Día de playa
—¡Inútil!
Comenzó a hundir el rostro en la arena, a través de la toalla.
—Nuestros amigos son todos jefes, y tú, ¿qué? ¡Idiota!
Apretó más hasta que no quedó rendija por la que entrara el aire.
—Si ya me lo decían. ¡Perdedor, fracasado!
Superado el momento de pánico, se acabó.
Escrito por Argonauta
Comenzó a hundir el rostro en la arena, a través de la toalla.
—Nuestros amigos son todos jefes, y tú, ¿qué? ¡Idiota!
Apretó más hasta que no quedó rendija por la que entrara el aire.
—Si ya me lo decían. ¡Perdedor, fracasado!
Superado el momento de pánico, se acabó.
Demasiado habitual la anécdota que nos traes. Que haya personas allegadas que en vez de animarte estén dispuestas a hundirte en la miseria o, como este caso, en la arena ardiente es realmente triste. Menos mal que tu pobre protagonista así se evita seguir aguantando tanto improperio. Suerte y saludos.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarSi mi compañía de playa fuese como la que tiene tu protagonista, una de dos o voy solo o no vuelvo con ella ni a la playa ni a ningún sitio.
ResponderEliminarBuen relato amig@.
Abrazos
¡Menudo relax! Para eso, mejor no ir a la playa. ¡Que malas son las envidias!, sobre todo cuando se vuelven reproche de alguien querido. No me extraña que deseé hundirse en la arena.
ResponderEliminarUn beso.
Cuánto daño puede hacer una mala relación. Ni hablar.
ResponderEliminarMe ha gustado.
Saludos.
No me digas que apretó y apretó hasta que no entrara aire, y siguió con la cara hundida y no la sacó y ... No hombre, no vale la pena. Si ella quiere estropear un día de playa, mejor dejarla sola y salir nadando hacia otro lado, unas sombrillas más allá para hacer nuevos amigos.
ResponderEliminarSaludos veraniegos.
Carme.
Vaya compañía más tóxica que se ha buscado ese pobre hombre. Para un día de playa que puede disfrutar, se lo han amargado. Mejor que la deje plantada y se vaya al chiringuito, que acaban de sacar un arroz que está de muerte y entra genial con una cerveza helada.
ResponderEliminarVeo que has expuesto una escena de violencia de una esposa a su marido. Espero que sólo sea una metáfora, una licencia literaria para exponer los sentimientos ultrajados y el ego herido del marido que no ha llegado a jefe de nada... Tipo la serie Ally Mcbeal.
ResponderEliminarAún así, es un clásico ataque, de agresión pasiva, qué no por no dejar marcas en la piel deja de ser del todo nociva, sino más bien todo lo contrario.
Un abrazo, e insisto un tema muy bien traído.
Como dice Asun, que escape al chiringuito. Una cerveza a tiempo quita muchos dolores de cabeza.
ResponderEliminarSaludos.
Pablo.
¡Con la de aviones que salen todos los días para cualquier sitio y lo baratos que son ya algunos vuelos! Y éste señor dale que te dale dándole la vuelta al día en ochenta mundos.
ResponderEliminarA ese pobre hombre le han amargado el día de playa. Sin duda, al sufrir ese ataque al nivel de flotación de su autoestima la reacción que ha tenido es aquella tan manida de tierra, trágame, en este caso arena.
ResponderEliminarDe todas formas, esas cosas no suelen suceder de un día para otro, y ese individuo debería haber cortado esa relación tóxica mucho antes de que esa Lady Macbeth de sombrilla y toalla lo deje como un trapo, poco importa si es su esposa, pues tal resentimiento sólo puede traer chaparrones verbales llenos de inquina una vez tras otra. Y ante eso no es posible arreglo alguno.
Enhorabuena por el relato y saludos.
¡Menuda compañia!Alguién así te amarga la vida! Espero que el protagonista haya podido escapar de sus comentarios sin sufrir daños.
ResponderEliminarBesos