Innombrable
No importa dónde te escondas, marinero. He descifrado el significado oculto de tu nombre... El que me hace temblar cuando lo pronuncio de madrugada, el que me atraviesa en la oscuridad, el que enreda todas sus letras en mis uñas al intentar escribirlo sobre las paredes de sal. Y pagarás.
Este marinero innombrable cuyo horripilante nombre causa esas sensaciones a tu protagonista debe ser un ser de armas tomar, no sé que le habrá hecho pero ese "y pagarás" al final suena contundente y junto con el título redondea un micro genial, lleno de unas letras que al leerlas dan todo la sensación de rabia que quieres trasmitir.
ResponderEliminarLo único que me tiene intrigado son esas "paredes de sal", ¿tal vez tu protagonista está encerrado o muerto? y el causante de ello ha sido el innombrable.
Patricia tu micro si que lo vamos a nombrar y mucho, me ha gustado mucho.
Besos, y ya sabes, de los buenos.
He fletado un barco y parto en busca del Innombrable. Necesito tripulación. ¿Cuento contigo, marinero Puchades? Necesito un arponero experimentado y me han dicho que en Valencia todavía se practica la caza de la ballena.
EliminarUn abrazo, bueno también.
Me ha sobrecogido tu micro, Patricia. Ese marinero ha dejado una huella imborrable en la mujer. Excelente el ambiente de odio que creas.
ResponderEliminarFelicidades. Un abrazo.
María José
¿Mujer? Creo que has visto poco del mundo que se oculta bajo la línea del horizonte. Enrólate en mi barco y abordaremos lo impensable.
EliminarGracias, María José.
Sed de venganza destilan las paredes de sal de este descomunal micro de pasión encendida. Como en anteriores, tus imágenes me subyugan. De obligada relectura. Besos, Patricia.
ResponderEliminarNecesito un pirata que no haga preguntas y obedezca sin pestañear. Sería un honor contar con su apasionada sed de aventuras. Pero le advierto que no habrá oro. El pago será sobrevivir.
EliminarSe lo piense.
Ni miedo ni lengua tengo, sino sed de vida. Dile que sirva ron a la cantinera y sellamos el pacto.
EliminarJó, más vale que se ponga a sotavento ese marinero, que la mar está muy brava.
ResponderEliminar¡Qué inquietante, Patricia!
Besos de espuma y sal.
Un marinero como usted, Sr. Quílez, no debería temer a las tormentas. Dada su prudencia, solo me atrevo a ofrecerle el control de la cocina. Tendrá que dar de comer a la tripulación, pero nada de menús sofisticados. Ya sabe que la venganza es un plato que se sirve frío.
EliminarAbracicos.
A sus órdenes, capitana Richmond. Mis especialidades son la tortilla de escaramuzas y las penas en escabeche.
EliminarMe parece un relato soberbio. Inquietante esa promesa que el mar lanza, descrito de una forma tan poética como magistral. Me quito el sombrero ante tus letras, mi querida Patricia.
ResponderEliminarBesos.
Pablo.
Haces bien en quitarte el sombrero, se te podría mojar en el barco. Necesito a alguien que entienda el lenguaje del mar y que sea capaz de ejecutar sus órdenes sin que le tiemble el pulso. Tal vez sea un viaje sin retorno, pero te aseguro que el infierno nos recordará.
EliminarEa, vente pal barco, quillo.
No quisiere verme en la piel de ese marinero que parece no poder marcharse del pensamiento de tu protagonista. Me ha gustado mucho. Enhorabuena y suerte. Saludos.
ResponderEliminar¿No serás tú el Innombrable? Escóndete, marinero. No quisiera equivocarme...
EliminarGracias, Jesús.
Me fascina ese universo en el que uno se sumerge cuando lee tus relatos, que va del fantástico al terror, de las alturas a los abismos, pero que nunca te deja indiferente. Un abrazo grande!
ResponderEliminarCompañera de profecía, tengo un puesto reservado para ti. Necesito que entones, como tú sabes, los cantos olvidados de las sirenas. Esos que provocan el llanto de los mortales y que invocan a los moradores de Tenebria, nuestro próximo destino.
EliminarUn abrazo fuerte.
A la orden, mi capitana, ya estoy con un pie en ese barco. No sé cómo lo has sabido pero ¡de veras canto! Así que, además de los cantos de sirenas, también podemos entonar en cubierta, junto con toda esta tripulación tremenda que estás convocando. ¡Allá vamos!
EliminarUn relato lleno de fuerza y no exento de misterio, hilvanado con palabras contundentes, en el que una víctima, atraída fatalmente por alguien lleno de encanto y esquivo, parece haber hallado el punto débil de aquel que le ha producido tanto daño como fascinación.
ResponderEliminarQué bien se percibe el oficio de la autora, versada literariamente en mundos poblados por seres tan poderosos e inquietantes como maja es ella.
Un abrazote
Tienes que venir conmigo, amigo del alma. Sólo confío en ti para que seas el cronista de este viaje hacia la locura. Sé que no me traicionarás y que escribirás en el diario de abordo todo lo que ocurra, sin disfrazar los horrores a los que tendremos que enfrentarnos. No tengas miedo de venirte al lado oscuro, tenemos sombra.
EliminarBesos para el camino.
Tienes una voz, Patricia y eso no es algo baladí. Las letras que salen de tu pluma son como buscadores de tesoros, conquistadores de esas islas fantásticas a las que todo lector quisiera ir para salvarse de la rutina.
ResponderEliminarFelicidades, Patricia.
Un abrazo.
P.D. Como ha dicho Manuel, la imagen de una pared de sal que intensifica la sed, de venganza en este caso, es magnífica.
¿Rutina? Solo tú puedes ser el capitán de mi barco. Sé que no dudarás en atravesar la niebla y en seguir la estela de las criaturas que se esconden entre las rocas que rodean la isla de la Desesperación, allí donde los fantasmas buscan en vano los nombres que olvidaron. Los suyos, el mío, ¿el tuyo?
EliminarUna salva de abrazos.
Una venganza que se sirve en un barco de misterio. Paredes de prosa y sal.
ResponderEliminarLetras enmarañadas en las palabras que se pronuncian en alta mar y se escriben con buena pluma de tus manos. A sus órdenes mi capitán.
Besos y abrazos mujer estupenda.
A ti te voy a dejar al cargo de las redes. Parece un trabajo menor, pero no te dejes engañar por las apariencias. Hay que desenredar las palabras malditas que surcan el mar durante la noche y que se quedan enganchadas entre sus hilos. Si desentrañamos su misterio, encontraremos la ruta hacia las mazmorras del destino.
EliminarTe espero.
Qué gran micro, Richmond, se me han puesto los pelos como garfios, tiene una fuerza brutal esta exhortación al innombrable marinero. Ay, señor, si es que todos deberían pagar. Un beso grande, navegante.
ResponderEliminarQurida Matri, a ti voy a nombrarte administradora del botín. Porque, cuando el Innombrable caiga en mis redes, lo despojaré de todo lo que posee en la tierra y en el infierno y habrá que repartirlo entre la tripulación.
EliminarGracias y otro beso enorme para ti.
Patricia, armada estoy hasta los dientes, por si acaso, después de leer tu micro. Me parece que a alguien lo han puesto en salazón y amenaza con vengarse ¿puede ser una sirena?.
ResponderEliminarMuy inquietante!
Enhorabuena Patri!
Besos
No contaba con tu astucia, Pilar... Ahí lo dejo.
EliminarNo obstante, te ofrezco el puesto de médico de la nave. La batalla va a ser terrible y habrá muchos miembros que coser. Tus poemas serán la medicina perfecta para sanar las heridas.
Un beso.
Inquietante, contundente, misterioso... En definitiva, muy hermoso. Otro de tus grandes micros, admirada Patricia. Un beso.
ResponderEliminarNavegaremos sobre olas de espanto, sortearemos arrecifes de maldad y atravesaremos las puertas perdidas del horror. Pero algo te puedo asegurar, mi tripulación recibirá la más grande distinción del infierno: la inmortalidad. ¿Vienes?
EliminarBesicos, Carmen.
Patricia, está claro que a veces no te bastan las tres dimensiones para escribir y tu inventiva se desprende de ataduras, y cuando esto ocurre, depositas ante nosotros algo que es mucho más que un relato; es el sabor de los sueños, el aroma que la imaginación desprende al decantar toda tu fertilidad a través de las palabras.
ResponderEliminarEs deslumbrante lo bien que cabalgas sobre la fantasía desbocada. Enhorabuena.
Un abrazo.
Te esperaba, Antonio. Te he reservado un puesto muy especial, junto a mi lado. Tú serás mi brazo ejecutor, la espada que escribirá el punto final del viaje errante por las aguas por las que nadie antes ha navegado.
EliminarUn abrazo de deslumbrante agradecimiento por tus bonitas palabras.
¿Oyes lo que dice Antonio, Patricia? ¿Quieres embarcarnos a todos en tu loco bajel de fantasía? Me echo a temblar, de los que se sabe que fueron, ninguno regresó...¡en el viento se perdieron sus nombres! Innombrados quedaremos por siempre, horror.
ResponderEliminarEl ron es para el viaje, Manuel. Deja la botella y ayúdame a atrapar incautos. Por las aguas que vamos a navegar no corre el viento, no se atreve. Así que hay que encontrar remeros. Ya te veo con el látigo, marcando el ritmo... Remad, remad...
Eliminar¡Menudo viajecito te estás montando con tal de pillarlo!
ResponderEliminarSuerte, y que pague ese al que evidentemente no me atrevo a nombrar.
Besetes
Pagará, no te quepa duda. Si quieres ser testigo de su caída, enrólate. El espanto te llama. Y sabe donde vives.
EliminarGracias, Javier. Más besos para ti.
El innombrable en cuestión no sé si tendrá algún parentesco con el de la novela de Samuel Beckett -uno de los personajes más grotescos de la Literatura Universal-, pero por lo que desgranan las palabras de venganza de la protagonista, expresadas con la pasión de una Safo rediviva, me inclino a pensar que el marinero en cuestión es un rufián donjuanesco que ha recorrido los siete mares, algo así como un cruce entre Errol Flynn y Burt Lancaster, quizá con unos toques de Johnny Depp, y no es para nada el monstruo imaginado por Beckket, emparentado con el pobre soldado de la novela de Dalton Trumbo Johnny cogió su fusil, o con los entrañables Quasimodo y El hombre elefante.
ResponderEliminarTambién puede que nuestra protagonista se haya cruzado, o convivido, con ese alma en pena que era el marinero al que cantaba la Piquer en Tatuaje, ese que vino en un barco de nombre extranjero y era hermoso y rubio como la cerveza, y que para colmo sufría de penas de amor.
En cuanto al viaje de marras, acabo de escribir mi nombre en la lista de embarque, cual argonauta del siglo XXI, y con tan buena tripulación es imposible que no nos llevemos por delante lo que se nos ponga, ya sea el Vellocino de Oro, descubrir el misterio del Triángulo de las Bermudas, o pescar a ese bribón al que nuestra capitana quiere hacerle pagar pasadas afrentas.
Cuenta conmigo para tan tentadora experiencia aunque sea como grumete, aunque la edad ya no me acompañe para tal desempeño.
Así que gracias anticipadas por este sugerente aventura, no sé si equinoccial a lo Lope de Aguirre, o titánica y desaforada en plan capitán Ahab.
Un abrazo.
Ja, ja, ja, ja... Te quiero, Protoplasto. ¡Cómo me has calado! Sí, lo confieso, era hermoso y rubio como la cerveza y se fue a buscar a la otra. Y eso... ¡No se hace! Aquí me quedé, dándole al aguardiente. Pero me ha hecho cisco el estómago y voy a por él, que, por su culpa, ya no puedo comer longaniza de Graus a gusto y para una aragonesa, eso es muy gordo.
EliminarNo te preocupes, que no te quiero como grumete. Pero no por la edad, sino porque necesito tu sabiduría para que me ayudes a tatuarle el significado de mi nombre, Patricia, en todos los idiomas conocidos. La definición de la Wikipedia será suficiente (la relativa a la antigua Roma).
Y nada más. Aquí me quedo cantando. Tripulación, hacedme los coros: https://www.youtube.com/watch?v=ns72t1BrF30
A mí tu relato me suena a amor despechado, así que no cuentes conmigo para darle caza al causante de tanta ira, porque tengo la impresión de que ese odio de puede trocar súbitamente en amor y dejarnos a todos con el arpón preparado. Además, yo me mareo hasta en una barca de pedales.
ResponderEliminarInnombrable, tu modo de escribir, Patricia.
Marchando una de abrazos.
No me esperaba que el padre del Gran Marotti fuera tan cobardica. Pero respeto tu decisión, Enrique, que, al fin y al cabo, ya viene el invierno y la noche alberga horrores...
EliminarUn abrazo fuerte, sin odio ni acritud (que yo soy todo candor).
He tenido que hacer una segunda lectura. ¡cómo me has engañado al principio!. Esa estatua de sal, purgando sin éxito los pecados por haberse atrevido a crear a una abominable, monstruosa e innombrable criatura, que se le ha ido de las manos. Creo que visto así, lo que está haciendo es soltar amarras para salir en su búsqueda, de él/ella/ello, aunque la persecución dure océanos de tiempo. Lo que no tengo muy claro es quién es el que debe pagar, porque intuyo que, o son la misma persona … o ente, o tu relato es un pacto con la secta del mar sellado con terrorífica moneda. ¡Magnífico relato! ¡Genial!. Un fuerte abrazo Patricia.
ResponderEliminar¡Qué alegría que te hayas animado a asomarte a esta casa, Cristina! Pero espero leer tus relatos además de tus comentarios.
EliminarRespecto a esta tontería mía, me lo estoy pasando bomba con vuestras interpretaciones. Solo voy a decir que entre los comentarios hay un pleno. En realidad, no importa tanto lo que yo haya querido expresar cómo lo que cada uno de vosotros haya interpretado. Lo importante de verdad es que no me echen de aquí...
Te queda el puesto de mascarón de proa.
Abrazo grande.
Apasionante toque a rebato el que nos lanzas, Patricia. Aquí no vale la razón, sólo cuenta el sentimiento que nos empuja a seguirte allá donde tu vayas.
ResponderEliminarComo en todas las guerras, no sabemos bien por qué luchamos pero vamos dispuestos a dar la vida para que cobres venganza, por un eventual botín y por los bellos ojos de la capitana.
Botín, no os puedo asegurar, pero os espera, sin duda, la gloria reservada a los valientes.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Georges.
Un abrazo anticipado.
Si todavía no tienes cocinero en la tripulación para el almuerzo, aquí me tienes dispuesto a embarcar por ese océano que nos rodea de “Montes negros” con mi loro, no es molesto, sólo dice: “Doblones de a ocho. Doblones de a ocho”.
ResponderEliminarQuerido Plinio, tengo mejor puesto para ti y tu loro. Tus conocimientos de mitología me serán muy útiles para tender la trampa final al monstruo que los dioses me enviaron para robarme el alma.
ResponderEliminarUna vez cumplida la misión, podremos seguir navegando en busca de cofres repletos de doblones. ¡Pôr el oro, el ron y el código!
Será un honor probar ese ron siendo Pigmalión
ResponderEliminarDespecho y contundencia en tu micro, Patri. Has perforado mi "coco".
ResponderEliminarcon la fuerza de tu última frase maldita.
Doblones para tu historia.
Ja, ja, ja... Lo de perforarte el coco, me ha gustado. Por eso mismo, querida tocaya, te nombro Mascarón de Proa. Vigila bien, que el inmombrable es muy escurridizo.
EliminarBesicos.
Seguro que este bergantín ha levado ya anclas y navega con su estupenda tripulación a bordo en busca de ese marinero que... más le vale saber correr además de nadar. Oye Patricia, ¿y no sería más fácil cortarte las uñas?
ResponderEliminarPor si las moscas, yo me quedo aquí, con la tierra firme sosteniendo mis pies, y si lo veo pasar te envío un mensaje en una botella, ¿te parece bien?
¡Suerte!
¿Cortarme las uñas? Me parece que tú eres una enviada del Innombrable. Pues ándate con ojo, que no es de fiar ni ná. Estarías más segura con nosotros, que además lo estamos pasando muy bien, cantando canciones de la Piquer... Más que botellas con mensajes, mándanos toneles de ron, que nos quedan pocos.
EliminarHe leído tu relato con la persiana bajada, pero casi prefiero asarme de calor que morirme de miedo con ese marinero de cuyo nombre no quiero ni enterarme. Conmigo no cuentes para ir de mareante, acabo de ser abuela y esa es la aventura que me tiene amarrada. Eso sí, me preocupa y mucho saber cómo te vengas de ese monstruo marino que te tiene en salazón. Espero tus noticias, Patricia. Un beso.
ResponderEliminarHaces bien, querida Juana. Mantén baja la persiana, no se te vaya a colar por ahí alguno de los seres innombrables que acechan por los rincones. Hablo bajito para que no me oigan.
EliminarPero una cosa sí que te voy a decir a voz en grito: ¡FELICIDADES, yaya!
Un abrazo fuerte, fuerte.
Disfruté mucho el relato en cincuenta palabras, pero más me hicieron gozar los comentarios y sus respuestas. Se nota que hay mucha literatura en esta web.
ResponderEliminarMi innombrable es otro. Todos tenemos un dios.
PUESTA DE SOL.
A medida que nos hacemos más sabios
se evapora el diluvio
de nuestra memoria lingüística.
Caudal sin lecho ante la luz,
timonel perdido en la irreligiosidad
narcótica de borrasca,
que nos eyecta y nos anega
hacia un Dios, que antes fuera:
innombrable/
inmarcesible/
inenarrable/
ineludible
inefable/
inaccesible/
incontemplable/
inexplicable/
insustituible/
ineluctable/
insospechable/
insondable/
insolente
e
inasible
y ahora,
es apenas,
puntual nube de paso.
Acaso el miedo
resida en la palabra
y no en la puesta de sol.
¡Qué honor, Lucía! Es un poema bellísimo. Tal vez, la puesta de sol nos ayuda a escondernos de las palabras innombrables, inabarcables, insospechables, escritas en los ojos del que soñamos que podía ser él... Sí, pero eso no te va a librar de escribir relatos de cincuenta palabras justitas para subirte a este barco de indecentes incautos en busca de insensatas insignias al mérito literario. Hala, vente pa casa.
EliminarUn abrazo y muchas gracias por tu poema.
No sé si trece días después de haber zarpado queda hueco para una "cagona" confesa, pero si al menos hay medio metro cuadrado (soy pequeña), me voy nadando hasta encontraros y luchar por la causa.
ResponderEliminar¡Ay, mi capitana, mi querida Patricia! ¿Cómo caíste en las manos del innombrable y lo que más me preocupa, dónde ha escondido los mil trozos de tu inmenso corazón?
Espero instrucciones desde ya.
Mil besos de admiración.
Malu.
Querida Malu, quieta parada que vamos a buscarte. ¿Qué tal coses? Necesito que me zurzan los pedacitos de corazón, que los guardé por si me podían servir para algo y ahora me hacen falta para abrazaros a todos y cada uno como os merecéis.
Eliminar¡Vamos, chicos, a por Malu!
Más que marinero presiento que se trata de un pirata que roba o ha robado más de un corazón.
ResponderEliminar¡Saludos!
No sé qué decirte, JR. Los piratas son leales al Código y este mequetrefe sólo sabe navegar bajo la bandera de la traición.
EliminarYa te contaré cuando lo encuentre.
Patricia, sé que el bajel partió hace días, pero si me aceptas a bordo, yo me cojo un chinchorro y remo hasta alcanzaros. Como escarmiento por el retraso acepto unos cuantos turnos de vaciar la sentina.
ResponderEliminarMagnífico relato marinero, de aventuras, temores y venganzas. Me llega el olor a sal y la espuma de las olas.
Un beso con parche en el ojo.
Carme.
Casi te quedas en tierra, M.Carme. Por aquí seguimos sin haber avistado al Innombrable. Pero a estas alturas ya ni nos importa. Vente al fin de fiesta, que habrá gambas y poemas de Alfonsina.
Eliminar¡Te esperamos!