Quasimodo
Temo salir a la calle, más cuando ha llovido. No me gusta ver mi reflejo en los charcos. La gente corre y grita al toparse conmigo. No entiendo, cada tarde miran mi rostro en la pantalla. Soy actor de la teleserie de las tres, los besos no son de verdad.
Hola, Vicente, actualizas el retrato de un personaje que sigue resultando igual de repugnante y rechazado a pesar del tiempo transcurrido en el relato. Y es que los prejuicios siguen labrando sus gradientes a través del tiempo y de las épocas. Pobre ser ingenuo que se disculpa por los besos de ficción que da, cuando lo alarmante está en el inconsciente colectivo que asocia fealdad y deformidad con maldad. Para ponernos a cavilar y conmovernos. Otros se visten con piel de seda y nos la dan con queso. ¡Así anda el mundo! Suerte y saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, Manuel. Tienes razón, los estereotipos nos hacen mucho daño.
EliminarSaludos.
Cuanto trabajo nos cuesta mirar más allá de la piel.
ResponderEliminarEsbozas una idea muy interesante con la mención al reflejo en los charcos, Vicente: si no nos aceptamos nosotros, difícilmente lo harán los demás.
Un buen micro repleto de matices que deja un reguero de ternura e ingenuidad.
Como siempre, un auténtico placer leerte.
Un abrazo.
Gracias, Antonio. Aún más placentero para mí es leer tus relatos y comentarios. Aceptarse es ser.
EliminarUn abrazo, compañero.
Alguien que no se gusta a sí mismo cuando se ve de cuerpo completo, ni a los demás, pero que en televisión, por algún tipo de trucaje, o porque solo se le distingue el rostro, y no la parte de atrás de la espalda, si que es aceptado, puede que hasta ensalzado. Resulta muy triste que la apariencia nos condicione tanto, que no sepamos ver más allá. Un relato para la reflexión y la vergüenza colectiva.
ResponderEliminarUn abrazo, Vicente
Mencionas una gran verdad, Ángel, le damos a la apariencia un peso que no merece. Ojalá algún día esto cambie.
Eliminar¡Mil gracias!
Abrazos.
Bienvenido sea a esta página Quasimodo, el jorobado –en ambas acepciones de la palabra- de Notre Dame, invención de esa torrencial mente que fue Victor Hugo.
ResponderEliminarAhí nos lo representas, Vicente, cavilando en su casa, preguntándose por los prejuicios de la gente, por sus incongruencias y maldades, rechazándose a sí mismo debido a ese rechazo que advierte en los demás.
No sé qué hará ese pobre Quasimodo en la teleserie de las tres, pero por lo que dice de los besos deduzco que también ahí cosecha frustraciones, rechazos y, quizá, hasta burlas.
Por lo que parece, el mundo siempre ha sido así, pues cada ser que nace tiene que aprenderlo todo por sí mismo, las tradiciones pesan, pesan las enseñanzas que nos inculcan, pesa la idiosincrasia de las regiones, los países, las razas, y cuesta sangre, sudor y lágrimas avanzar en algunas cuestiones fundamentales, esas que, desde una óptica humanística, parecen de lo más obvio.
De la novela de Hugo, recuerdo el pasaje en el que la bella gitana Esmeralda le ofrece a Quasimodo agua después de que lo han azotado. Es una escena muy emocionante en la que se exalta la compasión, al igual que ocurre en Los miserables, cuando el obispo Myriel, no sólo no denuncia a Jean Valjean, el cual le ha robado los cubiertos de plata, sino que les dice a los guardias que se les ha regalado, y, además, a ese regalo añade dinero. Todo ello hace de Jean Valjean un hombre honrado y un inolvidable personaje de novela.
Mi aplauso y mi enhorabuena Vicente, por evocar a tan gran autor y a tan entrañable personaje. Un abrazo.
Hola, Enrique
EliminarNo sé cómo te das tiempo para comentar con tanta minuciosidad y lucidez, además de apoyarte siempre en joyas de la literatura. Esta vez no es la excepción. Por lo mismo, abusando de tu paciencia, te contaré cómo nació este cincuenta.
Mientras algunos amigos miraban una telenovela, así les decimos en México, noté cómo las damas ahogaban suspiros por uno de los galanes de la historia. Lo anterior sucedía especialmente durante los besos de la pareja protagónica. De ahí surgió la idea: Mi Quasimodo es en realidad un adonis famoso que sufre porque no puede llevar una vida normal (de ahí que la gente corra —hacia él— y grite cuando lo ve). Por esta causa, Quasimodo ha llegado a odiar la imagen de su apolíneo rostro.
Me ha quedado críptico en exceso, lo sé, pero me he divertido. Además me encantan que los demás hagan suyas las historias con su lectura.
¡Muchas gracias!
Un abrazo de vuelta.
Ya me decía yo que esos besos del final apuntaban a algo que no me quedaba claro. Gracias por la aclaración, Quasimodo es ahora el más bello y tampoco es feliz. ¿Dónde entonces se encuentra esta? Será en el interior, pero ¿del feo o del bello?. Je,je Saludos
EliminarAlgo me barruntaba, Vicente, acerca de tu Quasimodo, pero no acababa de verle bien el perfil. Con esa aclaración queda mejor el microcuento, a mí me hace pensar en dos canciones, cara y cruz de la misma cuestión que planteas.
EliminarLa una es Bella sin alma, de Richard Cocciante, en la que el título ya lo dice todo. Y la otra Bellísimo, de un tal Gonzalo, en la que el protagonista de la letra se emparienta con el galán de tu relato al maldecir su cuerpo, por eso que tantas veces hemos oído en series y películas: “Sólo me quieres por mi físico”.
En cuanto a los de mis comentarios, la ‘culpa’ la tenéis vosotros, pues me engancháis a vuestros microcuentos y me dan ataques de grafomanía.
Otro abrazo.
Gracias de nuevo, Manuel y Enrique.
EliminarUn abrazo por partida doble.
Querido Vicente:
ResponderEliminarEstoy como Quasimodo, que no entiendo. Me pierdo en la frase final de tu relato. Has empezado como siempre, encandilándome con las imágenes que escribes, a pleno color, con sonidos y olores, pero de repente se hace el silencio con ese "no entiendo" y, a partir de ahí, se apaga mi pantalla y "no puedo ver la telenovela".
Voy a esperar. Y mientras lo hago, te dejo un cariñoso abrazo.
¡Gracias!
EliminarTe ofrezco una disculpa, Margarita. Como acabo de responderle a Enrique, la idea original, que no la única, ha sido narrar la historia de un galán de telenovela (al que irónicamente llamé Quasimodo) que tiene los mismos problemas que un adefesio.
La ambigüedad del relato se debe, además de a los vicios de mi escritura, a que quería equiparar los conflictos de la fealdad con los de la belleza.
Espero haberte aclarado aunque sea un poco este otro «Gali y Matías», je, je, je. Si no, ha valido la pena por tan cariñoso abrazo. Te mando otros igualitos.
P.D. No te preocupes por la impopularidad de algunos textos. ;-)
La espera ha merecido la pena. Ahora ya lo entiendo, el relato y al adonis. Verás cuando el pobre hombre "crezca" y pierda esos encantos de los que ahora protesta. Pero así somos, enrevesados y disconformes, y un poquito adorables, algunos incluso mucho (estoy pensando ahora en varios, y varias, de los que os movéis por aquí).
EliminarP.D. Aunque ya me he hecho mayor, no consigo controlar mi preocupación por la impopularidad de algunos textos ;-) Espero que no me lo tengas en cuenta.
Excelente presentación del personaje con sólo un detalle: no le gusta ver su reflejo en los charcos.
ResponderEliminarLuego viene su perplejidad. No entiende que la gente lo acepte como un personaje de teleserie –alguien tiene que hacer de monstruo– pero no lo acepte con su deformidad en la vida real.
Y lo conmovedor es que se justifique, como pidiendo perdón, por los besos que marca el libreto.
Gran relato, Vicente.
Un abrazo.
¡Gracias, Georges!
EliminarMe honra que te haya agradado.
Si alguien tiene que hacer de monstruo yo me apunto, debe ser divertidísimo. Ja, ja, ja.
Un abrazo.
Vicente
Tú relato me ha recordado a alguien bien alejado de las telenovelas, aunque quizás menos de lo que me imagino yo. Me refiero al actor que interpreta al enano de Juego de Tronos, uno de los personajes más interesantes de la serie, gracias a su espléndido trabajo. Seguro que de niño sufrió la incomprensión de su entorno y que nunca imaginó que llegaría a ser tan famoso como James Bond. ¿Sentirá lo mismo que tu Quasimodo?
ResponderEliminarUn abrazo, Vicente.
Como bien mencionas, con frecuencia la fuerza de un personaje no se ve afectada por su aspecto «poco agraciado», por el contrario, se ve favorecida.
EliminarMuchas gracias, Patricia.
Otro abrazo.
Vicente el actor protagonista de tu relato y del serial de las tres de la tarde no lleva muy bien la fama, no tiene digerido el éxito, por eso ese temor a salir.
ResponderEliminarHas jugado muy bien con el lenguaje, me has hecho creer por el título que el asunto iba de feos.
Buen relato Vicente.
Un abrazo.
Por lo que leo, la mayoría lo interpretó así, lo cual deja ver el tremendo peso que tiene el personaje de Víctor Hugo en el imaginario colectivo. El puro nombre ha definido la historia. Como se dice por ahí: «Nombre es destino».
EliminarMil gracias por tu comentario, Javier.
Me ha gustado mucho tu relato, Vicente. Pienso en la vida de los actores, la personal y privada, y en los que ven series o películas creyendo que esa persona es realmente como el personaje que interpreta. Lo relaciono también, aunque parezca algo diferente, con las recreaciones que se hacen en televisión de algún suceso policial. Por ejemplo, representar un asesinato tal y como se cree que se hizo, a efectos explicativos. Pues bien, hay gente que todavía cree que son "reales" dichas dramatizaciones, como si hubiese una cámara grabando en el momento justo de la tragedia... Lamentablemente es posible que cualquiera de nosotros se lo crea, puesto que la manipulación informativa existe desde siempre.
ResponderEliminarDisculpa si he derivado en otra cosa... Ya ves que cincuenta palabras como las tuyas dan para muchas reflexiones...
Un abrazo.
No sé de que tengo que disculparte, María Jose, al contrario, te agradezco un comentario tan completo e interesante. Lo que dices de las series policiales y su público es totalmente cierto. ¡Wow!
EliminarMuchísimas gracias por tus palabras.
Un abrazo.
Siempre tendemos a etiquetar a los actores de las series en sus papeles, a veces tanto que ya su nombre real olvidamos, J.R. fué un gran ejemplo.
ResponderEliminarEl título lo dice todo. Un beso.
Muchas gracias, Maite. A largo plazo, las etiquetas son demasiado pesadas.
EliminarUn abrazo.
Somos capaces de ver los personajes en la pantalla con la empatía y seguridad que nos da la distancia. En la vida real, donde somos protagonistas de nuestros sentimientos, la cosa cambia. Otra reflexión que nos transmite el texto y los comentarios es que la aceptación de uno mismo es un acto de generosidad e inteligencia emocional, por lo tanto, la educación es una variable importante en la visión que tenemos de nosotros mismos. Muy buen relato, Vicente. Un abrazo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo contigo, Salvador, el papel de la educación en la autoestima es sustancial.
EliminarQué bueno que te haya gustado mi relato.
Muchas gracias.
Abrazos.
Me parece muy interesante el tema de este Quasimodo bello, para el que la vida es bastante "jorobada". Normalmente solo vemos la parte glamurosa de los famosos, sin tener en cuenta los inconvenientes. Yo creo que más de uno en horas bajas pensará en ello. Has conseguido despistarnos a muchos con este particular y actual Quasimodo, Vicente. Un abrazo.
ResponderEliminarRevisando un poco las vidas de los famosos podemos percatarnos de que la inmensa mayoría es mucho menos feliz de lo que aparenta frente de las cámaras.
EliminarPerdón por el pequeño ardid, Juana. Te agradezco infinitamente la gentileza a la que nos tienes tan acostumbrados.
Un fuerte abrazo.
Vicente
Tu estupendo micro me lleva a pensar en la importancia de la propia aceptación y en la sobrevaloración del aspecto físico, bien se trate de un Quasimodo deforme o de un actor de éxito.
ResponderEliminarLo cierto es que solo pensé en el personaje de Víctor Hugo hasta que nos descubriste el secreto.
Enhorabuena y un fuerte abrazo.
¡Mil gracias, Carmen! Como lo he mencionado, aspectos tan superficiales como la belleza y la fealdad extremas son muy parecidos en el fondo.
EliminarOtro abrazo de vuelta.
La gente es que aceptamos todo en una pantalla de televisión o de cine, pero en la vida real es otra cosa. Ninguno va a casarse con Rosi de Palma, por ejemplo. ¿A que no? Pero tu Quasimodo da un poquito de pena, como el de Disney. Muy bueno tu micro, Vicente.
ResponderEliminarLa brecha entre la realidad y la ficción es muy difícil de salvar.
EliminarMuchas gracias por leer y comentar, Olga.
Saludos.
Has hecho un perfecto retrato de lo que supone no adaptarse a la "normalidad", de los cánones estipulados de belleza. Solamente nos fijamos en el impacto exterior, sin profundizar en nada más.
ResponderEliminarMe ha gustado, Vicente. Suerte
Así es, María Jesús, siempre deberíamos ir más allá de las apariencias.
EliminarMuchísimas gracias.
Saludos.
Vicente, una vez descubierta tu intención al escribir el micro, mi comentario igual ya no resulta relevante, pero me has hecho pensar en que nunca nos sentimos satisfechos con nosotros mismos y buscamos la aprobación de los demás. Una gran parte de la culpa la tiene la superficialidad que impera en estos tiempos.
ResponderEliminarBuen micro. Enhorabuena!
Besos
Tus comentarios siempre son y serán relevantes para mí, Pilar. La superficialidad a la que aludes es uno de los grande males de nuestra sociedad.
Eliminar¡Muchísimas gracias!
Un gran abrazo.
Vicente, eres único para sacar historias originales, como esta, que están maravillosamente escritas. Me declaro públicamente fan tuyo. Nunca defraudas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pablo.
Pablo, eres un enorme escritor y aún mejor persona. Como muestra, tu generosidad dirigiéndome palabras que no merezco. Si de verdad te gustan mis textos, qué puedo yo decir de los tuyos, son auténticas lecciones para muchos de nosotros.
EliminarGracias, un fuerte abrazo.
Llego demasiado tarde a comentar y he leído tu explicación de cómo te surgió el micro. En un principio me ha costado llegar a entenderlo, pero ahora ya lo veo clarinete. :) Un abrazo, Vicente.
ResponderEliminarNunca es tarde, Matrioska. Ojalá no te haya enredado de más.
EliminarMuchísimas gracias.
Debe de ser frustrante eso de ser admirado por algo que tú en verdad no eres, o porque tu imagen pública cobre una dimensión mayor de la que posee en realidad. Me gusta mucho la idea que has usado para crear este gran relato y me encanta, como no puede ser menos, el modo en que la has plasmado, empezando por ese inteligente título que proporciona a la lectura la ambigüedad necesaria.
ResponderEliminarEnhorabuena, admirado Vicente, y un abrazo.
Gracias, Enrique. Me da gusto que la cuestión de la ambigüedad se haya entendido, siento que esta vez me faltó pulir un poco.
EliminarUn abrazo.