Amor a la vinagreta
Las trampas que tendí para protegerme de los dientes del lobo no fueron suficientes. Dejé un resquicio sin vigilancia y se coló, curioso, por debajo de la persiana. Lo envasé al vacío, pero tiene mala cara. Mejor, voy a meterlo en el tarro de los pepinillos. Quizás, así, pueda conservarlo.
Patricia, amiga, hay cosas que no se pueden envasar (al menos, eso me decían siendo niña). Tu imaginacion no tiene límites y siempre sorprende. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
¡Anda! Pues aquí, en mi tierra, lo primerico que nos enseñan es a tirar p'alante con lo que se nos meta en la mollera. Así que, si hay que envasar, se envasa, amiga María José.
EliminarMuchas gracias y un beso fuerte.
Mientras no envases tu imaginación, puedes envasar lo que quieras; hasta un lobo, jajaja. De todas formas yo lo liberaría. Ten en cuenta que sin lobos no hay cuentos.
ResponderEliminarMuchos besos.
Tienes razón, querida Olga, pero yo ya puse las trampas y ha sido él quien se ha colado donde no debía. Déjame, pues, que lo conserve a mi manera, peculiar, tal vez, pero efectiva, créeme.
EliminarUn abrazo, poetisa contestaria. ¡Cómo me gustó conocerte!!!!
!Es curioso!No sé porqué, el sábado cuando te conocí me vino a la mente una canción: "Castillos en el aire" de Alberto Cortez. La letra es preciosa...
EliminarHas acertado. Tengo un relato en el que explico que vivo en un castillo escondido en la constelación de Orión. De noche, búscala en el cielo. Verás una luz diferente, como de antorchas. Ahí está mi castillo.
EliminarEl amor puede manifestarse de muy diferentes maneras. Los que tienen la suerte de recibirlo deben hacer lo imposible por conservarlo, no sea que se estropee o se pierda. En esto, tu protagonista demuestra un gran sentido práctico que se sobrepone a toda circunstancia y detalle; además, dicen que el vinagre es bueno para blanquear los dientes.
ResponderEliminarLa amistad es otra de esas cosas que deben preservarse, aunque algunas son tan grandes que igual no caben en un tarro.
Abrazos XL
A mí esto sí que me cabe en el tarro, que es pequeño y prácticamente inapreciable. Mira que yo pongo barreras y trampas punzantes, pero nada, se me cuela lo que no debe y así no hay manera. No sabía lo del vinagre para blanquear los dientes; quererme no sé si me querrá, pero se ahorrará una pasta en dentistas.
EliminarNo es como tu amistad, mi querido Ángel, que esa no cabe ni el Museo del Prado, mi amigo artista.
Un abrazote de los nuestros.
Mejor tirar los dientes de lobo...
ResponderEliminarInquietante micro.
¿En serio? No se me había ocurrido arrancárselos... Claro que así no podrá comerse los pepinillos y, tal vez, me dure más. Lo voy a probar y ya te contaré.
Eliminar¡Gracias por el consejo!
¡Qué bonito es el amor y qué rico sabe!
ResponderEliminarNo soy quien para darte consejos, Patricia, pero yo de ti le echaría el diente antes de que caduque y adquiera un sabor amargo o le salgan mohosos hongos en los pies.
Y ya puestos a "aconsejear", no des ideas, que por aquí estamos dispuestos a lo que sea por conservar te.
No sé, Marga, no sé... Yo no quería que se me colara, pero es que es muy curioso y metió el hocico donde no debía. Ahora no sé que hacer porque le he cogido alguna querencia, pero soy tan metepatas que no sé qué hacer para que se quede conmigo y salir indemne. Esto de los pepinillos lo leí en un libro de autoayuda, pero voy a tener que comprarme otro de primeros auxilios, que se está poniendo verde.
EliminarTe echamos de menos, Margarita. Un beso grande.
Patricia el amor es imprevisible nunca sabes por donde puede venir, pero cuando llega pienso que hay que intentar conservarlo con libertad. Tu protagonista comprueba que aislarlo al vacio no trae buenas consecuencias. Pero aún creo que es peor a la vinagreta, ya que yo de forma aventurada, comparo el vinagre con los celos, y con celos al final el amor es imposible de conservar se agria.
ResponderEliminarBuen relato Patricia, me ha gustado.
Como siempre te mando besos se los buenos, y ahora que nos conocemos sé que hay amistades que se conservarán pese a la distancia y el paso del tiempo.
Besos y más besos.
Ya sabía yo que no tenía que fiarme del autoayuda... Me voy ahora mismo a por un libro de cocina. ¿Crees que la nata montada le irá mejor? Como es dulce... aunque a quién voy a engañar, si soy un cardo borriquero. Me parece que lo voy a dejar a remojo de vinagre y que pique pepinillos, que le darán más cariño.
EliminarTe dejo que voy a poner más trampas y a atrancar la ventana.
Lo del tiempo es muy curioso y prueba de ello, el abrazo que nos dimos ayer. Te mando otro igual de fuerte.
Y después de conocerte le pongo tu voz al relato, el placer de dejar fluir el sentido del sinsentido, la magia de narrar libremente lo que ha quedado atrapado en tu imaginación y, ¡cómo lo he disfrutado!
ResponderEliminarAhora tan solo querría ser lobo o resquicio. Tarro de pepinillos, no. Ya tengo uno en mi corazón donde conservo un abrazo interminable, de los que me van a durar toda la vida.
Besos, pero muchos muchos.
Pablo.
Ay, zalamero, no me provoques que tengo tarros de cebolletas, guindillas, aceitunas rellenas de anchoa y ajos picantes. Ve eligiendo, que te vas directo a la vinagreta. Son las cosas del sinsentido y sus ventajas, mon ami.
EliminarRecojo tus besos y te los cambio por abrazos de los que no caducan.
Un beso muuuyyy grande, Pablo.
Patricia, hay que ver lo curioso que es el amor... y siempre aparece cuando menos te lo esperas. ¡Ten cuidado que hay algunos que cuando se te meten en el corazón ya no hay quién los saque!
ResponderEliminarEl de tu amistad se me ha metido muy adentro y ya me está pidiendo a gritos un gran abrazo y muchos besos, como los de ayer. Habrá que hacerle caso...
Besos, besos y más besos mi traviesa aventurera mágica.
Ja, ja, no te preocupes que yo estoy preparada, rodeada de mis tarros por si acaso. Ya no tiene una edad para estas cosas, diga lo que diga Rosa Montero, esa escritora de ciencia ficción... Aunque la verdad, sus libros de la androide detective Bruna Husky, molan. Me voy a por más pepinillos, que nunca se sabe.
EliminarHazme sitio en tu alfombra voladora y sigamos descubriendo historias fantásticas.
Un abrazo gigante y besos de los que también tengo, sin trampa ni cartón. Como los de ayer.
Al vacío, en vinagreta, en salmuera, congelados o con cualquier otro método de preservación, hay momentos que quisiéramos guardar para siempre en nuestra despensa afectiva. Por lo pronto, almaceno este micro delicioso para comerlo cuando la tristeza me invada. Así volveré a sonreír.
ResponderEliminarUn abrazo, Patricia.
Querido Vicente, mi despensa está abierta siempre para ti. Lo único, que la tengo llena de fantasmas y otras miasmas reptantes. Si no te importa, vente con un exorcista y avísame para que me dé tiempo de quitar las trampas de la ventana, no vayamos a tener un disgusto con el Vaticano.
EliminarUn fuerte, fuerte abrazo.
El resquicio de tu imaginación está siempre abierto de par en par, afortunadamente. Cada vez que te descuidas sale un micro que trae entre los dientes la tajada de una narración fresca y diferente. A mí, que sepas, también me hubiera gustado conocerte y abrazarte. como no ha podido ser, me conformo con leerte y, a veces, con escucharte.
ResponderEliminarPor si prefieres picante, vaya esta vez para ti, un beso con guindilla.
Voy a contarte un secreto: no fui a la quedada. Mandé a Enriqueta, mi gallina, ésa que escribió el prólogo del año pasado. Creo que se portó bien y que nadie se percató del cambiazo. Es que tenía que cambiar el vinagre de los pepinillos y lo primero, es lo primero.
EliminarA la próxima tenemos que ir los dos.
Abracicos.
Querida Patricia, el amor siempre se cuela por el menor resquicio y hay que abrirle las ventanas. Conservado en pepinillos quedará algo ácido, aunque hay amores para todos los gustos.
ResponderEliminar¡Qué micro tan original! Y qué gusto haberte desvirtualizado. Te envío muchos besos y un enorme abrazo.
Ay, no sé yo. Es que me encuentro más a gusto en el lado oscuro, tan tranquila con mis fantasmas y mis cuervos, ya sabéis. Y, de repente, que se me cuele un insensato sin tener en cuenta que lo que parece dormido no está forzosamente muerto, como dijo el maestro Lovecraft, pues me trastorna. Ya os contaré cómo acaba esto.
EliminarLo que no se me acaba es la alegría de haberte conocido en persona, por fin.
Otro abrazo más.
No me extraña que no te gustara el aspecto de ese ¿amor? envasado al vacío, tan oprimido y aplastadito, el pobre. Y a mí que me gustan lo sabores avinagrados, pero no sabía que su acidez ayudara a conservar la dulzura del amor. Me traes a la mente esos botes que a veces se encuentran en el Carrefour o similares con alguna muestra de fauna insectívora o roedora. Dejando las bromas, enhorabuena y suerte. Un saludo, Patricia.
ResponderEliminarSí, tenía mala cara, pero me seguía sonriendo. Por eso lo he cambiado al tarro del vinagre. Poco a poco, no me pidas ya que lo reboce en nata, que no me van los amores empalagosos y ya estoy haciendo un gran esfuerzo con los pepinillos.
EliminarGracias por tu interés y por el aviso sobre el Carrefour, donde compro todas las semanas...
Besos, Jesús.
Patricia, tu relato me hace pensar en las pesadillas que nos despiertan por la noche; las que se cuelan por la persiana y nos desvelan.
ResponderEliminarY lo de envasarlo al vacío... bueno, una forma de controlar "al lobo", sin que moleste por las noches!
Un abrazo, Patricia.
Hola, Ana. Es que para mí sería una pesadilla tener un novio de esos que regalan bombones por San Valentín. Yo, con que no dé mal y me deje algún pepinillo, ya soy feliz. Soy un espíritu libre de impuestos.
EliminarUn besote.
Con todo el trabajo que te ha llevado, seguro que la vinagreta tiene un efecto beneficioso...A mi tu relato me ha hecho sonreír, tiene chispa, es agrio (por el vinagre) Y tiene miga por lo del vacío...
ResponderEliminarMuy, muy bueno tienes una imaginación bárbara.
Me encantó estar contigo, amiga.
Besicos
Gracias, Carmen. Yo ya os echo de menos a todos. He pensado que a la próxima quedada me llevaré unos cuantos frascos con vinagre, miel, mermelada de flores, tequila, Nenuco, etc. Y os iré echando donde mejor os pueda conservar. Todos conmigo. Para ti ya he preparado un tarro de esencia de azahar, para que sigas escribiendo como sólo tú sabes.
EliminarUn abrazo grande, grande, amiga fotógrafa.
De nuevo, has posado tus diez varitas mágicas sobre el teclado y ha surgido de tu chistera un tarro de pepinillos capaz de guardar, bajo la llave de la acidez, el agridulce amor.
ResponderEliminarLo sabes, tus relatos están escritos en dos dimensiones, pero se proyectan en toda dirección cuando los impactas en nuestra imaginación.
Y tú, ni te imaginas lo que me alegro de haberte conocido: no sólo por ponerle cara a la fantasía, sobre todo por ponerle sonrisa.
Un abrazo.
Si pudiera, que comprendo que Aurora no me va a dejar, te metería en una bola de cristal con un bosque dentro. Pero no un bosque siniestro ni encantado, sino uno tan mágico como el de tu prólogo. Me fascinó conocerte y comprobar que eres de verdad, tan sencillo y grande como siempre había imaginado. Dicho lo cual, te dejo que el tontaina del frasco se ha zampado otra vez los pepinillos.
EliminarUn beso fuerte, Antonio.
Patricia, ¡que no he entendido tu historia!. Así de directo te lo suelto. Perdona que te diga, pero el vinagre no te pega nada, y eso me ha descolocado. A tí, tan dulce y candorosa Caperucita, (aunque a veces digas que eres un poco bruta, pero no nos lo creemos), te pega más conservar ese lobo de tus sueños, bien curado como un jamón de Teruel, e ir consumiéndolo poco a poco, como el chiste del cerdo con muletas que se lo comían por partes. No me cuadra que eches a la supuesta bestia al olvido, conservado en un rencor que no sientes, y que, lo vuelvo a decir ... ¡no he entendido tus cincuenta palabras!. Un abrazo.
ResponderEliminarNo te preocupes, Cristina, no me entiende nadie. Me han llegado a decir que ni queriendo entenderme, se me entiende. Y yo soy transparente perdía, una incomprendida de la vida. No me gusta mucho explicar mis cuentos para que no pierdan el encanto del misterio, pero la mención al jamón de Teruel me ha dado fuerzas para hacer una excepción. Lo que quería contar es que soy una pobre chica, tonta del bolo, que no del lobo, y que no quiero volver a sufrir porque no me quiere nadie, es que soy mala, lo reconozco, y me gusta serlo. Y escondida dentro de mi burbuja, rodeada de trampas para protegerme de lo que no quiero, pues viene el lobo y en vez de soplar para tirarme la casa, se me queda dentro. Aunque no quiero nada con él, es mono, me hace flaquear, la endocrina me vuelve a poner a régimen para engordar, y, hala, ya está liada, ya me hace suspirar por los rincones. Pero esta vez, seré yo la que ponga las condiciones y, de momento, me hago pasar por señorita Rotenmeyer, no se vaya a dar cuenta de que soy como Heidi.
EliminarPues esa tontería, maña.
Espero que estés mejor, que tengo ganas de seguir leyéndote.
Besicos.
¡Pues estamos bien maña mía! (con el mismo cariño con el que sé que lo has utilizado tú). Entre una que no ha entendido que no era verdad que no lo había entendido y otra que para entender que no reclamaba dejar al aire lo que no debía citarse y lo ha envuelto de falta de entendimiento... nos hemos perdido. Respecto a lo otro, es que estoy con la vista en los turrones, auuuu, porque noviembre se aventura complicado, pero espero que caiga alguna fruta madura por su propio peso. Un beso grande. Nos leemos.
EliminarEl absurdo al poder, diría yo al leer tu delirante historia. Me ha "enlobado", y como tal te envío un mordisco, antes de que los cuervos hagan su trabajo.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias, no esperaba menos de ti. Por fin alguien que opina, como yo, que la vida es muy aburrida y no cuesta mucho decorarla un poco, aunque sea con vinagre. Te acepto mordisco y abrazo y te los cambio por un picotazo de mi gallina y un beso.
EliminarMe gustó muchísimo conocerte.
El absurdo al poder, diría yo al leer tu delirante historia. Me ha "enlobado", y como tal te envío un mordisco, antes de que los cuervos hagan su trabajo.
ResponderEliminarUn abrazo
Antiguamente se conservaban los tomates metiendolos en tarros y poniéndolos al baño maría hasta que hacían en vacío, después se almacenaban boca abajo. Igual se conservan menos amargos que con el vinagre. Mira a ver con el próximo lobo jejejejje. Buenísimo micro amiga. Besitos
ResponderEliminarAhhh, boca abajo... Pues lo voy a probar, a ver si así le hace más efecto el vinagre. ¿O sólo funciona con el baño María?
EliminarUn beso grande, Carmen.
Sin vinagre creo. Tampoco soy de la época Jajajajajaja
EliminarMe gusta y, a la vez –o precisamente por eso–, me resulta curioso tu relato (cuando lo leí por primera vez): por un lado te proteges del lobo ¿o sólo de sus dientes?, por otro dejas un resquicio ¿intencionado?, y por otro lado, cuando ya tienes al lobo, lo conservas (supongo que sin sus dientes) ¿para degustarlo con mayor intensidad? (En todo caso, ahora que he leído tu explicación me he aclarado de tus intenciones al escribirlo). Un relato muy interesante. Besos.
ResponderEliminarQué bueno eres, Luis. Me ha gustado lo de "interesante".
EliminarCreo que acabo de cargarme mi aire misterioso, a lo Vanessa Ives. Si es que no tengo que salir de mi burbuja... Te dejo que voy a tapiar la ventana.
Un abrazo y grande.
Mira por dónde me he imaginado a los dientes sin el lobo –Gogol hizo un cuento en el que la protagonista era una nariz, así que a ver por qué en tu caso los protagonistas no van a poder ser unos dientes-, y al lobo desdentado en una residencia para lobos ancianos y más acabado que Antonio Machín.
ResponderEliminarPero luego resulta que se coló y no se colaron, así que parece que el lobo ya recuperó sus dientes, o no los había perdido nunca, excepto en mi imaginación, que como todas las imaginaciones –unas más, otras menos- va por libre.
En fin, luego le he visto asomar la cabeza por debajo de la persiana y se ha puesto a cantar aquella canción de Gurruchaga: “Hola mi amor soy yo tu lobo...” Visto lo cual, lo menos que se merecía era que lo envasaran al vacío, o que lo hubiesen metido directamente en formol.
Pero, en el fondo, el corazón de la protagonista es bastante tierno y se ha apiadado de ese lobo que iba dando dentelladas por la vida, quizá sin ton ni son, sólo por darlas, por fardar de lobo aguerrido y, finalmente, ha acabado en un tarro de pepinillos donde, en lo que me atañe, corre bastante peligro, pues me encantan los pepinillos y, a lo mejor, un día abro ese tarro y me zampo los pepinillos y al lobo.
Hay mucho humor e ironía de fondo en ese Amor a la vinagreta, así como duplicidades y juegos de espejos, lo que suele ser habitual en la mayoría de tus historias.
Un abrazo virtual, ya que no pude dártelo en directo.
Te estuve esperando, Enrique. Toda la tarde, en la barra, con dos copas de esas que llevan sombrillitas... Ay, con la ilusión que tenía por conocerte.
EliminarRespecto a la tontería ésta, también a mí me tiene mareada, pero igual es por el vinagre que está muy concentrado. Lo voy a aguachinar un poco, a ver si así me pone mejor cara el lobo éste.
Un gran abrazo.
Voy a escuchar unas cuantas veces las canción de Los Chunguitos, Ay qué dolor, para fustigarme. ¡Qué pena esas copas con sus sombrillitas!
EliminarEn fin, reflexiona cuanto te haga falta para que la cabeza y el corazón se amainen. Y te comprendo perfectamente, en la vida cotidiana uno no suele estar acostumbrado a recibir tanto cariño a la vez.
Otro abrazo.
Aprovecho para deciros que voy a tomarme un tiempo de reflexión y voy a desaparecer un poco. La quedada fue alucinante para mí y necesito asimilar el barullo que tengo de mensajes y sentimientos que me han dejado tocada en la cabeza y en el corazón.
ResponderEliminarPero no os vais a librar de mí. ¡Volveré!
Ha de saber, srta. Richmond, que la suya es una decisión muy respetable, pero seguro que hablo en el nombre de todos al rogarle que, en lo posible, el plazo de reincorporación sea breve.
EliminarAbrazotes
Sta. Exploradora, espero que no te vayas muy lejos y que regreses muy pronto... por Navidad?
EliminarBesicos amiga.
Yo tampoco entendí el cuento, y me excuso.
EliminarLos cuentos de Caperucita Roja, originalmente escritos para adultos, siempre me resultaron ajenos al mundo literario. Vivimos rodeados de lobos de verdad y no siempre vemos un final feliz. Hay tantas versiones de esta pequeña niña que una ya no sabe qué pensar: si es ángel o demonio.
No obstante, eres una gran escritora Patricia y esperemos leerte pronto.
Lu
Patricia solo espero que no me hagas esperar mucho, tus letras cada mes son fundamentales para mí, aunque siempre habrá una "puerta a la esperanza" donde poderte encontrar y disfrutar.
EliminarTe estaré esperando a ti, a tu gallina, tu sombrero, tu ingenio, tu alegría y tus geniales letras.
Te mando muchos besos con aromas a chuches y castañas.
Miss Richmond, no me mates con tomate, ni con vinagreta... respeto tu decisión, pero ya te echo de menos, si quieres paso a echar de comer a Enriqueta.
EliminarVuelve pronto, please.
Ay, Richmond, las dentelladas del amor para ciertas carnes son terribles, ni al vacío ni en vinagreta, si lo que quieres es conservarlo, lo mejor es guardarlo en el congelador, bien al fondo. ;-) Como veo que te despides por una temporadita, aprovecho para mandarte un besazo enorme y un abrazo de oso, que no de lobo. Hasta prontito, fermosa.
ResponderEliminarYo te aconsejo que lo consumas inmediatamente, antes de que se te avinagre. El amor es lo que tiene que si no se saborea en su momento, se estropea. Y no están los tiempos ni para arrojar nada a la basura ni para despreciar amores. Vuelve pronto, tocaya, se nos hará larga tu ausencia.
ResponderEliminarTan difícil no caer en la trampa, como conservar el amor. De todas formas el vinagre, valga la redundancia, avinagra. Jajaja
ResponderEliminarUn Abrazo Miss RICHMOND
Amor en conserva, Mmmmm... que delicia de lata para degustar cuando uno quiera, sólo que a veces caducan y no te ha dado Tiempo a disfrutarlo.
ResponderEliminarEso nunca pasa con tus letras, se disfrutan a cada momento, no caducan y siempre son deliciosas.
Un beso grande Patricia.
Consérvalo, Patricia, que es una especie protegida, y si no los cuidamos acabarán extinguiéndose. Además, ese lobo no parece tan fiero. Sácalo del tarro de los pepinillos y verás que pelo tan suave se le ha quedado. Ya sabes que el vinagre va muy bien para el pelo. Te deseo una relajante desconexión y hasta la vuelta. Un abrazo grande.
ResponderEliminarCreo que tenemos más miedo al amor (y a la amistad, por extensión) que a otros sentimientos contrapuestos. Quizá uno de los motivos sea que el primero nos compromete mucho más que los segundos. La cuestión de tu relato parece ser qué podemos hacer con él una vez que, tras burlar todos nuestros parapetos, ya está dentro de nosotros. Tu protagonista parece no tener ni idea al respecto, aunque decide conservarlo al menos. Da un poco de pena ese lobo, que a fin de cuentas no era tan fiero.
ResponderEliminarVuelve pronto, Patricia. ¡Encantadora Patricia! Doy fe de ello.
Un fuerte abrazo.
Y yo me imagino que la mismísima Patricia Richmond me está contando este "Amor a la vinagreta", con sus ojos brillando por la emoción, su voz dulce y encantadora, su amabilidad, su dulzura, su generosidad, su sencillez, su maestría, su humanidad, ¿sigo?
ResponderEliminarNo es un secreto que te admiro muchísimo, así que ya sabes que me encanta todo lo que escribes, sea producto de locura o cordura.
Fue un placer conocerte, para comprobar que eres una mujer excepcional. Te mando un beso enorme, mi querida Richmond y hazme un favor, saca al lobo que no es tan fiero, ya lo verás.
Mil besos.
Por cierto... ya me dirás si tengo que ponerle a Enriqueta trigo o cebada...
Malu.
Jajajaja. ¿A trozos o en un tarro grande?
ResponderEliminarEres más malo que la quina...
EliminarLa gallina.
Ya quiero ver en que recetas usas el lobo en conserva... sugiero acompañarlo con una crema de margaritas. Ahora si solo quieres conservarlo y que pierda la fiereza, puedes meter la conserva dentro de otra conserva, y a su vez dentro de otra, y luego otra, y otra y... (la receta me la dio Inma).
ResponderEliminarUn abrazote enorme Patricia y un besote lobudo y feroz.