De profesión: pastor
Dejó el inútil título de licenciado en su pequeña habitación con derecho a cocina y se echó al monte.
De la pezuña de su nueva compañera de trabajo, aprendió el oficio rápidamente: evitar meterse en prados ajenos; vigilar al lobo que acecha; y nunca, nunca, dejar de contar las ovejas.
Escrito por Carles Quílez - Web
De la pezuña de su nueva compañera de trabajo, aprendió el oficio rápidamente: evitar meterse en prados ajenos; vigilar al lobo que acecha; y nunca, nunca, dejar de contar las ovejas.
Carles hay oficios que pese a que parezcan más rudimentarios y bajos, no lo son, incluso deberían dignificarse más, pero es que además enseñan sobre la vida mucho más que muchos títulos que nos dan en las universidades.
ResponderEliminarMe ha gustado tu relato, y sobre todo la frese con la que comienzas el segundo párrafo.
Un abrazo y muy contento de haberte conocido el pasado sábado.
Nos complicamos la vida demasiado, empeñados en inyectarnos dosis de datos continuamente, sin que ello conlleve sabiduría; más bien, a veces, sucede lo contrario. Habría quien a tu personaje lo tildaría de loco, inconsciente, místico o hasta vago, pero yo creo que está lleno de coraje. Detenerse en medio de la locura y la inercia para adoptar el camino que cree correcto no es algo que cualquiera se atreva a hacer.
ResponderEliminarEres diestro en el manejo del lenguaje y dueño de buenas reflexiones, tuve ocasión una vez más de comprobarlo el otro día. No es de extrañar entonces que tus relatos enganchen.
Un abrazo fuerte, Carles
Cuánta razón, los títulos de licenciados, qué poco sirven a veces. Cuánto enseña la vida...Está bien eso de echarse al monte porque quizás se aprendan otros oficios que salven para no meterse en charcos propios.
ResponderEliminarMuy bueno, siempre aciertas con las palabras. Mucho que contar tienes don Carles.
Besicos, amigo
Qué suerte tener una compañera que te eche una pezuña, ya que en demasiadas ocasiones algunos te la echan, sí, pero al cuello. Una labor solitaria, con responsabilidades y, seguramente, aburrida, como tantas otras, pero, por lo menos, en contacto con la naturaleza. Suerte y saludos, Carles.
ResponderEliminarMucho se puede aprender de la vida observando la naturaleza y siguiendo sus ritmos. Es algo que hemos ido olvidando y que no lo enseñan en las universidades.
ResponderEliminarTu micro invita, más que a volver al medio rural, a una reflexión sobre nuestro modo de vida.
Encantada de haber compartido contigo un nuevo encuentro cincuentista. Un abrazo.
Carles, Carles... ¿Cuántas veces te dijo tu padre que te apuntaras a alemán? ¿Ves? En vez de irte a Suiza con tu título y conquistar a los descendientes de Heidi, te has tenido que conformar con las ovejas del abuelo. Aunque, bien mirado, es un trabajo sin estrés, en plena naturaleza y que permite tiempo libre para dar vueltas a los relatos y conseguir cuentos redondos como éste. ¡Al cuerno Suiza!
ResponderEliminarUn abrazo especial, camarada.
Jorge Luis Borges, en su cuento «El sur», describe la necesidad de un hombre moribundo (el secretario de una biblioteca) de encontrar un fin «criollo», alejado de los disfraces de la ciudad, para su vida.
ResponderEliminarAsí, este licenciado ha escuchado el llamado de su auténtica vocación.
Muy bueno, Carles.
Un abrazo.
¡Qué buena parábola, Carles!. ¡Poder hacer lo que deseamos, estando siempre alerta y sin buscar problemas. Parece una utopía, encontrar pezuñas que no sean para rasgar tu carne.
ResponderEliminar¡Cuanto has contado con tan poco!.
Felicitaciones
Nada como el cara a cara con lo auténtico, con el tacto cercano de la espontaneidad y la calidez que sin pretenderlo, dejan huella. Esto tuve ocasión de comprobarlo este sábado al charlar contigo, Carles.
ResponderEliminarEsa pequeña pezuña nos enseña mucho: respeto debido, precaución necesaria y, nunca, nunca, dejar de soñar.
Extraordinario. Y tu relato, también.
Un abrazo, compañero.
Et in Arcadia ego.
ResponderEliminarEntrañable. Muchas gracias por compartirlo, Carles.
Salut.
El caso es ser feliz con lo que haces. Yo tengo algunas experiencias de eso, pero no voy a comprar un rebaño, tranquilo. Jajaja.
ResponderEliminarAdemás se ha demostrado que los trabajos al aire libre son los que más satisfacción producen. Me ha gustado mucho tu relato, Carles. Besos.
Ojalá todos encontráramos ese oficio soñado donde nuestros aprendizajes de vida nos sirvan en cada momento. Es tan importante lo cotidiano. Me gusta mucho. Especialmente contar ovejas Jejejeje. Enhorabuena Carles. Besitos
ResponderEliminar...te preparas. Estudias. Apruebas una a una las asignaturas. Te licencias. ...y todo ese esfuerzo _a veces, solo da para una habitación de un piso compartido, con derecho a usar la cocina y compartir la nevera.
ResponderEliminarAsí que no queda otra que buscar océanos azules, dejando los rojos atrás.
Carles, cuánto has dicho en 50 palabras...
Contar ovejas, pero no dormirse... Espero que el pastor tenga al menos tiempo para imaginar microrrelatos tan ingeniosos como éste.
ResponderEliminarMe ha traído el relato el recuerdo de una novela de Leonardo Sciascia, "Cándido", donde el protagonista acaba abandonando todo lo material y desposeyéndose de toda propiedad, como única solución para poder alcanzar el equilibro, o tal vez, la felicidad.
ResponderEliminarAunque más bien en este caso, como sucede en la actualidad en nuestro país, el camino para muchos licenciados y supermasterizados universitarios es recurrir a cualquier tipo de trabajo para salvar muebles y vida.
Entiendo lo de las ovejas, como una actitud del que quiere seguir soñando, viviendo intensamente como un niño la oportunidad que la vida le ofrece. Sea, o no, la que él esperaba.
Lo resumiría con la frase de Fito de "no siempre lo urgente es lo importante". Más lo es saber vivir.
Y también, cómo no, para nuestro alivio y disfrute, saber escribir. De lo que usted, señor Quílez, deja constancia expresa con este micro redondo.
Un abrazo, Carles.
Mi tío era el pastor del pueblo (y el cartero) y no había nada que me apasionase más que acompañarlo con las ovejas, (a las que llamaba a cada una por su nombre ¡y había un par de cientos!), pero él insistía en que mi futuro estaba en alquilar una habitación con derecho a cocina y estudiar para ser una mujer de provecho.
ResponderEliminarBueno, y aquí lo voy a dejar porque como me ponga a analizar... se duermen las ovejas, seguro.
Resumiendo, que me encanta, Carles, tanto que voy a apuntar las tres ideas que resumen el oficio con un rotulador indeleble en el espejo del baño. Y en la nevera, y en el cabecero de la cama, y en el corcho del despacho,...
Fantástica también tu "cuenta atrás" del mes anterior.
Como sigas así... Menos mal que pronto llegarán los Reyes Magos y podré pedirles más libretas (y más puntos suspensivos, qué barbaridad).
Un beso
El protagonista de tu microcuento sigue el consejo que da Fray Luis de León en su poema Oda a la vida retirada, y toma una decisión que hoy en día muchas personas hacen suya: la de huir del tráfago, las prisas, la falsedad y la codicia que caracterizan la vida moderna de nuestras ciudades, y marcharse al monte a cuidar ovejas, a practicar ese oficio tan denostado de pastor, el cual, la inmensa mayoría consideraría un oficio de fracasados, como tantos otros muchos de los que hoy la gente huye como de la peste, olvidando de dónde venimos, nosotros, nuevos ricos llenos de ínfulas.
ResponderEliminarPor otro lado, tu personaje demuestra una gran inteligencia porque aprende de los animales y de la naturaleza unas lecciones que, seguramente, la mayoría de los urbanitas no aprenderemos nunca.
Tal y como está el mundo, harían falta muchos sabios como ese que describes en tu microcuento para cambiar el rumbo que hemos tomado hacia la aniquilación de todo, hasta que dejemos secas las ubres de la vaca y yermos los campos.
Mi enhorabuena, Carles, por este instructivo microcuento. Un abrazo.
Carles, tal vez hay que agradecer a esta crisis y a la escasez de trabajo, a pesar de lo preparados que están los jóvenes, la vuelta a los oficios de antaño, que a pesar de que son muy duros, como el de pastor, tienen a su favor otras cosas, como tiempo para soñar al aire libre.
ResponderEliminarBuen micro, que contiene mucho en tan pocas palabras.
Un placer conocerte y poder compartir unas horas el sábado contigo.
Besos apretados.
Hay una diferencia entre un pastor licenciado y uno que tiene que aprender el oficio sin la perspectiva de quien conoce las leyes de (en este caso no dice en qué es licenciado el protagonista).
ResponderEliminarEs mi modesta opinión, comete más errores el segundo que el primero.
Siempre pongo el ejemplo del arquitecto que cuando se recibe tiene que salir a manejar un taxi. Y no está mal que se gane la vida del mejor modo posible.
Era uno de los argumentos favoritos de mis alumnos sobre ¿para qué estudiar si...? la cuestión es interna y está en la mirada holística.
Una sabia decisión, aunque quizás eligió una actividad mucho más arriesgada y audaz. Como en todas las decisiones que tomamos, nunca sabremos cuál es la más acertada, el destino ya se ocupa de despistarnos. Un abrazo, Carles, y ¡cuidadito con el lobo! ;)
ResponderEliminarPues la verdad es que aprendió muchísimo con la experiencia. A veces la vida nos lleva por caminos insospechados y lo que en principio parece un desatino, puede acabar siendo una vivencia muy interesante. Muy buen ejemplo y relato, Carles. Un abrazo.
ResponderEliminarA veces en la sencillez se encuentra lo maravilloso de la vida. Nos complicamos demasiado no merece la pena.
ResponderEliminarHay que contar esas ovejas y no dejar de soñar nunca.
Que bonito lo has contado y que bien lo has sabido transmitir.
Un beso grande Carles.
Me resulta tierno tu relato, Carles, tal como lo cuentas. Cambiar el rumbo de la vida propia es algo más frecuente de lo que se cree. Poder elegir es una gran suerte.
ResponderEliminarBastaría aprender cuatro cosas básicas para poder conducirnos por la senda que nos hace sentir felices. Algún día haré como tu protagonista, dejar todo colgado para pastar en verdes prados. Me ha gustado mucho el micro, Notinc. Un beso enorme.
ResponderEliminarCuántas cosas no dices aquí, Carles, y de que manera tan sencilla, sugerente y bella (qué estilo tienes). Este es además un tema que me inquieta y en el que pienso a menudo: el modo en que nuestra educación, al irse desnaturalizando, también ha llegado a perder gran parte de su sentido y utilidad. Hasta el punto de que un animal sepa más que nosotros de lo que de verdad importa.
ResponderEliminarSeguiremos de algún modo de este y otros asuntos.
Un fuerte abrazo.
Un título no te asegura éxito y satisfacción en lo que haces, algunas veces es mejor volver a los orígenes y arriesgarse con lo que uno cree podría sentirse a gusto. Este micro ha hecho que recuerde a un profesor que nos decía que su sueño era tener algún día un carrito para vender “hot dogs” (perros calientes, traducen en algunos lugares). Carles, me gusta tu relato, es una historia para reflexionar.
ResponderEliminarSaludos.
El día 5 de noviembre tuve la suerte de compartir charla y paseo con uno de los grandes microrrelatistas del panorama del relato corto, coincidimos en prácticamente todo lo que hablamos sobre educación, así que, mi querido Carles, poco más tengo que añadir.
ResponderEliminarEl micro es excepcional, enhorabuena. Si me lo permites, solo te doy un consejo, no dejes nunca, nunca, de contar, ovejas o lo que quieras.
Beso grande.
Malu.
Apreciados Javier, Ángel, Cabopá, Sr. Garabato, Carmen, Mrs. Richmond, Vicente, María Jesús, Antonio, Dipandra, Olga, Carmen, Ana, Plácido, Manuel, Margarita, Enrique, Pilar, Lu, Mª Jesús, Juana, María Belén, María José, Matri, Enrique, Beto, Malu, compañeros de letras y amigos de corazón, lamento mucho no poder responderos a todos individualmente, como me gustaría hacer, pero la verdad es que estoy en un momento vital con muy poco tiempo para atenderos debidamente. No me ocurre nada malo, no os alarmeis. Es solo, que, por un lado, a nivel profesional, tengo más trabajo del acostumbrado; pero por otro lado, este trimestre estoy realizando un curso de literatura en la escuela de escritores y me ponen muchos deberes, y no doy para más (pero que me lo paso pipa, eh!).
ResponderEliminarPor la misma razón, mi actividad como comentarista también ha quedado prácticamente reducida a la nada.
En fin, sentía que como mínimo os debía una explicación.
Besos y abrazos para todos.
Carles
Siempre he dicho que si a un banquero lo dejas en el desierto o le cortas la luz a un informático, nada podrían hacer. Muchas profesiones, aunque las desdeñemos, son tan o más importantes que la nuestra. Tu relato es un buen ejemplo de ello.
ResponderEliminarFelicitaciones y un enorme abrazo Carles.