Cenicienta I
Regresó armada de escoba y recogedor con ganas de acabar rápidamente con esa faena tan desagradable. Los cristales estaban esparcidos por toda la habitación. ¡Qué desastre! Cómo iba ella a imaginarse que encontraría a la doncella con sus zapatos de cristal en los pies y su marido entre los brazos.
Tus historias son siempre ingeniosas, sorprendentes y con final impecable. Tienes el don de voltear varias tuercas al mismo tiempo. Desubicar, extrapolar, reinventar ... ¡qué más dá!. Un saludo Margarita.
ResponderEliminarPara esta versión negra de la Cenicienta habrá que llamar a algún detective para que resuelva el caso. Creo que además de eliminar los cristales tiene el gran problema de hacer desaparecer los cadáveres de su marido y la doncella porque al leerte me da la impresión que se los ha cargado a los dos, solo tengo una duda a quien quería matar en principio ya que parece sorprendida al encontrar a los dos juntos.
ResponderEliminarBuen relato Margarita, me encanta siempre que nos cuentas a tu manera los cuentos de nuestra infancia.
Besos.
Tengo alguna duda. ¿Los cristales son del cuadro que le partió en la cabeza del bueno del principe?,¿son del ventanal por el que defenestró a ambos tortolitos?, ¿de la botella de Dom Perignon con la que pensaba celebrar sus bodas de oro?, ¿de los zapatitos caídos de los pies de la dulce muchachota al correr que se las pelaba tratando de eludir el disparo elegante de la pistola que portaba la burlada al intuir intrusos en su casa? Dejando las bromas, muy bueno lo tuyo, Margarita. Suerte y un saludo.
ResponderEliminarCenicienta ha tenido que volver a barrer, pese a ser princesa y tener una doncella, pero se ve que hay quien no puede escapar a su destino. Tampoco es descartable que termine en la cárcel y tenga recorrer el patio con una escoba, porque puede que los celos no le sirvan como eximente. Las cosas nunca son como en los cuentos de hadas, ni siquiera en los propios cuentos si dejamos que la historia continúe. Del mismo modo, los finales felices no existen, porque la vida siempre sigue y se construye cada día, con sus más y sus inevitables menos. Toda historia idílica deja de serlo a fuerza de realidad, tú eso lo cuentas mejor que nadie.
ResponderEliminarAbrazos, Margarita
Qué desastre, Margarita, en un mismo día Alex nos ha juntado dos relatos con doncella muerta, yo no sé como se le ocurra meter otro similar para completar el día. Un abrazo.
ResponderEliminar«—¿Por qué ya no me besas como lo hacías antes de nuestra boda? —preguntó la afligida mujer.
ResponderEliminar—Porque nunca me han gustado las mujeres casadas —respondió el marido.»
Así como el descarado del párrafo anterior, yo creo que a este príncipe no le gustan las princesas, sólo las doncellas con aspiraciones. Je, je, je.
Genial, Margarita.
Gracias a Dios, ahora las damas pueden usar zapatos transparentes hechos con resinas acrílicas u otros materiales plásticos, es mucho menos riesgoso.
A comer perdices.
Un abrazo.
Finalmente, yo creo que el príncipe tenía una atracción por las doncellas. Cenicienta, una vez hecha princesa, pasó a un segundo plano y fue sustituida por otra doncella.
ResponderEliminarComo siempre, un gustazo leerte, Margarita.
Un beso.
Pablo
Desmontando finales de cuento que no son más que eso, cuentos que no existen. Como siempre magistral amiga. Besitos mil.
ResponderEliminarHay cuentos y cuentos y el tuyo desborda ingenio.
ResponderEliminarNo hay príncipe fiel, ni doncella que no quiera ser princesa.
Quizá después de ver lo visto, pase de los zapatitos de cristal y se compre unos Manolos bien altos y rojos.
Muy bueno Margarita.
Besos con finales felices.
El príncipe parece que era un pelín fetichista: estaba más enamorado de los zapatos que de Cenicienta. Magnífico micro, Margarita.
ResponderEliminarLa sorpresa final rompe siempre la ruta de la imaginacion entre tus letras. Vuelvo a encontrarte imaginando y sorprendiendo. Genial.
ResponderEliminarAbrazos de los dos.
Hay vida después de los edulcorados cuentos de nuestra infancia y tú acabas de demostrarlo. Vida real donde tantas veces se nos rompe el encanto como a Cenicienta sus zapatitos de cristal.
ResponderEliminarPletórica de ingenio, Margarita, nos sirves un cincuenta genial. Saludos.
Margarita, apuesto que la doncella amante del príncipe es una de las hermanastras de ella, que caída en desgracia en la primera parte, fue contratada por Cenicienta, cerrando en cierta forma el circulo.
ResponderEliminarUn enorme besote a escondidas en el patio.
Si es que ya no existen los finales felices ni en los cuentos. Y Cenicienta vuelve a usar la escoba tras descubrir la poca consistencia de su príncipe azul.
ResponderEliminarQué bien lo cuentas, Margarita. Qué bien le das la vuelta al cuento. Un micro genial. Besos.
Todas las historias pueden tener muchas versiones, aparte de eso, tras el colorín colorado y el fueron felices y comieron perdices –no sé si el colorín se salvaría de que también se lo zampasen-, suelen ocurrir muchas más cosas que le son hurtadas al lector.
ResponderEliminarToda vida es una sucesión de historias y, como repite mucho mi madre, la risa va por barrios, que ya lo decía también la canción Engañada: “hoy te toca reír a ti, mañana a mí”.
Pero como Cenicienta es un cuento infantil, lo mejor es que acabe bien, que los niños se queden con ese final feliz, ya se irán enterando poco a poco de lo que vale un peine y de que los finales felices, si a veces se producen, no son para siempre; más que nada porque no existe tal final, y a todos nos espera una señora que dicen que viste negros ropajes y lleva una guadaña al hombro, aunque igual es un maromo, vaya usted a saber.
Aparte de esto, y centrándome en tu microcuento, los zapatos de cristal hechos añicos simbolizan ese amor de cuento entre la Cenicienta y su príncipe que ha acabado como tantas otras historias en una traición.
Y ahí queda la duda de si en la habitación están sólo los zapatos de cristal destrozados, o si los acompañan también los cadáveres de esa doncella descarada y de ese príncipe –o quizá ya rey- infiel y lujurioso.
En fin, que la historia lleva tu inconfundible sello lleno de ironía y de buen manejo del material narrativo. Mi enhorabuena por ello, saludos cordiales y un abrazo.
¿Qué tiene de feliz que el príncipe se case con la bella joven sin dinero y despreciada por su familia?
ResponderEliminarLa historia tiene una gran dosis de humanidad y realismo. Las mujeres tenemos que dejar de alentar fantasmas sociales frustrantes desde todo punto de vista: quien no consiga el objetivo (en este caso, el principe) no podrá ser feliz y además, en el siglo XXI seguir aspirando a monarcas por muy republicanos que sean... (y eso que el Rey Felipe es guapísimo e inteligente, pero el mérito radicaría ahí en todo caso y no en su condición de nobleza).
Estupenda versión para adultos del cuento clásico. Si bien estas historias tienen mucha miga, tú te las has ingeniado para encontrar un ángulo completamente original. Enhorabuena, Margarita.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Margarita, siempre sorprendente en cada nuevo micro. Contigo he descubierto que Cenicienta no ha podido vivir feliz y comer perdices el resto de la vida... ¡Menuda decepción! Fuera bromas, muy buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buena y sorprendente versión
ResponderEliminarUna vuelta de tuerca al clásico entre los clásicos, yo estoy con lo que apunta Pablo, que al príncipe le gustan más las doncellas y no quiere saber nada de princesas estiradas con vaporosos vestidos.
ResponderEliminarComo siempre, brillante, querida.
Un beso grande.
Malu.
Cómo mola acercar el ojo a una pequeña ranura entre las tapas cerradas de los cuentos y ver qué hacen los personajes cuando no saben que les estamos observando. Esas fantásticas impresiones de la vida pura y dura sobre la inocente piel de príncipes y princesas es fascinante, al igual que la manera en que cada personaje conserva su esencia aún con la historia sacada de contexto.
ResponderEliminarUna auténtica delicia, Margarita. Enhorabuena.
Un abrazo.
Margarita, esto es un sin vivir, primero se me cae el mito del unicornio y ahora el de la Cenicienta. Jajaja
ResponderEliminarGenial como siempre. Eres única reescribiendo cuentos. Siempre nos sorprendes!
Enhorabuena!
Sonrisas y besos.
Vamos, que no se salva de barrer ni viviendo en el palacio. Y lo peor es que se ha quedado sin doncella, porque en el caso de que siga viva no creo que tarde en despedirla.
ResponderEliminarBromas aparte, me encanta tu versión del cuento. Una vez más, me declaro abiertamente admiradora de tus letras.
Un beso.
Muy buena y verosímil continuación del cuento, Margarita. Felicidades y un beso.
ResponderEliminarOs pido disculpas por no poder contestaros a todos y cada uno de vosotros como merecéis, y también porque no va a ser fácil pasarme por vuestras historias para cambiar impresiones; a los ladrones del tiempo, aprovechando las bajas presiones otoñales y las ventanas abiertas por la buena temperatura, les está resultando muy fácil colarse en casa y me paso el día peleándome con ellos, y así es imposible :(
ResponderEliminarOs agradezco muchísimo vuestras respuestas a esta Cenicienta, que se libró de las hermanastras, pero no de la escoba. He tomado buena nota de las reflexiones y aportaciones que señaláis y me he reído un montón con varias de ellas. ¡Gracias!
Besos, abrazos, saludos y saludos cordiales, a plena luz del día y a escondidas. Bien sabéis ya cada uno el que es vuestro.
El vivieron felices y comieron perdices no es más que el único y verdadero cuento en este tipo de historias. Una visión muy margaritizada de la Cenicienta, o lo que es lo mismo, ingenio en estado puro. Un besico y felicidades por el micro.
ResponderEliminarUna versión ingeniosa y divertida para adultos del clásico cuento. Como siempre, Margarita, fantástico trabajo.
ResponderEliminarEnhorabuena. Un abrazo.
Es lo que tiene este formato tan escueto, que a veces tiene que imaginarse el lector todo lo que el autor ha dejado sin decir. Aunque si la historia está magníficamente contada, como es el caso, uno no solo puede oír la violencia de la escena, sino también el corazón acelerado, los gritos y hasta llanto dolorido de la protagonista, la cual parece condenada a estar siempre limpiando.
ResponderEliminarExcelente, Margarita.
Un fuerte abrazo
¡Mecachis en la mar! Al final, la peor faena no se la hizo ni la madrastra ni las hermanastras.
ResponderEliminarBuena vuelta de tuerca a la Cenicienta, Margarita.
Besos.