Ganas de hablar
Si coincido en el ascensor, hablamos de la comunidad. Si es en el paseo, quiere que la acompañe... Siempre pongo excusas. No obstante, media hora nos acarrea la insulsa conversación. Gertrudis nunca pide sal. Mi vecina es la clásica persona para perder el tiempo. Porque el oro lo lleva ella.
Hay personas para las cuales el tiempo no es que sea oro, es eterno, no cuenta para ellas, y tu vecina parece de esas. Pero de todas formas nunca viene mal hablar, conversar.
ResponderEliminarBuen relato Carmen, creo que nos vemos el sábado, besos.
¡Gracias Javier, sí nos vemos el sábado!
EliminarMe encanta hablar, pero, a veces...
Besicos
No hay equilibro, en eso de las ganas de hablar. Los hay que no dan opción a contestar nada y, otros, causan incomodidad por no pronunciar palabra, en mucho tiempo. Buen relato, Carmen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Las vecinas son muy recurrentes a la hora de inventar
EliminarGracias María José
Besicos
Cuando uno quiere, el otro no lo desea y así el tiempo que es oro se convierte en una pizca de conversación insulsa que hay que aderezar con sal.
ResponderEliminarUn buen 50 del que hay mucho que hablar.
Un beso Carmen.
Je,jeje...Y no veas el oro que llevan puesto.
EliminarBesicos Belén, nos vemos
Hay personalidades que se asocian a un nombre, como pasa en tu relato, aunque no dudo que haya Gertrudis saladas, ocurrentes y con chispa. Las que son como esta del relato, tienen también su punto. Cuecen más que enriquecen, pero hilan el tiempo, o lo deshilan, a su manera, como bien queda recogido en el micro.
ResponderEliminarSaludos, Carmen.
Me gusta eso de cocer y enriquecer, aunque a veces, se quemen los guisos vecinales.
EliminarBesicos
Conocí a alguien que hablaba sin parar, un puro tormento chino, y, ahora que no está, la echo mucho de menos. Decía que, igual que existen bibliotecas, tenían que construir habladotecas, para que la gente pudiera reunirse a hablar, por afición. Tal vez tuviera razón y éste sería un mundo un poquito mejor si supiéramos hablar y escuchar.
ResponderEliminarUn beso grande, grande, anticipo del que te daré en directo.
Una buena charleta alrededor de amigos es algo que me parece mágico. Me gusta el témino "habladoteca" habrá que acuñarlo.
EliminarDesando verte Patricia
Besicos
La cuestión es comunicarse, ya sea hablando, escribiendo (enviando emoticonos, no valdría)...y tener tiempo también, sí señora.
ResponderEliminarSaludos, Carmen.
El tiempo ese maldito sujeto que nos persigue con su sombra, Carles. Muchas gracias por tu comentario.
EliminarBesicos
Las actividades de unos y otros hacen que los momentos disponibles para conversar no siempre coincidan. Recuerdo la importancia que le daban otras generaciones a los diálogos de sobremesa. Debemos encontrar tiempo para comunicarnos y tolerancia para respetar las ocupaciones de los demás.
ResponderEliminarBuena historia, Carmen.
Un saludo afectuoso.
Que razón tienes, las sobremesas se han perdido un poco, las prisas y la tecnología que nos acompaña las han desvirtuado.
EliminarMuchas gracias, Vicente
Besicos
Al existir tantos individuos diferentes como granos en el mar, estadísticamente han de darse todo tipo de peculiaridades, desde personas que no abren la boca a otras que sufren de incontinencia verbal, con una gama intermedia de lo más variado. Los extremos nunca son buenos, aunque quienes hablan de más incurren en el defecto garrafal de no escuchar, bastante tienen con oír su propio y perpetuo ronroneo. Me voy a arriesgar: apuesto a que hay algo de experiencia vivida por tu parte en este relato, tan cercano a lo cotidiano.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte, Carmen
je,je,je...Ángel lo cotidiano llega y se puede aprovechar para la ficción con o sin ronroneo. Ya sabes en los ascensores se habla del tiempo, en la calle del tiempo también. Así que como el tiempo es oro según dice el refrán. ¡Gracias!
EliminarBesicos
Nos vemos el sábado, eso espero.
NOTA: ando líada en otra exposición fotográfica. Mil perdones por contestar tarde a vuestros comentarios. Y otros mil por no visitaros desde hace algunos días.
ResponderEliminarPoco a poco me iré poniendo en solfa...
Gracias a todos
Deseando que llegue el sábado para conocernos.
Besicos a repartir.
Hay mucha gente demasiado habladora, y lo peor de todo es que muchos de ellos no tienen nada que decir. Bueno, lo peor no es eso, sino que como no sirvo para dejarlos con la palabra en la boca acabo tragándome casi siempre sus exposiciones.
ResponderEliminarMe gusta mucho tu relato, Carmen, por ese tema tan cercano que toca, y me encanta el ingenio de la última frase.
Un abrazo y hasta el sábado.
¡Tengo ganas de conocerte, escritor!
EliminarMuchas gracias por tu comentario
Besicos y hasta el sábado, Enrique.
Todos conocemos a alguien de verborrea excesiva, de esos que no saben escuchar. A mí me acaban atrapando. Pero hay quien sabe pegar la hebra con mucha gracia y frescura. No sé tu vecina, pero el micro me ha encantado, Carmen.
ResponderEliminarEl sábado tendremos ocasión de disfrutar hablando. Besos.
Así será tocaya, nos vemos el sábado
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado mi cincuenta de octubre.
Besicos
¡Ay Dios, Carmen! Yo conozco a unas cuantas personas que llevan todo el oro encima y a veces me da pena dejarlas con la palabra en la boca pero es que voy siempre volando...
ResponderEliminarGenial historia de algo cotidiano.
Un beso y hasta el sábado.
Malu.