La ruta del círculo polar
Aprendí demasiado tarde que ni el viento duerme bajo la arena del desierto ni los camellos ciegos saben volver a casa. Perdida entre las dunas, pregunto a las rosas de piedra por las estatuas decapitadas, pero han olvidado dónde se esconden. No sé qué hacer, mi capitán, con tu cabeza.
Al terminar de leerlo, este relato me ha contagiado de la angustia y desesperación de la protagonista, un alma condenada al infierno de la desorientación. Da lo mismo si vaga por un desierto de arena o uno helado, el verdadero erial lo lleva en el corazón. Ha de cumplir una misión, un último acto de amor quizás, antes de asumir la soledad.
ResponderEliminarUn poema y un relato magníficos, ambos en las mismas cincuenta palabras.
Precioso, Patricia. Te aplaudo y te abrazo.
Vicente
Vicente, me reconfortan tus palabras al leer que te hallas angustiado y desesperado. Y, si no te importa, te voy a dejar un ratito la cabeza para que me la vigiles. Habla poco, pero pesa bastante. Si no dejas que coma nada después de medianoche, todo irá bien.
EliminarVolveré cuando haya encontrado dónde encajarla.
Aparte de esto, muchísimas gracias por tu comentario. Un abrazo fuerte.
Espeluzna , la última frase. Todo un mundo de macabras sensaciones gravitaron sobre mi cabeza.
ResponderEliminarTerror al máximo nivel, literariamente contado, Patri.
Suerte terrorífica.
Lluvia de besitos virtuales.
¡Gracias, MJ! Qué alegría me das con tu espeluzne. Es que ser buena chica cansa mucho y plantar semillas de duda y maldad es muy divertido y enriquecedor. Si sabes dónde se esconden los decapitados, mándame un cuervo, que se acerca el invierno.
EliminarMuchos besos de vuelta, tocaya.
Absoluta esta imagen de la portadora de cabeza sobre las arenas de sus desiertos. Golpea fuerte esa sensación angustiosa de quien vaga sin norte, sin esperanza después de haber perdido a su capitán decapitado. Remite su tragedia a la de los grandes mitos.Me encanta. Pero el título me mantiene intrigado ¿ilustra la ruta del círculo polar la de los refugiados desesperados de nuestros días que procedentes de las arenas del desierto buscan también su norte perdido? Si fuera así, tu protagonista, bien podría llamarse Siria.
ResponderEliminarBestial, entonces, bien traído!
Saludos, Patricia.
Manuel, no soy tan buena como para haber reflejado el drama de los refugiados con este relato desorientador. Simplemente es que estoy como un cencerro y me gusta envolver los sentimientos con imágenes que provoquen contrastes con la realidad. Como el título, al dar ese nombre a un cuento que transcurre en el desierto. El que ha dado en el clavo es Vicente, pero me están entusiasmando vuestras interpretaciones. Y la tuya es fabulosa.
EliminarTe dejo, que la cabeza me pide el desayuno y no veas cómo berrea.
Gracias y abrazos, Manuel.
Grande el poder de la palabra, de todas formas. La ruta del círculo polar se llama a la ruta de los países fríos del norte que los refugiados están tomando para intentar eludir las mafias en el mediterráneo. Hay elementos del relato, por la poesía y fuerza de sus imágenes, que crean paralelismos con esta realidad que comento, y eso es lo grande de la literatura, que sus significantes trascienden el contenido de la suma de las palabras que lo conforman. Grande, grande tu relato. Que te aproveche el desayuno como a mí el festín que me he dado con tus palabras.
EliminarDesconocía la ruta polar de los refugiados. Muchas gracias por darle esa dimensión a mi tonto relato. Has conseguido reescribirlo con tu interpretación y, si me lo permites, lo considero firmado por los dos en esta nueva versión.
EliminarGran honor me haces; sea. jajaja
EliminarY luego me dices a mí que doy miedito. Menos mal que sé que bajo estas letras sobrecogedoras late un fondo de buena gente. Por motivos personales me siento identificado con tu protagonista, ya que no hay nadie que se oriente peor que yo, aunque al menos, de momento, creo que no he perdido la cabeza, otra cosa es que sepa qué hacer con ella. En cuanto termine este comentario voy a darme un paseíto sin GPS, a ver si me encuentro a la chica de tu cuento, seguro que nos entendemos.
ResponderEliminarUn abrazo de los grandes
Sí, ven, y tráete un paquete de galletas Marías para ir dejando miguitas por el camino. Pero no mires atrás, oigas lo que oigas. Las migas no son para volver a casa, son el peaje que hay que pagar a los moradores de la arena para que te dejen seguir mis huellas. Y no debes verlos porque si lo haces, te convertirán en rosa de piedra y te quedarás para siempre en el desierto.
EliminarDicho esto, te espero con los brazos abiertos, pero coge el GPS, que nos hará falta.
Abrazotes.
Patricia, cada frase de tu microcuento es una tesela que hay que encajar perfectamente con las demás, y una vez hecho eso, la figura que aparece aún no está clara, porque tú te has guardado otras tantas teselas no sé dónde, sin olvidar que el título es una tesela más, por tanto, tuya es la última palabra sobre el microcuento.
ResponderEliminarAun así, el mosaico que te ha salido es de lo más hermoso, y las imágenes que deja en la cabeza son de lo más cinematográficas y literarias.
En las meninges se me van combinando civilizaciones y paisajes, sobre todo hay mucho desierto de por medio, y ya se sabe lo que suele pasar en esos lugares con el calor tórrido y las arenas infinitas, así que igual la cabeza del capitán es una calabaza hueca que ya casi no contiene ni gota de agua.
Por tanto, y sobre todo para que haya otro punto de vista, que seguro que es eso lo que persigues con tus microcuentos, yo no me voy a ir por el lado del horror, ni voy a estremecerme, por el contrario, voy a inclinarme porque todo es el producto de una mente que sufre un espejismo, de hecho, el que le pregunte a las rosas de piedra por las estatuas decapitadas, creo que es un indicio de que la protagonista tiene un colocón de sol de no te menees.
Como siempre, un microcuento de gran altura, enhorabuena y un abrazo.
Qué bueno eres, Enrique. Gracias por tus hermosas palabras. Tienes razón en lo de las imágenes y me ha hecho mucha ilusión que las hayas captado. Yo me imagino a mi tontaina protagonista como a Juliette Binoche en la peli Nadie quiere la noche, así vestida pero recorriendo el desierto, como en El paciente inglés. Anda, anda sin parar, entre las dunas rojas por la luz del atardecer, con un paquete negro sobre las manos extendidas. Ya sabes lo que contiene.¿Que cómo ha llegado la cabeza a sus manos? Eso es otra película y habrá que encontrar a las estatuas decapitadas para que nos la cuenten.
EliminarUn abrazo grandote, Enrique.
Con ese par de teselas más que has añadido, en las que, además, están dos actrices que me encantan: Kristin Scott Thomas y Juliette Binoche, y dos películas que también me gustaron mucho: El paciente inglés –ahora habrá muchos con lo del Brexit-, y Nadie quiere la noche, el microcuento me parece más hermoso.
EliminarAdemás, ya veo que aún te guardas un comodín.
Abrazos de nuevo.
Patricia no sé si vas por el desierto cargada con la cabeza de tu capitan o como dice Enrique vagas con el desierto con una calabaza como cantimplora y nos evocas su sed con el título de tu micro. Sea cual sea tu intención has logrado engatusar a los lectores y que cada uno encontremos nuestra historia, ya sea de terror o de aventuras, y eso pienso que busca el que escribe enganchar al lector y tú con tu micro lo has logrado.
ResponderEliminarBuen relato Patricia.
Besos mediterráneos.
Ay, Javier. Qué voy a contarte a ti, si ya sabes que no soy capaz de seguir las reglas de la fanfiction... Ni las de la lógica, ni las de cómo se escribe un microcuento, ni las de las microprofecías, ni ná...
EliminarGracias por tus palabras y besos atlánticos de vuelta.
Tú no sabes qué hacer y yo no sé qué decirte.
ResponderEliminar¿Y ahora qué, Patricia?
Pues lo mejor será que siga mi camino, que la cabeza pesa lo suyo y el camello se me acaba de caer duna abajo.
EliminarBesos, Marga.
Patricia, lo siento, esta vez ando tan perdida como tu protagonista. Menos mal que yo no voy tan cargada como ella. Me encantan los jeroglíficos, pero este no lo he sabido descifrar. Todo me parece como si estuviese viviéndolo en una pesadilla que al despertar desconozco cual es su significado.
ResponderEliminarEspero que vengas a rescatarme...
Besos apretados.
Lo siento, Pilar. No hay rescate para esta pesadilla. Cuando encuentre a los decapitados intentaré encajar la cabeza en alguna de las estatuas. Pero si no agarra en ninguna, habrá que cargar con ella durante toda la eternidad... Como ya estás aquí, mira a ver si en tu sueño hay cerillas para hacer una fogata y comernos asada a mi gallina, la culpable de todo.
EliminarGracias por comentar. Prometo escribir algo mejor cuando vuelva.
Besicos.
El tiempo aplaca nuestras certezas, y el camino aciago por el desierto de la soledad nos apremia a cerrar capítulos de nuestra vida. Este relato me ha sugerido, tras una primera impresión de encontrarnos ante una asesina en serie, jajaja, un volver a empezar después de cerrar heridas. Enigmático y sugerente relato que nos deja sedientos de más historias. Un abrazo, Patricia.
ResponderEliminar¡Asesina en serie! Jamás imaginé que este relato pudiera darme tantas alegrías. Tienes razón en lo de las heridas y los capítulos que hay que cerrar. Y me gusta tu sugerencia de cerrarlos a lo Kill Bill, con un cortecito limpio de Catania ya otra cosa.
EliminarGracias, Salvador, y besos.
De catana el corte.
EliminarTus textos son imágenes escritas, Patricia. Nos hundes los ojos en la arena entre camellos perdidos y rosas olvidadizas, con una duda entre las manos y una estampa final surrealista que compone la antesala de un seductor sueño preparado para ser soñado con fascinación.
ResponderEliminarAdoro los mundos de Richmond, son como la caja de bombones de Forest Gump.
Un abrazo con aplauso.
Ay, este comentario tuyo me va a dejar tocada. Es lo más bonito que me han dicho nunca. La cabeza dice que a ella le ha gustado lo de la imagen final surrealista. Es que las dos somos de la tierra de Buñuel y eso es un gran elogio.
EliminarMuchas gracias, Antonio.
Y un abrazo con temblores de emoción.
Me dan ganas de ayudarte con tu pesar, pero sólo se me ocurre ayudarte a llevar la cabeza del capitán. yo pongo la mochila. Quizá encontremos a algún descabezado -que haberlos haylos- y convenga un trasplante "têticular" (Tête=cabeza)
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato.
Un abrazo Patri.
Agradezco mucho tu generosidad, Isidro. Es un bonito detalle ofrecerte a transportar la cabeza. Te advierto que pesa, porque el muchacho era cabezón perdido. Mais, je suis désolée parece que la tête muerde y no querría que salieras malherido de este relato tonto.
EliminarNo obstante, un abrazote para ti.
Tu imaginación no tiene límites y tu forma de narrar es cada vez más bella.
ResponderEliminarEstás creando un estilo propio.
Un besico.
Pablo.
Sí, estoy creando el estilo loca de atar. Para algo tenía que servir y ser un mal ejemplo ya es algo. Pero no creas, las mayores locuras las escribo fuera de este foro, que cariñico os tengo mucho y no os quiero asustar.
EliminarGracias por tus bellas palabras y un abrazo bien fuerte.
Yo pensaba que el día que van a rodar cabezas era mañana, pero ya veo que iba un poco desfasada, jajaja. Bueno, ahora en serio. El micro está lleno de frases muy bellas, aunque el mensaje que encierra es todo un enigma. Lo podías haber planteado como una trilogía y así no nos dejabas en ascuas. Muuuuuuy imaginativo, Patricia. Un abrazo.
ResponderEliminarY rodarán, Juana. Estoy en Francia y va a ser interesante contemplarlo desde aquí, la tierra de la guillotina. Lo de la trilogía, mola. Voy a pensarlo e intentaré sorprenderos.
EliminarUn abrazo esperanzado.
Has creado imágenes de intensa belleza, Patricia, y una atmósfera surrealista de pesadilla. Todo da vueltas en mi mente y tampoco yo acabo de encajar las piezas.
ResponderEliminarComo siempre, un relato hermoso y muy original.
Besos.
Gracias, Carmen. Como ya he dicho por arriba, sois muy buenos. Aunque no se entienda, que os haya sugerido imágenes, me entusiasma.
EliminarPásame una llave inglesa, que voy a intentar apañarlo.
Súper abrazo.
Me has llenado de poesía y angustia al mismo tiempo, es tan visual !Qué gozada!
ResponderEliminarUn beso.
Muchas gracias, Maite. No pretendía angustiar a nadie, que conste.
EliminarAbrazo fuerte.
Patricia, solo puedo decirte que muchas gracias por este relato que nos regalas. Poco importa no llegar a comprender su verdadero significado (yo lo he intentado repetidamente y todas mis interpretaciones pierden su sentido al volver al título), porque su belleza está a la altura de los más grandes poemas. Una auténtica maravilla para la que ojalá hubiese encontrado palabras tan apropiadas como Vicente.
ResponderEliminarEnhorabuena, escritora.
Un abrazo.
Quise decir "como las de Vicente", claro, :).
ResponderEliminarEs que en Granada tenéis mejor tiempo que por aquí, que, a veces parecemos una extensión del Polo Norte. Y cuando quieres deshacerte de una imagen que te pesa, se te puede helar el corazón. Porque en el fondo, no quieres, y buscas pretextos para guardarlas, aunque las excusas sean tan difíciles de encontrar como la guarida de unas estatuas decapitadas. Ná más.
EliminarMuchas gracias por tu exagerado comentario y recuerdos para tus percebeiros de parte de la cabeza.
Besos, Enrique.
Gracias por acabar de dejarme claro lo que querías decir :). Olvidé decirte que ese final me lleva hasta Whitman, aunque solo sea por eso de "mi capitán".
EliminarDe ahí viene: ¡Oh capitán, mi capitán! Levántate y escucha las campanas...
EliminarEs un poema que me fascina desde pequeña. :)
Meejor haz como el otro, devuelve a su sittio su cabeza, y que el capitan siga en la mar. Entre los dos podeis resucitar a las estatuas decapitadas y si quieres yo te ayudo.
ResponderEliminarTambien se apuntaran muchos amigos de las cincuenta.
La tinta y los relatos tan bien hechos sirven para crear cultura y destrozar a los destrozones.
TTu capitan no se3 merece eso. Adelante, pero por la otra linea.
Besos
Ja, ja. ¿Qué es eso de destrozar a los destrozones? Lo de resucitar a las estatuas, mola. Vamos a invocarlas, chicos, que con lo que ha pasado esta noche, mejor zombis conocidos que lo que se avecina.
EliminarMi capitán no creas que se merece gran cosa. Déjalo descabezado, que se lo merece.
Besicos, José Mari.
Hermoso micro Patrice, esto me recuerda al beso de Cleopatra, un poema del olvidado Santos Chocano. En este bello poema la reina ofrece uno de sus besos, un esclavo accede a cambio de perder la cabeza y ella besa en la boca al sangriento despojo. Así cumple su sueño de besar la boca de la Esfinge. A mí me ha encantado tu relato, y me imagino a tus protagonistas Amundsen y Scott, perdidos con sus camellos ciegos creyendo encontrar un Polo Sur en cualquier espejismo. Ahí te mando un beso sin cabeza.
ResponderEliminarNo conozco ese poema, pero voy a buscarlo para leerlo entero. Tú lo has dicho, qué difícil es encontrar un espejismo cuando lo necesitas.
EliminarMuchas gracias, Pepe, y una camioneta todo terreno llena de besos con cabeza o sin ella, ¡qué más da!
Buena ambientación que nos lleva de inmediato a una peli de aventuras, con algunas sorpresas, como la cabeza que acompaña a la protagonista. Me la imagino, desolada sin su capitán, hablando a las rosas del desierto mientras granos de arena levantados por el viento van golpeàndole la cara.
ResponderEliminarEl título me ha hecho pensar en que el micro es parte de un periplo mayor, que nos hará viajar desde el caluroso desierto hasta el frío polar (¿será que tengo ganas ya de vacaciones viajeras?)
Un besazo (con mi cabeza sobre los hombros).
Gracias, M.Carme. He estado pensando en lo de seguir con la historia, pero creo que mi cabeza se merece un punto final. La muy bicho me está pidiendo su parte en los derechos de autor, que se quiere ir a las Vegas. Igual tiene razón y están ahí las estatuas decapitadas.
EliminarTú no pierdas la tuya y a por esas vacaciones. Besote.
Recibo tu 50 como una poema hecho micro. Sus imágenes están muy conseguidas, esos camellos, esas rosas de piedra...Todo lo que rodea a tus letras siempre me agrada leerlo, le das un punto diferente y con "cabeza" .
ResponderEliminarBuen título.
Un beso grande bonita.
Gracias, M.Belén. Cabeza, poca, pa que mentir.
EliminarMás besos para ti.
“He hablado con las montañas
ResponderEliminarde la desesperación
y su respuesta era solo
el eco sordo de mi voz".
A veces llega un momento en que... pierdes el norte, y si me apuras, hasta la cabeza. Eres grande, pequeña Richmond. Un beso.
Ay, Matri, qué bonito lo que me dices. ¡A mí también me gustan Celtas Cortos! Y la Senda del tiempo es mi canción favorita. Pequeña sí que soy, pero espero que me dejéis seguir jugando a los escritos con vosotros los mayores.
EliminarAbrazo y beso.
Patricia, me quedo sin palabras... y después de leer lo que han dicho los demás compañeros, más todavía.
ResponderEliminarMe parece un micro-tesoro, con un encanto infinito, dentro de lo duro y triste que es, rebosa belleza, sobresalen perlas como las de la primera frase, ese viento que no duerme debajo de la arena y esos camellos ciegos que no saben volver a casa.
No había leído nada que reflejara tan bien la desorientación producida por desesperación o ¿quizá es al contrario?
Enhorabuena querida, eres enorme. Te mando un beso gigante con toda mi admiración.
Malu.
Querida Malu, me habéis dicho unas cosas tan bonitas que se me ha caído la cabeza al suelo. La mía. Y rodando, rodando, ha llegado hasta la boca de un volcán. De un salto, se ha lanzado a su interior y, a mordiscos, ha despertado al guardián del fuego. Le ha contado lo que pasa y ha puesto en marcha toda la maquinaria. El volcán ha empezado ha escupir fuego y ha dejado el cielo socarrado formando una palabra: GRACIAS.
EliminarAsí que vosotros tenéis la culpa del estropicio y de que me haya tenido que alistar en el regimiento de las estatuas decapitadas.
Un abrazo gigante.
La tablet también se me ha vuelto loca: "a escupir".
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