Apartheid
Un frenazo en el autobús hizo que una de las negras acabara en la zona reservada para blancas. Todas matuvieron la respiración, la tensión era evidente; cualquier comentario podría encender la llama. Fue una anciana la que por fin tomó la palabra:
—Este no es sitio para jugar al ajedrez.
—Este no es sitio para jugar al ajedrez.
Ni para ajedrez ni para las damas. No es buen sitio de juego un autobús.
ResponderEliminarMuy bueno tu relato Miguel.
Un saludo.
Miguel me gusta esa relación entre el ajedrez y el apartheid, no sabemos al leerte si realmente estaban jugando al ajedrez o es una manera irónica de hacernos ver el apartheid.
ResponderEliminarMe ha gustado Miguel.
Un abrazo y nos vemos el día 5.
Oportuno y ocurrente el comentario que relaja la tensión. La chispa del humor siempre a punto para relativizar el drama. No obstante, terrible la situación que da pie al micro. Impensable parece que la historia de la humanidad haya dado lugar a tanta exclusión basada en los más peregrinos pretextos.
ResponderEliminarMuy bien sopesado tu relato, me parece. Saludos, Miguel.
Una conflictiva y delicada situación resuelta con humor, en este caso hábilmente por la sabia voz de una anciana. Muy bueno, Miguel. Espero que nos veamos el día 5. Un abrazo.
ResponderEliminarMuy bueno, Miguel. La rudeza del primer párrafo se disuelve instantáneamente con la sonrisa que produce la última frase. ¿O no? Un micro de los que obligan a reflexionar, como a mí me gustan.
ResponderEliminarUn abrazo para el camino.
Imaginarse que la gente tuviera que ir en lugares separados en función de si era blanca o negra; y que un simple frenazo pudiera provocar el tipo de incidente que planteas es espeluznante.
ResponderEliminarTu relato, Miguel, tiene la virtud de sacarnos de nuestro marco mental y colocarnos en esa situación.
Un abrazo, amigo.
Menos mal que la anciana supo reaccionar con buen humor, porque el ambiente estaba muy tenso en ese autobús.
ResponderEliminarUn aplauso y un beso, Miguel.
Tan ocurrente como mordaz, este relato nos deja con una doble impresión, la de su hilarante vuelta de tuerca y el sugerente desarrollo de la historia. Me estaba ya imaginando a Rosa Parks en ese autobús y, de pronto, jaque mate.
ResponderEliminarExcelente cincuenta, Miguel.
Un abrazo.
Es bueno ironizar sobre todo, siempre y cuando sepa hacerse con destreza, como desde luego es tu caso en este buen relato. Algo tan serio como el racismo, visto desde el prima de la broma y el juego, no hace sino poner en su lugar a los cortos de miras de sus artífices y promotores, personas con una denominación que, creo, les viene al pelo: payasos del absurdo.
ResponderEliminarUn abrazo grande, Miguel. Nos vemos en breve
Miguel, fíjate que yo hago otra lectura, de la que puedo estar equivocado, y es que la anciana blanca, recrimine a la señora negra que se haya movido hacia su parte, como en un movimiento de ajedrez, y la mande a su sitio.
ResponderEliminarEn todo caso, tan bien escrito como elegido el tema.
Un tema actual. El día que no sea noticia que un presidente sea negro, habremos dado un paso hacia la normalidad. Mientras, inconscientemente, seguiremos alimentado un edulcorado apartheid.
Me gustó mucho. Eres un crack.
Pablo.
Miguel, muy buen paralelismo del apartheid con el ajedrez, que no se descubre hasta tu última frase.
ResponderEliminarBuen micro.
Besos
Extraordinario título para un relato que pone de manifiesto el carácter absurdo de una de las facetas más miserables de la conducta humana. Partiendo, creo yo, de una ingeniosa ocurrencia, has armado un relato comprometido que se lee con mucho agrado gracias a tu gran estilo.
ResponderEliminarEnhorabuena, Miguel.
Nos vemos por los madriles.
Un fuerte abrazo
Excelente relato, Miguel. La xenofobia no es un juego, sino uno de los peores males de la humanidad. Pero tú has sabido encontrar un desenlace lúdico a esta historia de denuncia social.
ResponderEliminarNos vemos muy pronto. Un abrazo.
Ocurrente, con fondo y forma al estilo Miguel Ibáñez, me encanta.
ResponderEliminarUn beso grande, hasta el sábado.
Malu.