Prisión oscura
Miró la estancia, milímetro a milímetro, pero no conseguía distinguir nada; estaba todo a oscuras. Palpaba las paredes para avanzar por la habitación buscando una puerta que le ayudara a salir de allí, pero no encontraba nada, parecía que no tuviera fin. Sintió angustia, sabía que jamás saldría de allí.
Yo soy bastante pesimista, pero tu protagonista me da que me gana. Con ese ánimo no vamos a ningún sitio. El asunto me recuerda a cuando Paul Auster deja encerrado a un personaje en un sótano y no volvemos a saber nada de él. Parece ser que no supo como sacarlo. Muy bueno y un mucho acongojante. Saludos y suerte.
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EliminarMuchas gracias por tu comentario, Jesús.
EliminarSaludos
vivir el propio encierro y su conciencia debe ser verdaderamente angustioso, tal y como refleja tu relato, donde la oscuridad toma el micro y se convierte en la verdadera protagonista. Lograda atmósfera entre la angustia y la desesperación. Saludo, Rubén.
ResponderEliminarGracias por tu comentario Manuel, tienes mucha razón en tus palabras e intentado que fuera un micro que mostrara la angustia del protagonista. Saludos.
EliminarPermíteme una frivolidad, Rubén. Yo recuerdo como una pesadilla una anécdota real de despertar en una habitación con persianas herméticas, donde fui invitada a dormir y de la que desconocía el hecho de no filtrarse la luz del día... ¡Qué mal lo pasé! (Fin de la chorrada).
ResponderEliminarUn abrazo.
María José
Muchas gracias María José por tu comentario y tu anécdota. Saludos.
EliminarRuben un relato en el que nos cuentas ese agobio que siente el protagonista al verse encerrado en si mismo, pienso como Manuel, es ese darle vueltas a un problena y no saber como salir y siempre pensando lo mismo.
ResponderEliminarBuen relato Ruben.
Un abrazo.
Gracias por tu comentario Javier. Saludos.
EliminarAsí debió sentirse Fortunato (vaya nombre para el personaje), la víctima de Montresor en relato «El barril de amontillado» de Edgar Allan Poe. Encerrado para siempre.
ResponderEliminarDramático.
Muy bueno, Rubén.
Saludos.
Ahora que lo mencionas, me ha venido a la memoria tan magnífico relato de Edgar Allan Poe y lo cierto es que es verdad que algo parecido tuvo que sentir Fortunato. Gracias por tu comentario Vicente. Saludos.
EliminarAhora que lo mencionas, me ha venido a la memoria tan magnífico relato de Edgar Allan Poe y lo cierto es que es verdad que algo parecido tuvo que sentir Fortunato. Gracias por tu comentario Vicente. Saludos.
EliminarMirar en la oscuridad sin distinguir nada en ella, como metáfora de una vida vacía en la que el protagonista se halla encerrado, sin poder hacer nada al respecto.
ResponderEliminarPero siempre hay una salida. Quizás debería aguzar el oído.
Saludos cordiales, Rubén.
Muchas gracias por tu comentario Carles. Saludos.
EliminarSi hubiera sido yo tu protagonista, hubiera aplicado los cinco sentidos, el tacto y la vista como dice el relato, pero además, el gusto, quizás poco que hacer; el olfato también poco quizás y el oído ¿quizás? -como dice mi amigo Carles- Si a pesar de todo, no encontrara solución, me tumbaría, cerraría los ojos e intentaría dormirme, esperando que al final de mi sueño se hiciera la luz.
ResponderEliminarBuen relato Rubén. Te mando un abrazo.
Muchas gracias Isidro, la verdad es que a veces la mejor solución, es tumbarse y ver el mundo venir. Un gran y fuerte abrazo.
EliminarLa angustia de tu protagonista puede ser aplicable a muchas prisiones diferentes. Aunque haya más luz y otras personas, a veces se viven sensaciones de ahogo y ganas de escapar similares a la que describes, por ejemplo, en una tediosa reunión de vecinos. También hay ocasiones en que quisiéramos liberar lo que tenemos dentro y no somos capaces, una coraza negra e infranqueable llamada timidez lo impide.
ResponderEliminarUn saludo
Muchas gracias por tu comentario Ángel Saiz. Saludos
EliminarClaustrofóbico relato que has narrado a la perfección. Has conseguido que sienta la angustia de esa persona que está enterrada en vida.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Rubén.
Un abrazo.
Me alegro que te haya gustado Pablo, muchas gracias por tus palabras. Saludos.
EliminarRubén, resulta muy angustioso buscar una salida y no encontrarla.
ResponderEliminarBien contado.
Besos
Muchas gracias por tu comentario Pilar. Saludos.
EliminarResulta claustrofóbico y angustioso, de verdad. Confieso haber tenido una pesadilla de ese tipo alguna vez.
ResponderEliminarBesos.
Malu.
La verdad es que sí Malu, son pesadillas que dejan un mal sabor de boca. Muchas gracias por tu comentario. Saludos.
EliminarEs curioso, Rubén, mi micro del próximo mes podría ser la continuación de este tuyo. Lo mismo te ha inspirado, como a mí, el cuento de Poe, “El pozo y el péndulo”. Me gusta cómo con tan pocas palabras has sabido reflejar la angustia del protagonista. El mes pasado no te pude dar la bienvenida, así que lo hago ahora. Un saludo.
ResponderEliminarEstaré a la espera para leerlo y ver que le sucede al protagonista. La verdad es que Edgar Allan Poe es una fuente inagotable de inspiración, ya que tanto " El barril del amontillado", como el relato de "El pozo y el péndulo" son dos relatos que siempre me han llamado mucho la atención, al igual que "William Wilson" o "La máscara de la Muerte Roja". Gracias por tu comentario. Saludos
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