Campamento
Ángel abrió, de par en par, sus enormes luceros color tierra, cuando escuchó la palabra "campamento" en el telediario. Para fin de curso visitarían uno de verano.
Se presentó en la cocina con lágrimas en los ojos.
—No quiero ir a ese lugar lleno de barro. ¿Dónde está Idomeni, mamá?
Se presentó en la cocina con lágrimas en los ojos.
—No quiero ir a ese lugar lleno de barro. ¿Dónde está Idomeni, mamá?
El problema de los campos de refugiados no se soluciona usando eufemismos (como, por ejemplo, usar la palabra 'campamento' para querer decir poco menos que 'campo de concentración' o simple 'aparcamiento de seres humanos'), sino, por ejemplo, con leyes económicas más justas. Relatos como éste tuyo, Carmen, ayudan a concienciar a las personas. Un relato estupendo, Carmen. Besos.
ResponderEliminarQué grande el poder de las palabras!!!. Gracias Luis. Me alegra que te guste. Un abrazo grande.
EliminarComo ha dicho Luis: un relato que ayuda a concienciar (o concientizar como preferimos usar en Argentina) a las personas.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo enorme Lu. Esa es mi pretensión, crear conciencia.
EliminarEl contraste entre dos mundos. Qué diferente es un campamento cuando está concebido para niños de países desarrollados, que cuando almacena y hacina a aquellos que sólo conocen el infortunio. La palabra es la misma, pero no tiene nada que ver. En uno de los casos está emparentada con el divertimento, en el otro, con la injusticia.
ResponderEliminarDura y actual realidad, bien contada a través de la mirada de un niño.
Un abrazo, Carmen
Muy dura. A veces tenemos que aprender a mirar con los ojos inocentes, sólo así vemos la realidad. Gracias Ángel. Un abrazo.
EliminarUn micro que sacude, que quita algunas vendas de los ojos. A veces olvidamos que el significado de algunas palabras está supeditado a nuestras propias circunstancias.
ResponderEliminarMuy bueno, Carmen.
Un saludo afectuoso.
Muchas gracias Vicente. Sacudir vendas, mover conciencias. Aquí estamos para eso y más. Un abrazo.
EliminarUn título, una palabra pero distintos conceptos, según la veamos reflejada tiene una definición diferente. Ocurriría lo mismo con la palabras hospital, casa.
ResponderEliminarCarmen nos llevas con tu relato y por medio de la visión de un niño a una realidad que está presente todos los días en nuestras vidas y que tal vez nos ha hecho volvernos insensibles. Pero lo peor es la insensibilidad de todos los gobiernos e instituciones que pueden hacer algo y creen solucionar todo con la instalación de esos "campamentos".
Gracias Carmen por de nuevo con tus letras hacernos reflexionar y no olvidar la realidad.
Buen relato, me ha gustado.
Besos.
Gracias Javier. Me alegra haber conseguido con las palabras llegar un poco más. Aunque estoy segura que en los corazones de esta familia no se borra la huella de la justicia. Un abrazo grande.
EliminarSi querías emocionarnos y obligarnos a pensar y recordar, lo has conseguido. Enhorabuena, Carmen. Suerte y un saludo.
ResponderEliminarGracias Jesús. Me alegra que así haya sido. Un abrazo.
EliminarQué bueno, Carmen. Qué imagen la de los dos luceros color tierra. Qué giro el del final. Tiene la perfecta circularidad de un mito.
ResponderEliminarGracias por compartirlo.
Rompe el corazón, pero son necesarios micros como éste.
Salut.
Mil gracias por tu bonito comentario. Me alegra mucho que te haya llegado. Esos luceros existen. Todos los días me miró en ellos, tienen apenas once años y ven el mundo de otra manera, muchas veces invento lo que sólo ellos pueden ver. Besitos
EliminarEste mes nos llevas a un 'campamento' de refugiados, Carmen. Siempre sensible al dolor humano y a la injusticia, vemos con los ojos del niño las duras condiciones de vida de quienes tienen que dejar su tierra. Y es como si los viéramos por vez primera. Los 'luceros' de Ángel se abren ante el horror, mientras los países cercanos miramos hacia otro lado.
ResponderEliminarMe ha encantado la delicadeza con la has puesto el dedo en la llaga. Muchos besos.
con la que has puesto*
EliminarGracias Carmen por abrir los ojos y el corazón siempre. Un abrazo amiga. Gracias mil.
EliminarCarmen, con tu micro nos llevas a la reflexión, por un lado por el grado de ceguera que sufrimos, para no ver el sufrimiento de personas que viven hacinadas y en condiciones infrahumanas, esperando que les den una oportunidad para sobrevivir, y por otro lado, el uso de eufemismos en el lenguaje, que disfrazan y edulcoran la realidad, denominando con palabras que no producen rechazo a situaciones indignas. Un ejemplo es el "campamento" de tu micro, que sugiere un lugar de ocio y placentero, cuando deberían llamarlo "campos de concentración o guetos".
ResponderEliminarUna vez más me has emocionado. Enhorabuena, amiga.
Besos apretados.
Gracias amiga. Me alegra que te haya llegado. Una misma palabra nos lleva a dos vidas totalmente opuestas. La alegría y el dolor, el blanco y el negro. Un abrazo grande amiga.
EliminarUn relato lleno de sensibilidad desde los ojos de un niño (que me ha encantado que se llame Ángel) y con una estructura perfecta. Un abrazo Carmen.
ResponderEliminarGracias Cristina. Mi hijo pequeño se llama Ángel, me encanta su nombre y sus ojos color tierra me llevan a imaginar muchas de mis letras. Un abrazo grande y me alegra que te haya gustado.
EliminarCarmen, me ha encantado.
ResponderEliminarPrimero me ha arrancado una sonrisa, pensando en el angelito y su reacción. Pobre!
Después me ha enternecido pensar la sensibilidad del niño, con la realidad que ha visto en la tele.
Y por último me ha hecho pensar en el drama en sí...
Redondo!
Es un lujo conseguir tantas emociones. Con tu comentario creo que he cumplido sobradamente con mi intención al escribir. Me alegra que te haya llegado. Un beso grande.
EliminarNo sería mala idea que los colegios organizaran viajes a campos de refugiados. Muchos niños viven en una engañosa burbuja de felicidad.
ResponderEliminarEnhorabuena por el micro, Carmen
Saludos
Gracias Plácido, definitivamente no seríamos idea. Un abrazo.
EliminarNo los niños, pero los adultos sí. Tal vez si cada uno de nosotros pasara algunos días en condiciones mínimas de campamento de refugiados, lograríamos empatizar con los desposeídos y prever políticas y proveer recursos para paliar, al menos en parte, esta magna injusticia que la sociedad desarrollada y avanzada está infringiendo sobre pueblos enteros con su inacción e indiferencia.
ResponderEliminarDesde mi punto de vista no caben disculpas. El discurso neoliberal que levanta la bandera de la economía global como fuerza ideológica que ha de mover la acción racional de las personas, alza una sucia estrategia para legitimizar el abandono en masa de los refugiados y levantar fronteras para proteger nuestro bienestar.
Cabría pedirles a tanto magnate, a tanto ilustre gobernante y exgobernante, que utilizaran su sabiduría logística para establecer puentes de paso, que articulasen medidas para acabar con el tráfico de almas, que invirtieran en futuro en esos países en vías de desarraigo. Que inviertan los gobiernos, sí, porque en eso se están convirtiendo: en empresas que tratan a las personas como productos.
Hoy la humanidad, está abandonada, falta de ideales verdaderamente humano, potencia su codicia en la posesión y en el consumo individual a cualquier precio.
Si hoy no levantamos nuestra voz por ellos, mañana no podremos quejarnos, cuando vengan por nosotros y ya sea tarde, como decía Bertolt Brecht.
Disculpa Carmen, que haya aprovechado para descargarme al hilo de tu bien traído relato. La mirada del niño se aterra ante tanta desolación; la de nosotros los adultos, parece haberse acostumbrado y el tema de los refugiados ya no pasa de ser más que una mera noticia recurrente en los diarios.
Necesario y oportuno. Un abrazo, Carmen.
Nada que disculpar. Cada uno de vuestros comentarios enriquecen y dan sentido a esta familia de cincuenta palabras. Gracias por estas reflexiones. Un abrazo grande.
ResponderEliminarGenial el paralelismo que has creado entre el viaje de fin de curso y las condiciones infrahumanas en las que tienen que sobrevivir los refugiados.
ResponderEliminarBravo, Carmen. Un beso.
Gracias Pablo. Es inconcebible que todo esto se permita. Un beso grande.
EliminarA nadie le gusta estar en un campo de refugiados. Es sinónimo de condiciones de vida malas y duras. En contraposición con nuestros campamentos de verano. Son campamentos los dos, pero no se vive igual en el uno que en el otro.
ResponderEliminarMe gusta el silogismo que has creado. Muchos besos.
Muchas gracias Olga. Me alegra que te guste. Un abrazo.
EliminarCon solo un nombre propio cambias la ubicación de un campamento y, ojalá, la conciencia.
ResponderEliminarEstás imparable, Carmen, creo que ya te lo había dicho. Pero ahora lo entiendo todo, tu inspiración y tu amplia sonrisa: con ese pequeño ángel que tienes en casa...
Un beso grande.
Jejejeje. Siempre tenemos un truco. El mío unos ojos miel Jejeje. Gracias Margarita. Las palabras dicen muchas cosas, en quienes jugamos con ellas aún más. Besos a millones.
EliminarMe gusta la sensación rara que nos deja tu relato, y esa reflexión tan antigua como el inicio de las civilizaciones, sobre la fisura entre ricos y pobres.
ResponderEliminarYo siempre lo digo: la gente no es racista, es clasista. (algún racista puro habrá "algún descerebrado" con mucho odio, pero lo normal es que a la gente le moleste el marroquí pobre y le baile el agua al millonario de Arabia Saudí). Y aunque me haya ido de tema un poco...
... decirte que me ha gustado.
Un abrazo Carmen,
Gracias Raquel. Cierto lo que dices. Las reflexiones nos enriquecen siempre. Un abrazo grande.
EliminarA los niños tratamos de suavizar las cosas, para evitar su sufrimiento. Muchas veces a través de eufemismos y mentiras. Pero este "campamento" es imposible de disfrazar con papel de regalo. Me ha gustado, Carmen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias María José. Ojalá pudiéramos evitarle a los niños el sufrimiento. Un abrazo grande.
EliminarRotunda y eficaz forma de abrir los ojos de cualquiera hacia este tema. El lenguaje utilizado por las administraciones en todos los asuntos que gestionan resulta cada vez más ofensivo. Y aunque a menudo decimos ¿A quién quieren engañar?, lo cierto es que la artimaña de camuflar la dura realidad con inocuas palabras va logrando su efecto.
ResponderEliminarBravo una vez más, Carmen, por el gran compromiso y la belleza de tus relatos.
Un abrazo
Muchas gracias Enrique. Lo de las administraciones no tiene nombre ni explicación. Y si tuviéramos que emplear una palabra no habría cómo comparar esa realidad. Abrazos mil.
EliminarAunque da penita el niño protagonista por el susto que experimenta al identificar ese campamento con el del cole, está bien que la situación le llevara a preguntar a su madre por el campamento de Idomeni. Seguro que la madre, tras aclararle que su campamento nada tenía que ver con el de la tele, aprovechó para explicarle la durísima e injusta situación por la que atraviesan los niños refugiados. Está bien que los niños sepan desde pequeños de la existencia de otros con mucha menos suerte. Puede que algunos de ellos se planteen en poco tiempo poner su granito de arena para intentar cambiar las cosas. Los niños son el futuro. Ojalá sea más justo. Muy interesente y removedora tu propuesta, Carmen.
ResponderEliminarMuchas gracias Juana. Todos ponemos nuestro grano de arena ante las injusticias. Ojalá pudiéramos resolver con las palabras. Besitos
ResponderEliminarCarmen, ¿pero, cómo puede ser? Se me ha pasado tu micro este mes.
ResponderEliminar¡Cómo sabes tratar estos temas tan delicados, lo haces de forma exquisita! ¡Cuánta injusticia tenemos que ver y vivir! Te han dicho de todo por aquí arriba, así que solo me queda felicitarte por tan maravilloso relato.
Besos mil.
Malu.
Que potente y fuerte relato Carmen, me ha gustado mucho la verdad. Me asombra no verte en la final (supongo que yo te quite el puesto u.u).
ResponderEliminarUn abrazo y mis felicitaciones por tan magnifico micro.