La terapia
Encendió el lavavajillas, repasó la cocina y colgó el delantal.
—María, necesito ir al baño otra vez...
—Claro, cariño, ahora voy. Bajo primero a apagar el calentador —contestó ella.
Como cada noche, todo en el coche pareció estremecerse ante el brutal grito que profirió tras cerrar la puerta del conductor.
—María, necesito ir al baño otra vez...
—Claro, cariño, ahora voy. Bajo primero a apagar el calentador —contestó ella.
Como cada noche, todo en el coche pareció estremecerse ante el brutal grito que profirió tras cerrar la puerta del conductor.
Alex, a veces la rutina ante una situacion terrible te puede llevar a descargar la angustia dando un portazo al coche, porque la obligacion de cuidar a un dependiente es agobiante. Imagino cuantas veces ella ha pensado en la huida. Muy triste y dificil de llevar sin ayuda. Besos
ResponderEliminar¡Tremendo! La vida del cuidador es muy dura y, aún más, si tienes que cuidar a una persona que no era dependiente en el pasado y tus fuerzas están llegando al límite, y me refiero tanto a las mentales como las físicas. Todo lo que tiene que haber dentro de ella, y que tiene que esconder ante él, estalla en un minuto de libertad condicional dentro de su coche.
ResponderEliminarYo siempre hablo, ya que soy cuidador también, de que al cuidador hay que cuidarlo por el bien de su salud, como dije antes, física y mental. El problema surge cuando no hay nadie quien lo cuide, y en esos casos, la vida resulta esclavizante y muy difícil.
El relato está perfectamente estructurado: primero con esa escena en la que ella muestra la paciencia y comprensión, y la segunda en la que se desahoga, encerrada en el único sitio en el que puede tener algo de intimidad.
El título es acertadísimo.
¡Enhorabuena, Álex! De los tuyos, uno de los que más me han gustado, a pesar del terrible drama que cuenta.
Un abrazo.
Pablo.
Después de lo dicho por Carmen y Pablo parece que poco se podría añadir. Quizá apuntar que todo el mundo sin excepción necesita un espacio propio, un tiempo en el que dedicarse a uno mismo, con mayor razón si se vive pendiente de otra persona. Como bien apunta Pablo, el cuidador merece y precisa cuidarse. La lectura y la escritura pueden ser una terapia formidable.
ResponderEliminarSin necrsidad de que me hayas ofrecido un jamón a cambio, me atrevería a decir que es de lo mejorcito que te he leído.
Un abrazo fuerte, Álex
Extremece, como la vida misma.
ResponderEliminarAbrazos
Extraordinario, Álex. Todos necesitamos nuestra habitación propia. Para escribir, para gritar, para vivir, para soñar, para seguir queriendo y para vencer a la frustración que nos tiende trampas que no queremos.
ResponderEliminarSólo tengo un pero que sacarle a este relato: que no se pueda votar en la final.
Un beso de esta vieja chocha a la que has conmovido hasta el tuétano de todos sus huesos.
Alex un relato buenísimo, muestras la vivencia diaria de un cuidador, la paciencia, el cariño y la desesperación, todo lo has plasmado en este 50 palabras.
ResponderEliminarMe encanta la frase final, cuando ella se desahoga en el interior del coche, es una escena extraordinaria.
Alex me ha gustado mucho, como ha dicho Patricia lástima que no se pueda votar en la final, porque seguro que sería finalista.
Un abrazo.
Tres hurras por esa sufrida y generosa María, que incluso en el desahogo es pura abnegación. Y tres hurras más por ti, Álex, y por este pedacito de vida que nos has dejado en esta ocasión. Abrazos.
ResponderEliminarTremenda la vida de María, la vida del cuidador. Solo le queda el desahogo del grito en su pequeña soledad.
ResponderEliminarMagnífico relato, Álex. Felicidades y un abrazo.
Difícil la vida de quien cuida a un dependiente. El amor hace que sea más llevadero, pero son necesarios momentos de desahogo. Aparte de los gritos en el coche, esperemos que algún otro familiar se ocupe de él en algunas ocasiones para que se pueda dedicar tiempo a ella.
ResponderEliminarMuy bien reflejada esa dualidad de sentimientos y necesidades.
Un beso.
Carme.
¿Cuántos ocultan sus lágrimas para no preocupar a los demás? Cuidadores, madres y padres abnegados; en fin...
ResponderEliminarLleno de gran realismo y calidad, Álex.
Como ha mencionado Patricia, es una lástima (e injusticia) que no pueda votarse por tus relatos. Una pregunta/sugerencia, ¿por qué, al menos en los "meses anónimos", no los colocas entre los de los demás cincuentistas?
Un saludo afectuoso.
Qué grandes héroes, algunos no tienen coche para desahogarse, se tragan sus sinsabores sin esperar que nadie se lo agradezca.
ResponderEliminarUna magistral forma de decir tanto en tan poco.
Alex, estremece tu protagonista con esa contención y cariño que demuestra ante su marido enfermo y ese grito brutal que necesita liberar cada noche para poder seguir viviendo.
ResponderEliminarMagnífico. Opino como mis compañeros, lástima no entres en la votación...
Besos
Fuerte pero realrelato Alex... si no fueras tu diría que es un micro candidato a estar entre los 8 finalistas...
ResponderEliminarSaludos!!!
Además de lo que ya te han comentado los compañeros, que su catarsis sea en un coche me parece un detalle buenísimo, Álex, muy propio de ti.
ResponderEliminarUn beso
El amor puede ser una cárcel sin dejar de ser amor.
ResponderEliminarDramática la situación del cuidador, y la del dependiente (que, por cierto, éste a menudo carece de la posibilidad de poder encerrarse a gritar su frustración).
Enhorabuena Álex, es un buen relato. Refleja a la perfección el desgaste emocional desde la perspectiva del cuidador.
Se nota tu formación periodística, siempre dando puntadas con hilo.
Un abrazo. Que tengas un reparador agosto, que te lo has ganado.
Es realmente necesario algún tipo de terapia para las personas que se dejan la piel ayudando a otros. Lo ideal sería compartir el esfuerzo, pero cuando no es posible, un grito o un berrinche cuando no te ven, es lo más aconsejable para seguir adelante. Gran micro, Álex. Felicidades y un beso.
ResponderEliminarNuestra madre a causa de una enfermedad neurológica se nos quedó en cama los últimos ocho años de su vida. Fue muy duro para ella y para los que la cuidamos, eso que éramos varios. No quiero ni pensar si todo el peso cae sobre una sola persona. Así que entiendo a la protagonista de tu relato que se mete en el coche para gritar, por no quejarse delante de su pareja y así evitar añadirle más sufrimiento. Has reflejado muy bien la presión a la que está sometida esta mujer en el papel de cuidadora. Sin olvidar que el del dependiente todavía es peor. Muy buen micro, Álex. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Ah! y muchas felicidades por tus sesenta relatos, Álex. A por otros tantos, por lo menos.
EliminarEste formato adquiere todo su sentido y grandeza cuando acoge relatos como este tuyo. Mi más sincera enhorabuena, Álex. Como bien dice Notinc, has mostrado un trozo de vida, y eso es algo tan difícil como valioso.
ResponderEliminarUn abrazo.
La terapia es la que María se aplica a sí misma con esos desahogos cuasiguturales cuando nadie puede oírla. Hay muchos especialistas de la conducta humana que dicen que quejarse no sirve para nada, no estoy de acuerdo en absoluto, quejarse sirve para desahogarse –valga el pareado-, excepto algún santo –que no sé si ya quedará alguno-, no creo que haya nadie que diga: “Me cago en los cantitos”, o, “mecachis en la mar”, cuando se da un martillazo en un dedo, o un golpe en la espinilla con la pata de una mesa.
ResponderEliminarAsí que lo de María es un mecanismo de defensa ante la estresante y penosa situación que tiene que vivir de forma cotidiana, seguramente, con pocos o ningún reconocimiento, y hasta puede que con el abuso de algunos que deberían también implicarse en dicha situación.
En fin, la vida está llena de esas pequeñas historias que, finalmente, suelen ser las grandes historias, pero como aquí todo va manga por hombro, pues el encumbrado y el idolatrado suele ser cualquier chisgarabís sin más mérito, a veces, que el de hacer gala de su zafiedad, el de vanagloriarse de su ignorancia. Así nos luce el pelo.
Mi enhorabuena, Álex, por tan buen microcuento y un abrazo.
Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios. Los fui leyendo detenidamente a medida que llegaban, pero la verdad es que no tengo tiempo de contestarlos como es debido. Me alegro mucho de que os haya gustado tanto. Respecto a lo del concurso, ahora en agosto sí que camuflaré una historia que el jurado también votará, igual que en enero; si lo sé, dejo esta como anónimo...
ResponderEliminarEfectivamente, la terapia del título es la de la protagonista, cuya labor a menudo queda solapada por el más evidente sufrimiento de quien es cuidado.
¡Un abrazo a todos!