El ramo
Había sobrevivido a la operación. Todos los médicos salieron. La enfermera miró hacia la ventana, bajó la persiana tres dedos y salió. Junto a su cama había un jarrón con rosas. Por la tarde llegaron muchos más ramos de flores.
Esa noche certificaron su muerte. Era alérgico a las plantas.
Salvador tu protagonista es el colmo de la mala suerte, sobrevivir a la operación y morir por la alergia a las plantas, aunque me entra una duda, no se lo querría cargar alguien y aprovechando los efectos de la anestesia el no pudo avisar-
ResponderEliminarBuen relato Salvador, me ha gustado.
Un abrazo.
Gracias Javier. Este hombre... murió así. Dejo la puerta de la duda abierta. Pero lo cierto es que si he conseguido que te hagas preguntas ya me doy por satisfecho. Un abrazo
EliminarParece que los amables visitantes del enfermo no le conocían muy bien, al no saber el detalle de su alergia, o, como sugiere Javier Puchades, puede que quiseran cargárselo, jajaja.
ResponderEliminar¡Enhorabuena por el gran relato que has escrito, Salvador!
Un abrazo.
Gracias María José. Quizás se los mandaron compañeros de trabajo... Ya sabes... estos del saludo con la cabeza al entrar y al salir.
EliminarSalvador, me parece que no les hizo mucha gracia a sus familiares que superase la operación y lo mataron con plantas y flores.
ResponderEliminarMuy bueno. Difícil de demostrar que conocían su alergia.
Enhorabuena!
Besos
¿Los familiares? ¡Hummmmmm! ¡Vaya, vaya! Y yo sin saberlo...
EliminarMe encantó, Salvador. Le he puesto una perspectiva policiaca y, he imaginado que todos sabían de su alergia y de su herencia. Un crimen tan bien calculado que dudo que el propio Sherlock Holmes fuese capaz de descubrir, o sí.
ResponderEliminarMuy ingenioso.
Un abrazo, Salvador.
Aprovecho para decir que últimamente comento poco pero os sigo leyendo. El tiempo no me deja pararme a haceros los comentarios que sin duda todos os merecéis así que si no paso por algunos de vuestros relatos no me lo tengáis en cuenta, por favor. En cuanto tenga más tiempo volveré a las andadas, de momento, sigo comentando de vez en cuando tengo un respiro.
Abrazos cincuenteros.
Pablo, de joven leía a Agatha Christie. Quizás se me pegó algo de las intrigas que tejía. Gracias por tus palabras. Y, no te preocupes, los que entramos aquí... tarde o temprano volvemos. Fíjate en mí. Entro y salgo y a veces tardo más que en volver que un gato perdido en la noche.
EliminarAinsssssss pobre... Jejeje. Ni el médico ni la enfermera sabían de su alergia??? Uyuyuy. Me encantó. Enhorabuena
ResponderEliminarEran novatos, creo. O quizás les cogió finalizando una guardia de cuarenta y ocho horas y estaban cansados. No sé. Lo cierto es que no se dieron cuenta de ese detalle.
EliminarHum, ¿a quién hay que denunciar? ¿Herederos? ¿Amante despechada? ¿Negligencia médica? ¿Enfermera psicópata? ¡Ya sé! Era un militar nazi y los nietos de sus víctimas lo encontraron y esperaron el momento oportuno...
ResponderEliminarSea como sea, ¡crimen perfecto como este relato!
Besicos, Salvador.
¿Denunciar? Nadie intentaría hacerle ese favor a un nazi que mató a sus familiares. El hospital fue fundado por los supervivientes del Holocausto. Un abrazo fuerteeeeee.
EliminarPobre hombre, de la forma más tonta. Quizá si la enfermera hubiese abierto la ventana un poco más habría muerto de una corriente de aire. Sin descartar que lo de las flores no fuese un regalo envenenado con toda la intención, el telón para este hombre parecía haber caído hiciera lo que hiciera.
ResponderEliminarUn relato que, además de resultar apropiado para el mes en el que estamos, es muy simpático, a mí al menos me ha hecho reír y eso siempre es sano.
Un abrazo fuerte, Salvador
Gracias, Maestro. Sí, lo escribí pensando en el mes de las flores. Me alegra saber que te ha gustado y que te ha hecho reír. Un fuerte abrazo.
EliminarVaya alergia tan letal. Mira que yo padezco algunas y me has asustado (¿o prevenido?), Salvador. Como siempre tus historias dan mucho de qué hablar.
ResponderEliminarBien original.
Un abrazo.
Gracias, Vicente. ¡Prevenido, prevenidooooo! Por si acaso tatúatelo en el pecho, no vaya a ser que si lo llevas en un papelito se pierda o si es una medalla, te la quiten para pasar a RX. Un abrazo y muchas gracias.
EliminarComo sobrevive a la operación, ya se encargan entre todos de que no salga vivo del hospital. Letales regalamos para el alérgico.
ResponderEliminarMuy divertido tu micro, Salvador. Un abrazo.
Muchas gracias. Me alegra saber que has disfrutado, Carmen
Eliminar¿Quien iba a pensar que tu protagonista tenía un poquitín de mala suerte? Eso me hace recordar el día en que me regalaron un ramo de rosas con alcatraces en mi cumpleaños, y es que no me agradan nadita específicamente esas dos flores jajaja y encima me avisan que estuvieron a punto de comprarme un ramo que llevaba girasoles y peonias, esas si mis dos favoritas. Ni modo, a caballo regalado...aunque hay excepciones a la regla como a tu protagonista, y esa si fue mala suerte, me hizo a un lado porque ya son palabras mayores el echo de que un regalo te lleve a la tumba. Divertido y merece muchos aplausos tu micro, después del minuto de silencio. Saludos Salvador. Muchos besos.
ResponderEliminarJajajaja, Perdón... me salté el minuto de silencio.
Eliminar¡Qué paradoja!, las flores enviadas para alegrar el ambiente, resultan asesinas.
ResponderEliminarA veces nuestra buena voluntad resulta letal.
Me ha hecho gracia, dentro de la desgracia.
Un saludo
¡Ea! ¡Pues ya me he alegrado yo! Gracias.
EliminarGrande, Salvador.
ResponderEliminarLos microrrelatistas tenemos cierta tendencia a cargarnos a nuestros personajes, pero este tuyo no se puede quejar: ha tenido un deceso original y muy florido.
Saludos cordiales.
Muchas gracias. ¡Qué menos que un final con flores!
EliminarMagnífico, Salvador. Sorprendente y dando pie a otras interpretaciones.
ResponderEliminarEnhorabuena y saludos.
Muchas gracias, Enrique. Lo intento. Me encanta dejar finales abiertos y... principios.
Eliminar!Que risa!
ResponderEliminar!Cuanto le querian!
Que buen relato. Esero que no seas alergico a los halagos.
Saludos de los dos.
Algo me dijo el médico. Jajaja. Gracias.
EliminarTu protagonista seguramente era hombre de cemento, de ahí que ni él supiese de su alergia. En ese caso se podría decir que era un hombre querido. Si por el contrario esa alergia era conocida por todos… ¡Chungo! Me ha gustado y divertido mucho, Salvador. Un beso.
ResponderEliminarLas dudas que tienes las voy a dejar sin resolver. Espero que puedas dormir. Un abrazo.
EliminarMe ha encantado tu historia! Es una paradoja, un desencuentro. Quién pensaría que una flor podía acabar con el convaleciente.
ResponderEliminarFelicitaciones!! Un beso.
Las flores ese eterno icono de la alegría, cambió el orden de las letras, quitó un acento... y se convirtió en... alergia... mortal, por supuesto.
EliminarMuy divertido.
ResponderEliminarSuerte.
Muchas gracias.
EliminarMe ha dejado con la boca abierta...ja,ja,ja, ¿pero cómo acabas así con el pobre?
ResponderEliminarBueno, muy bueno, menuda ironía. Besos
Yo no fui. Te aseguro que yo no fuí. Muchas gracias.
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