Testamento
A mi odiada esposa le dejo mis cenizas, a mis haraganes hijos, mis deudas.
A mi aborrecida familia, la clave de mi caja fuerte, con la advertencia de que explotará al menor intento de abrirla.
Espero que no olviden a este inútil vejestorio. Sin ningún asomo de cariño:
El abuelo.
Espero que no olviden a este inútil vejestorio. Sin ningún asomo de cariño:
El abuelo.
No se puede ser más claro, Daniel. Y aun así creo que este abuelo no es tan malo como su familia está pensando en estos momentos de luctuosa lectura: yo no les habría avisado de la explosión.
ResponderEliminarA pesar del dolor que transmite tu historia, me has hecho sonreír.
Un abrazo, Daniel
Daniel, se puede decir más alto pero no más claro. Seguro que sus herederos no lo van a olvidar. Han recibido lo que merecen. Su comportamiento con el anciano ha debido de ser deleznable.
ResponderEliminarMe ha gustado cómo lo has contado.
Enhorabuena!
Besos
Esroy seguro que al abuelo lo van ha recordar y con ningún cariño. Como dice el dicho genio y figura hasta la sepultura.
ResponderEliminarOriginal relato Daniel, me ha gustado.
Un abrazo.
La venganza del anciano no está exenta de humor. Al menos, a mí me ha hecho sonreír. Está claro que se siente ignorado y poco o nada querido. Los deja sin herencia, pero aún le queda un resquicio de cariño al advertirles de la explosión.
ResponderEliminarUn abrazo, Daniel.
Es una pena que el odio se arrastre hasta las puertas de la muerte. Seguramente, en esta familia había de todo menos afecto.
ResponderEliminarBuen micro.
Saludos, Daniel.
Muy mal se deben haber portado con el abuelo, para que llegue a estos extremos. Obviamente, le van a recordar siempre, pero con odio.
ResponderEliminar¡Ay, los testamentos!
Un beso
A saber quién es el culpable en esta historia. Quizá lo sean todos y ninguno. Muy bien avenidos no parece que sean. Al menos no discutirán por repartirse la herencia.
ResponderEliminarBuen relato, Daniel, que yo catalogaría como tragicómico.
Saludos.
A eso se le llama una herencia envenenada, tras la que se traslucen algo más que rencillas. Un enfrentamiento antagónico y un verdadero drama, pero contado con un humor que se sobrepone a todo.
ResponderEliminarSimpático relato, Daniel
Un abrazo
¡Cáustico cincuenta este que nos dejas, Daniel! No hay atisbo alguno de cariño familiar en todo el texto de este testamento altamente venenoso, donde la malitención ha tomado acomodo. Y nos lo cuentas con un tono, como dice Enrique, tragicómico, ya que no sabes si reírte o echarte a llorar (eso sí, de la risa).
ResponderEliminarBuen relato y enhorabuena. Va mi me gusta y con él un saludo afectuoso.
Daniel, un testamento vengativo de un abuelo que, seguro, se está riendo en la otra vida al ver las caras de sus familiares.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Un abrazo.
Pablo.
Ese “inútil vejestorio”, lo dice todo. Muy bueno, Daniel. Un saludo.
ResponderEliminar¡Vaya familia! Creo que le abuelo está más feliz muerto que aguantando a toda esa pandilla. Me gustó tu microrrelato, Daniel. Un saludo.
ResponderEliminarLo que está claro es que el abuelo deja en herencia lo mismo que sus herederos le han dejado a él en vida, poco o nada de nada. Es muy triste dar dinero a cambio de amor y cariño, pero más triste es no recibir afecto que se supone es innato hacia una persona de su propia familia.
ResponderEliminarRotundo este testamento.
Besos Daniel.
Malu.
Muy bueno, Daniel. La lectura que yo hago de tu microrrelato es que si sólo quieres por el interés a alguien, no sientes afecto real por él. Este abuelo, pudo no ser un ser adorable, pero su familia tampoco. Lo de "siembra y recogerás" me viene a la mente... Saludos.
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