¡Qué injusto!
Era algo mayor que tú (gimoteo). Vino al "insti" para hablarnos sobre seguridad vial pero, al ver la carretera que hay tras la ventana (hipo), perdió la voz.
¡Créeme, mamá! Me han expulsado injustamente! (sollozo). La tía rompió a llorar sin más. Sólo le dije que dejara de llamarme Quique.
¡Créeme, mamá! Me han expulsado injustamente! (sollozo). La tía rompió a llorar sin más. Sólo le dije que dejara de llamarme Quique.
A veces lo que damos por sentado no es tan firme como creeemos. La vida de cada quien tiene muchas historias escondidas capaces de desestabilizar nuestra existencia.
ResponderEliminarMuy bueno, Carles.
Un abrazo.
Vicente
Así es, Vicente. Muchas personas viven bajo un caparazón que puede resquebrajarse en cualquier momento. Y entonces afloran esas historias.
EliminarGracias por comentar y saludos cordiales.
Tremenda historia se oculta en la memoria de la educadora. Y los recuerdos estallan en el momento más imprevisto.
ResponderEliminarExcelente relato, Carles. Un abrazo.
Una reacción inoportuna y seguramente inevitable, pero muy humana.
EliminarAbrazo, Carmen.
Enfrentarte a tus miedos exponiendo tu experiencia para ayudar a los demás es encomiable, pero la realidad y los recuerdos son a veces insalvables. Muy bueno, Carles. Un abrazo.
ResponderEliminarEsa era la cuestión, Salvador. La mujer, generosa, sin duda, quería ayudar a los chicos, previniéndolos sobre lo peligros de la conducción, pero todavía necesita que la ayuden a ella.
EliminarAbrazos.
Qué vería esa mujer a través de la ventana para que los recuerdos más nefastos le vinieran en ese instante, ¿quien era Quique?
ResponderEliminarNo se porque sospecho en una muerte en esa carretera que se ve desde la ventana.
Buen relato Carles, me ha gustado.
Un abrazo.
Había, en efecto, una muerte en la cuneta; y también un recuerdo demasiado doloroso.
EliminarGracias, Javier, y otro abrazo de vuelta.
Me vas a perdonar, Carles, pero estoy muy perdida con tu relato. Voy a esperar a ver si algún otro comentario me da un poco de luz.
ResponderEliminarMientras tanto, un abrazo (amenazo con volver).
Mi querida Margarita, no hay nada que perdonar.
EliminarEste era un texto oscuro, en el que he jugado a fondo el juego de las omisiones (seguramente, demasiado).
Tampoco ayuda la forma (es una conversación entre un hijo y su madre, en la que sólo escuchamos al hijo).
Además, he visto que me falta una coma y me sobra un signo de exclamación.
Y, por supuesto, te agradezco el comentario y la sinceridad y te devuelvo ese abrazo junto con un beso.
Ahora sí lo tengo claro. Torpe de mí, me había quedado encallada en que esa "tía" era su familiar y no la expresión coloquial que es, (fácil de ver, además, por el "insti" precedente), y eso era lo que me descolocaba. Una vez subsanado mi error, tu texto rueda solo.
EliminarLos demás lo han entendido, así que "mea culpa". Y, mira, me alegro, porque así hablo contigo dos veces.
Un beso
Margarita, con este texto me he dado cuenta de varias cosas. Una de las más importantes es que mi aprecio por ti es enorme.
EliminarUn beso.
Genial, Carles. Nos relatas una tragedia en la carretera con otra vuelta de tuerca, desde el punto de vista de un chaval que asiste a una charla sobre seguridad vial y que es confundido por la persona que la ofrece con su hijo muerto, o eso interpreto yo. A ver qué dicen otros cincuenteros y el autor. A mí me parece fenómeno. Un abrazo, Carles.
ResponderEliminarHas acertado plenamente, Belén; y como le decía a Margarita, esta vez no era fácil.
ResponderEliminarAbrazo grande.
Carles, la señora con su mejor intención y para ayudar, al final le afloran sentimientos por una pérdida que no ha superado.
ResponderEliminarLo de la expulsión de niño son daños colaterales de la historia principal.
Buena historia y original forma de contarla a través del niño.
Enhorabuena!
Besos
Gracias, Pilar. Has hecho un resumen muy certero.
EliminarSaludos cordiales.
Ya sabes aquello de "un ciego no puede guiar a otro". La experiencia en primera persona es lo ideal a la hora de transmitir ejemplos y valores, pero el testimonio más valioso puede hacer aguas si las heridas no han cicatrizado lo suficiente o se han cerrado en falso. Otro mes nos brindas originalidad en el tema y en la forma de tratarlo. Muy apropiado el recurso de los paréntesis, propio de textos teatrales, que aportan expresividad al drama.
ResponderEliminarUn abrazo, Carles
A veces, el utilizar a alguien para que aporte su experiencia vital en relación con un determinado asunto, a pesar de que la intención sea buena, puede que no sea una buena idea, pues desnudarse ante los demás no deja de ser un ejercicio de heroicidad.
EliminarPor lo demás, gracias por tu aliento, Ángel.
Abrazo.
Me sabe mal no haberlo entendido a la primera y me he ayudado de los que si lo habían hecho.
ResponderEliminarUna vez ya aquí, la historia me parece estupenda.
Un abrazo
Javier, no tengo ninguna duda de que si existe alguna falta en relación con este relato, la falta es mía. Siempre es del autor. Siempre.
EliminarDicho esto, gracias por comentar y un abrazo.
¡Qué dura historia se debe esconder tras esos gimoteos y silencios!...
ResponderEliminarQuizá no debería verse esa carretera desde la sala donde da la charla, quizá debería esperar más tiempo a darla, quizá no hay nada que impida esa reacción.
Un petó.
Siempre hay unos antecedentes que nos marcan silenciosamente; y también hay muchos quizás que considerar antes de emprender una acción. En eso consiste la vida.
EliminarPetons, Carme.
Reconozco que también me ha costado captar la historia en toda su extensión, pero una vez hecho, los contrastes que encierra son arrolladores: como la valentía de esa educadora enfrentándose a un dolor que aún es carne por el bien de unos alumnos que están muy lejos de comprender el riesgo que corren, como lo grande que le viene el mundo a la egocéntrica adolescencia.
ResponderEliminarTu relato ha sido como un coco, Carles. Has costado abrirlo, pero su delicioso contenido ha merecido la pena.
Un abrazo.
¡Eres tan generoso, Antonio! Lo cierto es que sois varios los que habéis tenido dificultades para entender el texto y eso significa, como poco, que era un texto difícil.
ResponderEliminarUno de los factores que han provocado esa dificultad es que he intentado explicar dos historias (la de la mujer que ha perdido -injustamente- a un hijo en la carretera; y la del chico -injustamente- expulsado) en muy poco espacio. De hecho, el intentar explicar dos historias, va en contra de las normas técnicas del microrrelato, el cual requiere unidad de acción (una única historia), de espacio, de tiempo y casi, casi, de personaje.
Con todo, siempre hay una pugna entre el dogmatismo y la creatividad, y yo tengo alma de explorador.
En fin, abrazo, Antonio.
A la primera no fue, a la segunda tampoco y seguí intentándolo porque, viniendo de ti, el relato tenía que tener un buen fondo. Al fin llegó el comentario de nuestra querida Belén y me abrió los ojos. Todo tiene sentido y tu arriesgado relato, por su forma, ahora luce con todo su esplendor. Gracias, Carles, por escribirlo y a ti también, Belén, por haberme abierto los ojos.
ResponderEliminarBesos y abrazos.
Pablo.
Gracias a ti (y a todos) por vuestra perseverancia. Bien mirado, os tengo bien atareados. Tan pronto os hago investigar sobre mitología eslava, como os planteo un rompecabezas. En fin, de nuevo, gracias por vuestra paciencia y camaradería.
EliminarY ya pronto nos vemos, Pablo. ;)
Carles, te confieso que, sin haber leído los comentarios tan acertados de quienes me preceden, yo sí entendí a la primera tu cincuenta y me ha parecido un excelente relato, con dos historias paralelas, sin nexo alguno aparente, que terminan siendo una la consecuencia de la otra.
ResponderEliminarEsos tres incisos entre paréntesis me parecen un toque muy original (como apuntes teatrales) y fundamentales en la trama ya que van "in crescendo" (del gimoteo al sollozo pasando por el hipo, para terminar, ya sin paréntesis, en lloro), que dan ese tono de pena y dolor que, como trasfondo de una historia de muerte, sobrevuela por todo el texto.
¡Enhorabuena (una vez más)! Va mi me gusta y también acompaño ese clic con mi reconocimiento por tu soberbia manera de escribir. ¿Me estoy pasando? ¡No! Estoy siendo justo en un realto que se titula "¡Qué injusto!" (la expulsión y la muerte de un ser querido).
Un fuerte abrazo y nos seguimos leyendo.
Mi querido José Antonio:
EliminarUn poquito sí que te habrías pasado, pero tus palabras son como lluvia de primavera, quiero decir que ya está bien que llueva, que a los campos les sienta bien y que así te aseguras una buena cosecha de letras la próxima temporada. Así que te envío un abrazote y me voy a sembrar un poco.
Entre que llego tarde y que veo que José Antonio ha expresado excepcionalmente lo mismo que yo pensaba... Solo que yo sí que he necesitado leer vuestros comentarios para darme cuenta de todo, fallo mío, porque analizando el texto, una vez entendidido todo, parece que no falta nada (también veo que cada vez me gusta más el relato). En dos palabras, que te mueves muy alto, Carles, y que te felicito por tu valentía para experimentar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y dale... Que no puede decirse en absoluto que hayáis cometido error alguno. ¡Faltaría más!
EliminarAquí lo único que se demuestra es que sois unos compañeros de letras EXCEPCIONALES, que dedicáis vuestro tiempo a intentar desentrañar el significado de un relato difícil por lo que sólo puedo calificar como generosidad.
Y además, me regaláis palabras de elogio desmerecidas.
Por todo ello, muchísimas gracias, Enrique, por tus palabras y un abrazo grande.
No sé si lo he captado bien, pero pienso que tu micro tiene más valor por lo que insinúas que por lo que cuentas.
ResponderEliminarLa clave creo haberla encontrado en "Quique". ¿Es así?
Saludos cordiales, Carles
En efecto, el nombre de Quique no era casual. Pensé que serviría para reflejar que era la manera con la que la mujer se dirigía a su hijo.
EliminarSaludos, María José, y nos vamos leyendo.
Qué micro más macro. Con tan pocas palabras creas tres escenas distintas. La escena del chaval desconsolado que cuenta a su madre lo injusto de su expulsión; la escena de la charla de seguridad vial en la clase del “insti” con final inesperado; y la escena que engloba a todas que es la de la verdadera intención de esa dolida mujer al dar esa charla y que es el haber perdido a su pequeño Quique en la carretera. Me ha encantado, Notinc. Muchas felicidades y un beso grande.
ResponderEliminarA sus pies, mi estimada Matrioska.
EliminarLo entendí con la segunda lectura, está un poquito más rebuscado pero a mí me resultan más interesantes los micros en los que hay que pensar.
ResponderEliminarMe imagino esa sala llena de adolescentes, la pobre señora dando la charla con su angustia y su trauma no superado. El lenguaje del chico muy conseguido y la expulsión, pues sí, es injusta, aunque me hubiera gustado escuchar el tono y las palabras con las que dijo: "no me llames Quique". La verdad es que los adolescentes dan mucho juego y por aquí no se leen muchos micros sobre el tema, me has dado una idea, je, je, je...
Has sabido sacarle jugo a esta injusticia contando una, en realidad dos, buenas historias.
Un beso Notinc.
Malu.
Ah, has sacado a la luz un detalle muy interesante, Malu ¿De qué modo le dijo el chico a la mujer que dejara de llamarle Quique?? Desde luego, parecería que no con demasiada inteligencia emocional, e incluso podría ser con esa arrogancia tan propia de los adolescentes.
ResponderEliminarOtro beso de vuelta, Malu. Y muchas gracias por aportar tu opinión.
Has sabido plasmar en 50 palabras con pocos elementos todo un recuerdo hiriente. Una ventana, la carretera, ese tono de voz que se supone y la expulsión, quizás, por hacerle volver a la realidad tras darse cuenta que en aquel rostro no puede encontrar a su hijo.
ResponderEliminarFantástico Carles. Que sensación deja este relato...ufff.
Un abrazo grande artista.
Un recuerdo hirirente, como bien dices, al que es posible que nunca jamás se pueda enfrentar sin derrumbarse.
EliminarSi no nos volvemos a encontrar antes por la red, que pases un feliz día del libro, Mª Belén.