Tarea cumplida
Nuestros encuentros son los que me mantienen. Me parece preciosa y conectamos en pura esencia. Charlamos de todo entre cafés y alguna copa, reímos juntos y nos cabreamos cuando el tema lo lleva.
A las tres horas, le pago y se va. Yo me pongo a limpiar con ánimo renovado.
A las tres horas, le pago y se va. Yo me pongo a limpiar con ánimo renovado.
Parece que es una relación de "cariño comprado", la que tratas en el micro, Javier. Yo lo relacionaría con los que regentan un bar y sus clientes especiales. ¡Cuánto se necesita la comunicación y cuántos psicólogos y psicólogas sin título hay trabajando en tantos establecimientos comerciales, de toda clase y condición!
ResponderEliminarFelicidades. Un saludo.
Gracias, María Jose. Aquí hace esa función la chica, pero con algunos matices que van más alla. Bueno, esa era mi intención.
EliminarBesos
La soledad hace que tu protagonista tenga que pagar para tener algo de compañía, aunque solo sea para hablar, reír o discutir, una compañía que intuyo, o me parece a mí por tu final, que en principio su tarea era limpiar la casa.
ResponderEliminarJavier original manera de contar el tema de la soledad, me ha gustado.
Un abrazo.
Todo, cierto, Javier. Pero además la chica le chifla.
EliminarGracias y abrazos
Magnífico relato y magníficos los comentarios precedentes. Nada más. Suerte y saludos.
ResponderEliminarGracia, Jesús. Mágnifico abruma.
EliminarAbrazotes
Un poco triste que sea una relación pagada. ¿O sólo a mi me lo parece? Me recuerda a un artículo sobre familias de alquiler para solteros...
ResponderEliminarEl relato impecable Javier.
Un saludo
Raquel, no lo veas triste, tiempo al tiempo.
EliminarGracias y besos.
¡Menudo inicio de septiembre! Ese narrador en primera persona es un tipo sencillo, como muestra su lenguaje, un antihéroe de tomo y lomo, sin más proezas que acabar limpiando él mismo aquello que, teóricamente, debería limpiar la persona a la que ha contratado.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho, Javier.
Saludos cordiales
Gracias, Carles, me alegra que te guste y lo hayas visto tan bien.
EliminarAbrazos.
Genial, Javier.
ResponderEliminarUn relato en dos partes muy bien contado en el que tú protagonista necesita una terapeuta que escuche, sin título, con oídos y las respuestas precisas en cada momento. Todo eso le da fuerzas para continuar su vida, aunque sea haciendo el trabajo de la persona a la que ha contratado, o sus quehaceres diarios por contratarla solo para desembarazarse de su soledad durante unos instantes.
¡Qué bien escribes, Javier!
Un abrazo.
Gracias, Pablo. Un comentario de los que animan. Y no te preocupes, yo he imaginado que estos mejoran la relación.
EliminarAbrazos
La esencia de la vida, conectar en pura esencia. Lo sé, he dicho dos veces esencia, pero me parece fundamental y me encanta cómo usas la palabra y cómo nos cuentas la historia.
ResponderEliminarEnhorabuena Javier, sí es cierto lo que dicen los compañeros, ¡cómo viene septiembre!
Besos.
Malu.
Gracias, Malu. Esa esencia que comentas es la esencia(vaya, dos veces) de la parte positiva del micro, iran a más.
EliminarBesos
La soledad no buscada es un mal más común de lo que parece en nuestra sociedad. Esa empleada doméstica tiene indudables dotes de psicóloga, pues consigue que ese hombre sobrelleve sus carencias. Sería deseable que las visitas o citas se repitiesen, pero de forma sincera, sin un sueldo por delante.
ResponderEliminarMuy buena propuesta, Javier
Un abrazo
Pues sí, Ángel, ahí está el asunto, y como yo lo he generado ya he imaginado ese final que tu comentas, porque me apetece.
EliminarAbrazotes
EXcelente historia que me ha traído a la memoria la letra de «Con nombre de guerra» de Héroes del Silencio:
ResponderEliminar«Entra despacio,
que nadie oiga tus pasos.
mientras tanto
si los nervios no traicionan, todo irá bien
y dejemos los besos para los enamorados
y pensemos en lo nuestro,
que por eso te he pagado...»
Saludos, Javier.
Gracias, Vicente. Sabía, no por listo, que la historia tenía dos direcciones, incluso un tanto emparejadas, y que algunas cosas que yo sentía al escribirlo eran cosa mía por lo que en ese momento me apetecia y que para eso tal vez ella tenía que haberse quedado más rato y limpiar con él, pero es que tiene más casas que limpiar y no hay tiempo.
EliminarMe gusta tu comentario, acorde a lo leido, y que te haya traido a la memoria una canción.
Fuerte abrazo
Javier, dejas el sabor amargo de la soledad que sufren muchas personas, dispuestas a pagar para que alguien las escuche y les haga caso. Hay quién acude a un psicólogo y en este caso a la persona contratada para limpiar su casa.
ResponderEliminarBuen relato con el giro final que nos sorprende.
Enhorabuena.
Besos
Gracias, Pilar. Ahí está el asunto que quise pensar que mejoraría.
EliminarBesos
Enhorabuena, Javier. Fondo y forma se dan la mano en esta microsensibilidad exquisita que inicia el mes. Me froto las manos con la que nos espera. Saludos.
ResponderEliminarBueno, Manuel, pues poco más que agradecerte ese "fondo y forma" que siempre queremos conseguir.
EliminarAbrazos
Te ha salido un micro redondo, desde el título hasta su estructura y argumento. Felicidades, Javier. Un beso.
ResponderEliminarGracias, Matrioska, por tu estimulante comentario.
EliminarOtro beso.
Hay tareas que se cumplen por encima de otras, polvo que reposa en una mesa repleta de conversación y copas, suelos que esperan ser fregados trás la marcha de la empleada, que tiene ganado al dueño con su belleza y compañía.
ResponderEliminarY a mi me has ganado con esta sencilla historia que esconde toda una vida de soledad.
Buen 50 javier.
Un beso.
Gracias, Mª Belén. Hay cosas que no tienen precio, como tu agradable comentario.
EliminarBesetes.
Lo bueno de la soledad es que se combate con facilidad, aunque sea a corto plazo, como muestra esta magnífica historia donde la prostitución de una conversación cubre una necesidad mayor que la que realmente se contrata.
ResponderEliminarEspléndida historia tanto por su contenido como por su buen desarrollo. Enhorabuena, Javier.
Un saludo.
Sí, lo contratado es más nimio que lo conseguido,una compañía más que agradable. Y luego, además, la tarea cumplida.
EliminarGracias, Antonio, y abrazos.
¿Sabes que me gustaría? El relato de ella. La otra cara del espejo para completar este micro que llama a la esperanza. ¿O tal vez, no?
ResponderEliminarUn abrazo, Javier.
Me encanta y me encanta tu comentario. Ahí está el misterio o incognita del relato, y según se intuya lo que ella siente, que no se dice, la historia puede considerarse más o menos esperanzadora.
EliminarMuchos besos
(Por añadir una opción más, podría ser el dueño de un bar que contrata a una chica para ayudarle 3 horas al día...)
ResponderEliminarEn cualquier caso es una triste vida esa de esperar para pasar un rato con quien querría estar toda la vida.
Un beso Javier.
Carme.
No seré yo quien te niegue la opción.Ahora, no se yo cuanta gente firmaría por tres horas de felicidad a la semana, y atención que he dicho de felicidad.
EliminarMás besos para tí, M.Carme
Cuando encuentras a alguien así quisieras hacerle un contrato indefinido. Muy sugerente y bella historia, Javier.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, Enrique, en mi intención estaba que la historia fuera agradable de leer y sentir a pesar de las esquinas más cortantes que pueda tener.
EliminarAbrazos