos como paciente, y lo más irritante es la desfachatez con la que se comportan muchos de los visitantes, hay desconocidos que llegan hasta a sentarse en tu cama ignorándote como si fueses un objeto más de la habitación, y hasta les molesta que la enfermera les mande salir al pasillo cuando tienen que hacerte alguna cura, y esto ante una tolerancia mal entendida por quienes deberían llamar la atención a los maleducados y desaprensivos de turno.
A propósito de tu relato, hoy mismo, me han contado la anécdota de una habitación de hospital, donde, en una de las camas, se estaba muriendo una persona, mientras quienes lo acompañaban veían un partido de fútbol por la televisión, lo cual creo que entronca en parte con la historia que cuentas.
Así que el giro final que das al microcuento es más verídico que el que sería lógico. Hay mucho de hipocresía incluso en nuestras acciones que parecen más altruistas; quizá, por instinto de supervivencia, enseguida obviamos lo amenazante y horrible y lo asimilamos como normalidad, cuesta mucho salir de nuestra mismidad y comprender que los demás existen y tienen, al menos, los mismos derechos básicos que nosotros.
Enhorabuena, tocayo, encantado de leer y disfrutar tus historias. Y ánimo con esos “Micromochones”, lectores no te van a faltar. Un abrazo.
Desde luego que hay todo un mar de historias ante nuestros ojos esperando ser contadas. Quizá una de las cosas que más me gusta de esta afición de escribir es que nuestra antena para percibirlas se va sensibilizando cada vez más, y también que cuando cuentas sobre ellas o sobre otras que siempre hemos llevado dentro, aprendes cosas nuevas o complementas aquellas que ya conocías.
EliminarParece claro que la clave para mejorar nuestra conducta social es la de la educación, y partiendo siempre del fomento del respeto mutuo y de la estimulación de la empatía.
Muchas gracias, Enrique, por tu comentario y tu valoración, tan generosos como de costumbre.
Otro abrazo para ti.
Ah, ¡enhorabuena por estar en la final y suerte!
EliminarEnhorabuena para ti, igualmente, Enrique, que casi siempre sueles estar entre los mejores. De todas formas, aquí se cumple el eslogan aquel famoso de “lo importante es participar”, luego, si la aportación de uno gusta pues miel sobre hojuelas o sobre ovejuelas, que ya no recuerdo muy bien cómo era.
EliminarEn cuanto a lo de la educación, ciertamente suele ser así, pero hay individuos que aun habiendo tenido la mejor educación posible son un patanes y unos desconsiderados, y ya no sé si habrá que irse a la genética para explicar sus reprobables conductas.
Un saludo.
Me ha recordado un caso que viví en primera persona, porque un familiar mio estaba en la cama de al lado.
ResponderEliminarUna señora muy mayor estaba totalmente entubada y parecía que en cualquier momento exhalaría su último aliento.
El médico dijo a los familiares que si querían que la desentubaran. Todo eran llantos, para arriba y para abajo de la habitación que estaba abarrotada de familiares intentando tomar una decisión. Al final decidieron quitarla las máquinas que supuestamente la mantenían con vida. Y cual fue la sorpresa de todos, cuando al día siguiente estaba caminando por los pasillos, quejándose de la comida e insultando a las enfermeras, jajaja.
Muy bueno tu relato. Esto pasa, aunque creamos que no.
Besos.
Muy bueno y divertido el caso que cuentas, Olga. Sin duda las expectativas de los familiares (fueran las que fueran) cambiaron de repente con la mejoría de la mujer. Las cosas no siempre son como se nos muestran, así que es normal que los pronósticos fallen a menudo.
EliminarMuchas gracias por tu amable visita.
Besos también para ti.
Simplemente genial.
ResponderEliminarUn abrazo Quique y... suerte.
Mira que eres apañao, Isidro. Muchas gracias por tu visita y tus palabras, y más sabiendo lo atareado que andas últimamente.
EliminarOtro abrazo para ti.
Enrique!! nosotros tampoco "estábamos preparados" para este final!!
ResponderEliminarSorpresas te da la vida (y reencuentros, compartir penas, valorar la familia, ...)
Un abrazo.
Muchas gracias, Carme. Es verdad, la vida te da tantas sorpresas que algún día tendremos que cambiarles el apelativo.
EliminarUn abrazo.
Me parece que es un micro sobre el que Rafael Azcona podría montan una película, humor negro, del mejor, te felicito y me apunto a los Micro-Mochones. Abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Miguel. No sabes cuánto me alegra que te hayas acordado de Azcona al leer mi relato. Para mí es una de las figuras más importantes de cine español de todos los tiempos, alguien bastante culpable del éxito de muchos de nuestros más grandes directores.
EliminarUn abrazo.