Restauración
—Observe con qué esmero el restaurador ha pincelado esta espiral dorada, sutilmente oleosa, que lo enmarca todo con su brillo destellante, gracias a la indirecta luz cenital. Examine, también, ese pigmento bermellón que realza las nacaradas salpicaduras que cubren, delicadas, el...
—Disculpe, señor, yo he pedido ensaladilla rusa, no pulpo.
—Disculpe, señor, yo he pedido ensaladilla rusa, no pulpo.
Jesús genial relato, todo tu primer párrafo parece que nos estás de la restauración de una obra de arte, pero con tu última frase das un giro de 180º y en realidad estas hablando de la restauración en su sentido de gestión de un restaurante.
ResponderEliminarUna vez leída esa frase, he vuelto a leer el relato y ya veo la hermosura de ese pulpo.
Solo espero que tu protagonista a la hora de pedir en un restaurante no lo haga con tanto detalle como cuando nos describe un plato.
Jesús buen relato, me ha gustado.
Un abrazo.
Muchas gracias, Javier, por tu comentario. No quisiera verme en el lugar del camarero si alguien me pide un festival de verduritas de invierno, en brunoise, ligeramente hervidas y napadas con su delicada mousee de yema y cornicabra. Saludos.
ResponderEliminarJajajaja. Me parece un excelente micro con una velada crítica a la moda que algún programa de televisión ha puesto en la que se habla de un plato como de una escultura.
ResponderEliminarMe parece también muy inteligente el título, que da pie a pensar en una restauración escultórica y que al final, se desvela que era otro tipo de restauración.
Me ha gustado mucho, Jesús.
Pídeme una de calamares para mí.
Un saludo.
Pablo.
Jajajajja.. Me encanta. Que buenas pinceladas tiene este 50, pigmento de palabras que brillan a la cenital luz de su lecura.
ResponderEliminarRestauración de relato con un final que acompaña a la sonrisa.
Un abrazo Jesús.
Pues para allá van unas anillas de cefalópodo envueltas en su suave velo de polvillo de harina amalgamado con huevo y levemente dorado en un baño de extracto de aceituna, salpicado ligeramente con cloruro de sodio. Gracias por el comentario. Saludos.
ResponderEliminarGracias Mª Belen, por tus palabras. Saludos.
ResponderEliminarOriginal y divertido, Jesús. Qué buena crítica a los sofisticados y ridículos comentarios de los críticos de la restauración. No sé si me atrevería con un pulpo de luz cenital. Pero sí acepto cualquier relato que tú cocines. Te ha quedado redondo. Un abrazo.
ResponderEliminarJajajaja, tantas tonterías pa' comerse una tapa... Buena puya la tuya, Jesús, al exacerbado esnobismo de la cocina. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarSalut.
Gracias, Carmen, por tu comentario. Aunque no tengo ningún problema con la cocina moderna y, generalmente, me gusta, he de admitir que donde esté un buen pulpo á feira con su aceitito, su pimentón picante y su sal gorda, por mí, que se quite todo lo demás. Saludos.
ResponderEliminarGracias, dipandra. A veces se tarda menos en comerlo que en escuchar los pomposos nombres de algunos platos y la forma de hincarle el diente, según dictan los cánones, claro. Saludos.
ResponderEliminarJesús, no me sorprendes, porque te conozco y sé que tienes una imaginación desbordada y tu escritura está dotada de exquisita ironía y gran retranca. Te felicito por todo ello.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
María José
Pues muchas gracias, María José. Igualmente te digo. Saludos.
ResponderEliminarGenial, simpático y ocurrente. Jamás había visto un pulpo así, y tiene su punto que duda cabe.
ResponderEliminarEn cuanto a la ensaladilla... lástima que las 50 palabras no hayan dado para describirla también a ella. Genial
Muchas gracias, Luisa. Para mí, donde esté el humilde y feo, para algunos, pulpo que se quite el más caro caviar. Lo de la ensaladilla lo dejaremos para otro cincuenta. Saludos.
EliminarJocoso. Puro arte refrescante y salpimentado. Personaje total el camarero; ingeniosa y cuidada su perorata. Sorprendente el giro del relato, que frente a la sublimidad de la obra de arte del restaurador, antepone el vulgar apetito del operario. Genial. Saludos, Jesús.
ResponderEliminarGracias, Manuel. Pensemos un momentito en los pobres camareros de ciertos restaurantes finos cuando sueltan semejante retahíla de sandeces y, seguramente, descojonándose por dentro. Saludos.
ResponderEliminarNos hemos acostumbrado a pensar que la cocina no se limita a procurarnos únicamente el combustible necesario para la supervivencia, sino que de los fogones puede salir arte. Así es, sin duda, pero también se trata de una moda, de la cual quizá se abusa un poco, de ahí la crítica que puede interpretarse en este simpático relato. El camarero sólo tiene que cambiar el pulpo por la ensaladilla demandada, el brillante discurso del primer párrafo también podría servir igualmente, para ese y para cualquier plato.
ResponderEliminarUn abrazo, Jesús
Muchas gracias, Ángel, por dejarnos tus pensados y muy explicativos comentarios. Saludos.
ResponderEliminarA mí, después de haber conocido tu faceta Noir, ya no me sorprende nada de lo que escribas. Muy bueno, Jesús.
ResponderEliminarSuerte, compi.
Muchas gracias, Patricia, por tu amabilidad. Suerte para ti, también, que te la mereces. Y mucho. Saludos.
EliminarPues ya estaba yo imaginando un friso de Gustav Klimt y resulta que la cosa iba de arte culinario. Me has dejado los ojos como platos, Jesús.
ResponderEliminarMuy buen micro.
Un abrazo pictórico-gastronómico.
Pues parece que el friso de Gustavo se ha convertido en un bello guiso, con su aceite, su pimentón y su salecita. Muchas gracias, Vicente, por tu comentario.
EliminarMuy bueno Jesús. De todas maneras yo me quedaba con ese pulpo y no con la ensaladilla rusa, que esos tentáculos me pierden. Saludos.
ResponderEliminarMuchas gracias, José Ramón. Ya somos dos los que preferimos el pulpito rico. Saludos.
ResponderEliminarJajaja, que engañados nos llevas hasta el final inesperado.
ResponderEliminarQuizá el camarero es un frustrado historiador del arte que no encuentra trabajo de su especialidad...
Un abrazo.
Carme.
Pues puede que tengas razón. No es tan raro encontrarse, desgraciadamente, con ese caso. No por demérito de la profesión hostelera, por supuesto, sino por que alguién que tiene unos intereses y se ha esforzado en alcanzarlos no consigue realzarlos en un trabajo adecuado. Muchas gracias M. Carme, por tus palabras.
ResponderEliminarMuy bueno, Jesús, por el ingenio de jugar con polisemia, por la situación creada, tan simpática, por lo bien escrito que está...
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo.
Muchas gracias, Enrique, por dedicarme tan amables palabras.
EliminarPues si el pulpo le ha salido igual de bien que maneja el vocabulario, yo pasaría de la ensaladilla. O pensándolo mejor, pediría los dos platos porque ni imaginarme quiero la descripción de tantos ingredientes juntos. O mejor, sí quiero imaginarlo. Tanto relamerme me produce indecisión. Y hambre, mucha hambre ;)
ResponderEliminarSaludos, Jesús
Muchas garcias, Margarita, por tus simpáticas palabras. Saludos.
ResponderEliminarRe-espléndido re-relato, Sr. Garabato. Lo llamo así porque es de esos relatos que exigen ser leídos dos veces. Y es en la segunda lectura donde constatas todo su esplendor.
ResponderEliminarSaludos cordiales.
Yo también leído dos pares de docenas de veces tu amable comentario. Muchaas gracias, Carlos.
ResponderEliminarJesús, nos has hecho creer que el protagonista hablaba de arte y lo que describia era un pulpo.
ResponderEliminarLa verdad es que últimamente los cocineros le dan tanto boato a sus creaciones, que uno ya no sabe de lo que hablan.
Buen micro.
Besos
Muchas gracias, Pilar, por comentarme. Dejemos el arte para después de tomarnos un delicioso pulpo á feira. Saludos.
ResponderEliminarPues qué quieres que te diga, Jesús, pero el pulpo tiene una pinta estupenda. Aceptamos pulpo como aperitivo, ja, ja, ja.
ResponderEliminarTe voy a confesar que una vez fui a un restaurante para degustar no sé cuántos platos, había momentos en que yo no podía contener la risa con la descripción de la comida, incluso hasta los camareros tenían que hacer esfuerzos para no reírse. En fin, muy buena esa crítica hacia la cocina con estrella michelín.
Un beso.
Malu.
Muchas gracias, Malu, por tus palabras. Para mi, aunque feo según algunos, el pulpo en su modesta preparación "a la gallega" es una de las cosas de comer que más me gustan. Saludos.
ResponderEliminarMuy, muy bueno, Jesús. Nos has llevado al huerto con esa exquisita descripción del pulpo a feira, con su inconfundible pigmento bermellón. Me ha encantado el micro. Felicidades y un beso.
ResponderEliminarPues muchas gracias, Matrioska. Aprecio, con agrado, que somos muchos a los nos priva el pulpo á feira. Saludos.
ResponderEliminarGran reflexión de cómo nos podemos perder en los detalles sin prestar atención a la esencia, y estupendo el primer párrafo describiendo el estado de semi-éxtasis del camarero pormenorizando lo que no interesaba al cliente.
ResponderEliminarUn micro con una saludable mala leche y una redacción exquisita.
Enhorabuena Jesús.
Un abrazo
Muy amables tus palabras, Antonio. Gracias mil. Saludos.
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