El secreto
Se conocían desde la infancia.
Crecieron uno junto al otro. Parecían amigos pero eran rivales.
Se envidiaban la altura, la lozanía, la gracia al moverse.
Sólo les quedaba resignarse y convivir sin demostrar celos.
Nadie sabía de su secreto.
Les aguardaba una eternidad juntos a los dos cipreses del cementerio.
Les aguardaba una eternidad juntos a los dos cipreses del cementerio.
«Han nacido en mi rancho dos arbolitos,
ResponderEliminardos arbolitos que parecen gemelos,
y desde mi casita los veo solitos
bajo el amparo santo y la luz del cielo».
("Dos arbolitos" —Canción popular—, Chucho Martinez Gil).
Un relato que a la vez refleja la infinitud de la muerte y a la otra eternidad, la de la naturaleza. Leyéndolo me he imaginado estar ante una hermosa pintura simbolista.
Muy bonito, Inma. Felicidades.
Un abrazo.
Vicente, gracias por tus palabras y por la canción.
EliminarEl ciprés siempre me ha cautivado y me inspira un sentimiento enfrentado, por una parte me transmite paz y plenitud y por otra me altera cuando lo veo tan pretencioso y altivo pretendiendo alcanzar el cielo.
En fin, mis cosas.
Inmma nos engañas hasta tu última frase, parece que nos hables de dos amigos, de dos personas que son rivales desde la infancia, y tu frase final que concuerda plenamente con lo dicho en el primer párrafo nos hace saber el secreto.
ResponderEliminarBuen relato Inma, un abrazo.
Esa era totalmente mi intención. Me alegra haber sabido transmitirlo.
EliminarGracias, Javier.
Un secreto muy bien guardado, los visitantes esporádicos no llegarán a conocerlos, mientras que los permanentes que habitan ese recinto no pueden hablar aunque quieran. Los propios árboles, aunque vivos, tampoco están facultados para comunicarse verbalmente, así que no les queda otra que la resignación y soportarse en silencio. Relato con golpe final y secreto.
ResponderEliminarUn saludo, Inma
Me temo que esa será su condena eterna. A menos que aprendan a aceptarse mutuamente.
EliminarÁngel, saludos y gracias.
Inma, nos has contado la historia de una rivalidad, pero has guardado el secreto de su identidad hasta tu última frase.
ResponderEliminarBuen micro.
Besos
Muchos se podrían ver reflejados en esta situación, pero aquí sólo se trataba de árboles.
EliminarGracias, Pilar.
Muy bonito Inma. Gracias por regalarnos poesía.
ResponderEliminarUn saludo,
Gracias a ti, Pilar, por comentar.
EliminarÁnimo, cipreses, nada es eterno.
ResponderEliminarGran micro, Inma.
Saludos
Muchas gracias, Plácido.
EliminarSerenos portadores de la espiritualidad, antorchas metafísicas de lo perenne, cómo íbamos a imaginarnos que bajo su fachada de estricto recato corriese la envidia, esa baja pasión que, en según qué medida, puede ser perdición o estímulo de crecimiento en las personas. tus cipreses se han acogido a la segunda opción, pues se adivinan robustos y sanos a pesar de sus diferencias.
ResponderEliminarHas conseguido con elegancia y buen estilo analizarnos como seres imperfectos a través del recurso de la personificación, elevada a la categoría de gran relato.
Saludos, Inma.
Nunca sabremos lo que se esconde detrás de apariencias, aparentemente, normales. Cada ser es un universo en si mismo.
EliminarGracias por tu comentario, Manuel, me ha encantado.
Pues a mí me trae a la mente a dos gemelos con sus posibles envidias y rencillas, pero donde algo ¿innato? parece mantenerlos unidos. Enhorabuena, Inma. Suerte y saludos.
ResponderEliminarGracias, Jesús.
EliminarSaludos.
Me encanta Inma. Engañada hasta el final, pensando en amigos, amantes y demás Jajajaajajaj. Enhorabuena amiga. Muy bien contado. Los cipreses tienen algo que atrapa sí... Besitos
ResponderEliminarMe encanta que te encante. Gracias, Carmen.
EliminarBesos.
Inma, pensaba en mis dos hijos mientras leía tu relato. Así están creciendo; compartiendo y compitiendo. Y en la última frase, un cambio brusco de tercio... un cementerio, dos cipreses...
ResponderEliminarCurioso giro! Me gusta.
Está claro que el secreto del título se desvela en la última frase del cincuenta, ordenada (o mejor dicho, desordenada) sintácticamente de una manera brillante. Nos llevas, Inma, por el sendero del engaño, haciéndonos creer que la historia va de dos amigos. Pero, me pregunto, ¿no es así?
ResponderEliminarBuen microrrelato. Enhorabuena.
Un saludo afectuoso.
Y para llevarle la contraria al mundo, ellos no se llevarán su secreto a la tumba, sino que junto a ellas nació su secreto. Consigues llevar al lector a tu terreno muy hábilmente. Me ha encantado. ¡¡Felicidades!!
ResponderEliminarLo mejor de estos cipreses está en la raíz, al igual que en tu historia.
ResponderEliminarUn secreto muy bien guardado, Inma.
Un saludo
¿Pueden las plantas sentir emociones básicas como el amor, la irá, el miedo...? Y aunque así fuese, pueden sentir emociones derivadas como la envidia?
ResponderEliminarDe ser así, desde luego tus protagonistas tienen una cadena perpetua y silenciosa. Uno envidia al otro, veo que son muy humanos y están llenos de inseguridades.
Me ha gustado mucho tu relato, esta muy bien construido. Suerte.
Un abrazo Inma
Me encanta que te hayas detenido en relatarnos una historia de cipreses, Inma, pues yo siempre me he sentido atraída por su esbeltez hierática y por las connotaciones tristes, en relación a su plantación en cementerios. Te felicito por el misterio de tu micro y de la aclaración final.
ResponderEliminarUn abrazo.
Me encantan los cipreses, pero me dan un poco de "yu-yu", siempre protagonistas o custodios en los cementerios.
ResponderEliminarMe gusta que sean protagonistas de tu micro.
Besos.
Malu.