Tesoro oculto
Fue a detenerse ante sus pies descalzos. Con asombro, la recogió del agua y la observó. Jamás había visto algo similar en su recóndita playa. Con nerviosismo, sacó el papel de su interior y lo leyó detenidamente. Amor, nostalgia y duelo, encerrados en el cristal vomitado por el embravecido mar.
Qué escena tan nítida y evocadora nos traes, María José. Creo que todos y todas hemos soñado alguna vez con "recibir" un mensaje en una botella. Tu personaje parece haberlo conseguido y, aunque quizás no esté dirigido a él, la sensación que, seguro, le cause el hallazgo será maravillosa e inolvidable. Enhorabuena. Un saludo y suerte.
ResponderEliminarGracias,Jesús. La anécdota en la que me basé, para escribir este micro, es real: en una playa de Baldaio (Galicia) les apareció una botella con mensaje a unos estudiantes de un instituto cercano. El mensaje estaba escrito en inglés y sirvió para que los jóvenes debatiesen en clase sobre ese tipo de mensajería.
EliminarUn abrazo.
No sé si ha sido buena o mala suerte que la botella, a lo que parece, haya llegado a manos de otro náufrago. Un buen micro, María José. Saludos
ResponderEliminarMe encanta, Plácido, la interpretación que das al micro. He de admitir que no tenía intención de sugerir que la botella le llegase a un náufrago (por la historia que le conté a Jesús Garabato) pero, al releerlo, parece claro que ese es su destinatario. Las lecturas múltiples de un texto dan riqueza al mismo. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Todo hace presagiar que esto es el comienzo de una bonita relación. Espero que tenga lápiz y más papel; y si no, la tinta de un calamar y las hojas de las palmeras.
ResponderEliminarPreciosa escena, María José.
Un abrazo.
Preciosa tu interpretación, Margarita. Aunque no pensaba en un náufrago como receptor (como le digo a Plácido), es muy bonita vuestra visión. Se nota que tenéis mucho rodaje, en esto de escribir, no como otras..., jejeje.
ResponderEliminarUn abrazo para ti, también.
¡Vaya, yo que le había puesto cara y todo al naúfrago! ¡Cachis! jejeje.
ResponderEliminarMuy bonito tu relato. Recuerdo el reportaje de televisión, pero le romperían el encanto si intentaron compararlo con los messenger, twiters, whatsapp, Facebook... ¡No es lo mismo! Dónde quedó el romanticismo? Quizás acabó con el último gesto de Larra.
Muy bueno M. José.
Un fuerte abrazo.
Muchas gracias, amigo Isidro. Desde luego, el encanto de las misivas, de las cartas, o de las simples notas semiocultas para que la otra persona las pueda leer, es mucho mayor que el de todas estas "modernidades" (¡benditas sean, por otra parte!). El romanticismo está en cada uno de nosotros, lo que ocurre es que algunos lo tienen cubierto con varias capas de olvido, consciente o no.
ResponderEliminarOtro fortísimo abrazo para ti.
Maria José, pues no sería tu intención al escribir este relato, pero a mí al igual que a Plácido, y antes de leer los comentarios, me ha dado la sensación que ese mensaje en esa botella de cristal ha llegado a la playa de un náufrago.
ResponderEliminarMuy buen relato María José, besos.
Estoy de acuerdo, Javier. El texto gana mucho con vuestra interpretación y me alegro mucho de ello. ¡Voy a tener que pagaros!, jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
En estos tiempos de bombardeos de mensajes electrónicos, recibir uno en una botella es un hecho tan insólito que el receptor debe ser consciente de la suerte que ha tenido, como especial ha de ser la persona que lo ha redactado, dotada sin duda de una gran sensibilidad, que ha querido compartir con alguien, al azar. El contenido: amor y nostalgia, da pie a imaginar miles de historias, no menos que la palabra duelo, prueba clara de una pérdida. Un texto que, movido por sus sentimientos, el autor ha debido de escribirlo con gran inspiración, de otra forma no se trataría de un "tesoro oculto" dentro de un vidrio viajero. El final queda abierto, a gusto del lector, que puede imaginar que ahora quien lo ha encontrado tratará de ponerse en contacto con el remitente, a partir de ahí pueden suceder muchas cosas. Un relato, pues, con la virtud de ser el germen de otros tantos, que podría dar pie a diferentes continuaciones.
ResponderEliminarUn abrazo, María José
Muchas gracias, Ángel. Me gusta que veas cualidades en mi texto tan grandes como la de servir de germen para ser continuado por otros. Es todo un piropo. El mejor, sin duda, para una aprendiz de escritora como yo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo para ti.
No que no es un tesoro oculto es tu forma de narrar, tu imaginación y tu magia que nos ha dejado un micro de los buenos, de los que tiene mil puertas abiertas para que el lector cierre la que quiera.
ResponderEliminarUna genialidad. Me encanta cómo escribes. Y mucho.
Besos.
Pablo.
Bueno, bueno, Pablo. ¡Si estuvieras aquí te daría unos achuchones...! (con permiso de tu mujer, por supuesto). A mí siempre me dejas sin argumentos, ante tantos halagos. Pero, eso sí, siempre estoy deseosa de recibirlos, jaja.
ResponderEliminarMuchos besos castos para ti.
¡Qué bonito, María José! Yo he visto a un muchacho en la Costa da Morte, esperando los restos de un naufragio, tras una terrible tormenta. Esta vez no ha recuperado ningún tesoro material, sino uno que él también ocultará en su corazón y le hará anhelar, durante toda su vida, un amor hondo y puro, como el mar.
EliminarEspectacularmente bonito.
Un abrazo.
Gracias, Patricia. Hermoso es lo que tú cuentas. Casi, a lo tonto, has hecho otro microrrelato, jajaja. Es que cuando digo que eres una artista, no me quedo corta, no, no.
ResponderEliminarOtro abrazote fuerte para ti.
La red social, que siempre ha sido el mar, tiene sus propios tiempos y medios de comunicación.
ResponderEliminarNos transmites muy bien la emoción ante el encuentro con ese náufrago de cristal que plácidamente llega a unos pies y que, al trepar a los ojos, la bravura y el vómito que empleas describen perfectamente el sentimiento que implanta al leerlo.
Un buen relato que empieza con suavidad y termina con el estrépito con el que una ola rompe sobre sobre la orilla.
Enhorabuena, Mª José. Un abrazo.
Preciosas palabras, como siempre lo son las tuyas, Antonio. Muy agradecida por tu comentario y por saber encontrar el "tesoro oculto" que el vómito del mar descubre.
ResponderEliminarUn abrazo también para ti.
M. José, un bello micro. Me imagino el verdadero tesoro en forma de palabras de amor, nostalgia y duelo que recibió el protagonista sin esperarlo. ¡Cuantos sentimientos encerrados en una botella!
ResponderEliminarEnhorabuena.
Besos
Muchas gracias, Pilar. En una botella pueden caber muchos sentimientos, algunos nada románticos. Se me ocurre pensar en un mensaje lleno de odio y resentimiento, por ejemplo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Amor, nostalgia y duelo. Tres palabras que podrían figurar en el listado de las más bonitas de nuestro idioma. Y el tema eterno del mensaje encerrado en una botella. Felicidades!
ResponderEliminarMuchas gracias, Pepe. Sí, son conceptos hermosos y complejos, los encerrados en esas tres palabras. Sus variaciones podríamos decir que son infinitas, de ahí la belleza y riqueza que poseen.
ResponderEliminarUn abrazo.
Lo fantástico de recibir un mensaje embotellado para mí reside en apelar al destino. ¿Por qué he sido yo el destinatario y no otra persona?
ResponderEliminarNos pasamos la vida buscándole sentido. En el fondo, todos somos como tú personaje. Esperamos que un océano particular arroje su mensaje a nuestros pies.
Muy bueno, María José.
Un abrazo.
Efectivamente, Vicente, soñamos que algo extraordinario y muy positivo nos va a ocurrir (no necesariamente que toque la lotería, jajaja) porque la sorpresa alimenta como un buen plato de comida y hace que nos sintamos vivos. Al menos, eso pienso yo.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
¿Quién no ha soñado alguna vez con encontrar una botella en la playa con un mensaje dentro?
ResponderEliminarMe has traído a la mente una película precisamente con ese título, "Mensaje en una botella", de Kevin Costner, él escribe un mensaje a su mujer fallecida, lo mete en una botella que lanza al mar y la encuentra otra mujer que acaba enamorándose de él... No es precisamente un peliculón, pero para una tarde de lluviosa de domingo, no está mal, ja, ja,ja...
Un beso Mª José.
Malu.
Sé a qué película te refieres, Malu. Me parece que en "La vida de Pi", uno de los últimos éxitos cinematográficos, el niño tira una botella con mensaje al mar. Aunque, sinceramente, yo no la he visto, me lo han contado. Muchas gracias por tu comentario, Malu.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Una bonita historia, María José. Yo me he acordado de la película, como bien decís, pero también de la canción de Police.
ResponderEliminarNo recuerdo donde he leído esta frase sobre un mensaje en una botella: "Una vez lanzado, ya no es mío sino del que lo encuentra...". Nosotros lo acabamos de encontrar. Muchos besos.
Me encanta que hayas encontrado la botella que os envié a ti y a todos. Pero el mensaje real que yo he metido en ella no es de nostalgia y duelo, más bien, de cariño y amistad hacia todos los Cincuentistas. Cada día me siento más orgullosa de formar parte de este grupo de amantes de la palabra breve. ¡Larga vida a 50 Palabras!
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Olga.
Muy bonita imagen nos dejas. Con tu fantástica narración me has hecho estar en esa playa y sentir lo que siente tu protagonista ante ese tesoro que el mar posa a sus pies. Felicidades, María José. Muchos besos, guapa.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Matrioska. Me hace muy feliz que te hayas sentido envuelta por el ambiente misterioso que quise imprimir al relato.
EliminarUn abrazo fuerte.
Al terminar de leer el relato se ha fijado en mi mente el adjetivo embravecido, y por contraste, ha crecido la imagen del mensaje nostálgico y, tal vez, desesperado que navegaba en la botella. Es un feliz hallazgo para un micro, que tú Mª José, has sabido vestir de romántico e idílico paseo por una recóndita playa.
ResponderEliminarEl mensaje en la botella acentúa el pasaje sentimental y lo llena de emotividad.
Un delicado tesoro que llega a la playa sin fin de cincuenta.
Un beso, Mª José.
Me sonrojo con tus halagos, Manuel. Con el adjetivo "embravecido" quería hacer referencia al mar de estas tierras del Cantábrico que, en ocasiones, es un espectáculo grandioso para los que lo miramos, pero provocador de tragedias, para muchos marineros.
EliminarUn fuerte abrazo.
María José, me dejas sacudida por la emoción del hallazgo y la belleza del relato. Podría ser el comienzo de una interesante relación epistolar entre náufragos.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Muchas gracias, Carmen, por tus halagos. Tienes mucha razón, podría servir para servir de base para una relación epistolar entre dos personajes.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
ResponderEliminarCreo que esa última frase podría ser en sí misma un hermoso relato. Tal es la capacidad de sugerencia que hay en sus palabras. La imagen casi mítica de un mensaje en una botella nos hace soñar de inmediato, deseosos casi todos nosotros de toparnos con algo extraordinario a la vuelta de la esquina. Y en ese aspecto debo decir que, al menos para mí, esta inquietud nuestra de buscar una historia para contar en el inmenso mar más o menos embravecido de la imaginación tiene cierta similitud con la situación que planteas, sobre todo en su poder de conmoción. Tu relato, pues, llega a quien lo lea por muchas cosas. Una de ellas sin duda es que está preciosamente escrito.
Enhorabuena, María José, y un abrazo.
Hermosas palabras me dedicas, Enrique, y te las agradezco de corazón.
ResponderEliminarAprovecho para darte la enhorabuena por ser un meritorio finalista... Te deseo mucha suerte, ahora y siempre.
Un fuerte abrazo.
Creo que en la época del los sms, los wasap, los tuits, el correo electrónico y otros formas de comunicarnos tan instantáneas, lo del mensaje en una botella nos remite, como poco, a Robinson Crusoe, a la época de los piratas, de los descubrimientos y de otras aventuras marítimas por las que sabemos mucho por el cine y la literatura.
ResponderEliminarDe entrada, y como acompañamiento al comentario a tu microcuento, me voy a poner como música de fondo la canción de Police titulada Mensaje en una botella.
Puesto ya en disposición, lo primero que queda en el aire es saber quién es el personaje –mujer u hombre- que encuentra la botella: un náufrago, un bañista, un paseante, un soñador, un poeta...
Ya eso deja abiertas un montón de puertas, pues con cada personaje la historia tomaría un sesgo diferente.
Luego, queda el mensaje en sí mismo. ¿De quién es? ¿Qué dice? Sabemos que hay amor, nostalgia y duelo... Y ahí se queda la historia abierta, con muchas bifurcaciones, con muchas nubes flotando en su horizonte.
Así que voy a dar un paseo por esa playa, y voy a buscar una caracola para ponérmela al oído, a ver si ella me cuenta algo al respecto.
Un abrazo María José, después de leer tu poético relato me voy a ir a la cama con perfume a mar.
Muchas gracias por el detallado análisis que haces de mi micro, Enrique. Me gusta mucho que haya resultado sugerente y propiciador de múltiples lecturas. Estoy segura de que tus sueños perfumados de mar te aportarán bellas y nostálgicas experiencias.
ResponderEliminarUn abrazo.