Malos tratos II
El flamante collar de perlas se luce en su cuello. Sólo debe corregir apenas el maquillaje. Siempre hay algún entrometido que pregunta, y no tiene ganas de volver a explicar que no ha sido nada, que él está algo nervioso y que la culpa es de ella, por hacerlo enojar.
Caray, Silvina, lo que nos cuentas es duro, muy duro, pero, por desgracia, me temo que aún bastante habitual. Si ya la propia afectada piensa que lo que le sucede es lo usual, mal vamos. Esto es como aquella mujer que decía que le pegaban "lo normal". Un saludo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario, Jesús. Coincido en que, si la víctima de esta situación la naturaliza y no la asume como la agresión que en realidad constituye, mal podrá salir adelante. Muchos saludos!
EliminarRelato muy duro por la aceptación de una situación que debería ser inaceptable para la víctima. Pero son muchos los condicionantes que llevan a esa "indefensión aprendida" de la que no es fácil salir. Que tu micro, Silvina, sirva para hacernos reflexionar y prestar ayuda si la vida nos hace ser testigos de hechos semejantes.
ResponderEliminarUn abrazo muy fuerte. El sábado me acordaré mucho de ti, pues coincidiremos varios microprofetas en la quedada... y faltarás tú.
Así es, Patricia. A uno le parece inconcebible que alguien pueda consentir el maltrato, pero en general las víctimas cargan con una historia que las vuelve especialmente vulnerables.
EliminarPor otro lado, no te das una idea de cómo me gustaría cruzar el océano de un gran paso para estar con ustedes en esa quedada. De chica yo era muy adepta a las amistades por correspondencia. Esas cartas, las que se escribían de puño y letra y se enviaban por correo, me acercaron a algunas personas entrañables, a las que llegué a conocer y a querer aún sin vernos las caras durante mucho tiempo. Tan sólo leyéndonos. Esta comunidad me ha permitido revivir en cierto sentido aquel viejo sentimiento de cercanía en la distancia, de unión e intimidad en medio de este maravilloso mundo de palabras. Así que, de algún modo, allí estaré con ustedes. Un abrazo enorme y hasta cada momento.
Hola, Silvina,
ResponderEliminarJamás se debe justificar, ni tolerar la violencia de pareja. Además del daño físico, la víctima sufre el decaimiento de su autoestima. Las relaciones dependientes donde afloran excusas como la que citas («no ha sido nada, que él está algo nervioso») son un mal que debe erradicarse.
Un relato/denuncia escrito con maestría. Enhorabuena.
Un abrazo.
Vicente, siempre tan generoso con tus comentarios! Creo que lo de la maestría me queda muy grande, pero en lo demás estoy totalmente de acuerdo. Me parece que la baja autoestima es determinante en este tipo de relaciones destructivas: si alguien no se valora a sí mismo, mal puede pretender que el otro lo quiera bien. Un saludo afectuoso!
EliminarPor desgracia aún hoy en día hay mujeres ue por miedo, por el que diran ocultan y tienden a justificar lo injustificable y que incluso como tú nos cuentas se echan la culpa a ellas mismas.
ResponderEliminarUn relato duro, pero que creo que sirve de denuncia para lo que no podemos permitir nunca.
Me ha gustado Silvina.
Un abrazo.
Como dices, Javier, sigue sucediendo y no podemos ser indiferentes ante ello. Gracias por tus conceptos, otro abrazo para ti.
EliminarHola, Silvina! Muy bueno tu relato. Coincido con los comentarios anteriores, pero...."El flamante collar de perlas se luce en su cuello" me tiró por tierra toda posibilidad de rescate. No sólo la violencia es usual, sino también lo es la "compra" de la justificación con " tufillo" a perdón. Un abrazo desde Uruguay
ResponderEliminarGran apreciación Josefina, el collar es central en el relato y es la muestra de cuán tóxico es para esta mujer ese lobo que por momentos se disfraza de cordero. Te mando un gran saludo desde Argentina, aquí de tu mismo lado del charco.
EliminarSin comentarios, Silvina, aunque suene feo en un comentario. Pero ya lo has dicho todo, y muy bien.
ResponderEliminarUn saludo
Caramba Margarita, con lo que me gusta a mí leer tus comentarios!! ☺ Muchas gracias, de todas maneras, por ese silencio que vale por muchas palabras. Un beso
EliminarCruel realidad y muy cierta en muchos casos. La persona que sufre los malos tratos excusa a su maltratador. Ella es la que comete errores y por eso él se enfada.
ResponderEliminarTe felicito, Silvina, por un relato bien escrito y que refleja a la perfección una situación que se da, por desgracia, en nuestro día a día.
Retornamos al tema de la autoestima: ella entiende que provoca lo que le sucede, incluso que hasta lo merece. Un círculo del que ha de ser muy dificil salir. Gracias por leer y comentar, un saludo!
EliminarQueda el poso amargo de la actitud de sometimiento de ella que acata el collar como argolla de perro y, excecrable, la de él, la actitud soberbia de justificación del dominador.
ResponderEliminarUn relato sereno, que levanta, sin embargo, una astilla doliente en nuestra cotidiana actualidad.
Saludos, Silvina.
Interesante el paralelo entre el collar y la argolla de perro, Manuel. Sometimiento es algo horrible, que nadie debería sufrir, pero tristemente sucede. Gracias por comentar, muchos saludos!
EliminarSi injustificable es el hecho, más doloroso si cabe es el manto con el que la víctima trata de encubrir a su agresor, quizá no tanto por miedo, sino más por un inmerecido sentimiento de culpa. Los lobos (y que me perdonen estos nobles animales) necesitan corderos para seguir ejerciendo.
ResponderEliminarUn relato que no puede dejar indiferente
Un saludo, Silvina
Gracias Ángel por tu comentario. Coincido en que estos personajes nefastos se aprovechan de la debilidad de sus víctimas ocasionales para someterlas psicológicamente. Un saludo afectuoso.
EliminarFantástico, Silvina. Los malos tratos siempre van en escalada hacia arriba, y por desgracia la víctima va siendo aniquilada también psicológicamente. Es común que disculpe los golpes de su agresor. En este caso, él parece tener un resto de sentimiento de culpa, y pretende hacerse perdonar con un collar. Yo le aconsejó a tu protagonista que lo venda y se marche lo más lejos posible, ahora que aún está a tiempo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sí, claro, Asun. Ojalá todas las víctimas de esta clase de maltrato encuentren la fuerza y/o la ayuda necesaria para alejarse de ese tipo de relaciones enfermas y destructivas. Muchas gracias por tus palabras. Un beso.
EliminarMe parece terrible que una víctima de mal trato justifique las acciones crueles del maltratador pero es muy real, por desgracia. ¡Ojalá fuese un simple recurso literario!
ResponderEliminarUn abrazo.
Es terrible y es real, como dices. Ponerlo por escrito no es más que un simple y minúsculo grano de arena para despertar nuestra conciencia. Un gran abrazo y muchas gracias por tu comentario.
EliminarMuy bien expresada la situación de la víctima que disculpa al agresor. No hay collares ni regalos que lo exculpan. Ella debe recuperar su autoestima y denunciar, alejarse de él. Tritemente frecuente, Silvina. Un abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias por tus conceptos, Carmen. Espero y deseo que todas ellas puedan... Un beso.
EliminarQué pena da, Silvina, que todavía estemos a vueltas con el tema de la violencia de género, pero por desgracia continua siendo noticia día tras día.
ResponderEliminar¡Malditos sean los maltratadores!
Saludos cordiales.
Si que da pena, claro, que este desgraciado tema siga teniendo tanta actualidad. Gracias por comentar, Carles. Muchos saludos!
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ResponderEliminarPerfecto retrato de una situación y conductas a las que nos estamos acostumbrando por habituales.
Buen relato, Silvina.
Un abrazo
Muchas gracias Enrique, por tus siempre generosos conceptos. Otro abrazo para ti.
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