Polivalencia circense (Relato beodo #2)
Ser beodo no es un crimen para el gran Marotti, si acaso un segundo disfraz. Sus disparates, burlas y continuos batacazos incluso hacen más gracia cuando está bebido. Hoy sin embargo, mientras es ovacionado fuertemente al acabar, se retira entre lágrimas. Nadie sabe que acto seguido hará funambulismo sin red.
Beber de más no es un crimen en sí, ciertamente, a no ser que, aparte de ejercer como payaso, donde esa circunstancia no se nota, con sus graciosos traspiés y tropezones, se sea también funambulista, dado el equilibrio y precisión que ello requiere. Como en el caso de las medicinas, lo que es bueno para una cosa resulta contraproducente para otra.
ResponderEliminarBuena vuelta de tuerca a una misma realidad, con sus consecuencias independientes, y un buen ejercicio de imaginación, que parte de un título acertado, como lo son todos tus textos.
Un abrazo fuerte
Completo y minucioso análisis y correspondiente meditación, Ángel. Este pobre Marotti lleva su tristeza como puede, aunque la existencia parece empeñada en sacarlo de su precario equilibrio.
EliminarMuchas gracias, amigo, y enhorabuena por aquí también por tus éxitos literarios a diestro y siniestro.
Un abrazo.
Ay, Marotti, Marotti... Tú que fuiste grande, ¿qué te ha hecho la vida? Me das un poco de lastimo a, pero poca porque el gran Mochón te ha convertido en un personaje para el recuerdo. Al menos, para mí.
ResponderEliminarHe cambiado el sombrero de plumas por un casco de bombero y, subida sobre él, aplaudo para celebrar que ser beodo no sea un crimen.
Besazo, Enrique.
A mí es que el mundo del circo siempre me ha inspirado más pena que otra cosa, y quizá haya aprovechado la ocasión para descargarla toda en la figura de este desgraciado payaso (contraugusto, creo) al que sin duda ha tratado mal la vida.
EliminarMuchas gracias, Patricia. Todo un honor para mí que le hagas un cariñoso hueco en tu lóbulo temporal.
Un beso muy gordo.
Me temo que el pluriempleo de Marotti va a terminar de forma drástica durante la función de esta tarde. Salvo que el jefe de pista, su compañero de juerga de toda la vida, lo releve de su actuación y se la asigne alguien con algo más de estabilidad.
ResponderEliminarTu relato es muy entrañable, Enrique. Dile a Marotti que espere un poco, que voy para ya con una cama elástica.
Un beso.
Quería decir "voy para allá". Se ha colado el corrector del móvil.
EliminarVuestra invitación sí que ha sido entrañable, Asun.
EliminarEn cuanto a Marotti, deseo todo lo mejor para él; quizá ocurra algo de eso que dices o, mejor, que se espere a que llegues con esa cama salvadora (estupendo final). Luego podemos tomarnos una para celebrarlo.
Muchas gracias.
Un beso.
Enrique, ser beodo no es un crimen, pero a a veces es un verdadero suicidio. El gran Marotti lo va a descubrir, si algo no lo remedia, muy pronto.
ResponderEliminarMuy buen relato!
Besos
Desde luego que no es un crimen, y en el caso de que sí lo fuera, la condena iría implícita en el propio acto (siempre que dejemos aparte los daños ajenos que podemos provocar estando bebidos).
EliminarYo confío en que a última hora se salve; de momento Asun viene con la colchoneta, aunque veo que está pillando todos los semáforos en rojo.
Besos, Pilar.
Gran micromochón beodo, Enrique. Marotti, que parece que bebe para olvidar, le viene bien el hacerlo para divertir a los demás, pero ya debe de estar harto de olvidar y de su vida que, ya sea metafórica o realmente, va a terminar con el desequilibrio que la asola. Gran frase final que culmina un excelente relato. Que buen "beodo" eres. A este relato se le podría dar la denominación de microbeodomochón.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, genio.
Todos estos honores beódicos que me dedicas hacen que que me sienta más legitimado en este improvisado y pequeño club. Muchas gracias, amigo, por ello y por tus elogios. En efecto, ese posible punto y final en su vida puede ser "real" o metafórico, pero parece que en ninguno de los dos casos piensa oponer mucha resistencia.
EliminarToda una satisfacción para mí ser nombrado beodo. Velaré para ello esta noche armas en el patio de esta venta, ;).
Un fuerte y beodo mochonabrazo, pedazo de Pablo.
"Si acaso, un segundo disfraz..." ¡Pero que grande que eres, Enrique!
ResponderEliminarY esas lágrimas, que ponen el elemento sugestivo tan apreciado en los microrrelatos.
Te envío un abrazo bajo la sombra de un pino.
Me encanta que hayas deparado en esas palabras, pues para mí fue un alivio "encontrarlas". Me sacaron del atasco. En cuanto a esas lágrimas, ambos sabemos que las debería poner el lector y no el que escribe, pero bueno...
EliminarMuchas gracias, gran Carles, por tus palabras y por la invitación, y felicidades también por aquí por tu triunfo en Wonderland (el relato no era, es, para menos).
Te mando otro abrazo hasta la sombra de ese pino (ya veo que te cuidas de los golpes de calor; no olvides tomar líquidos frescos ;)).
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ResponderEliminarEnrique creo que Marotti bebido o no su intención es subirse al alambre sea como sea, esas lágrimas lo delatan, y si hubiese red la quitaria.
ResponderEliminarBuen relato Enrique, me ha gustado.
Un abrazo.
Esta mañana precisamente hablaba con Pablo y Miguel sobre las múltiples interpretaciones que puede provocar un relato y del modo en que estas lo enriquecen. En este caso, entre las posibilidades que se dan, la que tú apuntas podría ser la de más efecto, pero reconozco que al escribirlo pensé en que el protagonista se ve obligado por las circunstancias y que de algún modo también se deja ir.
EliminarMuchas gracias, Javier.
Un abrazo.
La última acrobacia del gran Marotti no traerá risas sino llanto. ¿Qué más podría esperarse de quien ha vivido haciendo malabares con la pena y la alegría?
ResponderEliminarSoberbio, Enrique. Este circo no necesita de elefantes ni otros animales exóticos para emocionarnos.
Soberbios, tus comentarios, estimado Vicente. Te aseguro que cada vez que leo uno de ellos me quedo admirado. Y este no lo es menos, por supuesto.
EliminarEn efecto, esta tarde el gran Marotti podría dar su último batacazo.
Muchas gracias por tus generosos elogios.
Un abrazo.
Enrique, en tu microcuento traes a colación el universo del espectáculo circense, el cual da mucho de sí. Como dice la primera estrofa de la canción de Víctor Manuel: “¡Cómicos! / Duermen vestidos, / viven desnudos, / beben la vida a tragos”. Y esto le viene que ni pintiparado a tu personaje.
ResponderEliminarDe entrada, me quedo con la frase de que la bebida es un segundo disfraz para el payaso Marotti. Y esta es una gran verdad ampliable a todo el mundo del espectáculo, en el cual, parece que es difícil mantenerse sin la ayuda de alguna droga. Debido a ello, muchos grandes personajes de esos mundos, como sabemos, murieron en trágicas circunstancias, y cumplieron, o casi cumplieron, aquel estúpido dicho de dejar un bonito cadáver.
En cuanto a las lágrimas, parecen totalmente justificadas, porque tras esa actuación en la que cosecha tantos aplausos y que tan bien saca adelante ayudado por el alcohol, se ve obligado a hacer de funambulista y sin red.
Y ahí ya veo un símbolo de los tiempos que corren, mucho me temo que al buen Marotti le ha presionado el empresario del circo para que se adapte a lo que en la jerga empresarial se llama la movilidad funcional. Ya no va a pagarle el sueldo sólo porque siga haciendo sus números cómicos, ahora debe arriesgar mucho más, la vida incluso, así lo exigen los duros tiempos actuales de crisis y de recortes.
En fin, para acabar, y dado que nos has introducido en ese mundo tan literario y subyugante, recomendar el libro de microcuentos que la gran escritora que es Ana María Shua le dedicó, y que lleva por título Fenómenos de circo.
Mis aplausos, Enrique, por tu nuevo y excelente microcuento y un abrazo.
Siempre me ha gustado esa canción de Víctor Manuel, cuya letra es de una gran profundidad y aplicable en general a toda la gente del espectáculo y al importante y a menudo difícil papel que esta juega en la sociedad. Parece que dedicarse a alguna de esas profesiones es tan bonito como sufrido, y de una intensidad tal, para bien o para mal, que los que la profesan, como tu bien dices, tienen cierta tendencia a caer en algún tipo de adicción, aunque por lo visto la mayor de ellas es la de plantarse de cara al público.
EliminarMe gusta mucho el análisis que haces de mi relato y, aunque de él se pueda sacar más de una interpretación, la tuya coincide totalmente con lo que yo he querido transmitir. Muchas gracias por todo, incluida tu recomendación del libro de Ana María Shua (he mirado algo sobre él y me parece muy interesante, tanto como lectura como ejemplo del que aprender).
Un abrazo, Enrique.
El funambulismo sin red y el alcohol no van nada bien juntos, a no ser que se encuentren en un relato tuyo. Ahí se complementan y enriquecen el uno al otro para lograr un magnífico resultado.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Enrique.
Un abrazo.
Qué bonito, Georges. Muchas gracias por todo. Estoy de acuerdo contigo: ciertas cosas se hacen mucho mejor estando sobrios. Y el funambulismo, además, con red. Por mí desde luego que no la quiten.
EliminarUn abrazo.
Me ha hecho recordar al gran actor Robin Williams que bajo sus eternas sonrisas y muecas, escondía una gran tristeza que sumergía en fuertes adicciones y que, como Marotti, decidió un buen día desmontar la carpa del circo y saltar al vacío. Fantástico micro, Enrique. Un beso.
ResponderEliminarMuy oportuna observación, Matri. Como bien dices, bajo esas sonrisas y muecas se escondía la tristeza (yo diría que sus ojos no eran del todo alegres, aunque ahora a toro pasado..) igual que en general la dureza y el sacrificio de esa profesión suelen esconderse tras las bambalinas y el maquillaje.
EliminarMe alegro mucho de que te haya gustado.
Otro beso para ti.
So0lo cincuenta palabras, cincuenta segundos o menos que esconden la tajedia.
ResponderEliminarDespues aparece eldrama. Es un relato genial me gusta. Saludos de los dos.
Muchas gracias, José María. Me alegra mucho tu generosa opinión.
EliminarUn abrazo para ti y otro para Dori.
Me queda un poso derrotista al final del relato, como si la decisión del gran Marotti fuese poner punto final a su vida con ese acto premeditado de funambulismo beodo. Las lágrimas que derrama son por una vida insatisfecha, que pese a los aplausos que cosecha por las risas que provoca en los demás, en él revierte en lágrimas amargas. Da para mucha reflexión este relato con el que arrancas el disfraz de payaso al personaje y nos lo muestras desnudo frente a sí mismo. Maravillosa metáfora de las paradojas que encierra la vida, pues tantas veces detrás de las candilejas, amenaza el vacío bajo un alambre sin red.
ResponderEliminarMe gusta cómo administras en el relato las pautas de las emociones y las sensaciones para provocarnos con ese abierto final. Relato con mayúsculas. Enhorabuena, Enrique. Un abrazo.
Eso es, Manuel. El que acepte ese otro papel, con todo lo que supone, ciertamente responde a un profundo sentimiento de derrota, producto de esa vida insatisfactoria (o incluso dolorosa) que tú apuntas.
EliminarMe dejas un comenterio de una enorme belleza, como también lleno de hondas reflexiones, que merece mi más humilde felicitación.
Muchas gracias por todo, incluidos los elogios, y un abrazo.
Enrique, dejas perfectamente retratado el arquetipo del payaso maltrecho de vida que hace reír por fuera mientras llora en su interior. Ese hilo de bohemia amargura que busca las escasas monedas de un público, al que nada importa qué siente bajo su segunda piel, y que le permitan sobrevivir entre las bambalinas de un tiempo que ya no es el suyo. Cierto, no es un crimen; es una consecuencia, una huida a través de la cuerda floja de lo cotidiano, siempre sin red.
ResponderEliminar!Maravilloso¡
Un fuerte abrazo, artista.
Describes estupendamente la idea de mi relato. No es difícil intuir esa amargura en el mundo del espectáculo, si bien esta se hace más palpable en el circo, en teatrillos y otras atracciones de poca monta que, con su humilde repercusión, suelen aportar más pena que gloria a quienes los trabajan.
EliminarComo a Manuel, te aplaudo por tan hermoso comentario. Es una gran satisfacción generar con tu historia este tipo de reacciones.
Muchas gracias, Antonio.
Un fuerte abrazo, poeta.
La dicotomía del payaso y, si me apuras, de cualquiera de nosotros entre risa y llanto, sin frontera clara. El sufrimiento de los que nos quieren hacer reír es más sangrante, si cabe. ¡Enhorabuena, Enrique!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
La risa y el llanto quizá sean las manifestaciones más primarias de nuestros sentimientos, y es verdad que a veces cuesta distinguirlos y, más, separarlos. Difícil trabajo, pues, este de intentar provocar tales reacciones en el público. Supongo que pintarse una gran sonrisa en la boca ayuda un poco, por más que haga mayor el contraste con el interior.
EliminarMuchas gracias por tu amable comentario, María José.
Un fuerte abrazo.
Excelente micro, Enrique. Las risas que arranca el payaso al público contrastan con sus lágrimas y su próximo número. El mundo del circo siempre ha tenido para mí un trasfondo triste. Le deseo mucha suerte al gran Marotti.
ResponderEliminarY para ti un gran abrazo.
Coincido totalmente contigo, Carmen. A pesar de la gran y genuina belleza que posee el circo, a mí siempre me ha transmitido tristeza, y no solo por la penosa existencia de sus trabajadores y de los animales que les acompañan, sino también por algo más que no sabría describir, pero que quizá esté condensado en expresiones como "salto mortal" o, como en este caso, "sin red".
EliminarMuchas gracias de parte de Marotti, y de la mía, por supuesto, y otro gran abrazo de vuelta.
Voy a empezar por el final para decirte que mereces una gran ovación, Enrique, ya que una semana más emocionas con tus personajes.
ResponderEliminarHablar de la tristeza de un payaso es fácil, y de las risas que arranca a otros y que a él le muerden la piel, y de sus golpes escondidos bajo el maquillaje. Pero tú transmites, además, el olor del miedo, el sabor amargo de la frustración y el roce áspero del vino que le quema la garganta desgarrada.
Y para terminar, no solo con el relato, un triple salto mortal sin red. No sé qué pasará con tu protagonista, pero tú has caído de pie.
Un cálido abrazo y mi aplauso más entusiasta.
Me sacas una sonrisa de las de verdad con tu comentario, Margarita, además de asombrarme como siempre con tu modo de expresarte. Qué terribles los mordiscos de esas sonrisas ajenas, que él mismo arranca, y esos golpes ocultos bajo el maquillaje.
EliminarMuchas gracias por tu generosidad, porque aquí nunca saltamos sin red, como mucho, y si te descuidas, te puede pasar que te manteen los demás compañeros. Aunque admito que hay que estar un poco beodo para decidir (o aceptar) hacer un relato con semejante frase.
Otro cálido, caluroso, abrazo para ti.
Un beodo, guión, payaso, guión, triste. Mucho nivel veo yo en estos relatos beodos. Yo he entendido, corrígeme si me equivoco Enrique, que aunque hace reír y se disfraza de payaso, él está profundamente deprimido y planea suicidarse, y lo de la cuerda sin red es sólo un eufemismo. Bueno es un clasicazo, y como he leído a una compi te mereces una ovación al más puro estilo circense.
ResponderEliminarUn saludo
Muy buena lectura, Raquel, perfectamente válida, si bien mi idea original era que las circunstancias nocivas de la realidad del personaje lo van empujando hasta a una situación fatal de la que él tampoco hace nada por escapar. Muchas gracias por esa ovación circense de parte de todo el club de beodos.
EliminarUn abrazo.
¡Qué bueno, Enrique! Subrayo también lo del segundo disfraz... ¡Qué difícil hacer reír cuando uno lo único que quiere es llorar! Lo has retratado de tal forma que incluso se puede oler la mezcla de alcohol y el ambiente del circo.
ResponderEliminarEs un relato excelente. Enhorabuena.
Te mando un beso fuerte.
Malu.
Muchas gracias, Malu. Veo que estáis disculpando muy generosamente lo tópico de la situación que he contado, pero me alegra mucho ver los comentarios tan bonitos que está provocando en vosotros. En efecto, la realidad de este personaje debe de ser muy difícil, y no quiero ni imaginar su aspecto y sus ánimos cada mañana, cuando despierte resacoso y sin maquillaje.
EliminarOtro beso fuerte para ti.
Todo lo relacionado con el Circo, me atrae muchísimo. Es un arte que admiro. En tu relato he visto a ese pobre hombre, atrapado en el alcohol y seguramente cayendo en lo absoluto.
ResponderEliminarMe ha impresionado, Enrique
Saludos cordiales
Yo también admiro mucho el mundo del circo, ese constante "más difícil todavía" sin el que el espectáculo que ofrece perdería gran parte de su sentido, pero me abruma el riesgo que ese reto supone para sus actores, y más cuando este es innecesario. Yo disfrutaría mucho más, por ejemplo, si la persona que colabora con el lanzador o la lanzadora de puñales vistiera una armadura.
EliminarMuchas gracias, María Jesús.
Un abrazo.
Tremendo micro, Enrique. ¡Qué de historias habrá tras los personajes del circo! El último número que nos presentas de este payaso triste no tiene ninguna gracia. Muy logrado. Felicidades y abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Juana. Tremendo es que hayas encontrado o "hecho" un hueco para pasarte por aquí. Yo este mes voy todo lo contrario que "de cabeza". A ver si llego a tiempo de ponerme al día. Me alegro de que te haya gustado esta sencilla historia de las muchas, como tú dices, que alberga el mundo del circo.
ResponderEliminarUn abrazo.