Tal astilla
Caía la tarde en Palma. Una madre vigilaba mientras él jugaba. Un gladiador disfrazado le prestaba su preciosa espada y casco al niño a cambio de algún euro para la foto. Vivía de eso.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Esa es mi madre!
La madre negó conocerlo. El pobre chiquillo no perdonó nunca.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Esa es mi madre!
La madre negó conocerlo. El pobre chiquillo no perdonó nunca.
No quería conocer al gladiador. Es evidente que dejó al descubierto su clasismo.
ResponderEliminarUn beso.
Intrigante relato CarMeLa, la madre ha reconocido en el disfrazado de gladiador a alguien del cual no quiere acordarse, y prefiere negar a su hijo.
ResponderEliminarBuen relato CarMeLa.
Besos.
Me da a mí que la madre es un poco tacaña, je, je, je. Le ha salido muy barato un mal recuerdo para su retoño.
ResponderEliminarSimpático micro.
Saludos, CarMeLa.
CarMeLa, coincido con Vicente, creo que la madre lo que quería era ahorrarse pagar la propina por la foto, sin darse cuenta del mal recuerdo para toda la vida que le ha quedado a su hijo.
ResponderEliminarBuen micro.
Besos
No estoy segura de entender bien el micro. ¿Puede ser que el niño sea raptado por el gladiador? O que el gladiador sea el padre del chiquillo... lo siento, estoy un poco o bastante perdida.
ResponderEliminarEspero que nos saques de dudas.
Besos.
Malu.