Desvelo
Su cuerpo tendido no paraba de buscar inútilmente una postura. Hostigada por mil ansiedades, se estremeció ante el roce metálico en la puerta. La tensión cedió tras el sonido de los muelles de la cama de su hija. Alivio y cansancio, en feliz alianza, lograron al fin cerrarle los ojos.
Escrito por Ángel Saiz Mora
Aunque no tengo hijos , comprendo perfectamente la angustia de una madre ante esta situación que nos expones de forma tan hermosa y nítida. Suerte y un saludo.
ResponderEliminarEsa angustia que no desaparece hasta que llegan, de sus primeras salidas, los hijos adolescentes. Me ha gustado que lo hagas desde un punto de vista tan bello.
ResponderEliminarHas descrito perfectamente esas noches en que nuestros hij@s salen y hasta como has dicho no escuchas su entrada por la puerta no puedes dormir, y no te digo si además llevan coche.
ResponderEliminarBuen relato amig@, muy buena descripción y de forma muy bella, me ha gustado.
Abrazos.
Y no llega... y ¿donde estará?... ¿la habrá pasado algo?
ResponderEliminarNos pones en la piel de una madre preocupada por su hija que no acaba de llegar a casa. Esa angustia me está pasando a mi últimamente. Debemos aprender a relajarnos, porque si no es un "sinvivir".
Muchos besos.
Recuerdo un eslogan de TV que preguntaba: «¿Sabe usted donde están sus hijos?»
ResponderEliminarEn un mundo lleno de tentaciones y peligros los padres hacen bien en preocuparse.
Buena historia.
Saludos, anónim@.
Yo he estado tentada de ponerles hasta doce cascabeles para oírlos mejor, pero está claro que yo no tengo tu sensibilidad, solo hay que leerte.
ResponderEliminarUn saludo
Hermoso y tan real!!! Aún no me llegó el momento pero con tu relato soy capaz de sentir esa incertidumbre. Enhorabuena anónim@. Besitos
ResponderEliminarQué bien narrada esa angustia... Nos llega perfectamente esa "feliz alianza" final.
ResponderEliminar(No quiero imaginarme cuando me toque esa etapa, buf)
Un beso.
Carme.
Me siento identificada plenamente con el/la protagonista de tu micro. Lo malo es que yo puedo llegar a sufrir este desvelo hasta tres veces en la misma noche. Cuando llega el último a casa, a veces ya casi está clareando (es lo que tiene el verano).
ResponderEliminarLa historia de muchas madres, entre ellas la mía, con alguna zapatilla dirigida a mi cabeza si las horas eran altas como la beodez que traía.
ResponderEliminarQué buenos tiempos para los que éramos esperados.
Saludos.
Pablo.
Que cierto es lo que narras en tu relato. Los padres no descansamos hasta que sabemos que nuestros hijos están en casa y a salvo.
ResponderEliminarHas sabido mantener la tensión hasta el final del micro.
Enhorabuena!
Besos