Más allá de las recetas
Me insiste en que arroje sus cenizas al mar. Creo que quiere evidenciar que es más previsor que mi anterior marido, que solo pidió la incineración, sin preocuparse por el destino de las pavesas. Pero no sé, porque siempre que lo dice mira con aprensión la salsa bechamel al roquefort.
Rafa me parece que el segundo marido o ha encontrado un sabor raro a la bechamel o no le gusta el color.
ResponderEliminarUn relato con un fondo de humor negro que me gusta.
Buen relato Rafa, fue un placer conocerte el otro día en la quedada.
Un abrazo.
Hola Javier. Algo debió suponer este hombre para insistir tanto.
EliminarResultó muy grato conoceros a Pilar y a tí.
Abrazos.
Ups!, sospecho que en lugar de pimienta a esta salsa la han condimentado con otra «especia» aún más negra.
ResponderEliminarMuy original, Rafa.
Abrazos.
Hay cocineras que lo aprovechan todo.
EliminarGracias, Vicente.
Como todos tenemos algo de maliciosos, puedes dar por hecho que compartimos las sospechas de este personaje y nos tememos lo peor, aunque igual se trata de una dieta increíblemente sana; es cuestión de tiempo que se le ocurra hacer un estudio científico a alguna universidad de EEUU.
ResponderEliminarOtra joya que lleva tu marca: humor fino, sorpresa garantizada y la creatividad inagotable de un gran corredor de fondo.
Un abrazo grande, Rafa
En escribir, como en correr, me conformo con hacer bulto, pero eso sí, disfrutando.
EliminarAbrazo fuerte.
Rafa, muy bueno el relato. En clave de humor consigue arrancar una sonrisa, mientras me imagino al segundo marido pálido, inmóvil con el tenedor en la mano, sin atreverse a pinchar bocado...
ResponderEliminarEste marido llevaba ya varios días sin apetito. Un poco melindres él.
EliminarGracias, Ana.
Un beso.
Y yo que en más de una ocasión me he comprado en el carrefour y zampado tan tranquilo, en casita, un rulo de cabra rebozado con ceniza... No quiero ni pensar de donde pudieron sacarla esos franceses. Saludos y suerte.
ResponderEliminarEn Francia también hay mucha incineradora. Hay que seguir la trazabilidad de las cenizas.
EliminarGracias, Jesús.
Abrazo.
El marido, creo que con acierto, debió pensar que mejor acabar esparcido que devorado dentro de una croqueta.
ResponderEliminarTodos tus relatos saben cómo arrancar una sonrisa y éste no es diferente.
Original, fresco y divertido, como siempre.
Un abrazo, Rafa, me alegré mucho de conocerte.
Los hay escrupulosos, ya ves.
EliminarFue un placer conocerte, Antonio.
Un abrazo.
Rafa, algo habrá visto el marido cuando desconfía...
ResponderEliminarBuen relato de humor negro.
Me gustó conocerte el sábado.
Besos
Eso es que va conociendo mejor a su esposa y de lo que es capaz.
EliminarGracias, Pilar. Digo lo mismo, fue un placer.
Besos.
Muy gracioso. Leí tu blog Potaje pero no pude comentar porque no tengo google+
ResponderEliminarCon twitter, facebook, blogspot, wordpress, whatsapp y tal... me alcanza.
Gracias por visitar el potaje. No soy consciente de que haya restricción para comentarios. Puede que solo sea para compartir en esa red, no sé.
EliminarUn abrazo.
¡Puaj! En una película cubana, Los sobrevivientes, ocurre algo parecido: se toman las cenizas de un difunto confundiéndolas con sopa en polvo.
ResponderEliminarGran micro.
Saludos, Rafa
Igual estaba mejor y tenía su punto.
EliminarGracias, Plácido.
Un abrazo.
¡Madre mía! Creo que el segundo marido desconfía algo de la dotes culinarias de su mujer. Muy bueno, Rafa.
ResponderEliminarEso es que no ha oído hablar de la cocina creativa.
EliminarGracias, Alma.
Un abrazo.
Un relato que tiene de todo para disfrutar: sospecha, ironía, humor negro y una gastronomía bastante dudosa.
ResponderEliminarMuy divertido, Rafa. Encantada de haberte conocido en Madrid. Un abrazo.
Hola Carmen, fue un placer compartir la quedada. Celebro que hayas encontrado todo eso en el micro.
EliminarUn beso.
La petarda de la muerte nos pone en estas situaciones tan embarazosas, no le basta con la tristeza que nos causa cuando nos toca de cerca, además, hay que solucionar unas cuantas cuestiones prácticas en el peor de los momentos y, en el caso de que el finado se decidiese por la incineración, nos quedan esas cenizas que, o bien no tenemos mandato alguno sobre qué hacer con ellas, o bien hay una voluntad expresa del muerto como ocurre con el protagonista de tu historia.
ResponderEliminarLo malo en el caso de este personaje es que ya tuvo un antecesor, y a la hora de decidir qué debían hacer con sus cenizas, le debió de venir a la mente algún recuerdo extraño, alguna aprensión, quizá tuvo un atisbo de que podía acabar en un libro de recetas, y decidió aquilatar con más tranquilidad y empeño su decisión, con lo cual, finalmente, dedujo que lo mejor era acabar en el mar.
Original, irónico y desenfadado microrrelato sobre un tema que no lo es en absoluto, pero ante el que tenemos muy pocas armas con las que defendernos, una de ellas es el humor.
Enhorabuena y un abrazo.
Gracias, Enrique, por tus comentarios sobre el tema de mi micro. Claro, estaba escrito antes de que la Santa Madre nos marcara el destino obligatorio de las cenizas, lo que sin duda ha traído el sosiego y la tranquilidad a muchos espíritus desinquietos, como mi personaje.
EliminarUn abrazo.
Oy, oy, oy, nunca miraré con los mismos ojos la salsa bechamel al roquefort...
ResponderEliminarYo creo que este marido conoce de sobra a su mujer para saber que es capaz de todo, ¡qué se ande con ojito, ja, ja, ja...!
Original, divertido y con fundamento, sello Olivares, inconfundible.
Enhorabuena, un beso Rafa.
Malu.
Lo que los ojos no ven y las papilas gustativas no detectan el estómago lo digiere con deleite y provecho. Creo.
EliminarGracias, Malu. Un beso fuerte.
"Al hambre no hay pan duro", decía mi abuela, y esta mujer debe de ser su prima hermana.
ResponderEliminarEn fin, que voy a dejar los recuerdos aparcados en la alacena, y a la familia en el desván, y voy a disfrutar con tu historia, que una vez más te ha salido para chuparse los dedos.
Un saludo, Rafa
Gracias, Margarita. Si nuestras abuelas participaran en un MasterChef revolucionarían el mundo de la gastronomía. Seguro.
EliminarUn beso.
Y pienso yo... ¿Qué podría pasar si el marido se comiese el plato? Igual se sorprende de lo buenísimo que está y le sirve para admirar las artes de la esposa...Tu versión es infinitamente mejor que la mía, Rafa, sin duda.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues no está mal. Eso daría, con el tiempo, a poder comparar cuál de los dos estaba mejor.
EliminarGracias, María José.
Un beso.
El caso es que a este hombre parece preocuparle más lo que pueda pasarle a sus restos que tener que comerse los de su antecesor.
ResponderEliminarGrande siempre, Rafa. Encantado de haberte conocido en persona.
Un abrazo
Sí, así es; pensar que va a transitar por los aparatos digestivos de otros parece que le descompone.
EliminarFue un placer, Enrique.
Un abrazo.
Grande y divertido como siempre, padrino.
ResponderEliminarNo esperaba menos de ti ni de tu relato.
Un abrazo fuerte.
Qué generoso eres, ahijado.
EliminarAbrazote.
Un poco tiquismiquis el hombre, no se me ocurre mejor destino que acabar rebozando unos filetes o espesando una buena salsa bechamel al roquefort. Si es que...
ResponderEliminarFelicidades, Rafa, es un gusto encontrarse siempre con ese toque de salero marca Olivares. Un beso grande.
Muy tiquismiquis preocupándose por el envase después de socarrado.
EliminarGracias, Inma.
Besos.
Jajaja, la mujer de tu relato bien podría escribir un libro de cocina titulado "El libro de recetas de la Viuda Negra".
ResponderEliminarMuy divertido el humor negro Rafa. Un gran abrazo.