El hallazgo
Estábamos muertos y vivos al mismo tiempo.
Muertos. Vivos.
Nos habíamos acomodado a nuestra propia muerte, pero necesitábamos almas para subsistir.
Hacía siglos que las calles de Yukatanejo dormían sepultadas bajo las arenas de los tiempos. Cuando el arqueólogo dio con aquel hallazgo, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.
Hacía siglos que las calles de Yukatanejo dormían sepultadas bajo las arenas de los tiempos. Cuando el arqueólogo dio con aquel hallazgo, un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.
Ese escalofrío también se siente al acabar de leer tu relato, esa contraposición entre vivos y muertos, ese misterio de no saber que son, que buscan, que almas quieren.
ResponderEliminarRaquel creo que tienes que hacer otro 50 palabras y acabar esta historia, que pasó después, que le ocurrió al arqueólogo.
Raquel buen relato.
Un abrazo.
¡Cómo se le quedaría la cara al Indiana Jones de turno!
ResponderEliminarMuy bien escrito, jugando con las ideas de la vida y la muerte, para culminar con un excelente final.
Un beso.
El misterio de las momias vivientes cala profundo en nuestra psique con esa forma de escribir tuya que da vida a los textos y nos deja muertos a la vez, suspensos en el escalofrío de cuerpos vivientes a la espera de un alma.
ResponderEliminarPoderoso atractivo el de tu relato, Tevas. Un final abierto que deslumbra.
Abrazos
No quisiera hallarme en la piel del arqueólogo. Estos muertos vivientes despiertan toda clase de temores y un escalofrío me recorre la espalda al leer tu relato.
ResponderEliminarMuy bueno, Raquel. Besos.
No quisiera verme en el lugar del pobre arqueólogo. Tras leer tu relato, hasta yo, aquí sentado, estoy cagaíto. Muy bueno, Raquel. Suerte y saludos
ResponderEliminar¡Grande!
ResponderEliminarUn hallazgo que va a quedar silenciado, y la leyenda terrorifíca engrandecida, en tanto su descubridor va a servir de alimento espiritual a estas momias centenarias, aunque peor aún sería que las trasladasen a un museo y estos zombies de la antigúedad la emprendieran con los visitantes.
ResponderEliminarUn abrazo, Raquel
¡Es-pe-luz-nan-te, Raquel!
ResponderEliminarSegún parece, Yukatanejo es una puerta a otra dimensión, donde la muerte y la vida son indistinguibles.
Me gusta cómo nos exprimes el cerebro en cada relato.
Un abrazo.
Vicente
Gran micro, Raquel. Me enganchó con la belleza del primer párrafo y lo cierras con un buen final abierto.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Qué bueno... Todo el misterio condensado bajo esas arenas. Increíble micro, que tira del lector hasta hacerle sentir ese escalofrío que describes. Enhorabuena.
ResponderEliminarCreo que vago perdido entre las sombras de esa gran ciudad, y no sé si el gato sigue vivo o muerto, tengo que hallar al profesor Schrödinger para preguntárselo. Un saludo Raquel.
ResponderEliminarRaquel, escalofriante relato, entre la vida y la muerte en Yukatanejo, puerta a otra dimensión. Muy misterioso, como la peli de la Momia... pobre arqueólogo!
ResponderEliminarMuy buen micro Raquel, enhorabuena!
Besos
No me gustaría estar bajo la piel de ese arqueólogo y menos sin saber si voy a morir en vida o a seguir viviendo la muerte.
ResponderEliminarUn buen relato, Raquel.
Un abrazo.
Qué miedo!! Uf, se siente el escalofrío... Genial!
ResponderEliminarUn saludo
Raquel, este micro es fantástico, podría ser un comienzo inmejorable para un gran libro. Me ha gustado mucho, mucho. Besos.
ResponderEliminarAy, me da que el arqueólogo prolongará su estancia en la excavación un poco más de lo que tenía previsto.
ResponderEliminarSaludos, Raquel.
¿Muertos vivientes? Gran hallazgo.
ResponderEliminarInteresante e inquietante micro.
Un beso, Raquel.
Malu.
Buen y sugerente relato, Raquel. Me gusta mucho la atmósfera que consigues con tan solo unas cuantas palabras. Ese " nos habíamos acostumbrado a nuestra propia muerte" me parece estupendo.
ResponderEliminarEnhorabuena y un abrazo
Muchas gracias por los comentarios tan buenos. Me alegro que os haya gustado.
ResponderEliminarUn abrazo chic@s