El secuestro

Me seguía, oía su respiración en mi nuca, su vapor, su jadeo. La calle mojada y solo una luna brillante. Escuchaba sus pasos junto a los míos. Escalofríos recorrían mi cuerpo. "Otra vez no. Dios, ayúdame". Lloraba. Estaba cerca, demasiado. Temblaba. Lo sentía. Giro sobre mí, aterrado. Era mi sombra.
Escrito por Nicolás Libardoni
Anónimo hasta septiembre

5 comentarios :

  1. Reza un viejo adagio que no se debe confiar ni en la propia sombra. Después de leer este cincuenta entiendo por qué.
    Muy bueno, anónim@.
    Saludos.

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  2. Una especie de otro yo al que acarreamos como lastre y del que nada sabemos. Unas veces nos persigue y otras nos precede. Casi siempre ahí, acechando. No me extraña que pueda producir tal terror. Enhorabuena y suerte. Un saludo.

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  3. Tu protagonista va a tener muy difícil liberarse de su presunto perseguidor.
    Me gusta como narras las sensaciones que siente el protagonista.
    Buen relato amig@.
    Abrazos.

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  4. Hay sombras que no desaparecen ni aunque apagues la luz, y otras se esfuman en cuanto se pone el sol. Resumiendo, que no son de fiar, pero eso tú ya lo sabes.
    Saludos estivales.

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  5. Nos transmites muy bien la sensación de agobio por la persecución que sufre el protagonista... aunque sea por su propia sombra!!
    Saludos!
    Carme.

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