Despertar campestre
Era tiempo de cosecha. La luz del alba arrancaba destellos plateados de las hojas de acero bruñido. Solamente se escuchaba el suave siseo de los maizales mecidos por la brisa. Se presagiaba una buena mañana de recolecta.
Esta vez, habían dejado salir a casi dos docenas. Ya se oían lamentos.
Esta vez, habían dejado salir a casi dos docenas. Ya se oían lamentos.
Rafael presentas una primera parte del relato muy bucólica, poética, descriptiva, en donde nos haces ver el paisaje de ese amanecer, esos campos de maíz, incluso nos haces oir la brisa.
ResponderEliminarPero llegan tus dos últimas frases y me vuelven a la realidad, los recolectores ¿son esclavos? ¿los golpean para que trabajen?
Buen relato Rafael, has despertado mi curiosidad por saber que causa esos lamentos.
Un abrazo.
Rafael felicidades por este 50 50palabras son 2500 palabras hermosas, enhorabuena.
EliminarLa naturaleza ofrece su esplendor, como cada vez que despierta el día, ajena a la actividad de los hombres, esos supuestos reyes de la creación con sus extraños comportamientos. Cuando ellos aparecen en el paisaje todo se tergiversa y queda convertido en un escenario muy diferente, tanto, que lo idílico torna a infierno. Algo malo sucede, puede tratarse, como apunta Javier, de maltratados esclavos recolectores de algodón, o tal vez de algún deporte siniestro, como liberar presos para luego cazarlos. Ya nos dirás.
ResponderEliminarFelicidades por esos 50 de 50 y un abrazo, Rafael
Creo que la clave inequívoca está en esos destellos plateados... Me ha entrado tanto miedito que me voy a esconder debajo de la cama y no voy a salir hasta el día 5. Pero... ¿no será día de cosecha, eh? Ay qué congoja y qué sinvivir.
ResponderEliminarEn espera de un abrazo reconfortante, aquí me quedo a oscuras.
Ha llegado el día de la cosecha, ay con esos chicos del maíz, ya están preparadas nuevas víctimas propiciatorias del árbol Chayiou. Todo tan soñador, Rafael. Un abrazo.
ResponderEliminarDemuestras con tu micro, Rafael, que no hay paz mi en el campo, cultivado con esos maizales en los que sisea (hermoso verbo) el viento. Con misterio y sugerencias, la escena costumbrista se torna tragedia y dolor...Muy bueno!!
ResponderEliminarUn abrazo.
Excelente micro, Rafael. De una naturaleza bucólica, bellamente descrita, pasamos al dolor y a la explotación del trabajo forzado, si no es algo peor.
ResponderEliminarEnhorabuena por tus 50 micros y un abrazo.
Algo desazonador y terrible sobrevuela el relato cuando conocemos que no es la cosecha lo que segarán los afilados aceros, sino las personas que serán sacrificadas en bien de la misma (me apunto a la interpretación de Pepe).
ResponderEliminarEl relato me parece de una intensidad sobresaliente, con un final abierto a la interpretación, pero muy inquietante.
Saludos y Felicidades, Rafael.
Gracias por las felicitaciones- Sí, este relato me ha salido siniestro...Me agrada el cine de "miedito"...Esa imagen de gente inexpresiva, con cuchillos en ristre, esperando a sus presas...jejeje
ResponderEliminarSaludos
Qué chungo y qué miedo. Ese precipicio que abres, junto al que nos colocas es muy profundo
ResponderEliminarRafael, un micro muy poético en su inicio pero con un final muy inquietante. Me ha recordado a "Los Chicos del Maíz".
ResponderEliminarEnhorabuena!
Besos
Felicidades por tus 50 50palabras. Eso ya son palabras mayores!
EliminarBesos
Rafa, tengo miedo, yo voy a hacer como Patricia, no voy a salir hasta el día 5 y camuflada por si las moscas.
ResponderEliminarUn beso y felicidades por estos cincuenta de cincuenta.
Nos vemos muy pronto.
Malu.
Gracias....de veras
ResponderEliminarSe siente hasta el calorcito mañanero en esa escena que tan bien describes, pero las hojas de acero no casan bien con los lamentos. Me ha gustado mucho, Rafael. Felicidades por este micro y por llegar a los 50, ¡casi nada! Un abrazo.
ResponderEliminarMe encanta la narración con que has descrito esta, más que inquietante, truculenta, terrible escena. Gran acierto este contraste de conceptos, entre los que late la violencia y la sangre, donde las hojas del maíz parecen cortar, y donde palabras inocuas como cosecha y despertar cobran una fatídica dimensión.
ResponderEliminarEnhorabuena, Rafa, y hasta pronto.
Un abrazo
Un relato muy bien escrito, Rafa, sugerente y de tremendo final.
ResponderEliminarSaludos cordiales.