El pañuelo es un mundo
La guerra y un matrimonio de conveniencia con Jacinto, el de los cementos, los habían separado. Pero un día el azar los juntó en el metro.
Fui testigo, hablaron sólo de achaques. Al bajar creo que se rozaron, antes de seguir cada uno por su lado, guiados por sus perros.
Fui testigo, hablaron sólo de achaques. Al bajar creo que se rozaron, antes de seguir cada uno por su lado, guiados por sus perros.
Miguel preciosa historia de un amor que las circunstancias hicieron imposible. En cincuenta palabras has resumido todo el relato de una vida. Y esa frase final que nos hece ver que son dos personas invidentes le da un punto final genial.
ResponderEliminarMiguel buen relato, me ha gustado.
Un abrazo.
No toda historia de amor resiste el paso del tiempo. Nos presentas la otra cara de la historia romántica, la que queda atrapada en el contrapeso de la rutina, la que devora la circunstancia, el paso del tiempo. La oscuridad de la ceguera que padecen se vuelve simbólica de este des-encuentro. Interesante planteamiento, Miguel. Saludos.
ResponderEliminarLástima que no tuvieran tambien un momento para evocar sus recuerdos de aquel amor truncado. Entonces, quizá hubieran decidido seguir juntos su camino, dándose un poco de compañía y apoyo mutuo. Muy bueno. Saludos y suerte.
ResponderEliminarBonito y triste encuentro, el que pincelas. La ceguera de los protagonistas puede ser simbólica o real, pero el resultado es el mismo.
ResponderEliminarUn abrazo, Miguel.
María José
Lo que pudo ser y se truncó, porque todo se puso en contra, hizo que una prometedora vida compartida nunca sucediese, que sus vivencias transcurrieran ajenas, por separado. Dicen que nunca es tarde, pero a veces sí, lo demuestra la charla intrascendente entre estas dos personas, que en otras circunstancias se hubieran podido convertir en almas gemelas inseparables, hasta en su ceguera. Por el contrario, entre ellos sólo existe un mundo limitado, que no llegó a formarse, que ha de ser, por fuerza, muy pequeño, no más grande que las dimensiones de un pañuelo de bolsillo.
ResponderEliminarTú si eres grande, Miguel, como este abrazo que te mando.
Cuando la guerra aparece, poco sitio hay para lo demás. Víctimas de las circunstancias, este par de invidentes ha perdido demasiado tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo, Miguel.
Me ha gustado mucho.
El destino, a veces tan cruel, que une y separa a las personas a su antojo. Y encima sin saberlo ellas, como en el final de esta historia.
ResponderEliminarMuy bonito, Miguel, me ha encantado.
Un abrazo.
Miguel, ya el título es un acierto. La forma otro: dos partes en las que una explica el pasado y la otra el presente de una relación que pudo ser, y que nunca será.
ResponderEliminarMás aciertos: la persona que relata el micro y que, para dar cercanía, asegura que vio la escena del reencuentro.
Otro acierto más: el final melancólico que da ganas al lector de traspasar la dimensión y avisar a cada uno de quien es quien.
Esto, rematado con una forma impecable de escribir, da el resultado que hay arriba de nuestros comentarios. un relato perfecto del un gran, y envidiablemente joven, maestro.
No me ha gustado, me ha encantado.
¡Qué bueno eres, jodío!
Noto siempre en tus letras un latido de fondo que a menudo te eriza la piel. Unas veces se esconde en los personajes y otras en la narración (en este caso creo que proviene del testigo de ese singular reencuentro), pero el caso es que siempre está ahí, y para mí es la prueba de que posees un don que deberías aprovechar.
ResponderEliminarMe llama la atención una circunstancia de este relato, y es que el narrador de la escena no solo es testigo de ella, sino que seguramente también sea el creador de los propios personajes. No en vano los conoce tan bien.
No dejes de escribir, Miguel.
Un abrazo, amigo
Un título pervertido que subraya la intrascendencia de un encuentro casual y a destiempo, que no es más que el epílogo de una historia que nunca legó a ser.
ResponderEliminarMe gusta esa mirada con las gafas de ver la vida sin almíbar.
Abrazo, Miguel.
Una historia que pudo ser en dos ocasiones, pero que en ambas no ha podido ser. Una historia de dos vidas sobre las que das pequeñas pinceladas y nos dejas imaginar lo que ha sido y lo que habría podido ser.
ResponderEliminarGrande, Miguel, te mando mi enhorabuena y un beso fuerte.
Malu.
Nos vuelves a regalar con este micro esa sensibilidad tan marcada que tienes y que siempre flota en todos tus escritos. Es un gusto leerte, Miguel. Un beso grande.
ResponderEliminarDicen que el amor es ciego. Aunque a veces es el destino el que se vuelve ciego ante el amor de verdad. Muy bueno. Enhorabuena.
ResponderEliminarMe parece reconocer un encuentro casual entre dos viejos conocidos que no se han reconocido tapados por su ceguera y por el paso del tiempo. A veces la vida da una segunda oportunidad, a veces se ensaña negándola.
ResponderEliminarMagnífica historia. Original y perfectamente desarrollada. Enhorabuena, Miguel.
Un abrazo.
Buen micro, en el que desarrollas dos historias a la vez: la externa, con testigo incluido, y la interna en la que el simbolismo de la ceguera se hace literal. Realmente redondo el final. Me ha gustado mucho.
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