Nostalgia
Demis Roussos sonando en la radio, siempre romántico... Mamá, pesada, gritando que baje a desayunar. Tengo que dejarte, Demis, el chocolate hirviendo me espera, para quemarme la lengua. Luego, el colegio... ¡si no fuera por los preciosos cuervos posados en el patio húmedo, que contemplo, extasiada, tras el amplio ventanal!
Haces aflorar, María José, en mis recuerdos la voz aterciopelada de Demis Roussos. A mi también me gustaba. Lo de los cuervos preciosos ya me suena un poco más raro...Muy logrado. Suerte.
ResponderEliminarGracias, Jesús. Los de mi generación crecimos con Demis, entre otros "monstruos"; no teníamos elección, jejeje.
EliminarUn abrazo.
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ResponderEliminarA este personaje sólo le resta canturrear, antes de apagar la radio, «goodbye my love goodbye... goodbye and au revoir...»
ResponderEliminarEl título lo dice todo.
Saludos, María José.
Efectivamente, Vicente. Ese personaje no era otra que yo misma. Me encantaba la voz de Demis (pero no la silueta) y de todos aquellos cantantes románticos de la época. Pasado el tiempo, ya no era yo de gustos tan blandengues...
EliminarUn fuerte abrazo y gracias por comentar.
Cuando deja de llover...
ResponderEliminarSaludos.buen relato.
Muchas gracias, José Juan, por pasarte por aquí.
EliminarUn fuerte abrazo.
Un personaje y una voz que marcaron una época, que unido al chocolate caliente del desayuno antes de ir al colegio, reúne los ingredientes para convocar a la nostalgia. Los cuervos, interpreto (puede que erróneamente) que podrían ser pretendientes de esta sensible jovencita, con un cierto toque depredador quizá, pero también y a su manera entrañables.
ResponderEliminarUn abrazo, María José
Ángel, veo que tú también sabes lo que es tener nostalgia...
ResponderEliminarRespecto a los cuervos, te confieso que es un recuerdo real, no metafórico: en clase de lengua y literatura, siendo niña, solía mirar por la ventana y, en época invernal, acostumbraban a posarse cuervos en el patio del colegio. Mi abstracción terminaba cuando el profe me decía que dejase de "pasmar", jajaja.
Gracias y un abrazo.
Hola Mª José, nada mejor que un chocolate caliente para sentarse a evocar los aromas de la nostalgia, más si el paisaje es húmedo e invernal. A mí me habían despistado un poco los cuervos y andaba dándole vueltas a encontrarles simbolismos ocultos o paralelismos soterrados...ahora que todo es tan natural, disfruto mucho más de tu estupendo relato. Saludos
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ResponderEliminar#13
Muchas gracias, Manuel. A veces la vida ofrece secuencias que parecen sacadas de una película. Yo miraba embelesada a los cuervos porque me parecían preciosos, con esa piel negra y brillante. Nunca entendí porqué se posaban en el patio de mi colegio... y me ha encantado reflejar dicho recuerdo en un microrrelato. Si, además, te ha gustado... ¡genial!
Un fuerte abrazo.
Que bueno es tener esos recuerdos, esa nostalgia MJosé.
ResponderEliminarMe has hecho recordar cuando era pequeño y desayunaba escuchando la radio un radionovela de detectives que hacían a primera hora en Radio Zaragoza, que recuerdos tan bonitos, gracias.
Bello relato MJosé,
Besos.
Me encanta que mi relato te traiga buenos recuerdos, Javier. Me complace si te he hecho sonreír, recordando tus vivencias. Para mí la radio ha sido fundamental y todavía hoy lo es, a pesar de existir otros medios muy poderosos.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
M. José, este mes a ambas nos ha dado por recordar la infancia. Y ese Demis Roussos que nos encandilaba con su voz. Lo que más me ha sorprendido han sido esos cuervos que veías poeías ventana de clase. A mi me parece que era una forma de evadirte de la rutina, deseando volar libre fuera del aula.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Enhorabuena!
Besos
En parte sí era una evasión a la rutina, Pilar. Me interesaba lo que decía el profe de Literatura (era mi asignatura favorita) pero no podía evitar girar el cuello hacia la ventana y volar libre, como dices tú. Cuando una observa cualquier cosa con detenimiento es un placer, aunque en clase lo que tenía que hacer era atender, jejeje.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
De los que somos de aquella época, a ver quién está libre de haber cantado alguna vez con el mayor de los sentimientos algún pastelón de Demis Roussos, de Dany Daniels, los Pop Tops o del mismísimo José Vélez. En cuanto a los cuervos pienso que cada uno podría cambiarlos por el animal correspondiente: gorriones, petirrojos, estorninos...
ResponderEliminarMuy sentido relato, María José, intimista, nostálgico y bello.
Enhorabuena y un abrazo.
Muchísimas gracias, Enrique. Si algo caracteriza a una generación es que, resida donde resida, va a tener prácticamente los mismos referentes, para bien o para mal, jajaja.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Nostalgia en estado puro...
ResponderEliminarLo de los cuervos no lo asocio con mi infancia, pero me quedo con los gorriones que yo veía y que a veces me despistaban también.
Un beso.
Malu.
Jajaja, vale cualquier clase de pájaro o animal, Malu. El caso era quedarse embobada con cualquier cosa que se moviese... Yo recuerdo haberme quedado varios minutos mirando fijamente el movimiento azaroso de una bolsa de plástico (recurso, por cierto, que han utilizado en varias películas, cuyos títulos no recuerdo ahora). El caso era estar relajada y no atender, jejeje.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte y un fuerte abrazo.
Qué bien sienta dejarse enredar por los hilos de la nostalgia. Y como banda sonora no podrías haber elegido nada mejor que esa voz aterciopelada de Demis Roussos. Me ha gustado mucho, María José. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias, Matrioska. Te confieso que soñaba con el actor de Sandokán (Kabir Vedi, creo que era su nombre), tan guapo él, y en eso era como todas mis amigas, pero lo curioso era que yo me lo imaginaba con la voz de Demis, jajaja.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Vamos, que me la llevaria al colegio si no fuera porque tengo que estudiar mates...
ResponderEliminar!Que bueno!
Un abrazo de los dos
Muchas gracias, José María, por acercarte a dejar tu cariñoso comentario.
ResponderEliminarUn abrazo.