40 grados
Agraces melopeas recalaron en sus bocas después de haberse pimplado las seis botellas de ron. Como si esa tarde fuese la última, bailoteaban, tercos, bajo el hiriente sol.
—¡Callad!, ¿no oís? Canta alegre el ruiseñor.
Extasiado, no vio el destello del cuchillo que sajaba su garganta. Aumentaron las salvajes risotadas.
—¡Callad!, ¿no oís? Canta alegre el ruiseñor.
Extasiado, no vio el destello del cuchillo que sajaba su garganta. Aumentaron las salvajes risotadas.
Jesús, ya me parece percibir el intenso olor a alcohol y las escandalosas risas... Muy buen relato y tremendo el final, que me ha dejado impactada.
ResponderEliminar¡Felicidades!
Un abrazo.
Muchas gracias, María José, por tus amables y madrugadoras palabras. Un saludo.
ResponderEliminarLos 40 grados eran de calor y de alcohol todo por igual, y el resultado ha sido un final inesperado, ya que de una alegre fiesta hemos pasado a una salvaje muerte acompañada de esas salvajes risotadas.
ResponderEliminarBuen relato Jesús, contado muy bien.
Un abrazo.
Javier, sabes como animar a cualquiera. Muchas gracias por el comentario. Trataba de mostrar el desprecio al diferente, aunque, en este caso, influido por el calor y el alcohol.
Eliminar¿Reaccionarán así algunos radicales ingleses si ganan los partidarios del Brexit? Espero que no lleguen a tanto. Esos 40 grados, tanto por dentro como por fuera, no auguraban nada bueno. Cuando los intolerantes se deshiniben aún se vuelven más agresivos con el que no comulga con sus ideas. Jesús, interesante tema para la reflexión, y bien contado. Un saludo.
ResponderEliminarPerdón, quería decir "desinhiben".
ResponderEliminarMuchas gracias, Juana, por tus dedicarme tus alentadoras palabras.
ResponderEliminarEl alcohol desinhibe, todo se relaja, las barreras caen irremisiblemente, el tiempo y el espacio se convierten en campo abonado para la risa despreocupada. El calor contribuirá a que los efectos de la ingesta desencadenen un inevitable sopor. El problema, tantas veces repetido, será el dolor de cabeza posterior. En el caso que nos ocupa, además, la resaca los dejará bien fríos cuando comprueben lo que yace en el suelo, en medio de un charco rojizo y seco.
ResponderEliminarUn abrazo, Jesús. Encantado de leerte también por aquí
Gracias, Ángel, por tus ánimos. Un saludo.
ResponderEliminarEl exceso de alcohol y el buen juicio no son buenos compañeros. De nada servirá arrepentirse.
ResponderEliminarEscalofriante micro, Jesús. Muy bueno.
Saludos.
Muchas gracias, Vicente, por comentar. UN saludo.
EliminarComo si esa tarde fuese la última...me gusta esta anticipación velada que esconde aún el giro final y sorprendente del relato. Lo estructura y le presta más fuerza al final, si cabe. No es un mundo el que describes para sensibles y soñadores. Lo he disfrutado. Saludos
ResponderEliminarGracias, Manuel, por tus esclarecedoras palabras. Un saludo.
ResponderEliminarImpactante, Jesús, y muy visual.
ResponderEliminarA pesar de la sangre, al igual que Manuel, lo he disfrutado.
Un saludo
Muchas gracias, Margarita, por molestarte en comentar. Saludos.
EliminarJesús, el alcohol está directamente reñido con la sensibilidad ya que más bien perturba, y les molesta quién si la tiene.
ResponderEliminarMuy bien contado.
Besos
Muy agradecido, Pilar, por tus palabras. Un saludo.
EliminarNos describes una escena de muy alta graduación, Jesús. Cuantas más veces lo leo, más me gusta cómo está narrado. Felicidades y un saludo.
ResponderEliminarMe has terminado de alegrar el día, Matrioska, con tu amable comentario. Muchas gracias y saludos.
ResponderEliminarQué bien escrito está este relato, Jesús, y que bien queda plasmada la necedad y la brutalidad de estos grupos de jóvenes tan habituales últimamente.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Saludos.
¡Caray,Enrique! Muchas gracias por tus palabras.
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