Vista nocturna
Apoyada en la baranda del ático, Matilde contempla su calle tenuemente iluminada.
Piensa que antaño se vivía mejor, sin la dependencia de tantos aparatos, mientras mira gozosa esas extrañas luciérnagas que ahora transitan las aceras, trayendo a su memoria las noches en el campo que llenaron de magia su niñez.
Piensa que antaño se vivía mejor, sin la dependencia de tantos aparatos, mientras mira gozosa esas extrañas luciérnagas que ahora transitan las aceras, trayendo a su memoria las noches en el campo que llenaron de magia su niñez.
Georges, si no lo interpreto mal, creo que las luciérnagas que habitan las aceras, son la luz de móviles que todos los que pasan llevan encendidos en sus manos.
ResponderEliminarCómo ha cambiado la vista nocturna de la ciudad y los hábjtos de sus habitantes!
Buen relato.
Besos
Felicitaciones, Pilar. Eres la primera persona que interpreta un relato mío en el que trato de decir algo sin mencionarlo. Eso me reconforta a pesar de que es muy probable que el hecho se deba más a tu intuición que a mi habilidad para decir. Muchas gracias.
EliminarBesos
Hermosa manera de evocar un pasado donde la comunicación no se centraba solo en un teclado. Saludos.
ResponderEliminarGracias, Tati. Me alegra que mi micro te gustara. Y hermosa manera la tuya de decirlo.
EliminarCordiales saludos
Georges opino como Pilar esas luciérnagas son las personas con sus móviles. Me encanta ese recuerdo de las noches en el campo.
ResponderEliminarGeorges buen relato, me ha gustado, escrito de una forma que parece que nos muestres una fotografía.
Un abrazo.
Gracias, Javier. Parece que logré transmitir lo que quería decir, sin decirlo. Las veces anteriores en que había tratado de hacerlo, quien lo leyó no tuvo ni idea de qué iba la cosa. Jaja . Voy mejorando o quizás fue sólo suerte con los lectores.
EliminarMuchas gracias por leerme y por tu comentario.
Un abrazo
Como dice Javier, esto no es un relato, es una fotografía. Magistralmente tomada, diría yo. Al terminar de leerlo he cerrado los ojos para ver a las luciérnagas.
ResponderEliminarLa modernidad tiene un precio, a veces elevado.
Un micro muy pero que muy bueno, Georges.
Un abrazo.
Puede que sea una fotografía. Puede ser el negativo de una foto tomada con una antigua máquina de rollo. Lo maravilloso está en la persona que a partir de ese negativo puede cerrar los ojos y ver la escena a todo color.
EliminarEncantado de que te gustara, Vicente.
Un abrazo
Un micro con un gran poder evocador, Georges. Desde la modernidad de la ciudad y la tecnología, Matilde añora las bellas noches de su infancia. Y se produce el milagro. Vemos con ella las luciérnagas.
ResponderEliminarMuy bien contado. Un abrazo.
Gracias por tu comentario, Carmen. Me alegra mucho que también tú hayas visto las luciérnagas donde sólo hay tecnología.
EliminarUn abrazo para ti.
La tecnología propicia cambios constantes en nuestras vidas, verdaderas revoluciones a veces, lo que no implica que olvidemos nuestra trayectoria. De vez en cuando es sano mirar atrás, a aquella persona que fuimos en otro tiempo y con otras circunstancias, reconocerle en nuestro interior, ser consciente de las transformaciones. De ahí a pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor sólo hay un paso, quizá no sea bueno darlo, pero tu protagonista está en su derecho de hacerlo, se le respeta y la comprendemos. Una buena mezcla de sencillez y profundidad en cincuenta palabras.
ResponderEliminarUn saludo
Si, Ángel, la tecnología transforma nuestras vidas. La aceptamos sin cuestionarla aunque nos haga vivir en un mundo virtual por el que nos arrastra tan rápido que a veces perdemos contacto con el suelo.
EliminarEl viaje al pasado generalmente lo emprenden quienes ya no pueden seguirle el ritmo a la bendita tecnología.
Gracias por leerme y por tu interesante comentario.
Un cordial saludo
Un viaje imposible, pero añorado hacia nuestro pasado. Es como si de golpe todo el pasado vivido quedara resumido en esa estampa agridulce que nos descubres. Me ha gustado tu elogio del tiempo pasado en los ojos de Matilde, que donde hay aisladas personas en sus propios mundos virtuales, ella ve luciérnagas.
ResponderEliminarEspudendo y muy visual, George. Un beso.
Sí, Olga, como Matilde, siempre podemos ver la realidad con otros ojos.
EliminarMe alegra que hayas encontrado el relato muy visual. En cuanto a lo de “Espudendo” mi inmodestia me hace pensar que querías decir “estupendo”, porque si fuera “Es pudendo” algo cambiaría…sin contar que daría lugar a una jugosa respuesta. Jaja
Un beso, querida Olga.
Lo que cambia la vida. ¡Y menudo cambio! ¡Luciérnagas por pantallas de móviles iluminadas! En fin, es el signo de los tiempos, con su cruz y su cara, con su envés y su revés.
ResponderEliminarSencillo relato el tuyo, Georges, pero no por eso menos profundo.
¡Enhorabuena! Va mi me gusta.
Un saludo cordial.
Sí, José Antonio, la vida cambia y nos arrastra en su carrera sin darnos tiempo a pensar si lo que realmente queremos es esto.
EliminarGracias por tu amable comentario.
Cordiales saludos.
ResponderEliminarMe gusta tu relato porque es de los que se queda dentro después de leerlo. Te asalta una melancolía de aquellos tiempos en que los whatsapp los mandábamos de viva voz y los correos electrónicos en un sobre con sello. Te aseguro que tú musa te ha acompañado muy bien.
Muy bueno, Georges.
Un abrazo.
Pablo.
Hola, Pablo, la verdad es que no eran malos tiempos aquellos, con menos tecnología y más cercanía.
EliminarY, como siempre, eres muy generoso en tus comentarios a mis micros.
Un abrazo.
En muchos casos, el progreso desmedido nos está haciendo perder la capacidad de gozar de las cosas sencillas que nos regala el planeta. Escuchar el silencio o contemplar las estrellas, no debería de formar parte solo de nuestros recuerdos. Me encanta cómo tu protagonista adapta la realidad que ve, a lo que a ella le gustaría ver. Me ha gustado mucho, Georges. Un beso.
ResponderEliminarEn este tema pensamos exactamente igual a pesar del “océano” que nos separa.
EliminarPara mí es un placer que el micro te haya gustado, Matrioska.
Un beso.
Yo me he imaginado que Matilde es un fantasma, y que por eso es una visita nocturna, y compara su época con esta. Porque yo si no meto un cadáver o un espíritu, no me quedo del todo contenta.Jajaja A parte de esto, me ha gustado porque me siento identificada con el trasunto: "los móviles nos han esclavizado". Yo también hecho de menos no estar disponible 24h al día, ¡que hartura¡
ResponderEliminarUn abrazo,
Fantasma sea si a ti te place, Raquel. Me alegra que Matilde, tú y yo estemos de acuerdo con el fondo de la cuestión. Eso es lo importante. Una vez que coincidimos en esto, el resto es secundario y si te apetece, hacemos pasar a Matilde por encima de la baranda.
EliminarUn abrazo para ti.
Me encanta esa atmósfera tranquila de tu relato, acorde con el sentir melancólico y sosegado de la protagonista, a la que imagino de edad avanzada y dotada de una mente muy abierta. Una delicia leerte, Georges.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es un placer recibir comentarios como el tuyo, Enrique, muchas gracias.
EliminarY me alegra que disfrutaras del micro.
Un abrazo
¡Qué bonita imagen la de las luciérnagas por la noche! Y qué cansina (si me permites la expresión) la de las pantallas de móviles y tabletas en los días que corren.
ResponderEliminarMe ha gustado esa visita nocturna Georges, ojalá pudiéramos tener más imágenes como las de antaño.
Besos.
Malu.
Ojalá, Malu. Pero me temo que es imposible. Cada vez seremos más dependientes de los “cansinos” y en las noches en el campo ya no se ve la cantidad de luciérnagas que solía haber, seguramente debido a otro “adelanto”, los pesticidas, que las han diezmado. Creo que en el fututo sólo tendrán cabida en la nostalgia.
EliminarBesos
Me ha gusta mucho. La añoranza y la tecnología se han dado la mano y se han agarrado fuertemente. De esa manera todo parece más bonito y más humano. Muy bueno, Georges, !enhorabuena!Un beso.
ResponderEliminarGeneralmente la añoranza y la tecnología ni se saludan. Sólo se dan la mano aquí, en el ámbito de la ficción.
EliminarGracias por tu, como siempre, generoso comentario.
Un beso
¡Qué paradoja! Las luces de los móviles de los que tanto reniega le recuerdan su infancia atecnológica en el campo. La contradicción humana en estado puro.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Quizás reniega de ellos a tal punto que prefiere hacer como que no existen. Pero su mente necesita darle un nombre a lo que sus ojos ven.
EliminarCordiales saludos, Carles.