Carencias
Tengo fundadas sospechas de que nuestras almohadas se entienden. Anoche, al ir a acostarme, las sorprendí enredadas como contorsionistas en plena función. Juraría que hasta jadeaban sudorosas mientras perdían no pocas plumas en el ardoroso encuentro.
He creído oportuno que lo supieras. Eso, y que deseo frenéticamente que vuelvas conmigo.
Escrito por Mª Jesús Rodríguez
He creído oportuno que lo supieras. Eso, y que deseo frenéticamente que vuelvas conmigo.
Muy bueno. Tu protagonista parece sentir , además, algo de envidia de la forma de actuar de sus fogosas almohadas. Lo que no sabemos es si eso le importará lo más mínimo a su expareja. Suerte y saludos.
ResponderEliminarSeguro que sí, Jesús, aunque el desenlace... quién sabe. Muchas gracias por tu aportación.
EliminarUn saludo.
Añora tanto a su expareja que imagina su amor reflejado en sus almohadas. Una bella historia de amor, muy bien contada por la imagen de esas ardorosas almohadas, y el título genial.
ResponderEliminarBuen relato amig@, me ha gustado.
Abrazos.
Eso es exactamente lo que le pasa, Javier.
EliminarMuchas gracias y un saludo.
Te resumo en una palabra lo que me parece tu micro: ¡Genial!
ResponderEliminarSaludos.
Pablo.
Te lo agradezco, Pablo.
EliminarUn fuerte abrazo.
Muy bueno y sugerente.
ResponderEliminarSaludos
¿Verdad que sí?
EliminarGracias, Isidro. Un abrazo.
Buenísima la imagen de las almohadas enredadas. Cómo dice la copla flamenca:
ResponderEliminar"Tus cabellos y los míos
se han enredao
como las zarzamoras
por los vallaos"
Me ha gustado mucho, gracias por compartirlo.
Salut.
Gracias a ti por tu aportación flamenca. Je, je, je.
EliminarUn saludo.
Me quedo con esas almohadas. Muy bueno.
ResponderEliminarVale,te las presto un rato y de vuelta. Ja, ja, ja.
EliminarGracias, Maite, por tu opinión.
Estupendo, magnífico, buenísimo...
ResponderEliminarGracias por tus alabanzas, querido amigo. Me alegra que te guste.
EliminarUn abrazo.
Muy buena imagen la de las almohadas haciendo el amor.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato.
Gracias, Olga. A partir de hoy, a echar un vistazo a las almohadas antes de acostarse. ;)
EliminarUn abrazo.
Después de leer tu micro, me he liado la manta a la cabeza y con ella, a guisa de turbante, te hago una reverencia a lomos de mi alfombra voladora. ¡Mágico!
ResponderEliminarAgradecida por tanta reverencia, querida Patricia, pero no te alejes mucho, te necesitamos cerquita.
EliminarUn abrazo.
Me ha encantado tu micro. Las almohadas echan de menos a los que apoyaron sus cabezas sobre ellas y se han tomado afecto mutuo, aún cuando estén ausentes los dueños. Yo me lo creo.
ResponderEliminarEnhorabuena. Saludos.
Claro que te lo crees, porque es real como la vida misma. Je, je, je.
EliminarMuchas gracias, María José. Un saludo.
Me ha encantado, He creído oportuno que lo supieras ;)
ResponderEliminarUn saludo
Y yo creo oportuno darte las gracias, Margarita, por tu comentario.
EliminarUn abrazo.
Otro estilo genial que me resulta muy muy familiar. Objetos que se atreven a hacer lo que sus propietarios no, mmmh... sigo pensando. ¡Ah, ya está! Espero acertar y si no, de cualquier manera felicitar al autor@ sea quien sea.
ResponderEliminarUn relato/regalo estupendo.
Abrazos.
A ver si aciertas, ya falta poco para el desenlace final.
EliminarMuchas gracias, Vicente.
Un abrazo.
Las carencias hacen que una persona perciba señales de aquello que ansía por todas partes, hasta en los objetos más inverosímiles, lo que demuestra que la realidad está fuera, pero también dentro de cada uno, o que cada uno tenemos la nuestra, una propia y distintiva, aunque aparentemente todos vivamos dentro de la misma, lo que hace el mundo plural y rico.
ResponderEliminarBuen relato. Saludos
Eso le sucede a nuestro personaje, Ángel, qué bien lo has resumido. Muchas gracias por tus comentarios.
EliminarUn fuerte abrazo, amigo.
Me ha encantado el erotismo que desprende tu relato. La imagen de esas almohadas enrolladas es genial.
ResponderEliminarEnhorabuena, anónim@.
Eso pretendía, me alegra haberlo logrado.
EliminarMuchas gracias, Asun, por comentar.
Caricias y carencias... mmm... me suena de algo.
ResponderEliminarEl micro, genial.
Un beso.
Malu.
Mmmmm... ¿te suena? Gracias, querida Malu.
EliminarUn fuerte abrazo, amiga.
Grande el final que desentraña la historia de los propietarios de ese par de almohadas sensuales y apasionadas, ¿tal vez tal y como lo fueron sus dueños? Me encanta ese erotismo simpático que nos has descubierto.
ResponderEliminarSaludos a su anónimo autor.
Así es,los deseos ardorosos de la propietaria, expresados por sus almohadas. Gracias por tu aportación, J.L.
EliminarUn saludo.
¡Muy bueno!
ResponderEliminarIgual al recibir este mensaje le queda claro que desea su vuelta, con la imagen que le traslada quizá quiera imitar a esas almohadas los dos juntos de nuevo. -como mínimo le sacará una sonrisa, no?
Un beso.
Carme.
Volver, no sé si volverá, pero seguro que le ha hecho pasar a su pareja un buen rato con la historia de las almohadas enredadas. O al menos, lo ha intentado.
EliminarMuchas gracias, M. Carme, por tu comentario. Un abrazo.
Si uno suele echar de menos a su almohada cuando se va de casa y duerme en un hotel, me imagino que a las almohadas les ocurre lo mismo cuando son abandonadas por sus dueños.
ResponderEliminarY si dos que duermen en el mismo colchón se vuelven de la misma condición, también debe de ocurrirles eso a las almohadas; por no incidir en que las almohadas suelen ser nuestro psicólogo de turno de noche, y también suelen estar disponibles para tales menesteres en alguna de nuestras siestas.
Así que todo muy lógico en el desarrollo del microcuento, debido a lo cual, creo que tanto ambas almohadas como el narrador, quizá apoyados por el colchón, las sábanas, las mantas y los edredones deben hacer una manifestación y reclamar a esa desaprensiva que ha dejado tanto vacío y frustrado frenesí en ese lecho, que regrese cuanto antes, y después de ayudar a que esas plumas vuelvan a su sitio, establecer la armonía perdida para que se pueda aplicar la fórmula de y fueron felices y comieron perdices, aunque si quieren zamparse un gazpacho tampoco pasa nada.
Enhorabuena por tan sugerente e imaginativo microcuento y un abrazo.
Una magnífica explicación, Enrique. Esperemos la pronta solución del conflicto de esta pareja, y que las almohadas también decidan felices sus destinos.
EliminarUn saludo.
Divertidamente humano. ¡Ja, Ja.!
ResponderEliminarToda la suerte para este ocurrente relato.
Muy bella y sugerente la imágen de esas almohadas amándose.
ResponderEliminarPor no repetir los anteriores comentarios solo decirte que me ha encantado. Es genial!
Besos
Muy bonito. Enhorabuena!!
ResponderEliminarEnhorabuena. Un cuento muy bellamente relatado.
ResponderEliminarSaludos cordiales