Ser feliz en diez sencillos pasos
Tras arrasar en platós, librerías y teatros con su revolucionario método, ganó las elecciones y decretó la felicidad constitucional.
La policía tomó el control, arropada por un pueblo eufórico. Ahora los tristes disimulan sus penas, temerosos de ser deportados o, incluso, ejecutados por desobediencia civil y enaltecimiento del mal rollo.
La policía tomó el control, arropada por un pueblo eufórico. Ahora los tristes disimulan sus penas, temerosos de ser deportados o, incluso, ejecutados por desobediencia civil y enaltecimiento del mal rollo.
Hola Álex, el mundo es de los ilusionistas, que nos engañan sacando conejos de las chisteras y prometíendonos el oro y el moro, la cumbre de la felicidad. De todos es sabidos que los políticos son los magos más mentiroso, pueden prometer, y prometen la Luna, con tal de conseguir llegar a lo alto. Luego, si te vi, no te recuerdo. Muy conseguido. Abrazos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Carmen. Un abrazo.
EliminarReal como el futuro próximo.
ResponderEliminarSaludos afectuosos
Gracias por el comentario. ¡Un saludo!
EliminarY los relatos tristes, ¡a la hoguera!
ResponderEliminarUn abrazo para nuestro ilusionista particular.
Eso seguro, todo el arte aparentemente triste merecería ser condenado en esta "tirania de la felicidad". ¡Un abrazo!
EliminarCurioso este mundo distópico (hace poco que aprendí este término, :)) en el que la tristeza puede ser una forma de rebeldía. Parece claro que nada, ni siquiera la felicidad, es deseable cuando es a la fuerza. Muy bueno este relato, Álex, y muy oportuno siempre recordar lo peligrosos que son todos los absolutismos.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Un fuerte abrazo.
Lo que en el relato es una exageración (un gurú de la autoayuda que se convierte en tirano), en realidad ya sucede, y es que efectivamente sentirse triste y afirmarlo es tan incómodo como admitir tener el SIDA. ¡Gracias y un abrazo, Enrique!
Eliminar¿No será que este gurú de la felicidad ha intoxicado a la población suministrándole «soma»?
ResponderEliminarLa tristeza es una parte importante de la vida, una oportunidad de desarrollo y autoconocimiento.
Recordemos lo que dijo Víctor Hugo alguna vez:
«La melancolía es la felicidad de estar triste».
Un buen relato sobre un gran tema, Álex. Enhorabuena.
Un abrazo.
Me encanta esa frase, Vicente, no la conocia. Aunque suene menos glamouroso, yo voy a recomendar como complemento de mi relato la película Inside Out (traducida como "Del revés"), de Pixar. Condensa esta dualidad felicidad/tristeza con un acierto y una genialidad admirables. ¡Un abrazo y gracias por comentar!
EliminarLa vi hace tiempo, Álex. Es genial.
EliminarOtro abrazo de regreso.
Todo va bien y el que piense lo contrario no es patriota e intoxica nuestra perfecta sociedad. Hay que acabar con el pesimista, el hambriento, el refugiado, el que sufre la ignorancia del estado, el que no es rentable, el que grite contra la injusticia... O sonríen y muestran la felicidad o hay que borrarlos porque todo va bien.
ResponderEliminarGenial, Álex.
Un abrazo.
Pablo.
Muy bien apuntado, Pablo, sí señor. Un abrazo y muchas gracias por el comentario.
EliminarEn términos científicos la tristeza es necesaria (como el resto de emociones) para la supervivencia. Además... Todo muy bonito, estupendo y maravilloso. Pero yo es que soy mucho del "enaltecimiento del mal rollo" (que por cierto me ha encantado, y a partir de ahora la voy a utilizar en mi trabajo y con mi pareja jajaja), a mi: ¡que me deporten!
ResponderEliminarUn saludo Alejandro,
Exacto, Raquel, la tristeza es sana y natural, al menos a mi modo de ver. ¡Un abrazo y gracias por comentar!
EliminarQué monos (literalmente) somos intentando simplificarlo todo. Gran crítica contra la validez que otorgamos a lo popular por el mero hecho de serlo, contra lo poco exigentes que somos con quienes encumbramos al poder, contra las fórmulas mágicas del gurú de turno necesariamente válidas para todo el mundo, contra la natural disposición humana de imponer cosas a los demás 'por su bien'.
ResponderEliminarY todo ello, aderezado con tu habitual ironía. Efectivamente, Alex. Me ha gustado mucho tu relato.
Un abrazo.
Muchas gracias por el comentario, Antonio. Veo que lo has visto muy en la línea en la que se me ocurrió a mí la idea de escribirlo, es decir, por la rabia que me dan los libros de "autoayuda" y toda la gente que habla de lo fácil que es ser feliz y de estigmatizar lo negativo, ¿y para qué? Si tanto superventas fuese tan útil, nuestra sociedad sería cada vez más feliz, pero a cambio la gente vive cada vez más acomplejada por su aparente incapacidad por alcanzar esa felicidad prometida. Acaba uno preguntándose si es el único idiota que no lo logra.
EliminarEn fin, que me enrollo y no paro. ¡Un abrazo!
Felicidad por decreto, absolutismo, pensamiento único y persecución y pena para los disidentes. Tremendo lo que has creado en 50 palabras, Álex. Un mundo feliz de Huxley en micro.
ResponderEliminarMe ha encantado. Un abrazo.
Muchas gracias, Carmen. Un abrazo.
EliminarMe ha venido a la mente, después de leer tu relato, aquello que nos han inculcado desde pequeños (por lo menos en mi generación), sobre el tema de ocultar las emociones negativas. Aquello de "no llores", o "no te enfades", "que te ves muy fe@" o "qué van a pensar si te ven así".
ResponderEliminarYa sé que tu micro no va por esos derroteros exactamente pero es lo primero que he pensado y aquí lo dejo.
Un beso grande querido Álex.
Malu.
Pues sí, Malu. Desde luego he pensado mucho más en eso, en lo socialmente mal visto que está sentirse mal, que en el tema absolutista, que al fin y al cabo es una forma de plasmarlo en el relato. No es nada sana la forma en que nos bombardean con que hay que ser feliz en todo momento y a toda costa, a menudo ligada con el consumismo y el "mirar para otro lado".
Eliminar¡Un beso y muchas gracias por el comentario, Malu!
Alex eso se la felicidad por decreto no creo que sea muy efectivo.
ResponderEliminarPero lo que más me gusta de tu relato es en la forma como describes la situación en la que quedan los tristes sino son capaces de ocultar su tristeza.
Buen relato Alex, me ha gustado mucho.
Un abrazo
Muchas gracias por el comentario, Javier. Un abrazo.
EliminarAlex, hay gurús que consiguen que les sigan a ciegas, imponiendo sus criterios. Desde luego la felicidad es buena, pero no impuesta. Dado mi espíritu rebelde, seguro que me uniría a la Resistencia, aún a riesgo de ser deportado o morir de cosquillas.
ResponderEliminarMuy buen tema y relato.
Besos
Pues esa misma imposición sucede en realidad de forma mucho más sutil (que es como empieza el relato, con el gurú en platós, librerías y teatros, y el motivo del título). ¡Un beso, Pilar, y gracias por el comentario!
EliminarNo se entiende la alegría sin su contrario. Todo debe tener su espacio y su salida. Lo que no es admisible es la imposición. Felices por decreto, qué horror. Una sociedad para llorar, sin duda, pero a escondidas, claro. En todo caso, sería interesante conocer esos 10 pasos. Curioso e interesante, como ha comentado Carmen, el mundo feliz de Huxley con pocas palabras.
ResponderEliminarUn abrazo, Álex
¡Esos diez pasos no existen! Pero al gurú le han valido un bestseller, así que quizá la autoayuda sí que sea efectiva, porque al autor le ayuda a ser feliz a base de embolsarse billetes. Un abrazo, Ángel, y gracias por comentar.
EliminarComo a Carmen, a mí también me ha venido a la mente la novela de Aldous Huxley Un mundo feliz, y también parte de la letra de la canción en la que Víctor Manuel decía aquello de: “¡Déjame en paz! que no me quiero salvar...”
ResponderEliminarAparte de eso, tu microcuento pone de relieve la importancia que tienen los medios de comunicación en nuestras sociedades y como, cualquier personajillo, sin más méritos que un éxito espurio, puede tener una influencia descomunal en un país hasta el punto de llegar a ser el presidente o la presidente de la nación. Y no voy a citar nombres.
Y a propósito de la felicidad por decreto, si no lo conocéis, os recomiendo este libro –Sonríe o muere: trampa del pensamiento positivo, de Bárbara Ehrenreich- que a mí, cuando lo leí, me pareció de lo más esclarecedor y me confirmó muchas de las ideas que tenía al respecto.
Así que en cincuenta palabras has hecho un retrato de lo más fidedigno de lo que podría venírsenos encima en estos tiempos en los que las humanidades y el esfuerzo se van arrumbando cada vez más, pues, como decía Schiller: “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”. Y de ese mal estamos tan sobrados que, en cuanto nos descuidamos un poco, tanto a nivel de sociedad como individual, hemos caído en algún pozo donde el sentido común está del todo ausente y la aberración campa a sus anchas.
Mi enhorabuena, Álex, por tu gran microcuento y un abrazo.
Muy concienzudo tu comentario, como siempre, Enrique. Poco se puede añadir, me ha gustado que hayas recordado el papel que juegan los medios en todo ese proceso. ¡Gracias y un abrazo!
EliminarHola, hace mucho que no se me ve. Es que hay jubilaciones muy activas y ni me da tiempo. Respecto al relato LUCHEMOS PARA QUE NO OCURRA. LIBERTAD, PARA EXPRESARNOS SIEMPRE. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo de los dos,
Dori y J.Mari. o La hija del ferroviario y Gil Hernando de Santiago
¡Gracias y un abrazo a los dos!
EliminarNo es el primero que intenta implantar la felicidad por decreto, pero siempre se topa con algún desgraciado que intenta saltarse la norma.
ResponderEliminarMuy bueno, Álex, en tu línea de ironía distópica.
Abrazo.
Las librerías (e internet, redes sociales incluidas) están llenas de ejemplos, desde luego. ¡Gracias y un abrazo, Carles!
EliminarUn micro muy Orwelliano. La felicidad impuesta por decreto ley. Tendremos que sonreír no nos delaten los esbirros del ministerio de la felicidad. Muy buena crítica de una sociedad zombi no muy lejos de caer en un mundo de control feroz del individuo. Un beso, Álex.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. ¡Un beso!
EliminarJo! es que ni con la felicidad implantada por real decreto está contenta la gente. Hay que ver, como son. Ya lo dices bien: a la cárcel con ellos, y que no salgan hasta que sean felices como unas perdices!
ResponderEliminar(Son capaces de inventarse cualquier cosa con tal de controlarnos...)
Un beso!
Voy a añadir algo que no he comentado hasta ahora, y es que la policía del relato somos a la vez todos nosotros. ¡Chan-chaaan!
EliminarUn beso y gracias por comentar, Carme.