Un buen contable
Rober tenía diez años cuando empecé a contar. También tres balones que no me dejaba coger. Diecisiete juegos para la Play, súper intocables. Ciento veintiocho plastidecores. Seis disfraces, doce cochecitos fluorescentes. Dos patines. Yo tenía dos manos, él una espalda, y la escalera, aquellos maravillosos treinta escalones hasta el portal.
Paloma me parece que Rober, el posesivo de juguetes, ya no tendrá que preocuparse por no compartirlos, ya que el contable me parece que lo ha empujado escaleras abajo, nada menos que 30 escalones. Espero que el final no haya sido tan funesto como creo yo.
ResponderEliminarBuen relato Paloma, me ha gustado.
Un abrazo.
Sí Javier, Rober ya ha debido probar los efectos de las "gravedades", la del Sr. Newton, y la de sus actos...
EliminarGracias por comentar.
Un abrazo.
Deseo que, tras esa escalera con sus treinta escalones, Rober no tenga no sé cuántas vértebras rotas de su espalda. Y aún espero más: que no tenga una silla de ruedas.
ResponderEliminarExclente relato el tuyo, Paloma.
Un saludo que tu contable puede también contabilizar.
Haces bien en esperarlo José Antonio...o no! Es tan posible la una como la otra, aunque a mí me parece que...
EliminarMuchas gracias, y le paso el saludo al contable.
Tú, recibe una sonrisa grande.
El pobre Rober parece que va a descubrir demasiado tarde, para su desgracia, lo maravilloso que sería un mundo donde todos compartieramos. Aguardemos que conserve los dientes y que tu protagonista se entretenga a la sombra contando los días que le queden por cumplir. Suerte y un saludo, Paloma.
ResponderEliminarJesús, hay cosas que es mejor aprender desde pequeños, ya lo creo, que luego la vida se acelera y ya no tenemos tiempo de hacerlo!
EliminarMuchas gracias por leer y comentar.
Saludos
Paloma, la falta de compartir de Rober sacó lo peor de tu protagonista. Aprendíó a contar pero de la peor manera, envidiando a Rober y preparó su venganza. Espero que el final no sea trágico.
ResponderEliminarMuy buen micro.
Besos
Pilar, de la necesidad, virtud...El contable y su hermano tienen que aprender una lección. Muchas gracias!!
EliminarComo se suele decir, de aquellos barros, luego quedaron estos lodos. Cainismo, egoísmo y venganza, todo muy bien contabilizado y todavía mejor contado.
ResponderEliminarUn abrazo, Paloma
Eso, eso, Ángel, estos lodos les van a embarrar a ambos la vida! Muchas gracias compañero. Otro para ti.
EliminarQué bien cuenta las posesiones de Robert y los escalones. Y qué bien cuentas este relato de egoísmo y celos.
ResponderEliminarEnhorabuena, Paloma. Un abrazo.
Muchas gracias Carmen, contar, números o historias, pero contar...
EliminarUn abrazo.
Una contabilidad desmedida y una frialdad considerable la de este aspirante a mucho, pues ambición y método no parecen faltarle para ocupar el sitio del otro. Creo que en otros ámbitos se les llama trepas y, cuando la desmesura en sus métodos es mucha, psicópatas.
ResponderEliminarNo sé si me estaré pasando y como conviene Carmen, son más bien, egoísmo de uno y celos del otro, que viene ser poco más o menos lo que nos pasa después cuando crecemos.
Ese contrapicado de los escalones que cierran la frase final, es genial. Y el micro muy logrado.
Saludos,Paloma.
Un cóctel de todo un poco, Manuel, que ha de beberse de un trago para entenderse, como tú has hecho. :-)
EliminarSaludos agradecidos.
Rober es un buen contable y tú, muy buena contando, Paloma.
ResponderEliminarUn saludo
Y tú muy generosa!
EliminarSaludos
Br... qué miedo tener a alguien cerca como cualquiera de los dos "contables" de tu cuento.
ResponderEliminarAdemás de verdad, vaya par..
EliminarSaludos y gracias por comentar.
Paloma, qué bueno! 50 palabras para contar lo que envidiaba de Rober, y su plan para solucionarlo, dejando además la incógnita de cómo acabó el tema...
ResponderEliminarMe ha gustado mucho. :)
Que cada uno decida el mejor final para él...es parte del juego al que has jugado conmigo y que yo te agradezco mucho que lo hayas hecho.
EliminarSaludos :-)
Números asesinos. Lo que puede llegar a hacer la envidia. Parece que Rober tenía de todo y el contable sólo esas manos con las que le empujó escaleras abajo, y muy mala leche.
ResponderEliminarMuy bueno. Un beso.
La envidia y unos padres que quizá no se han dado cuenta de que el pequeño también crece... Me alegro de que lo hayas leído y comentado. Muchas gracias, Olga. Un beso.
EliminarAinsssssss pobre Rober. La agonía por lo mío es mío le ha llevado a otra agonía. Buenísimo micro, muy bien contado jejejje. Besitos
ResponderEliminarGracias Carmen, es así, o de oca en oca, o de agonía en agonía, o de cuenta en cuenta...
EliminarUn abrazote.
El egoísmo desmedido ha de tener un castigo, aunque quizás se haya ido la situación de las manos, un poco...
ResponderEliminarUn abrazo, Paloma.
María José, la infancia, ¡Qué difícil! ¿Verdad?
EliminarGracias por leer y comentar.
Un abrazo.
Tu prota es un pelín psicópata-asesino. Bastante envidieja por su homólogo.
ResponderEliminarCon niños así el acoso y algo más está asegurado.
Inquietante micro, Paloma.
Besito virtual
María Jesús, un pelín, un pelín; pero el otro es otro pelín egoísta, creo que incluso los padres son un pelín insensatos!
EliminarUn abrazo.
Además de buen contable, buen asesino en potencia.
ResponderEliminarBesos.
Malu.
Completo que es el niño!
EliminarGracias por comentar.
Besos.
¿Y cuántos años en el centro de menores?
ResponderEliminar¡Cómo atrapa este micro!
Saludos, Paloma
Mmm, no sé, a ver si le pillo y se lo pregunto!
EliminarGracias Plácido, muchas gracias y saludos.
De la envidia al odio sólo hay un paso, por eso hay que tener cuidado con las escaleras, aunque parece ser que Rober merecía un empujoncito, Muy bueno este micro.
ResponderEliminarSaludos
Un pasito chiquito, chiquito...
EliminarGracias por comentar y por leer.
Saludos.
Muy buenísimo. Y por lo que veo... no solo sabía contar, no. Jope, cuando crezca!!!
ResponderEliminarMuchas gracias Luisa, a este, cuando crezca, le espera otro micro!
EliminarSaludos.
Aparte de lo evidente de tu microcuento, hay otro aspecto también muy importante a resaltar, y es lo difícil que resulta asimilar las diferencias que existen entre unos seres y otros tanto en cuestiones económicas como en cuestiones intelectuales, de habilidades y de suerte.
ResponderEliminar¿Por qué ese tiene tanto y yo tan poco? ¿Por qué a ese se le da tan bien hacer esto o lo otro y yo soy un negado? ¿Por qué a ese le favorece la suerte y a mí me persigue la mala suerte?
Indefectiblemente, siempre nos comparamos con los otros, y hay que tener una mente muy equilibrada para intentar ser justos en esos juicios que hacemos, los cuales, mayormente, suelen ser de los de ver la paja en el ojo ajeno y no ver la viga en el propio.
Así que el personaje de tu microcuento, aparte de esa obsesión con los números, la cual hace que lo contabilice todo, siente a su vez esa llama abrasadora de la envidia, del resentimiento, y así, inficionada su mente, se le viene a la cabeza la idea de darle un empujón para que se precipite por una escalera al odiado Rober, bendecido por la diosa Fortuna con toda suerte de posesiones.
No sé si esos treinta escalones están emparentados con los treinta nueve escalones de Hitchcock, pero el mago del suspense seguro que hubiese rodado esa escena que narras con toda maestría.
Mi enhorabuena, Paloma, por tu microcuento en el que has sabido amalgamar letras y números con gran sabiduría. Un abrazo.
Da gusto tener comentaristas de tu enjundia Enrique, es un placer leer tus opiniones, gracias por compartirlas conmigo.
EliminarUn abrazo.
Mucho que aprender siempre de cuanto escribes, Paloma. Tu maestría convierte en excepcional cualquier sencilla historia.
ResponderEliminarUn abrazo
Enrique, que me sonrojo, gracias por comentar tan generosamente.
EliminarUn abrazo.
Que genial Paloma, un relato divertido y con sorprendente final. Mi completa admiración por tu numerada genialidad.
ResponderEliminarUn abrazo, dos besos y tres felicitaciones.
Me alegro de que tu relato sea finalista, pues me está permitiendo leerlo (no me da tiempo a leer todos los del mes). Me parece genial la idea y la presentación. La imagen que se me ha ido creando según lo leía, me ha llevado a una escena de Hitchcock.
ResponderEliminarGenial.
Una abrazo, Paloma. (Te echamos de menos en la reciente quedada)