¿De qué sirvió el libro de cabecera?
La vida es una apisonadora que todo lo arrasa: dioses, Dios, Destino, reencarnaciones, gehenas, fantasmas... Dicen que leía a Gustavo Bueno y aquí estoy en guerra, matando hombres como niños y mujeres con niños dentro. Conducimos una apisonadora con zapatos cuyos cordones cuelgan a milímetros del eje del gran rodillo.
¿Entonces, qué? Con Dios o sin dios ¿No hay escapatorias? Creo que preciso , sin falta, un cursillo filosófico de fin de semana. Fuera bromas, acongojante. Saludos y suerte.
ResponderEliminarBajo tu relato discurre un discurso de aliento pesimista bien fundamentado y, como siempre, hilado de manera impecable en relación a referencias teóricas o mitológicas.
ResponderEliminarEn este caso, el propio título ya provoca desazón, pues advertimos un cuestionamiento de nuestra educación de base. Si a pesar de habernos nutrido de valores espirituales o filosóficos, nuestros actos son tan deleznables como el sistema nos impele a ejecutarlos, no hay esperanza posible.
La reflexión está servida, y ojalá nos mueva en un sentido positivo hacia la acción comprometida, pues no es banal tu advertencia, en muchos ámbitos se deja oír el sonido estridente de esta apisonadora con los cordones desabrochados.
Resalto el poder de las imágenes que nos ofreces, visuales al tiempo que inquietantes.
Contundente.
Un abrazo, Dipandra. Saludos.
Nos ponemos en la piel y circunstancias de un joven sensible, que en un pasado que no recuerda se nutrió de las bondades de buenas lecturas, que se vio obligado a olvidar para ponerse bajo el rodillo de esa apisonadora que a veces es la vida; peor aún, a engrasar una maquinaria que nos vuelve insensibles, destructivos, que impide progresar, en un regresión constante. La condición de verdugo del protagonista no le deja exento para que ese rodillo pueda atrapar sus cordones y hacerle desaparecer en cualquier momento.
ResponderEliminarUn relato sobrecogedor, con poco espacio para la esperanza, lleno de fuerza y realmente inspirado, con frases que merece la pena conservar y citar.
Un saludo
Tu protagonista es arrollado por esa vida que creo que no controla, que lo lleva a realizar actos de los cuales solo le queda arrepentirse, pero creo que ni eao puede hacer.
ResponderEliminarUn abrazo.
Por muy altos que sean los valores e ideologías, bajo ellos está el Hombre y la fragilidad de su carne. La primera víctima de la barbarie es quien la desata.
ResponderEliminarUn abrazo.
Coincido con los compañeros en apreciar la fuerza que tiene tu relato y la contundencia de la última imagen.
ResponderEliminarPero aun a riesgo de pecar de ingenua..., estamos a tiempo de cambiar de zapatos o, al menos, de atarnos los cordones.
Un saludo, Dipandra
Yo, en lugar de leer el relato en clave humanista, lo he leído en clave metaliteraria, como si el narrador fuera un autor reflexionado sobre su creación, y me ha gustado mucho.
ResponderEliminarSaludos cordiales, Dipandra.
El micro es brutal, gran reflexión la que nos dejas Dipandra.
ResponderEliminarMe uno a lo que apunta Margarita, vamos a cambiar de zapatos o a atarnos los cordones, todavía estamos a tiempo.
Besos.
Malu.
Denuncia contra la brutalidad de la guerra.
ResponderEliminarLo malo es que la guerra la llevamos dentro , de una u otra manera los humanos. Por lo tanto, cambiaran las formas pero no el fondo de la codicia y el odio
Mi enhorabuena por tu planteamiento.
¡Qué pena, no poder contar con Gustavo Bueno para poder analizarlo! Tanta reflexión, tanto pesimismo me supera.
ResponderEliminarSuerte, Dipandra.
Dipandra, la guerra siempre es una sinrazón que embrutece y masacra.
ResponderEliminarNos dejas materia para la reflexión.
Besos
Texto complejo y, a la vez, muy entendible. Es descorazonador,pero está expresado de manera magistral. Felicidades, Dipandra.
ResponderEliminarUn abrazo.
Poderoso relato, Dipandra. Creemos transitar por la vida, aunque es ella la que nos empuja, arrastra y moldea. Pero ahí está nuestro cerebro, verdadero maestro del autoengaño y autoconvencimiento, un gran artesano en reconstruir la realidad para que no lleguemos a odiarnos a nosotros mismos.
ResponderEliminarMuy bueno, Dipandra. Enhorabuena.
Un abrazo.
Enorme relato, Dipandra. Todo un placer el que lo hayas compartido.
ResponderEliminarEnhorabuena.
Saludos