En la oscuridad
Al volver la esquina, una mirada, verde y rasgada, la estaba observando fijamente. Presa del pánico, gritó y se desmayó. Al volver en sí, esos ojos seguían clavados en ella. Echó a correr, prometiéndose no volver de noche por ese sucio y angosto callejón, dejando atrás sonidos de horripilantes arañazos.
La noche y sus equívocos, capaces de alterar al más valiente y templado. Muy visual microrrelato, María José. Enhorabuena y suerte.
ResponderEliminarMuchas gracias, Jesús. Me alegro de que te haya gustado.
EliminarUn fuerte abrazo.
María José
María José, creo que tu protagonista simplemente se ha cruzado con un gato,por lo menos esa sensación me da a mí, pero la oscuridad y la sugestión le ha hecho ver y sentir lo que no es.
ResponderEliminarBuen relato María José, un 50 palabras al que le podemos sacar múltiples versiones, según el lector y el grado de oscuridad con el que lo leamos. Me ha gustado.
Besos.
Efectivamente, Javier. Deliberadamente he querido que hubiese varias interpretaciones, según los miedos de cada quién. Muchas gracias por tus comentarios, siempre.
EliminarUn fuerte abrazo.
María José
Microcuento con tintes góticos que me ha gustado bastante por cómo envuelves y describes el entorno que ve y siente el personaje, dando al final un trazo de realidad y señalando que muchos de nuestros terrores proceden de nuestra imaginación. Todo esto en tan solo cincuenta palabras. ¡Bravo, María José! Me encantan tus letras.
ResponderEliminarUn beso.
Pablo.
Muchas gracias, Pablo. Soy yo la que te admira, por lo que escribes y por la humanidad que transmites en tus comentarios. Confieso que estoy deseosa, siempre, de que me "regales los ojos" (pues los oídos, lamentablemente, no puede ser) con tus piropos, jajaja.
EliminarUn fuerte abrazo.
María José
Me he quedado con la duda de saber qué monstruo miraba tras los ojos verdes y rasgados. Pero es preferible que no vuelva ella, ya me imaginaré yo un cocodrilo u otro monstruo del pleistoceno (por ejemplo!)
ResponderEliminarMuy intrigante tu relato.
Un abrazo, Mª José.
Isidro, de imaginación vas más que sobrado, creo yo, jajaja. Cada cual que se imagine el que sea, ahí está la gracia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
Aunado a lo que han dicho los demás compañeros, yo pienso que también podría tratarse de un sueño recurrente. De esos que, algunos psicólogos creen, indican la evasión de alguna dificultad de la vida diaria.
ResponderEliminarMuy interesante, María José.
Un saludo afectuoso.
Sí, Vicente, bien podría ser un miedo irreal o irracional. Todos los tipos de miedos que, a lo largo de nuestra existencia, nos limitan, van a aparecer en los sueños, sin que podamos impedirlo. Muchas gracias por pasarte.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
M. José, me parece que la imaginación, los miedos y la noche le han jugado una mala pasada.
ResponderEliminarMuy bien contado.
Besos
Sí, Pilar, lo que apuntas es muy acertado. La imaginación, por sí misma, ya es sumamente poderosa pero, unida a los miedos propios y a la noche oscura... es algo que asusta. El pobre gato (o lo que fuese) no era consciente de lo que había provocado en la mujer.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
"La noche nos confunde" y tú con tu relato, nos apremias a dar la luz en esta hora en que la oscuridad empieza a asomarse por la ventana. Por si acaso.
ResponderEliminarUn beso, María José.
Jajaja, no te asustes, Margarita, que no hay que tener miedo a la oscuridad (sólo repito lo que me decían de pequeña, aunque siempre me ha impresionado, lo reconozco). Muchas gracias.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
Me apunto a la versión de que tu protagonista es presa de sus propios miedos. Si ese supuesto perseguidor hubiera sido el monstruo que ella teme, al desmayarse habría sido devorada, pero eso no ocurre porque no puede suceder. Muchas veces somos nuestro peor enemigo. La imaginación es un instrumento humano formidable, pero a veces se vuelve contra su dueño.
ResponderEliminarUn relato inquietante, reflejo de nuestros peores temores.
Un abrazo, María José
Muchas gracias, Ángel. Todos los que escribimos aquí, y en otros lugares, hacemos un continuo ejercicio de imaginación que nos ofrece satisfacciones. Otra cosa es cuando, como bien dices, se vuelve contra su dueño.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
Las sombras son el mejor compañero de juegos de nuestra imaginación, y la tuya la has empleado magníficamente para expresar que nosotros solemos ser el juguete de tales compañeros de juego, y cómo algo tan inocente como un gato callejero rodeado de oscuridad, puede hacernos brotar un pánico incontrolable.
ResponderEliminarUn buen relato con una equilibrada mezcla entre ternura y terror, nada fácil. Enhorabuena, María José.
Un saludo.
Muchas gracias, Antonio. Me siento muy halagada por tus amables palabras, que me sonrojan.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
Me ha recordado un sueño que tuve siendo yo un niño y que se repitió varias a veces en mi infancia.
ResponderEliminarEstaba echado en prado con la hierba muy alta, cuando veía acercarse sigilosamente un tigre enorme, mirándome fijamente, y al levantar la zarpa para darme el golpe definitivo, del propio susto me despertaba.
Magnífico micro, que si tiene varias vertientes, en la mía ha desembocada en los sueños infantiles.
Gracias por compartir ese sueño infantil, Santiago. Lo de soñar con feroces animales quizás nos venga, a algunos, de los programas de Félix Rodríguez de la Fuente...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
La verdad es que yo había imaginado un encuentro con un extraterrestre, y solo al llegar al callejón he visto que se trataba de un gato. Muy bien creado ese ambiente entretejido de miedo y misterio, María José. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Juana. Me encantan las posibilidades que ofrece el misterio, pues permite imaginarse cualquier cosa.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
Como yo imagino que era un gato el propietario de esos ojos rasgados, pienso que de los múltiples peligros que la oscuridad puede cobijar este era el más inofensivo. A la vista está.
ResponderEliminarInquietante historia en la que acaban imponiéndose la ternura y la simpatía.
Un abrazo, María José.
Muchas gracias, Enrique. Yo soy de la opinión de que no hay "miedo pequeño", desde el momento en que causa malestar.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
Me da igual, lo que hayas querido decir María José. Tu prota, me ha transmitido un pánico psicológico del que aún no me he recuperado.
ResponderEliminarSi esa ha sido tu intención, lo has conseguido.
Una buena "micro historia" de terror.
Besito virtual
Vaya, María Jesús, yo quería dar un poquito de miedo, lo reconozco, pero llegar a provocar pánico...jajaja.
EliminarMuchas gracias.
Un fuerte abrazo.
María José
Somos tan vulnerables a nuestros propios temores que los alimentamos hasta llegar a conseguir que nos paralicen. Unos ojos rasgados y seguramente gatunos acechando en la oscuridad, los podemos convertir en terrible tormento. Muy buena narración del micro, María José. Un beso.
ResponderEliminarMuchas gracias, Matrioska. La expresión: "montarse una película" me parece adecuada para explicar lo que nos provoca algo que no identificamos y que, por ello, nos asusta de forma irracional.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José