Toda una vida
Entre miraditas y sonrisas deshojaron la primavera. Para mediados del verano recogieron su cosecha de caricias. El otoño les sorprendió en plena embriaguez de besos, pero solo con los primeros fríos del invierno descubrieron el fuego. Desde entonces, continúan atizando las brasas y, a veces, hasta se equivocan de estación.
Este amor estacional es pura armonía en toda regla, y también no, porque sabe saltárselo a la torera. Arranca con gracia y culmina con dicha. No se puede pedir más. Felicidades, Javier. Saludos.
ResponderEliminarUna relación que se adapta a cualquier circunstancia externa, lo que no quita que a veces haga caso omiso y siga sus propios ciclos, como debe ser. Tampoco hay que engañarse, es preciso advertir que nunca todo es tan idílico, que resulta inevitable que sobrevengan las tormentas, pero ellas también forman parte de esa vida compartida y envidiable. Un relato que debería ser citado en la información meteorológica, porque no sólo de climatología vive el hombre (y la mujer, claro).
ResponderEliminarUn abrazo, Javier
¡Qué bonito!
ResponderEliminarCualquier época del año es buena para amarse y quererse, pero de vez en cuando viene bien la sorpresa, lo inesperado.
ResponderEliminarBuen relato Javier.
Un abrazo.
Lo importante es sacarle jugo a cada estación.
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.
Qué bien has sabido conjugar la evolución de ese amor con el paso de las estaciones.
ResponderEliminarHermoso relato, Javier. Un abrazo.
Javier, muy bello tu micro, nos cuentas una historia de amor a través de las estaciones.
ResponderEliminarEnhorabuena!
Besos
Un micro escrito con mucha delicadeza que guarda una gran belleza. Felicidades, Javier. Un saludo.
ResponderEliminarUn bello resumen escrito en las hojas del calendario.
ResponderEliminarSaludos, Javier
“Toda una vida estaría contigo / no me importa en qué forma / ni cómo, ni dónde, pero junto a ti...”
ResponderEliminarEsa canción es la que he tatareado nada más leer el título del microcuento, luego, he dejado que Vivaldi acunara un poco mi mente con sus maravillosas cuatro estaciones, así que, tras eso, estaba totalmente preparado para sumergirme en la bella historia de amor que nos cuentas con gran sensibilidad y lirismo, marca de la casa ‘igarretana’.
La vida entera puede condensarse en las cuatro estaciones y, como les ocurre a los protagonistas de tu microcuento, a veces, es bueno equivocarse de estación. No ha de resignarse uno a que todo se invierno, por ejemplo, pues hay días de invierno que parecen primaverales y, ahora, con lo del cambio climático, hasta veraniegos.
Y algo que nunca hay que olvidarse de hacer es atizar las brasas, pues el fuego de la vida suele ser tan voraz que siempre anda exigiendo nuevos combustibles, así que no está de más andar por la vida con un buen fuelle.
Mis felicitaciones y un afectuoso saludo, Javier.
¡Oh, qué bonito! Me encanta lo de atizar las brasas en cualquier estación.
ResponderEliminarUn beso, Javier.
Malu.
Gran calidad la de tus letras, Javier. Una historia cotidiana que cobra singularidad por tu excepcional modo de contarla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Y que por muchos años puedan pasar las hojas del calendario.
ResponderEliminarUn relato muy bonito, Javier.
Saludos cordiales.